56º de temperatura, abrigaditos de arriba a abajo y a comer un enorme plato de cous cous caliente…!!! Tres ingredientes de una mezcla explosiva a la que creo, nunca me podría acostumbrar. Una semana es poco; en realidad una semana no es nada, pero sin duda alguna suficiente para comprobar la enorme diferencia entre culturas de nuestros anteriores viajes por Asia y éste. Y es que señores, ahora le toca a África.
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56º de temperatura, abrigaditos de arriba a abajo y a comer un enorme plato de cous cous caliente…!!! Tres ingredientes de una mezcla explosiva a la que creo, nunca me podría acostumbrar. Una semana es poco; en realidad una semana no es nada, pero sin duda alguna suficiente para comprobar la enorme diferencia entre culturas de nuestros anteriores viajes por Asia y éste. Y es que señores, ahora le toca a África.
Necesitábamos hacer una escapadita, entretenernos con algún viajecillo mientras esperamos para poder hacer el siguiente “VIAJE”, porque este año septiembre está un poco mareado y nos resulta más complicado salir en esta fecha. Solo teníamos que arreglarnos unos cuantos días en el trabajo y buscar algún vuelo barato, así que nos pusimos manos a la obra: “Cámbiame este día por éste”, “Mira este vuelo! está bien de precio!”, “Cámbiame otro día por este otro”, “Mira este vuelo! está tirado de precio!” y al final encontramos la combinación: Mis días en el hospital solucionados y un vuelo con Ryanair desde Madrid hasta Marrakech por 120 euros (dos personas ida y vuelta con una mochila facturada). Así que decidimos sustituir las lluvias por calor y la selva por el desierto y compramos los billetes que nos llevarían a visitar por primera vez el continente africano. (Importante, para que no os salga el tiro por la culata, hay que acordarse de imprimir la tarjeta de embarque ya que sino hay que pagar 40 euros en el aeropuerto).
Marruecos!!!!!!
Partimos a las 17:30 de Valencia. La cosa de salir de Madrid es que nosotros tenemos que ir desde Valencia y lo más barato que encontramos fue un autobús que salía el día anterior al vuelo, y claro, son 4 horas y casi casi el precio del avión… A las 22:00 llegamos a Madrid, y gracias a Julio, el primo de Toni que nos dio alojamiento en pleno centro de la capital como ya hizo en semana santa, no tuvimos que dormir en el aeropuerto. Esa noche y después de cenar, nos bebimos casi un litro de cerveza cada uno sin terminarnos de creer que era de las pocas birras que íbamos a probar en el viaje.
Descansando hasta la hora de volar a Marruecos
El domingo nos levantamos a las 5 de la madrugada y nos fuimos pitando al aeropuerto llegando de milagro a hora, pues facturamos justo 5 minutos antes de que cerrasen el chek-in. Buf! No tuvimos tiempo de aburrirnos ya que nada mas llegar a la puerta de embarque la gente ya había empezado a entrar. El vuelo cortísimo, que voy a decir después de habernos comido tantas horas de avión las otras veces, Marruecos está ahí al lado. Al llegar al aeropuerto de Marrakech pasamos el control de inmigración y cambiamos en un mostrador euros por dirhams (cambio julio 2010: 1 euro – 10’82 dirhams), y nada más tener el dinero en nuestras manos salimos a buscar el autobús. Podría haber venido a recogernos el dueño de la riad con su coche, pues se había ofrecido por mail, pero preferimos, por capricho de Toni, coger el autobús que sale desde la puerta del aeropuerto y te deja en la plaza Jemaa el Fna. La verdad es que la emoción que sientes cuando llegas por primera vez a algún sitio y tener que apañártelas tu solo para encontrar cualquier cosa no la sustituye la comodidad de que te lleven a la puerta de casa. Además, el billete del autobús es barato y como íbamos a volver la misma semana pudimos comprar un billete de ida y vuelta por 30 dirhams (duran hasta dos semanas).
El autobús del aeropuerto de Marrakech
En poco más de 10 minutos llegamos a la plaza, cuya tranquilidad no dejaba presagiar la jarana que se iba a organizar en cuestión de horas. Sacamos el mapa que había en la web de la riad y que nos habíamos impreso en casa y nos adentramos en el laberinto de calles que es la medina. Sorprendentemente cogimos directamente el camino correcto, íbamos bien encaminados, lo que pasa que un señor nos cogió por banda y, a mi por lo menos me dio a entender que con toda su buena intención aunque después no fue así, nos preguntó que donde íbamos y nos terminó de guiar hasta la riad. Cuando llegó a la puerta puso las dos manos juntas pidiendo su correspondiente propina, ¡¡¡que el hombre no nos acompañaba por amor al arte!!! ¿¿¿que nos habíamos creído??? Llamamos a la puerta y abrió la puerta Michel, el dueño de la riad Dar Bennani. Se extrañó al vernos ya que no nos esperaba tan pronto, así que nos invitó a tomarnos un te en la terraza mientras su mujer, Houda, preparaba la habitación. Subimos a tomarnos el te y unas pastas a la terraza, ya que a esas horas de la mañana aun hacía “fresquito” y se estaba muy bien, y pudimos ver la hermosa vista de toda la medina desde allí arriba y la tranquilidad que se respiraba de buena mañana. Solo se oía los pájaros, era impresionante. Nuestro primer contacto con el te fue ahí. El whisky bereber era un buen sustituto de la cerveza que no podíamos tomar, y yo, que nunca he bebido te, me aficioné.
Camino de la riad
Cuando estuvo preparada nuestra habitación bajamos a dejar las mochilas. Ésta daba al patio interior, y bautizada con el nombre de Dalila, era tal y como yo esperaba. Sus gruesas paredes blancas impedían que el calor de afuera penetrase en la alcoba. Pequeña y discreta, pero al mas puro estilo decorativo de Marrakech, tenía poco mas que una cama, una mesa redonda y un par de sillones. Los muebles, inexistentes, eran sustituidos por prolongaciones o huecos de la pared, que aparte de dar más sensación de espacio le proporcionaban un toque de lo más natural. Cuando terminamos de escudriñar cada rincón de la habitación nos dejamos caer encima de la cama y nos quedamos dormidos un par de horas hasta que recuperamos toda la energía.
Escribiendo el diario en la habitación de la riad
Cuando nos levantamos, nuevos después de esa siesta revitalizadora, salimos a visitar los zocos de Marrakech de la mano de Michel que tuvo el detalle de acompañarnos hasta éstos por si no sabíamos llegar. Los primeros 20 minutos de visita fueron aturdidores, y el encontronazo con las decenas de tiendas y los centenares de personas solicitando nuestra atención me incomodaron hasta el punto de necesitar ponerme las gafas de sol como si pudiese pasar desapercibida escondiéndome detrás de éstas. Pasados unos minutos empecé a percibir las cosas como el que empieza a vislumbrar objetos en medio de la oscuridad. Delante de nosotros aparecían tiendas de todo tipo, y todo el mundo quería que entrásemos a la suya. Babuchas, teteras, ropa,… Seguíamos andando y veíamos farolillos, telas, especias… y si seguíamos más todavía había comida, suvenires, alfombras, peletería…!!! Un sinfín de objetos para vender, y por si no tuvieras poco con los sentidos de la vista y el olfato saturados, por todos lados oías a los vendedores ofreciéndote sus productos e invitándote a entrar.
Los impresionantes zocos de Marrakech
Si te quedabas mirando algo durante más de 2 segundos seguidos empezaban a disparar con sus ofrecimientos: “Compra”, “pasa y mira”, “Madam entra”. Cometí el error de quedarme mirando demasiado rato las fotos de tatuajes de henna que llevaba una chica joven y que me dijo que valía 5 dirhams, y yo, que aun no tenía muy claro el cambio pero que me pareció eso muy barato, al final, después de perseguirme durante unos 50 metros, le dije que luego pasaría para hacerme uno. Y vaya si se acordó de lo que le dije, cuando dimos la vuelta intentando buscar la salida de los zocos que parecía imposible encontrar, Fátima me encontró. “¡¡Hola!!, ven, ven a hacerte el tatuaje”, es difícil decir que no cuando te cogen del brazo y te arrastran literalmente entre calles que no conoces, y menos, cuando ya le había dicho antes que si. Así que como no tenía escapatoria, y también porque me apetecía hacérmelo, me dejé llevar. Nos llevó a la plaza de las especias, donde su compañera, debajo de una sombrilla protegiéndose de los rayos del sol esperaba a Fátima con sus siguientes presas. No me acuerdo de su nombre, ni de su cara porque no la vi, pero lo que si que recuerdo es que me dejó impresionada cuando empezó a dibujar en mi pié. El susto que me di cuando vi la aguja de la jeringuilla (ignorante de la técnica de la henna hasta el momento) se fue disuadiendo mientras la veía perfilar cada hoja del que se asemejaba a un motivo floral sobre mi piel. El problema fue que no acordamos el precio antes de empezar, y de entrada nos pidió una burrada, nada más y nada menos que 350 dirhams por un tatuaje que por mucho que se empeñara ella en que me iba a durar 2 meses, al final de la semana empezaba ya a desaparecer. Finalmente Toni, que ya apuntaba maneras en eso de regatear consiguió un acuerdo por 150 dirhams.
Haciéndome el tatuaje de henna en el mercado de las especias
Llegamos a la plaza de Djema el Fnaa; a esas horas ya estaba llena de gente, pero cruzamos entre los puestos de zumo de naranja y fuimos directos al otro lado de la plaza, donde para variar, otro hombre nos volvió a engatillar por preguntarle por un sitio donde nos pudiésemos tomar una cerveza y nos llevo a un restaurante en el que ya nos quedamos a comer. En Dar Mejjarine comimos una ensalada marroquí y un tajín de pollo, los primeros de 700.000 más que comimos a lo largo de la semana. La cerveza duró fresca solo cinco minutos. La temperatura, que debía rondar lo 45 grados calentaba los cubiertos y los vasos y tomar algo fresco era casi una utopía. Mientras íbamos comiendo nos íbamos quedando más y más pegados al sofá y la “brisa” que golpeaba ardiente nuestra cara nos remató. Fue un plato de sandía troceada y sorprendentemente fresca el que nos resucitó y nos dio la suficiente energía para poder llegar a la riad. No faltó la siesta, con esas tensiones arteriales era un peligro salir a la calle, y ya por la tarde volvimos a pasear por la medina.
Probando el tagine
Salimos sin rumbo fijo pero con la idea de poder visitar a los curtidores, sin saber muy bien donde estaban. En nuestro afán de encontrarlos por algún sitio nos perdimos por las callejuelas. “Casualmente” un chaval nos preguntó que donde íbamos y al comentárselo nos acompañó un trozo en la dirección correcta. ¡Qué casualidad que en ese momento pasaba Mustafa que iba hacia allí! ¡Y que otra casualidad que justo en la otra esquina había otro más que iba allí! Y entre casualidades y “espabilados” llegamos a la puerta donde otro señor nos ofreció un hierbajo de menta para el olor y nos invitó a pasar. Nos dejó fotografiar y grabar todo el proceso mientras nos explicaba como podía con su español forzado los pasos que hay que seguir para preparar pieles de diferentes animales como vaca o camello. El recinto contaba con decenas de fosas de piedra en las que la piel recibe distintos tratamientos hasta que está preparada para convertirse en bolso, babucha o puf. El procedimiento es tan antiguo como rudimentario; usan soluciones de sal para curarla, cal para ablandarla y facilitar la eliminación del pelo y excremento de paloma como amoniaco natural. Tantos ingredientes juntos más perros, burros y caballos llenaban el lugar de una mezcla fuerte y desagradable de olores de la que tan solo te puedes librar dejando de respirar o pegando la menta a tu nariz.
Zona de cubetas en la zona de curtidores para tratar la piel
Subimos a una terraza desde donde pudimos ver el patio entero y allí el hombre dejó caer que pretendía cobrarnos 200 dirhams por la “visita guiada” de 10 minutos. ¡Hay que tener morro! Y como colofón final, la correspondiente visita a la tienda en la que terminamos comprando un puf por 180 dh (de los 450 que pedía). Finalmente el guía se tuvo que conformar con 60 dh por su servicio.
De vuelta a la plaza nos detuvimos en una parada de especias y nos compramos un trozo de “piedra” que valía a la vez de desodorante y alter shave. La verdad es que aunque al principio te dejas la piel de la axila en sus puntas afiladas, el resultado es positivo. Al final del camino encontramos otra vez la plaza Djema el Fnaa. Si por el día ya era todo un espectáculo, por la noche se convertía en toda una exhibición de ingenio. Es imposible cruzar la plaza sin ser interceptado por alguien que te ofrezca sus servicios, los cuales son de lo más variopintos. La gente más corriente opta por lo habitual: un puesto de zumo de naranja, vender frutos secos, música, restaurantes… Otros optan por vender cosas mas singulares como artesanía típica, hacer tatuajes de henna o vender dentaduras postizas, vamos, lo normal!! Y los mas atrevidos se disfrazan, tocan instrumentos, pasean monos o encantan serpientes! Está prohibido aburrirse en esta plaza. Y cuando conseguimos escapar de tantas propuestas y tanta gente que quería que no hiciésemos una foto con ellos a cambio de una moneda, llegamos a un puesto de comida en medio de la plaza donde paramos a tomar un refresco, y con aquellas vistas del jolgorio decidimos quedarnos a cenar. Y allí en medio del bullicio terminamos compartiendo la cena con Lachifa y Haula, dos chiquillas hambrientas que pidieron sentarse con nosotros y terminaron llorando con el picante de las aceitunas.
Cena en los puestos de comida de la plaza Djema el Fnaa
El primer día que nos prepararon el desayuno en la riad alucinamos. A las 10 en punto como habíamos quedado, subimos a la azotea donde Houda nos empezó a sacar el manjar: té, zumo de naranja, crepes, sandía troceada y panecillos redondos recién hechos; y en unos recipientes, como los que se usan para servir el cus-cus pero en miniatura, puso aceite, mermelada y mantequilla. Un desayuno más que completo, completamente hipercalórico para soportar la fatigante mañana de visitas por Marrakech que nos esperaba.
Buen desayuno para antes de comenzar el día
Decidimos ir en un petit taxi desde la plaza Djemaa el Fna para que nos acompañase durante toda la mañana a los diferentes puntos que queríamos visitar. El precio por disponer del vehículo durante varias horas, aunque intentamos regatear fue innegociable: 200 Dh.
Nuestra primera parada fue el Palais de la Bahia, un palacio nada modesto construido a finales del siglo XIX por el visir Ahmed ben Moussa, no se si familia, tocayo o el mismo que nuestro famoso “moro Musa”, y que lo quiso dedicar a una de sus “preferidas”, a la concubina más bella. No se puede visitar por completo la residencia que consta de patios, jardines, salones y decenas de habitaciones para esposas y concubinas, pero en las zonas abiertas al público se puede apreciar la ostentosa decoración que refleja y hace que imagines la vida que debían llevar allí. Nos perdimos largo y tendido por sus estancias filmando y fotografiando fuentes, paredes y techos, y cuando nos hartamos de tanta pompa nos marchamos a buscar al taxista.
El patio central con su fuente del Palais de la Bahia
El fuerte calor empezaba a calar hondo…
Antes de proseguir con las visitas acordadas, el taxista nos “invitó” a pasar a una “farmacia bereber”. Acalorados como llegamos agradecimos el aire acondicionado de la tienda, que no dejaba de ser igual que los puestos de los zocos pero algo más limpio y ordenado. ¡Y vaya si era lo mismo…! el vendedor de la “farmacia” nos recitó casi textualmente lo mismo que el vendedor del zoco, empezando por las especias y terminando por las cremas. Las únicas diferencias eran la presentación, mucho mas cuidada para que colase mejor y el precio, algo más caro. Los productos los mismos: especias para la comida o como dicen ellos sin cortarse ni un duro “para la mujer que no sabe cocinar”, aceites, jabones, hierbas para evitar los ronquidos, cremas para la cara, para el cuerpo, para hacer peeling. De todo menos lo único que se me hubiese ocurrido comprar que es lo único que me faltaba en el botiquín: una crema de cacao para los labios que se me empezaban a resentir con tanto calor. Sorprendentemente salimos de allí con las manos vacías, una de las pocas veces en las que ganamos nosotros, pues la visita no fue por voluntad propia y solamente nos fuimos de allí con una botella de agua fría de la tienda de al lado.
La temperatura seguía subiendo…
El taxista nos llevó entonces al Palais Badii, del que después de ser saqueado tras la muerte del visir Ahmed el-Mansour quedaba ya bastante poco de , solo ruinas y más ruinas. Poco nos importó que se tratase de un antiguo y esplendoroso palacio con 360 habitaciones o que tuviese 4 enormes pabellones; y tampoco nos dejamos impresionar imaginando las murallas cuando estuvieron llenas de materiales preciosos. Lo único que nos llamó la atención fue una pared con una entrada en uno de los socavones de las ruinas desde donde llegamos a sus pasadizos subterráneos y, como si fuésemos 2 niños jugando en un laberinto, nos divertimos haciendo fotos y disfrutando de la sombra y la agradable temperatura de allí abajo…
Haz de luz en los pasadizos subterráneos
…Arriba el bochorno empezaba a ser insoportable.
Y de una excentricidad nos fuimos a otra, aunque mejor conservada, pues su finalidad era asilar al visir y su numerosa familia en su descanso eterno: las Tumbas Saadies. La necrópolis, que consta de numerosas tumbas y varios mausoleos, está rodeada de jardines por los que pasean los turistas .Tras muchos años se puede visitar el recinto que permaneció tapiado durante décadas por otro sultán pretendiendo borrar el recuerdo de sus predecesores. Quizás por eso es tan popular y se han convertido hoy en uno de los sitios más visitados de Marrakech. Le dedicamos el mínimo tiempo necesario al lugar, más por su llamativa decoración que por su historia y a los 20 minutos yo ya estaba más pendiente de los gatos que correteaban por los jardines que de filmar las tumbas, así que cuando Toni decidió que ya tenía bastantes fotografías subimos al taxi y nos marchamos de allí.
Las tumbas Saadíes
Bajé la ventanilla del coche con la esperanza de sofocar el calor, pero el viento me abrasó la piel y la volví a subir inmediatamente. El taxista nos dejó en la puerta del jardín Majorelle y precavido, se fue corriendo a aparcar a cobijo del sol. La guía de Lonely Planet recomienda textualmente “visitarlo a mediodía o en un brillante día de verano” y nosotros nos lo cogimos al pie de la letra y lo hicimos todo a la vez: a mediodía en un brillante y además caluroso día de verano!
Entrada del jardín Majorelle
Los amantes de las plantas no pueden dejar de ver este espectáculo botánico, capaz de dejar boquiabierto a cualquiera. Creado el 1919 por Jaques Majorelle y más tarde restaurado por Yves Saint Laurent, en este jardín hay cabida para todo tipo de plantas: bananeros, yucas, ninfas , jazmines, palmeras, buganvilias, cocoteros, bambúes y cactus de todo el mundo. Cuanto disfrutaría mi padre recreándose con los enormes cactus que pueblan el inmenso jardín: altos y bajos, flacos y gordos, con pinchos y con pelos.
Aunque empezábamos a resentirnos de tanto calor y el cansancio hacía mella, disfrutamos de un agradable paseo que invitaba a gozar a la vista y al olfato. Los jardines y charcas repletas de nenúfares y ranas abrían paso a estrechos caminos por los que íbamos haciendo fotos y posando entre las plantas, al tiempo que aprovechamos para hacer algunos videos, los últimos, porque la pobre cámara sucumbió a las altas temperaturas en un golpe de calor del que ya nunca más se recuperó.
Unos de los pasillos con buganvilias
Una hoja, un macetero colorido o un hueco entre dos plantas, cualquier cosa nos parecía buena para posar hasta que encontramos un banquillo en la pared del chalet en el que nos acomodamos y nos relajamos unos minutos. Y entre tanta flor vivaz nosotros quedamos marchitos, después de tan fatigante mañana nos merecíamos la siesta que más tarde nos daríamos.
Bonito recodo donde refrescarnos
Dormimos varias horas al mediodía en nuestra fresquita habitación mientras afuera, los 50 grados que marcaban los termómetros se hacían los dueños de las calles. Cuando nos despertamos recordamos que teníamos que ir a comprar los billetes de autobús para el día siguiente en dirección Essaouira, así que nos dimos una ducha y salimos con un mapa que consistía en 4 rayas mal trazadas que nos proporcionaba una escueta información pero que nos bastó para no perdernos por la medina. Nos adentramos otra vez en las callejuelas y nos dispusimos a buscar la estación. Esta vez no nos paseábamos por las calles de tiendas transitadas por turistas, sino por la zona más poblada, su morada. Por allí cada cual iba a lo suyo, nadie te molestaba intentándote vender algo a cualquier precio. La muchedumbre invadía las vías, unos paseaban y otros trabajaban y nosotros dejábamos de ser el objetivo de los vendedores para convertirnos en blanco de miradas curiosas que a veces incluso llegaban a ser desafiantes cuando veían la cámara de fotos.
Calles fuera de la Medina de Marrakech
Las motos, casi siempre conducidas por jóvenes majaretas, circulaban temerarias a una velocidad casi incompatible con la estrechez de las calles y en una de tantas curvas cerradas casi se me llevó por delante un muchacho, que además de darme un susto de muerte se fue gritándome como si no hubiese tenido bastante con el sobresalto. Sentí alivio cuando salimos de aquel enjambre y llegamos a la estación de autobuses, que aunque también estaba repleta noté que había suficiente espacio para respirar. El problema vino al ver que las taquillas estaban ya cerradas y no nos quedó más remedio que ir a la estación de tren, esta vez ya en taxi y preguntar allí. Pero de ninguna de las maneras tuvimos suerte: cuando finalmente encontramos una taquilla abierta descubrimos que ya no quedaban billetes para el día siguiente. Así que hubo un cambio de planes: el martes lo dedicaríamos a hacer compras e intentaríamos alquilar un coche.
El mismo taxi nos dejó otra vez en Djemaa el Fna, y una vez en la plaza no nos resistimos a volver a perdernos en el jolgorio. Esta vez no me pude escapar de un grupo de músico que se percataron de que estaba observando el espectáculo de percusión que estaban dando y sin darme tregua me cogieron del brazo y me metieron en medio de ellos para que Toni me hiciese una foto.
Una foto para el recuerdo con mis nuevos amigos...
Paseando encontramos un restaurante desde cuya terraza nos tomamos un refresco mientras contemplábamos la marea de gente que paseaba a esas horas, y ahí, disfrutando de la ligera brisa que tímidamente llegaba mientras desaparecía del todo el sol, cenamos tajín, otra vez…
La idea que teníamos en un principio para los siguientes días en Marruecos era la de alquilar un coche e ir a visitar los alrededores de Marrakech hasta llegar al desierto y una vez allí hacer noche entre las dunas. Después de desayunar en la terraza de la riad cogimos un taxi desde Djemaa el-Fna que nos acercó a la avenida Mohamed V en busca de la compañía Samicar. Habíamos leído en internet que tenían precios asequibles pero, o no debía ser muy conocida o el taxista no estaba muy bien informado, porque tuvo que parar varias veces a preguntar y al final lo único que se le ocurrió fue dejarnos delante de una oficina de turismo para que preguntásemos allá, donde por cierto, tampoco tenían ni idea. Le comentamos al señor de la oficina nuestras pretensiones e ignorante también del paradero de la compañía de alquiler nos propuso una alternativa y nos dijo que en la calle paralela había una agencia de viajes donde podríamos preguntar: “Imzi tours”, nombre que todavía hoy aun no he olvidado…
Toni con el taxista
Allí, un hombre trajeado y con poca semejanza con los marroquíes de la medina, nos dijo que solamente le quedaba un coche libre por 45 euros sin aire acondicionado, pero que si lo que nos interesaba eran las proximidades había un par de tours organizados que pasaban por Zagora y Ourzazate, llegaban al desierto para pasar una noche en una haima y entraba también el viaje en camello hasta el campamento. Aunque sonaba bien no era lo que queríamos, así que pensando que por nuestra cuenta íbamos a tener más libertad de movimiento salimos en busca de un coche de alquiler a otro sitio.
Fuera en la calle había un chaval cuidando los coches aparcados que al vernos perdidos nos ofreció su ayuda. Nos dijo que había otra oficina a la vuelta de la esquina, y a pesar de que le faltaba un pie y cojeaba nos acompañó hasta un edificio donde nos señaló una ventana. Allí no tuvimos más suerte que antes y, a pesar de que estuvimos un rato esperando mientras la chica hacía algunas llamadas, no encontró ningún coche. Temporada alta y falta de predicción, dos ingredientes perfectos para quedarte con dos palmos de narices y sin coche de alquiler.
Como tampoco teníamos mucho tiempo que perder buscando más oficinas, y nos tentaba la idea del tour en el que al menos sabíamos que no nos perderíamos, al final decidimos volver y contratar el de tres días. Al entrar a Imzi tours el hombre nos miró con una sonrisita que delataba que sabía que volveríamos. Al menos, antes de decirnos el precio, tuvo el detalle de explicarnos el recorrido y mostrarnos algunas fotos de otros viajes. En resumen, saldríamos con un monovolumen con mas gente sobre las 7 de la mañana desde Djemaa el-Fna, haríamos varias paradas obligatorias en lugares de interés y la primera noche la haríamos en Zagora. Aquí podíamos elegir entre dormir en un campamento en unas dunas (sucedáneo del desierto) o en un hotel. El segundo día a mediodía partiríamos hacia el desierto para llegar al atardecer, cuando ya no hace tanto calor, y montar en los camellos que nos llevarían al campamento donde dormiríamos.
Imagen de lo que íbamos a ver en el tour
Media pensión 180 euros. Si hubiésemos alquilado el coche, contando gastos de comida, gasolina, dormir y la noche en el desierto, a lo mejor nos hubiese salido un poco más barato, pero pensándolo bien, con el tour íbamos a ir con un guía marroquí, con sus ventajas (y sus inconvenientes, que también los tuvo). Mientras Toni fue a sacar el dinero para pagar el viaje, el hombre de la agencia aprovechó que yo era española para comentarme que el sábado siguiente iba a ir con su familia a Ibiza y me preguntó que cosas podrían hacer en la isla. Empecé comentándole que no podía perderse pasar un día en Formentera, que se comprara el billete desde el puerto de Ibiza y que cuando llegase allí se alquilara un coche, y como Toni tardaba tanto terminé haciéndole una lista con las calas más bonitas que no podía dejar de ver. Cuando volvió Toni le pagamos y nos despedimos. Lo que no sabía en ese momento era que me iba a volver a acordar de él en varias ocasiones…
Volvimos a la medina y nos hicimos un zumo de naranja en la plaza. Una vez aclarado lo del viaje y teniendo en cuenta que volveríamos el viernes por la noche, teníamos que hacer las compras que queríamos antes que nada y hacer una lista y un presupuesto de lo que podíamos gastar.
Con las calesas camino de la plaza Djemaa el-Fna
Nos dirigimos a los zocos y fue empezar a mirar las tiendas e inmediatamente empezó otra vez el avasallamiento: entra aquí, compra, ven, mira, pasa…!! La primera tienda en la que entramos era muy pequeña y sin luz, en la que daba la impresión de estar en un zulo lleno de trastos. La verdad que con tantas tiendas que hay no se por qué entramos en esa; debió de hacernos una oferta muy buena y por eso compramos 4 imanes para la nevera con forma de babucha, un cenicero y 4 platos de barro pequeños como los del cus-cus.
Toni cargando con las compras
La segunda compra fue la ansiada tetera con la que Toni prometía hacerme té hasta la eternidad. Recomendados por Michael, hicimos caso omiso del primer precio que nos puso Mustafá que pretendía cobrarnos 450 dirhams, así que Toni le ofreció 120 dh. Después de una larga negociación en la que ambos se resistían a ser derrotados por el rival, y tan cansados que tuvieron que sentarse en el suelo, llegaron al acuerdo de 150 dh. Así que creo que el claro vencedor fue Toni, que ya emocionado por su victoria consiguió también el juego entero: una bandeja y 6 vasos por 220 dh y de regalo un asidero de tela para no quemarte al coger la tetera.
La dilatada negociación...
Aprovechando que Toni le estaba cogiendo el gusto a eso de regatear le dije que quería un par de pantalones bombachos con los que poder presumir del viaje. Salimos a buscarlos al zoco de la ropa, y no le bastaron 2 ni 3, sino 6 tiendas para conseguir el precio que le pareció justo por dos pantalones estampados que, a decir verdad he llevado tan a gusto este verano. El chaval de la tienda nos dijo que no nos timaría porque éramos españoles… digo yo que no nos vio demasiada cara de guiris para darnos el palo!!!
Pensé que ya que estábamos puestos no estaría de más que me consiguiese un vestidito de algodón por menos de lo que pagaría en la playa de Cullera a un vendedor ambulante. Me llamó la atención una tienda de vestidos en la que hacían guardia en la puerta dos hombres a los que les pedí que me mostrasen tres o cuatro y me los probé para ver que tan quedaban. Otra vez nos pidieron un precio disparatado y Toni hizo la misma cara que si le hubiesen contado un chiste. Y así fue como conseguí el regalo de mi madre, cuando ya casi yéndonos de la tienda porque el vendedor no “bajaba del burro” vio que nos íbamos y nos dejó la prenda por 100 dirhams.
Probándome el vestido para mi madre
Ahora ya sí. Pero para dejarme contenta del todo aun tuvo que comprarme unos pendientes bereberes de una joyería para poder lucirnos junto a los pantalones. Aquí no hubo discusión, el precio inicial era barato, así que no rechistamos. Con las compras hechas, mi regateador oficial y yo, volvimos a hacernos una cerveza al único lugar de la medina donde sabíamos que había: la RIAD. Entre pitos y flautas se había hecho tardísimo y ni siquiera habíamos pegado bocado, así que decidimos que podíamos ir al Café Berebère, un restaurante en la medina con una bonita terraza que vimos el primer día paseando y del que teníamos una tarjeta. Y allí arriba, acompañados de música en directo y de la brisa que a esas horas empezaba a ser algo fresca, se nos hizo de noche, comimos cus-cus y nos hicimos un sabroso té, como dos auténticos bereberes.
Pues no recuerdo exactamente el precio, pero lo raro es que ahora mismo su web no la tienen activa, por lo que no se si habrán cerrado el negocio (que lo veo raro puesto que vivían allí...) www.dar-bennani.com/
acabo de leer tu diario y me ha encantado y seguidamente me ha sonado muchisimo las caras y ahora recuerdo que antes de irme para tailandia buscando informacion del rambutrii village casualmente habia un visto de ustedes creo recordar que por youtube ,finalmente me decidi por este alojamiento y nos quedamos una noche, y ahora estoy mirando para hacer una escapadita a marruecos y me esta siendo de ayuda el diario.
Gracias por compartirlo.Saludos
6 Días por el sur de MarruecosViaje de 6 días en semana santa llegando a Esauira, pasando por Marrakech, con tour a Uarzazate...⭐ Puntos 5.00 (2 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 34
Gracias, Jotaatar. He mirado y me parece que sale mucho de la ruta pq no vuelvo a Fez, iríamos de allí a Marrakech. Lo que estoy viendo es que son muchísimas horas de carretera. Es muy exhaustivo?
Recomendáis tour organizado?
Buenas, nosotros hicimos algo similar en 2008 en coche de alquiler. Te paso nuestra ruta.
Día 1: Fez
Día 2: alquilar coche Fez
Fez- Ifrane _ Azrou _Aïn Leuh _ Sources de l’Oum er Rbia__ Khénifra
Día 3:khénifra___Midelt__Gorges d’Aouli__Gorges du Ziz__Source Blue de Meski_ Merzouga
Día 4: Ruta desierto y dormir en el desierto
Día 5: Merzouga _ Garganta del Todra__ Garganta del Dades
Día 6: Garganta Dades __ Skoura __ Ouarzazate ___ Aït Benhaddou-Tizi n Ticha_ Aït Ourir
Día 7: Aït Ourir __ Cascadas de Ouzoud __ Marraquech
Día 8: Marraquech
Este viaje que te propones es bonito en coche de alquiler y en primavera o principios de otoño con muchas mas horas de luz diurna porque ahora vas a tener luz diurna entre las 8 am y las 18.30 pm (en los valles menos aún) por lo que, como quiera que Marruecos es un destino comodín para el turismo español, por su cercanía y facilidad de viajar a él (sobre todo con vuelos low cost), te sugeriría que realizaras una ruta de "ciudades" ya que esos 8 días te permitirán patear unas cuantas y ademas sin necesidad de alquilar un coche (desplazamientos entre ciudades en tren que no te obligan a madrugar o que puedes utilizar en trayectos vespertinos para aprovechar al máximo las horas diurnas para visitas)
Día 1 – Sábado 8/11: Llegada a Fez a las 17h
Día 2 – Domingo 9/11: Fez. Todo un día en Fès te permitirá ver lo mas clásico a nivel turístico.
Día 3 – Lunes 10/11: Fez → Meknes (en tren, 45' , 40 dh en 1ª clase, múltiples frecuencias). Visitas lo que te convenga en Fès y cuando te plazca, tren para Meknes.
Día 4 – Martes 11/11: Meknes → Rabat (en tren, 2 h, 115 dhs en 1ª múltiples frecuencias, noche en Rabat ciudad). Visita de Meknes y partida en tren tras la puesta de sol, con tu equipaje en depósito en el alojamiento escogido mientras visitas Meknes. Un día bien aprovechado sinntener que madrugar, te permitirá ver lo mas relevante de la ciudad a nivel turístico e incluso tener un paso en calesa.
Día 5 – Miércoles 12/11 : Rabat. Un día competo en Rabat te permitirá visitar lo mas turístico de la ciudad, incluso de noche con los monumentos iluminados. Rabat es una de las ciudades mas seguras en el pais
Día 6 – Jueves 13/11: De Rabat a Casablanca, para visitar lo mas relevante (Mezquita Hassan II, medina, Plaza de Naciones Unidas-Souk, Plaza Mohammed V y Mercado Central, con una cerveza si encarta en el Rick's café o una buena comida en la Taverne du Dauphin. Desde Rabat en tren de alta velocidad, 60 dhs en 2ª clase, 45' totalmente factible, y todo caminando o en tranvía, saliendo de Rabat sin madrugar. De Casablanca a Marrakech en tren, 285 dhs 1ª clase, que sugiero pagar porque son 3 horas de trayecto. Múltiples frecuencias que te permiten ajustar tu horario de visitas en Casablanca, en especial si escoges los horarios de las 17.44 o 18.44 pm (con llegadas respectivamente a las 20.35 y 21.35 pm, horarios nocturnos que en una ciudad como Marrakech no son relevantes a menos de que quieres ir a buscar un alojamiento en lo mas profundo de la medina.
Día 7 – Viernes 14/11:Marrakech
Día 8 – Sábado 15/11: Marrakech vuelo sale a las 22:50
NOTA CONSIGNAS : en Casablanca, el Hotel Al Walid - Black Rocks que está justo al lado de la estación de tren Casa Voyagers, admite consignas de equipajes, cobran 60 dhs por maleta por la jornada diurna, hay que mostrar pasaporte tanto a la entrega como a la regogida y llevar una fotocopia del pasaporte que se quedan ellos.
Trenes : www.oncf.ma
Estación de tren en Meknes : Meknès Al Amir
Estación de tren en Rabat : Rabat Ville para llegada desde Meknès
Estación de tren en Rabat : Rabat Agdal para TGV desde Rabat a Casablanca
Estación de tren en Casablanca : Casa Voyageurs para llegada con TGV y para salida hacia Marrakech
Opcional : estación de tren de Rabat Ville para ir a Casablanca en tren convencional que permite llegar tanto a la estación de Casa Port como a la estación de Casa Voyageurs, aunque sugiero esta segunda si se lleva equipaje para dejar en consigna y porque ademas, delante mismo d ela estación esta el tranvía.
NOTA : Tranvias en Casablanca y Rabat
· El Tramway Casablanca
Tramway en Plaza Mohammed V
El Tramway es un muy buen medio de transporte en Casablanca. Funciona desde las 5.30 am hasta las 22.30 / 23.30 pm y a efectos turísticos pasa por algunos de los puntos mas destacados y de interés como pueden ser la Plaza de las Naciones Unidas (y Medina), la Plaza Mophammed V (y Parque de la Liga Arabe), la Plaza de Hassan II, o la propia Avenida Mohammed V (Mercado Central).
Su coste es de 7 dirhams por viaje y persona en billete sencillo; los billetes son tarjetas (recargables) que se compran directamente en las máquinas expendedores sitas en todas las estaciones, en metálico y en dirhams o bien con tarjeta de crédito; tanto para acceder a la estación como para salir de ella, es necesario pasar el billete por el lector; en todas las estaciones hay personal de la Sociedad Casa-Tram que ayudan al viajero.
El precio del billete simple al comprarlo la primera vez es de 7 dirhams (incluye un viaje)y el precio de la recarga para cada uno de los 10 viajes que permite recargar es de 6 dirhams. Recargar las tarjetas es muy simple en los terminales automáticos de venta que hay en cada estación y en la pantalla táctil se van indicando los pasos a seguir así como el importe a pagar para cada operación; no es necesario recargar uno a uno los viajes puesto que en función del tipo de tarjeta de viaje, el sistema ofrece las diferentes opciones (recargar 1, 2, 10 ....) las pantallas de los terminales están en árabe, francés e inglés, pero no en castellano.
El tramway en la estación de Casa Vogayeurs
· El Tramway Rabat
Tramway (Catedral de San Pedro)
El tranvía une diferentes puntos de ambas ciudades y a efectos turísticos pasa por algunos de los mas destacados y de interés como pueden ser la Av Mohammed V (a la altura de la estación de tren de Rabat Ville), la Plaza As Joulane, (Catedral de San Pedro), la Avenida Hassan II (con parada y giro a la altura de Bab Chellah, la avenida que conduce directamente a la Gran Mezquita y a la calle Souika), la medina (bueno, no por ella, sino por su perímetro, puertas Bab el Lahlou y Bab Chellah), por un buen trecho de las murallas (con Bab Rouah, Bab el Had como puntos significativos con paradas del tram), el Jardín Botánico y la Biblioteca Nacional (con parada delante) y tiene parada cerca de la Torre Hassan y Mausoleo Mohammed V, además de Salé donde, a efectos turísticos la parada mas interesante es la de Bab Lamrissa delante de la medina de Salé.
Su coste es de 6 dirhams por viaje y persona, y los billetes son tarjetas de un solo uso que se compran directamente en las máquinas expendedores sitas en todas las estaciones, (en metálico y en dirhams o bien con tarjeta de crédito); también se pueden comprar en kioscos normalmente allí donde venden tabaco, prensa, etc. A diferencia de Casablanca, estas tarjetas no se pueden "recargar". Los billetes NO caducan, es decir, uno puede comprar 6 billetes por ejemplo y utilizarlos cuando le convenga.
En Rabat el billete se valida en el interior del tranvia. No olvidar validarlo puesto que pasan los revisores; el no validar el billete supone una sanción de 50 dirhams.