Nueva York en Navidad. Diciembre 2019 ✏️ Blogs de USA

Amanezco muy feliz el 11 de diciembre en Nueva York, y es que hoy es nuestro 13 aniversario y tenemos un día por delante con el que soñé desde casa muchas veces. Sólo tengo un pequeño problema, me he despertado bastante acatarrada, ya ayer me encontraba muy cansada, pero me tomo un ibuprofeno para estar lo mejor posible porque tengo claro que voy a disfrutar del día al 100% sea como sea.

Salimos a la calle y empieza a nevar, con lo que ya no existe catarro que pueda refrenar mi euforia, ¿acaso se puede pedir algo más romántico que esto? Es posible, porque nos espera nuestra querida Martha’s Bakery para tomar un super desayuno con villancicos navideños.



Después de desayunar nos vamos a Central Park, y cuando salimos del metro vemos que ya ha parado de nevar, pero bueno, la magia no nos la quita nadie, hacemos una pequeña parada en Christmas Cottage, una tienda navideña en la séptima avenida ya que está al lado del metro, es muy bonita pero hay bastante gente ( o mas bien es pequeña y se llena con facilidad) así que seguimos caminando hacia Central Park.

Y nos llevamos otro sorpresón, y es que por poco que nevara, ha servido para regalarnos la estampa de ver el parque con nieve, al menos una poquita, y no puedo evitar emocionarme por ese regalo inesperado.



Como ya hemos visitado el parque entero la primera vez, hoy nos centramos en buscar algunos puntos chulos para hacer fotos, sobre todo al principio cuando aún quedaba nieve, y volver a las zonas que más nos gustan.



Después de un buen rato haciendo fotos en la primera parte del parque, seguimos adelante para ver otro árbol navideño, el del restaurante Tavern on the Green, aún está cerrado pero lo podemos ver por fuera, dicen que es precioso de noche.


Nuestra siguiente parada es la famosa Bethesda Terrace, punto cinéfilo donde los haya, pero está bastante deslucida ya que están haciendo obras…


Luego vemos el Bow Bridge, para mi uno de los puentes más bonitos del parque, y para haceros una foto en la que salga el edificio Dakota y el propio puente hay un pequeño camino antes de cruzarlo, os parecerá una tontería comentar esto pero todo el mundo se hace las fotos desde el puente y no tienen punto de comparación.


Después nos vamos hacia una de nuestras zonas favoritas de Central Park, y además de las más desconocidas, The Ramble, que ya recomendé en mi primer diario de Nueva York. Igual que la primera vez, volvemos a encontrar esta zona solitaria y tranquila, con la única compañía de las ardillas, que siempre resultan un entretenimiento garantizado jeje.



Terminamos el paseo en Strawberry Fields, el monumento en honor a John Lennon, y nos vamos a metro para ir a comer.


Decidimos ir al Tom’s Restaurant, famoso otra vez por Seinfeld, que ya visitamos la primera vez y nos encanta, y volvemos a pedir el mismo plato que entonces, un lumberjack, es decir, tostadas, huevos revueltos, bacon y tortitas. Igual que la otra vez, quedamos muy contentos con todo, nos costó con propina 33 dólares.



Caminamos un poquito por el Upper West Side ya que nos gusta ver también ese lado más tranquilo de Manhattan, y vemos unos cuantos puestos de abetos.



Después de ir paseando un rato cogemos el metro para ir al TOR. Me viene bien hasta el descanso en el metro porque con el catarro el cansancio me va haciendo mella más rápido de lo normal.

A pesar de tener hora, la verdad es que tardamos un rato largo en subir, ya que esta es la hora más concurrida para subir. He de reconocer que con el tema de la nieve, tenía un poco de miedo a que se quedara el cielo encapotado y no se viera muy bien el atardecer, pero la suerte sigue de nuestro lado y el cielo está con pocas nubes.



La verdad es que la vista al Empire State es espectacular, aunque la altura no impresiona tanto como desde este último…



Pasamos un buen rato de un piso y de un lado a otro viendo diferentes perspectivas, y esta vez sí que no tenemos la suerte de que nos saquen un fotón como el del Plaza…



El atardecer se acerca y es imposible hacerse un hueco para verlo, lo cierto es que la gente se pone en un sitio y de ahí ya no se mueve, nosotros preferimos ir cambiando pero luego no puedes estar en primera fila y hay que hacer muchos números para que las fotos queden bien, a mi personalmente me parece un poco egoísta ponerse durante una hora sin moverse cuando todo el mundo ha pagado por estar ahí pero cada cual hace lo que le parece…

Cuando empieza a atardecer ya alucinamos en colores, porque el cielo se pone precioso, no pensé tener esa suerte la verdad, y como guinda del pastel, ¡el Empire State se ilumina de azul! Ya en el primer viaje pudimos ver una iluminación especial y esta vez otra, a mi estas cosas me encantan así que estoy en una nube.



Cuando ya nos cuesta aguantar el frío entramos, y la verdad es que es difícil despedir este Skyline… Si me preguntáis si me gustó más el mirador del Empire o este no es una elección fácil, creo que impresiona más la altura del Empire y tiene una vista preciosa al Chrysler Building, pero creo por espacio para moverse por el mirador y la vista frontal al Empire me quedaría con el TOR, aunque recomiendo totalmente subir a los dos.


Después del TOR, volvemos a quedarnos un ratito junto al árbol y aprovechamos para ver también entero el espectáculo de la fachada de Sacks, los escaparates que este año están dedicados al Frozen y también la famosa fachada de Cartier.



Además entramos en la tienda de Fao Schwarz que ahora está dentro del propio edificio del Rockefeller, está muy bien, aunque está demasiado llena así que no nos entretenemos demasiado…

Después nos vamos hacia el mercadillo de Central Park, y aunque llegamos justos, los puestos aún están abiertos y además podemos tomarnos un chocolate calentito. Este mercadillo es bastante similar al de Union Square en precio y cae otro adorno de árbol para mis padres.


La idea era cenar en algún sitio especial por Manhattan, pero la verdad es que son las 20 y ya me está pasando mucha factura el catarro, así que decidimos irnos a Brooklyn y cenar algo por allí.

Justo a tiempo me acuerdo de que nos queda un árbol importante por ver, el del hotel Lotte New York Palace, menos mal porque estuvimos cerca y me olvidé, y la verdad es que me pareció precioso también, sobre todo al ser de noche y verse la catedral detrás.



Decidimos cenar pizza en un Two Boots ya que hay uno cerca del hotel. No puede decirse que sea una cena muy especial para un aniversario, pero lo cierto es que estaban muy ricas y además sin colas y barato, 20 dólares, así que después de haber vivido un día tan maravilloso no podemos quejarnos.


Nos vamos a la cama muy felices, aunque con pena de que mañana sea el último, el viaje ha sido muy corto pero lo hemos vivido intensamente…

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Nos despertamos temprano para aprovechar bien el día, yo sigo bastante congestionada pero me encuentro bien así que tengo ganas de disfrutar las últimas horas.

Como la única visita que nos falta es la de la biblioteca, decidimos ir primero a dar una vuelta por el barrio de Greenpoint, es un barrio residencial que ya vislumbramos el domingo y nos gustó, yo lo conocía también porque la chica que lleva la página de https://www.anuevayork.com/, que os recomiendo porque tiene mucha información, vive por allí, y precisamente recomienda un sitio de donuts, y ya aprovechamos para desayunar.

El sitio se llama Peter Pan Donut & Pastry Shop y la verdad es que los donuts estaban riquísimos y es muy barato, solo 7 dólares, 4 donuts y 2 cafés. Es verdad que no queda a mano, y no vendría hasta este barrio en una primera visita a la ciudad, pero a nosotros nos apetecía ver un barrio más “normal” y encima nos quedaba sólo a un par de paradas en metro, así que disfrutamos tanto del paseo como del desayuno.



Después nos vamos a Manhattan, y tengo que decir que con diferencia este fue el día más frío de todo el viaje, hacía sol pero la sensación térmica era de -3 grados.

Damos un paseo por Bryant Park, que de día también es muy bonito y además como no hay mucha gente podemos ver todo bien y con calma. También encontramos la placa y la silla de Molaviajar, que supongo que conoceréis, pero por si acaso os dejo su web https://www.molaviajar.com/



Entramos en la biblioteca, y la verdad es que es una pasada. La primera vez que estuvimos había varias zonas en obras y apenas vimos nada.

El árbol de la biblioteca es precioso también, de mis favoritos. Pudimos ver la famosa sala Rose Main Room, y algunas salas más. También había una exposición especial de Christmas Carol de Charles Dickens, incluida una edición con anotaciones del propio Dickens, aunque no se si esto está siempre o es temporal.



Ya íbamos a salir cuando vimos de casualidad la tienda de regalos y al final pasamos un buen rato allí, tenían cosas de recuerdo super bonitas y bien de precio, además de libros por supuesto. Al final quise llevarme un libro de recuerdo, aunque no suelo leer en inglés, porque además de ediciones normales tenían algunas muy bonitas, y me pusieron el sello de la biblioteca en él, me parece un regalo precioso para un lector.


Al final salimos con un botín considerable de la biblioteca, y seguimos paseando por la quinta avenida hasta darnos de bruces con Times Square.



Decidimos comer en el mismo sitio que la última vez antes de irnos y del que guardamos un buen recuerdo, el Gray’s Papaya, que está en Upper West Side, además así matamos dos pájaros de un tiro ya que al lado está Levain’s Cookies, según dicen las mejores cookies de Nueva York.

Así como la primera vez nos encantaron tanto los perritos como los zumos de papaya, esta vez nos parecieron de lo más normal y que el zumo sabía artificial, no sabemos si somos nosotros los que hemos cambiado o el Gray’s Papaya, pero posiblemente sea la última vez que vayamos. Además el frío no ayuda a la hora de disfrutar la comida, ya que dentro del local no había sitio.


Después vamos al Levain’s, y sorprendentemente no hay cola apenas para pedir, es increíble la de colas que hicimos la primera vez que estuvimos y las pocas que hemos hecho ahora…


La verdad es que las galletas están muy buenas, bien merece la pena hacerle una visita, y además son enormes. Probamos la de Chocolate chip Walnut cookie y la Dark chocolate peanut butter chip cookie, y las dos estaban muy ricas, pero la de Walnut la comimos al momento, aún estaba algo calentita y nos supo a gloria jeje.

Nos queda un ratito antes de tirar hacia el hotel, pero con el frío que hace el cuerpo nos pide algo caliente, así que nos tomamos un café por la zona.

Toca emprender la vuelta, y va a ser muy larga en esta ocasión.

Después de recoger las maletas en el hotel, nos vamos hacia el JFK en metro, haremos la combinación más económica para llegar, es decir metro incluido en la metrocard y pagar el plus del Airtrain hasta la terminal, que nos cuesta 8,75 dólares cada uno, 7,75 de la tarifa y 1 dólar de lo que te cuesta la metrocard recargable para pagar.

Llegamos al aeropuerto y toca fin la aventura Neoyorkina, eso si, aun nos queda una larga vuelta a casa con parada en Ginebra incluida, que os relato en la siguiente etapa.

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Teníamos muy buen recuerdo de nuestro primer vuelo con Swiss Air, pero la verdad es que en este se nos estropeo la imagen que teníamos de la compañía… Fue un vuelo muy desafortunado, ya que yo que ya iba acatarrada, las horas de avión me sentaron fatal y llegué con una congestión nasal tremenda. Justo en la fila detrás tuvimos una familia en la que el niño se pasó prácticamente todo el vuelo entre lloros a gritos pelado y vómitos… Obviamente no es culpa del niño, pero a nosotros se nos hizo eterno el viaje. Eso sumado a que el avión estaba bastante viejo y no era muy cómodo, y que el entretenimiento era bastante escaso, hizo que no tengamos muchas ganas de repetir con la compañía…
La comida también fue regulera, salvo los cruasanes del desayuno que estaban muy ricos igual que la vez anterior…

Por fin llegamos a Ginebra, tenemos por delante 8 horas y un plan que un amigo que vive allí nos había hecho de cosas para visitar, pero también tenemos un problema, un machaque considerable de apenas haber dormido en el vuelo, especialmente yo con el catarro, y encima Ginebra nos recibe gris y lluviosa.

Aun así ponemos de nuestra parte y después de dejar las maletas en consigna, 8 euros, que se pueden pagar con tarjeta, dato importante ya que no queríamos sacar francos, y nos vamos al centro. En Ginebra el transporte público es gratuito para los turistas si te alojas en un hotel o albergue, y también al llegar al aeropuerto puedes sacar un billete gratuito por 80 minutos.

Una vez en el centro, lo que más necesitamos es un café y reconsiderar la mañana, así que buscamos un McDonalds (los precios aquí son altos y vamos a lo seguro).

Antes vemos el famoso Jet d’Eau, la famosa fuente situada en el lago de Ginebra.


Después del café, decidimos que lo mejor será dar un paseo por el centro sin muchas pretensiones, e intentar llegar al mercadillo navideño si el tiempo nos respeta.

La verdad es que lo que vemos de la zona céntrica nos gusta bastante, y eso que el día más gris no tiene para donde, además todo está muy limpio y cuidado.



No sé si hay más mercados navideños en Ginebra, pero el que nosotros visitamos es el Noel aux Bastions, y tengo que decir que me pareció una maravilla, quizá de los mercadillos más bonitos que he visto, y eso que era por la mañana y no había ambiente. Por la noche con las luces tiene que ser precioso. Para mi, el hecho de estar en un parque le da un toque especial, los otros mercadillos navideños que he visto en España, en Europa, como en Budapest por ejemplo, o en la propia Nueva York, estaban en plazas o menos integrados en el medio.



Sale un tímido rayo de sol así que decidimos quedarnos paseando por el mercado y comer algo allí, teníamos apuntado un sitio muy famoso y bien de precio para comer fondue, el Buvette des Bains, pero entre que no aceptaban tarjeta y teníamos que buscar cajero (había leído que aceptaban euros pero tampoco estaba muy segura), que nos quedaba algo lejos y el cansancio cambiamos de idea.

A mi me había hecho ojillos un bocata de fondue, y no quería irme de Suiza sin probar algo similar, y a mi novio se le antojo un choripan de un puesto argentino. Se podía pagar con tarjeta en prácticamente todos los puestos y todo nos costó 16 euros.



Volvimos caminando hacia el centro de la ciudad y seguimos alucinando con la limpieza, nunca había visto un río urbano tan limpio.



Ahora el Jet d’Eau está apagado, ya que se apaga cuando hay viento, así que hemos tenido suerte de verlo encendido antes.

Aún quedan unas horas para tener que estar en el aeropuerto, pero yo ya no puedo con mi cansancio y el frío que hace, así que damos por terminada la visita. Fue una pena porque si yo hubiera estado bien o el tiempo hubiera sido más agradable creo que la escala nos hubiera dado para mucho, pero no pudo ser.

Para volver al aeropuerto, nosotros compramos el ticket, aunque es verdad que nadie nos miró nada porque no hay que presentarlo al subir al bus y tampoco vimos a ningún revisor.

Aún nos quedaban unas cuantas horas para que saliera el avión, y luego coger el otro vuelo el Madrid y la verdad es que esta se convirtió en la peor vuelta que recuerdo, conseguimos llegar a nuestra casa a al 1 de la madrugada, unas 30 horas después de recoger nuestras maletas en el hotel de Brooklyn, es lo que tienen los billetes baratos... De todas formas, os puedo asegurar (sobretodo después de las 10 horas que dormí esa noche sin moverme) que mereció la pena.

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