Martes, 23 de enero de 2023
Hubo otra época en la misma tierra que cristianos y musulmanes se disputaban esta región, donde los cruzados tenían una línea defensiva de castillos para obstaculizar e intentar avanzar a tierras impuras, donde la religión y la violencia se unían, según las proclamas del medievo, para servir a Dios. Una época que se difuminó en los anales de las cruzadas y hoy, en tierras jordanas, queda como testigo más representativo de aquel momento legendario y convulso: el castillo de Karak. Mi próxima parada.
A las seis y media de la mañana estaba en la parada de autobuses a Karak, ubicada en un lateral de la Mezquita Sharif Al Hussein Bin Ali de Akaba. En aquellos momentos algunos musulmanes entraban a rezar la Oración del Alba. Hasta las ocho y media no se llenó el Toyota Coaster que partía hacía mi destino. 4J el trayecto.
Sobre las diez llegamos a la estación de Karak, encajonada entre varias colinas, donde una de ellas acogía el Castillo. Podría haberme ahorrado medio kilómetro de pendiente si hubiera bajado antes, en la penúltima parada. Llegué fatigosamente a la plaza después de superar el inclinado terreno, ubicada casi en la loma del castillo, donde una estatua ecuestre y un tipo a horcajadas estaba decidido a cortar cabezas de los infieles con su cimitarra amenazante y el caballo encabritado dispuesto a llevar a su amo al campo de batalla. Héroe para los musulmanes y odiado por los cristianos, conocido por Occidente como Saladino.

En uno de los solares, al lado opuesto del castillo, se ubicaba la Guest house Beilt Alkaram En un lateral, una puerta de azul intenso y celestial, estaba el acceso. Enseguida un solícito y agradable joven (Karam) me abrió la puerta, subiendo unas escaleras estrechas a la segunda planta de la vivienda. Me enseñó mi habitación con baño compartido. La segunda planta se componía de dos habitaciones (la de los huéspedes y la suya), una pequeña cocina, un baño compartido y un vestíbulo que hacía las funciones de un comedor, a pesar de sus dimensiones era un lugar muy acogedor. No obstante, lo mejor fue él. Karam, que fue el mejor anfitrión de los sitios donde me alojé en Jordania, me hizo sentir como en casa. Asimismo, era un gran cocinero.19, 2 J una noche, 6J cenar y 3J desayunar.

Los niños del pueblo todavía sentían curiosidad por los extranjeros, algunos se acercaban y te saludaban en inglés e, incluso, hubo un grupito que decididamente se acercaron para burlarse de mí, justo antes de acceder al castillo, al repetirles unas palabras en árabe ininteligibles que sonaron, por sus sonrisas burlonas, algo así como:” Soy estúpido y chupaculos”.
Tuvo que ser inmenso el Castillo de Karak, por el terreno que ocupaba y los muros perimetrales que todavía sobrevivían al paso del tiempo y el hombre. Un lugar donde se tuvo que vivir episodios terribles, donde muchas personas tuvieron que morir violentamente. Y con ese pasado tan sangriento, pareció no estar satisfecho el destino del Castillo de Karak, que atrajo de nuevo a la muerte el 19 de diciembre de 2016, donde diez personas fallecieron, perpetrado por terroristas islámicos. Una tanqueta y varios militares en el acceso principal, actualmente, eran vestigios de aquella jornada negra. Accedí por un puente que salvaba el foso. Allí, sentados en una silla, se ofrecieron dos rostros tediosos para hacer de guía por 10J. Eran guías oficiales. Descendiendo un poco fui a parar al área mejor preservada: una plaza rectangular por una hilera de aspilleras restauradas, pero no era lo único que sobrevivía del Castillo, aunque ya en peores condiciones; como la Torre del Homenaje, decapitada, o algunos muros. De la iglesia y la mezquita quedaban pocos restos. Las galerías internas tenían un sistema de alumbrado por movimiento que la mitad ya no funcionaban. Y carteles, solo vi dos. Sin embargo, en el pequeño museo de la entrada uno podía encontrar más información interesante de esta inexpugnable fortaleza. Y qué decir de las vistas: impresionante. Abarcaba un espacio muy amplio en torno a él que debió dificultar mucho las incursiones sorpresivas.



Aconsejado por Karam, después de acabar la visita al castillo y acuciado por la gazuza, descendí a la parte baja de la colina, huyendo de los precios inflados de la plaza. Accediendo a un restaurante carente de cartas en alfabeto latino, así que me tocó ir a los expositores para señalar lo que deseaba. La comida no era la más buena que había probado, pero como tenía hambre me supo a gloria. 6J. Después, ascendiendo la calle Al Khader, me tomé el mejor café de Jordania, en un pequeño local, cafetería Hareth, que parecía ser, por el pequeño rostro de Saddam Hussein adherido al cristal de las puertas de acceso, de expatriados iraquíes e, indudablemente, de la rama suní. 1J.
Y para finalizar la visita a Karak me acerqué a la Torre defensiva y semicircular de los Baybars ADH-Dhahir de 14 m de altitud y con inscripciones arábigas recorriendo la línea de su contorno diferente al resto, cuyo material parecía arcilla, adyacente a ella estaban las edificaciones más antiguas que seguían cobijando vida humana, según Karam. Desde la acera del lado opuesto, apoyado en el antepecho, tuve una nueva perspectiva de la ciudad, que se extendía por varias colinas. En el fondo del valle, entre dos carreteras, estaba el parque infantil Karak Bridge Park, donde destacaban una pequeña montaña rusa y una noria para niños, que daba la sensación de estar recientemente abandonado; sin embargo, las informaciones que obtuve de sus ciudadanos fue que los meses de invierno estaba cerrado, no abrían todo el año.

Las últimas horas de la tarde las pasé relajado en la casa de Karam, donde cené un rico “cocido” de habichuelas acompañado por arroz con especias y, más tarde, tomé un té con el amigable anfitrión, quien me comento que había trabajado como guía en el famoso recorrido a pie de Jordania: Jordán Trail, un recorrido a pie de sur a norte del país, que si se hace completo suma 650km. Y que ahora, su nuevo proyecto, después de adquirir tres bicicletas de montaña quería ofrecer a sus huéspedes la posibilidad de recorrer y descubrir el entorno de Karak por caminos y sendas milenarias por unos 30J. También se le iluminó el rostro cuando le comenté que había estado en Iran, quien afirmó con rotundidad que las mujeres más bellas del mundo pertenecían a aquella región. Charlamos varias horas hasta que el cansancio llamó a mi puerta y me fui a dormir, preparando mi cuerpo para seguir en movimiento al día siguiente.