MARRUECOS INDESCRIPTIBLE ✏️ Blogs de MarruecosMarrakech y desierto. MÁGICO.Autor: Rosa_L Fecha creación: ⭐ Puntos: 4 (1 Votos) Índice del Diario: MARRUECOS INDESCRIPTIBLE
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Etapas 4 a 5, total 5
JUEVES: el mercado de Rissani, la fiesta del pueblo de los Khamlia y el paraíso en el desierto.
Amanecimos en el desierto, desayunamos y nos dispusimos a subir la gran duna (yo no lo conseguí, me quedé a medias), allí sentada, admirando ese eterno desierto, volví a notar que por mucho que bebiera mi boca seguía completamente seca… Pero una vez más no me preocupé. Volvimos con los quads y fuimos afortunados al poder ver un zorro blanco del desierto por el camino, intenté fijarme en cada detalle, en cómo cambiaba el color de la arena, en las dunas de diferente tamaño, en los pequeños matojos verdes… Quería retener en mi retina todo lo que fuera posible. Y cuando llegamos al hotel descubrí que había algo que necesitaba hacer más que cualquier otra cosa en el mundo: tirarme a esa pedazo de piscina. Una piscina a los pies de las dunas, con vistas al desierto, con un asiento para sentarme dentro del agua y pasarme horas (porque me las pasé) mirando hacia las dunas, hacia la nada. Yo creo que después de 3 horas mirando hacia el desierto fue normal que al llegar a la habitación para dormir una siesta lo único que se me viniera en mente fueran las dunas, dunas por todas partes y sueños sobre el desierto, sobre laberintos en el desierto. Mi piscina favorita
Quedamos con el guía más tarde para ir al mercadillo de Rissani, que fue un puntazo, tenéis que ir. Cuando llegamos allí no había ni un solo turista. Nos adentramos con el guía en el mercado; yo le había pedido que encontrara para mí khol, especias y babuchas y nos llevó primero a uno de los puestecitos, donde el hombre fue amable y divertido, nos enseñó todo lo que tenía en la tienda, nos dio a probar de todo (yo me zafé porque odio el té y porque el guía me echaba una mano al saberlo). Me regaló un recipiente de khol mientras regateábamos –en realidad regateaba mi amigo guía y cuando encontramos un precio que me gustaba aceptamos-. Luego seguimos paseando y entramos en una tienda interior con un hombre singular de piel negra y dientes blanquísimos y enormes, como su turbante. Me quiso vender todos los collares del mundo y del más allá y yo solo quería quedarme con uno y con las babuchas, así que como fui tan convincente empezamos el regateo, sentados en el suelo, con el té verde (que acepté y luego el guía me regañó porque en realidad yo no lo quería). Me pidió por ambas cosas 900 dh, obviamente, un precio abusivo, yo no iba a pagar más de 350-400 y al final, obviamente, entre el guía y yo lo conseguimos, me lo pasé muy bien cuando el hombre del turbante se llevaba las manos a la cabeza, se iba, volvía, se iba gritando, volvía otra vez: “No, no, no, no…”. Encantador. Yo es que cuando regateo pago lo que quiero pagar, ya no por el artículo, sino también por el buen rato que me haga pasar el vendedor, que merece todo mi respeto, es su negocio. El mercadillo de Rissani, yo con el guía y nuestro amigo de las especias
Luego decidimos ir a la fiesta de los Khamlia, yo pensaba realmente que el guía nos estaba tomando el pelo cuando dijo que esa fiesta era una vez al año y justo ese día, pero no, ¡Íbamos a asistir a la fiesta del pueblo de los negros! Inolvidable llegar y encontrarse ciento y la madre y que el guía me dijera la frase más chula del viaje: “Rosa, súbete al techo de ese Land Rover”. ¿Cómo? Y obviamente subimos y luego llegaron amigos del guía y comimos melón fresco viendo el espectáculo de baile de hombres y mujeres, un ritual precioso que hacen unos en frente de otros y del que puedes participar metiéndote en medio y recibiendo la buena suerte. Dimos una vuelta por la fiesta y hablamos con algunos de los chicos del lugar, pero era tan tarde que decidimos volver y tuvimos una cena brutal en el hotel. No pude comer más que un 20% de lo que me pusieron y todo riquísimo, en serio. Todavía hoy echo de menos el pan marroquí y el cus-cus. "¡Súbete al Land Rover!"
Fiesta
Anochecer con los Khamlia
Lo mejor, sin duda, llegó después de la cena, cuando salimos fuera a escuchar tocar los tambores y demás instrumentos a los chicos bereberes. El guía nos dijo que él no sabía tocar y luego fue un hacha, en serio, manejaba los tambores como nadie. Y se fue uniendo más gente del hotel al grupo y conocimos una tropa enorme de estudiantes australianos que acababan de llegar. Con la que más hablé fue con Emilie, una chica noruego-francesa con abuelos australianos o whatever. Estábamos bebiendo y escuchando música cuando de pronto empezó una tormenta de arena. Dicen que todos los años, el día de la fiesta del pueblo de los negros, hay una gran tormenta de arena al caer la noche. Claro, claro... Pues sí, señores, efectivamente. Tormenta de arena. Corrimos hacia dentro para continuar la fiesta en la recepción del hotel, cantando, bebiendo y bailando todos juntos. Cuando la tormenta se calmó volvimos afuera y estuvimos hasta las tantas disfrutando de la música, de gente interesante y de la noche estrellada, sentados sobre las arenas del Erg Chebbi. Yo jugando con el resto mientras pasaba la tormenta de arena
Continuando la fiesta hasta el final
Una noche para no olvidar... Etapas 4 a 5, total 5
VIERNES-SÁBADO-DOMINGO: Bye bye desierto. Hello Marrakech. Enfermita.
Se suponía que quedaba mucho viaje por delante, muchas aventuras por descubrir, pero como os he dicho, desgraciadamente no fue así. El viernes por la mañana, después de desayunar y de montar un ratito en camello (al menos quería probarlo y llevarme otra foto-turista) nos fuimos a despedir del guía, que estaba durmiendo al lado de la piscina. Habían sido 4 días intensos y llenos de buenos momentos juntos así que intentamos no alargar mucho la despedida, pero yo es que soy muy sentida... A la vuelta nos iba a llevar un conocido suyo, que nos esperaba ya al lado del 4x4 porque el guía tenía que seguir supervisando la casa rural que estaba construyendo. Y dejar el desierto atrás fue muy doloroso, en serio, yo no sé qué tienen esas montañitas de arena naranjas, rosas, marrones… yo no sé qué tienen los bereber, los olores, los sabores, la música… pero dejar atrás el desierto fue como abandonar el paraíso, por muchos 45 grados y muchos escarabajos y muchas moscas pesadas que no te dejan comer. Así que después de llorar y calmarme empezamos el viaje de vuelta, sin muchas paradas, por el Valle del Draa. Álex y la despedida del desierto
Haciendo amigos
Mi camello, el más guapo de todos
Empecé a hablar con nuestro nuevo chófer (y mira que al principio parecía tímido pero yo saco conversación hasta de las piedras) y acabó explicándonos todos los pasos a seguir cuando un bereber quiere casarse. Los líos de familia, los problemas, los momentos antes de la pedida, el comer juntos queso fresco con miel, los trajes de la novia, la comida, la música, el papel de la mujer… Fue realmente interesante, entre los que nos contó el guía sobre la sociedad marroquí actual y lo que habían vivido los bereberes antes del actual rey (la prohibición de su propia lengua, las persecuciones por los árabes) y lo que nos contó Barak sobre la cultura de su pueblo, sentí que realmente estaba volviendo a casa con algo más que 500 fotos. Como de camino íbamos por el Valle del Draa viendo el pequeño Atlas le pregunté a Barak a quién pertenecían todos aquellos palmerales y nos contó que al propio pueblo, que cada familia tenía sus propias palmeras que sus antepasados habían plantado, así como su propio huerto. Y así se conformaban cientos de kilómetros de palmeral. Precioso. También nos contó otras historias, como que las piedrecitas que hay a los lados de los caminos marcan y delimitan los cementerios. Desde luego entre el guía y nuestro nuevo chófer, ambos se convirtieron en unos guías impresionantes. Ya a la altura de la Cooperativa de aceite de Argán (a la ida no habíamos querido parar pero a la vuelta hicimos un descanso y compramos algo para la familia) empecé a notar escalofríos… imaginad, escalofríos con ese calor infernal. Empecé a taparme con todo lo que encontré y continuamos el camino hacia Marrakech. Yo, aunque hecha polvo, estaba contentísima porque sabía que en la ciudad empezaba el festival de músicas del mundo… Que obviamente no vi. Nada más llegar y despedirnos de Barak tuvimos que cruzar la abarrotada y llena de policías (por el festival) plaza de Jemna El Fna. Sabía perfectamente el camino hacia el ryad porque era el mismo que el primer día así que tan tranquila empecé a andar y a mitad de la última calle comenzó a hablarme un chico de unos 14 años. No le hice mucho caso y seguí adelante pero él seguía hablando y hablando y yo me sentía cada vez más mareada. De pronto desapareció y cuando yo estaba a punto de llamar al timbre del ryad apareció y cogió las maletas para meterlas dentro. El dueño del ryad se quedó peleando con el chico y yo me eché a llorar nada más entrar… y es que a los pocos minutos descubrimos que tenía más de 40 de fiebre. Y si tener a un desconocido cogiéndoos del brazo y hablando todo el rato es molesto imaginaos con la cabeza a punto de explotar. Y aquí mi pareja debería continuar el diario de ese fin de semana que yo pasé en cama con vómitos, fiebre, descomposición y calambres sin poder levantarme, porque él se aventuró a comprar medicinas varias veces y vivió alguna que otra anécdota. Él hizo vídeos de la plaza para mí, para que yo no estuviera triste, porque aunque me hubiera quejado tanto de Marrakech el primer día, me moría de ganas de pasarme el fin de semana descubriéndola. Ya no me importaban los hombres pesados que me llamaban Bella María, ni los mercaderes que me perseguían zoco abajo zoco arriba, solo quería pasear y vivir la ciudad. Pero en fin, menos mal que el ryad era tranquilo y limpio, sino hubiese muerto… El dueño preguntó varias veces por mí y el lunes por la mañana llamó a un taxi para que viniera a buscarnos a la puerta. Yo llevaba dos días sin comer apenas y la vuelta fue dura, los 30 minutos en la aduana se convirtieron en un infierno para mí, no me tenía en pie. Pero lo más difícil fue despedirme de una ciudad que me había sabido a poco cuando sabía que tenía tanto que ofrecerme… De todos modos le miro la parte positiva: gracias a eso sé que volveré, que de nuevo me perderé en el zoco buscando las babuchas de mis sueños y comeré brochetas al caer la noche tras huir de serpientes viejas y aguadores desdentados. Porque eso es Marrakech. Y en el fondo... a mí me encanta. Etapas 4 a 5, total 5
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