Sur de Marruecos: oasis, touaregs y herencia española ✏️ Blogs de Marruecos

Tras tres noches en Agadir, hoy tocaba hacer la maleta y emprender viaje hacia Tafraoute, nuestro próximo destino. No sin antes visitar Agadir que todavía estaba pendiente.

La playa y su largo paseo marítimo bullen de actividad desde primera hora de la mañana: lugareños y turistas haciendo deporte, bañistas tempraneros, paseantes, trabajadores de las instalaciones hoteleras.....




Esa mañana nos levantamos temprano y una densa niebla, que iría levantando conforme el sol calentaba el día, cubría la ciudad. Al fondo del paseo está la Marina, con el puerto deportivo y una zona de restaurantes y tiendas que todavía, dada la hora temprana que era, no habían abierto. Había leído que era una zona muy exclusiva, algo así como la "Marbella" marroquí, yo no tuve tal impresión.

Tras el paseo, y una vez cerradas las maletas y repuesto fuerzas con el desayuno del hotel, nos dirigimos al ZocoTafukt que se econtraba a una media hora andando de nuestro hotel. Según las reseñas que había leído en tripadvisor y google maps, este mercado era poco menos que una cueva de ladrones y estafadores, coordinados por grupos de whatsapp esperando al turista incauto para despojarlo de sus dirhams al primer descuido. Nada más lejos de la realidad. Se trata de un bullicioso y encantador zoco, como muchos otros que hay en el país, en el que puedes comprar casi de todo. A mí me gusta especialmente la parte de alimentación donde se pueden comprar todo tipo de productos, la mayoría locales y sin envasar: especias, fruta, carne, pescado...... En nuestro caso aprovechamos para comprar unos jabones naturales de argán.

En el zoco nos confirmaron que, como ya nos temíamos, el jardin des oiseaux estaba cerrado, como tantos espacios públicos, debido a las mil obras que había en la ciudad. Así pues, nos dirigimos directamente a nuestro hotel donde teníamos aparcado el coche para emprender el viaje hacia Tafraoute. Apenas 160 Km y el GPS indicaba más de 3h de recorrido. Debía de ser algún tipo de hora punta. El tráfico era horrible y tardamos más de una hora en salir de la ciudad. Ya en las afueras vi una de esas áreas de servicio que ya conocía de mis otros viajes. Un montón de coches aparcados junto a un restaurante del que sale el humo de la barbacoa y de las brasas en las que borbotean decenas de tajines. No lo dudé un instante. El sitio era inmenso. Nos acomodamos en una mesa y me dirigí a elejir un tajine, esta vez de ternera, y unas brocheta del mismo origen. Minutos después se disponían sobre nuestra mesa un par de ensaladas marroquíes, unos panes calientes -entre los que colocaban piedrecitas ardientes para que mantuvieran el calor- y la comanda que había pasado. Delicioso. Terminamos el ágape pidiendo una ración de sandía, que vimos que tenía una gran demanda, y a los pocos minutos nos despachaban 6 u 8 inmensas rodajas de esta fruta en su punto perfecto de maduración..... Ciertamente, el lugar no tiene mesas con manteles de hilo ni cuberterías de diseño, pero una parada merece -y mucho- la pena. Aquí os dejo el enlace: goo.gl/maps/35tpsYduFAn4SCJx5

La ruta hasta Tafraoute es preciosa. De camino a ella se pasa por la Kasbah de Tizourgane que, según tengo entendido bien merce una parada; a nosotros se nos echaba el tiempo encima y, lamentablemente, no pudimos parar. Os dejo la foto que tomamos desde la carretera:



Por el camino se ataviesa un sinfín de estupendos paisajes montañosos, con valles y lomas poblados de arganes, algunos de ellos con sus inconfundibles frutos amarillos que salpican de color el paisaje. Aquí tenéis unas fotos.





En el horizonte se ven varias aldeas que se distinguen fácilmente por los blancos minaretes de sus mezquitas. La carretera atraviesa algunas de ellas. A medida que te alejas de Agadir, la población empieza a ser mayoritariamente bereber. Esto se hace palpable en el atuendo de las mujeres que cubren su cara con la mano y el velo a nuestro paso.

El GPS no se equivocaba en su cálculo. Tras algo más de tres horas de conducción, realmente deliciosas, atravesábamos Tafraoute para dirijirnos a Ammele, situado a escasos 5km de Tafraute, donde se encontraba nuestro hotel, L'Arganier d'Ammelne. Lo habíamos elegido porque tenía una piscina para poder refrescarnos después del viaje. El hotel es encantador. Las habitaciones se disponen en torno al patio donde está la piscina y en las azoteas del edificio, los dueños, han situado una terracita donde sirven las comidas. Nos ofrecieron cenar y aceptamos la propuesta. La decisión no pudo ser más acertada. La cena an la azotea, a la luz tenue de un farolito, fue estupenda. Entre las sombras de la noche se acertaban a distinguir las siluetas caprichosas de las montañas de la zona......

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La noche fue tranquila. El desayuno del hotel, un tipico desayuno marroquí, lo sirvieron en el jardincito alrededor de la piscina. Una familia de tortugas de tierra y unos gatitos hacían las delicias de los niños mientras nosotros dábamos buena cuenta del menú. Debo decir que tengo debilidad por el Amlou: una crema semilíquida a base de almendras, miel, aceite de argán y anís que la gente del país llama la nutella marroquí.



Tafraoute es un pequeño pueblo pero que bien merece una visita. Es el centro neurálgico de la región y tiene una gran importancia comercial. Gente de las pedanías vecinas bajan en destartaladas furgonetas y coches de hace 40 años para realizar sus compras. El zoco y los mercados hierven de actividad. Allí as mujeres bereberes con sus atuendos negros realizan sus compras y luego esperan pacientes a que el resto de la comitiva haya terminado. Cuando todas están listo, cargan los desvencijados coches hasta arriba y emprenden penosamente la ruta de vuelta a sus pueblos. No nos costó mucho aparcar en la zona central, donde se cruzan las carreteras, frente al Hotel des amis.

Visitamos el zoco, la mezquita y las calles principales. En la guía (llevábamos la lonely planet) se decía que, como en tantas zonas rurales del país, es frecuente que las casas no dispongan de agua corriente. Por tal motivo, en los pueblos es habitual que haya hammanes públicos donde asearse y, de paso, relajarse antes de emprender de nuevo la vuelta a las aldeas de las montañas. Como somos muy de probar cosas, tras un poco de investigación dimos con ellos. En el primero, "el viejo Hammam", no nos dejaron entrar. En el "Nuevo Hammam", que según la guía se encuentra detrás del Hotel des amis donde habíamos aparcado, sí que nos lo permitieron. La entrada es de pago, algo simbólico, creo recordar que 2 ó 3 euros al cambio para cuatro personas. Por supuesto mujeres y hombres en instalaciones separadas. El agua se calienta en una sala, visible desde el exterior, en la que queman madera y basuras. Un buen ejemplo de economía circular. El lugar, como era de suponer, no tiene nada de lujoso y, por supuesto, nada que ver con los spas o balnearios a los que estamos acostumbrados los occidentales. Estas instalaciones tienen una función eminentemente práctica. Dejamos nuestra ropa en el vestuario que está a la entrada y cogimos un par de cubos que íbamos a utilizar dentro. Dentro hay que ir en bañador o en ropa interior. En la sala de vapor, dos marroquíes yacían relajados en el suelo y de vez en cuando se refrescaban vertiendo agua de los cubos con la ayuda de unas botellas de refresco, a las que habían recortado el cuello, a modo de jarra. Donde fueres...... así que pasamos un buen rato relajados en el suelo repitiendo el procedimiento que habíamos visto hacer a nuestros acompañantes. Una experiencia relajante y que, paradójicamente, a pesar del calor que hace en el establecimiento, resulta refrescante, algo de agradecer ya que el día se presentaba bastant caluroso.





Después de "tomar las aguas" nos ofrecimos un pequeño refrigerio a base de té a la menta en una de las terracitas de la plaza principal. Las siguientes visitas programadas eran las formaciones rocosas a los alrededores del pueblo: el "sombrero de Napoleón" y la "cabeza de león". Las famosas piedras azules (pierres bleues) nos pillaban fuera de la ruta y, como aún teníamos unas cuantas horas de coche por delante y varias visitas en el orden del día, las dejamos para otra ocasión. Por la zona hay también unos petroglifos prehistóricos, entre otros una famosa gacela pero éstos no son accesibles en coche normal y se necesita un todo terreno.



Nuestro Dacia ponía, entonces, rumbo hacia el oasis de Afella Ighir. Algo más de 25 Km de carretera de montaña por la que íbamos adelantando a los coches y furgonetas cargados de gente y mercancías que se dirigían penósamente a sus pueblos de origen, tras haberse abastecido de mercancías en Tafraute. Al cabo de unos cuantos Km la carretera se adentra en las espectaculares gargantas de Aït Mansur (Aït Mansour) que por lo visto presentan problemas para los coches en caso de lluvias. Unas enormes paredes verticales se levantan a ambos lados de la carretera. Los diferentes estratos quedan a la vista dibujando unas lineas horizontales de diferentes intensidades que decoran los cortantes en los que apenas crece vegetación.


Después de un descenso pronunciado se llega al fondo de la garganta en la que, durante varios Kms., de extiende el oasis de Afella-Ighir. De repente, miles de palmeras empiezan a surgir en torno a la carretera. Un riachuelo, que en época de lluvias se convierte en un importante caudal de agua, corre por el fondo. Las pequeñas represas permiten que en, en ciertos puntos, el agua se estanque y forme pozas donde los niños de las aldeas que salpican el oasis se refresquen en verano. Y nosotros no íbamos a ser menos. Aquí os dejo unas cuantas fotos del lugar. La primera que se muestra la tomé cuando ya habíamos salido y en ella se aprecia cómo el palmeral queda encajado en el fondo de las gargantas.







La carretera continuaba, entonces, a través de un paisaje semidesértico. Pronto se haría visible la que sería nuestra última parada antes de dirigirnos hacia Sidi Ifni donde nos instalaríamos los siguientes tres días. Este pueblo abandonado, del que no recuerdo el nombre, aparece junto a la carretera pocos kilómetros después de salir de la garganta. El lugar es impresionante y se puede recorrer a pie por dentro. Tuvo que ser un lugar muy bonito. Atención al mal estado de las casas, a mí me pareció que había un riesgo importante de derrumbe así que anduvimos con mucho cuidado.






A partir de aquí nos quedaban, al menos, dos horas de conducción hasta Sidi Ifni.


En pocos Kms desapareció ante nuestros ojos todo atisbo de presencia humana. La linea de la carretera era el único signo de que no estábamos perdidos en el último lugar por descubrir del planeta. Horas sin cruzarnos con ningún coche y los colores del atardecer le conferían al paisaje un aire marciano, como de otro planeta. Disfrutamos cada km. que recorrimos.





Y, de repente, el Atlántico. Las temperaturas bajaron de repente. La brisa marina trajo el olor del salitre a través de nuestras ventanas. Aquí descubriríamos que esta zona, pese a lo que se podría suponer a juzgar por la latitud a la que se encuentra, no se caracteriza por tener unas temperaturas altas. Más bien todo lo contrario. El océano, tal vez por alguna corriente marina, tempera, y de qué manera, el clima.

Parada y fonda. No fue difícil encontrar el hotel en el que nos alojaríamos. Para la ocasión habíamos elegido le Logis la Marine www.google.com/ ...3DLk44g329. Se encontraba en el centro mismo de la ciudad, junto al paseo marítimo, y a pocos minutos andando de la plaza de España (hoy de Hassan II). Lo habíamos reservado la noche anterior y quedaban pocos alojamientos disponibles. Supongo que la oferta de la zona no es muy amplia y, en temporada alta, las habitaciones se agotan rápidamente y los precios suben en consonancia. No obstante el hotel estaba muy bien. Pertenece a una pareja de belgas, ya retirados de la explotación del negocio, que compraron y rehabilitaron en hotel el antiguo edificio de la capitanía marítima de España. Es un edificio art decó y tiene un pequeño jardín, también con tortugas, en el que se sirven los desayunos. Nuestra habitación, una cuádruple, daba a ambos lados del edificio. Por un lado veíamos el océano que, pocos metros más abajo azotaba inmisericorde la playa del pueblo y, por otro, la calle principal muy animada a esas horas de la noche.
Fuimos a cenar al restaurante Nomad a pocos metros del hotel. No está mal, aunque la verdadera joya gastronómica de Sidi Ifni se encuentra cerca del zoco, como descubriríamos más adelante. Reseñable la Pastilla de paloma.

Una larga jornada, bien aprovechada. El cuerpo iba reclamando su bien ganado descanso cosa que no le negaríamos. Ya en la cama, no tardamos en dormirnos arrullados por el batir de las olas......

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Ciudad y provincia españolas hasta 1969. Hoy es difícil percibir allí la herencia de nuestro país. Las autoriadades de Marruecos se han empleado a fondo para que esto no suceda. Sin embargo, mirando con ojo a tento y rascando un poco la superficie, enseguida aflora la huella peninsular en esta ciudad fundada por los españoles en el siglo XV bajo el nombre de Santa Cruz de la Mar Pequeña.

Sidi Ifni es una pequeña ciudad. Es uno de esos sitios en los que cuanto más estás, y cuanto más los observas, más te gustan. Su actividad se articula en torno a la plaza de España y el bulevar Mulay Abdellah, un paseo con vistas al mar situado en la parte alta de la ciudad y en el que hay unos cuantos cafés con terraza, ideales para una parada.

No lejos de nuestro hotel, en dirección a la playa, se sitúa la casa barco, uno de tantos edificios art decó construidos allí por los españoles. Éste, en concreto, dio cobijo al secretariado naval. No es difícil imaginar la forma que tiene, a juzgar por su nombre, si bien visto desde la escalinata que baja hacia la playa, la fachada del edificio parece la cara de una enorme ballena blanca.


Como las de tantas ciudades en Marruecos, muchas de las casas tienen un aire destartalado, pero esto forma parte del encanto del lugar. En primer lugar os dejo una foto de nuestro hotel sede, como decía de la marina española.


Muchos de los edificios, plazas y fuentes, están pintados de blanco y azul, colores que le dan un aire marítimo y a la vez colonial a la ciudad:





Algunas de las calles todavía conservan los nombres que tuvieron en la época en que esta tierra fue una provincia de España. Algunas de las placas con estos nombres todavía están colgados en las fachadas de algunas casas. También, en la oficina de correos, lugar que todavía conserva esta función, permanece un buzón, ya sin utlidad, que atestigua que este lugar otrora fuera parte de otro país.





La plaza de España es el lugar más bonito de la ciudad. Un óvalo ajardinado, rodeado de edificios oficiales art decó, es todavía el centro neurálgico de la ciudad. Todos ellos construidos por los españoles, en mejor o peor estado de conservación, siguen albergando dependencias oficiales pero sus funciones son ahora muy diferentes de las que tuvieran años atrás. La iglesia, uno de los más bonitos, ahora alberga el juzgado. La cruz de su fachada ha sido borrada con asombrosa eficacia.





El jardín de la plaza está bien cuidado y el ayuntamiento ha hecho instalar unas letras gigantes con un "I love Sidi Ifni" donde turistas y lugareños se hacen fotos para sus redes sociales







Junto a la iglesia se encuentra el antiguo consulado español, hoy en día cerrado y en un estado de abandono lamentable. Una pena para un edificio histórico.





El ayuntamiento:




El palacio real. Me resultó llativo que, a diferencia de todos los sitios reales del país, cuidados y protegidos hasta el extremo, éste se encontraba en un estado de semiabandono.


En dirección al zoco, por la avenida -también- de Hassan II, se pueden ver otros restos de la presencia española: el antiguo Cine Avenida y la discoteca, el Twist club. Ambos cerrados y en no muy buen estado:




Volviendo a la plaza de España, y siguendo paralelos al mar en dirección al faro, se encuentra una zona residencial donde están las antiguas residencias de los oficiales y administradores de la época española con sus pequeños jardines y sus fachadas de color azul y blanco, características de la ciudad. Hoy en día siguen sirviendo de viviendas, aparentemente, a familias más modestas que sus anteriores habitantes:





Era el momento para el piscolabis de media mañana y qué mejor momento que una de las terrazas con vistas al mar que habíamos visto antes. Cuando entré en el café los cuadros que había en las paredes llamaron mi atención. Eran imágenes de Sidi Ifni de la época en que la ciudad fue provincia española. En aquella época, incluso, Correos editó varias ediciones de sellos dedicadas a la ciudad. Estas colecciones, me consta, son bastante valoradas por los filatelistas. Aquí os dejo unas imágenes de las vistas desde la terraza y de las fotos que tomé en el interior del establecimiento:









Paseamos un rato más por la ciudad hasta que se hizo la hora de comer. Visitamos el zoco, no muy alejado de la plaza de España, y sus alrededores. Precisamente allí, junto al zoco, hay una serie de restaurantes, de aspecto modesto, donde tuvimos una de las mejores experiencias gastronómicas del viaje. El lugar es fácil de localizar. Basta con seguir el olor y la visión del humo que sale de las parrillas en las que afanosos cocineros, a las afueras de los locales, ventilan las ascuas, en las que se asan todo tipo de pescados y mariscos, con improvisados abanicos de cartón. El menú es sencillo, pescado a la brasa o pescado frito. Nosotros optamos por lo segundo y fue un acierto. A los pocos minutos teníamos encima de la mesa un par de generosas fuentes de pescaíto, calamares y gambas fritos. Deliciosos. Mención especial para los calamares.

Por la tarde tocaba visitar la playa de Legzira. Dirección norte, a unos 20 minutos de Sidi Ifni se encuentra esta famosa playa calificada, según alguna página que consulté, como una de las más bonitas del norte de África. No sé si hasta tal punto pero sí, la playa es bonita. E inmensa. De los dos arcos que la hacían tan conocida, uno de ellos se derrumbó, por causas naturales, recientemente. Es un lugar estupendo para pasear o remojarte un poco. Sólo se debe nadar en las zonas vigiladas y hablo de unos pocos metros reservados a tal efecto en toda la playa, ya que las corrientes la hacen especialmente peligrosa. La puesta de sol es estupenda......

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