Jueves, 19 de enero de 2023
La amplia explanada de la estación de autobuses del sur a las cinco y cuarto de la mañana estaba todavía adormecida. Había muy poca gente. Rápidamente me di cuenta que en invierno a los jordanos no les gustaba madrugar. La actividad de verdad no empezaría hasta casi a las siete de la mañana. Por fortuna, había un quiosco que servían bebidas calientes que sería la mejor arma para luchar contra el gélido amanecer mientras me resignaba a quemar el tiempo sentado en un banco. Podría haber aprovechado dos horas más durmiendo calentito, pero no, a través de la aplicación Uber solicité un taxi para que me llevara allí por 2,43J.

A las siete aparcó una furgoneta adaptada al transporte público para Wadi Musa en uno de los andenes ubicados al lado contrario de la ubicación de la mezquita. Estaba totalmente destemplado y ahora debería esperar a que se llenara. El vivaracho conductor me hizo un gesto para que me acercara a él para ofrecerme un transporte directo y rápido a mi destino por 30J. Un taxi compartido. No sé cómo acepte con aquella mirada maliciosa que desprendía mientras me hablaba, porque al final no era directo y era bastante caro, iba hasta Ma´an, ciudad perteneciente a la gobernación del mismo nombre y a 35 km de Wadi Musa, luego debería coger un autobús para recorrer los últimos kilómetros por 1J. Además, en el vehículo íbamos cuatro personas, es decir, pagué por dos plazas, por lo tanto, los taxis compartidos a Ma´an costaba 15J. En resumidas cuentas, me había tomado el pelo. ¡Empezaba de puta madre el viaje!
Lo que me mal empieza, no siempre acaba mal. Y el viaje, por el contrario, fue una enriquecedora experiencia gracias a la conversación del pasajero y doctor Aladino, jordano y viajero empedernido, que, sin tener lámpara ni genio, me ofreció, al despedirse, su número de teléfono para ayudarme por si tenía cualquier percance en su país.
Cuando llegamos a la estación de autobuses de Ma´an, el taxista, algo avergonzado del comportamiento de su compañero, tuvo la decencia de darme el 1J. que costaba el autobús. El transporte a Wadi Musa era frecuente por la mañana y salió con tan solo tres personas, pero en las siguientes paradas acabó abarrotado de pasajeros, en su mayoría jóvenes estudiantes.

Después de descender varios kilómetros por una carretera sinuosa llegamos a un cruce de carreteras, donde un flamante y nuevo puente superaba una vaguada para unir su otro extremo a la calle que moría en Visitor Center de Petra. El Hotel Petra Gate estaba a trescientos metros de allí, así que decidí recorrer a pie la distancia que me separaba de él. Tres noches 50J y desayunar 3,5J por día. La habitación era chiquita, pero tenía buenas vistas y estaba limpia; la ducha estaba separada del resto de baño, siempre una ventaja para cuando realizas la siguiente visita no tengas que chapotear, acostumbrados los hoteles de baja categoría a tener muchos aseos la alcachofa en el mismo espacio de la pica y el wáter con un desagüe en el centro que casi nunca absorbe toda el agua como debiera.

Establecido en el hotel me fui a una casa de cambio o un banco a cambiar dinero en efectivo, quería tener suficiente para afrontar con tranquilidad el desierto de Wadi Rum. En la parte alta, tanto las cajas de cambios como restaurantes se ubicaban en torno, o en los ramales, de la fea plaza Shaheed con un pequeño y enervante monolito en su centro que no sé lo que representaba. Después de mirar cuál ofrecía el mejor trueque volví al primer sitio donde había mirado, que era el mejor en aquel momento, el Arab Bank. Y, seguidamente, aproveché para comer en el restaurante Belt Al-Barakah, en la coqueta terraza exterior, aprovechando el calorcito de las horas centrales del día. Comida abundante por 10J.
Unas horas antes del crepúsculo aproveché para acercarme a pie al mirador cercano al Hotel Petra Panorama por la carretera dirección a Akaba, tuve que enfilar varias pendientes que llegaban al 8% de desnivel, pero valió la pena recorrer los kilómetros para tener una perspectiva diferente de la ubicación de Petra, casi imperceptible entre la montañosa región, solo se intuía la culebrilla del cañón del Siq. Desde allí, uno entendía perfectamente cómo se tardó tanto tiempo en ser redescubierta por Occidente, no solo, aunque fuera la principal causa, las trabas de los recelosos musulmanes con los cristianos de otras épocas pretéritas facilito pasar desapercibido su enclave durante tantos siglos. Si no lo supiera era inimaginable pensar, desde allí, que en el interior de aquel silencioso valle rocoso hubo una vez una gran ciudad.

Para llegar a Mousa´s Spring tuve que desandar mis pasos hasta el centro de la ciudad y volver a ascender, dirección a Ma´an, durante cuatro o cinco kilómetros. Tanto el ascenso como el descenso desde el mirador al centro de la ciudad por un tramo de la acera fue imposible andar por ella, a algún genio municipal, y no de la lámpara de Aladino, se le ocurrió plantar palmeras que ocupaba todo el espacio, bueno, menos veinte centímetros por ambos lados para ser justos. ¿Para qué coño hacían aceras si después no se podían utilizar?
En esta ocasión no pude decir lo mismo cuando llegué al lugar donde supuestamente Moisés con su varita mágica golpeó la roca para que brotara agua en una región escasa en este preciado líquido. Era un edificio simplón con tres pequeñas cúpulas que en su interior tenía una roca y un pilón atravesado por una canalización con agua. El sitio no merecía demasiadas atenciones al menos que las creencias de uno fueran lo suficientemente sólidas para dejar de lado la mediocridad arquitectónica.


Me llamo la atención los partidarios de Sadam Hussein que había en Jordania, el antiguo jefe de estado de Irak y con final trágico a manos del ejército estadounidense, y que vi por primera vez en esta localidad, probablemente expatriados iraquíes, que tenían su rostro pegados en sus vehículos o negocios. Algo que parecía inimaginable o que no vi en mi viaje en Irak. Personas que, por los modelos de los vehículos o negocios, indicaban que habían conseguido prosperar en el país vecino. El país del Reino Hachemita, desde mi desconocimiento profundo de la inmigración, parecía que había dado una nueva oportunidad de prosperar a muchos expatriados de países colindantes en perpetuo conflicto, como palestinos o iraquíes.
Las últimas horas las dedique a relajarme por la desangelada y desértica localidad, casi vacía de turistas, nada presagiaba las hordas de turistas, sobre todo al mediodía, que vería en Petra los siguientes días. Un imán poderoso que era capaz de atraer miles de personas incluso en temporada baja. ¡Impresionante!
Solo me quedaban unas horas para poder ver una de las grandes maravillas del mundo antiguo, que había conseguido sobrevivir al tiempo con mucha dignidad.