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VIAJE KENIA TANZANIA

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EL SUEÑO DE ÁFRICA 2010: KENIA, TANZANIA Y ZANZÍBAR
Autor: Dasfredas  Fecha creación:  Puntos: 4.7 (7 Votos)
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Lago Nakuru

Lago Nakuru


Localización: Africa Este y Centro Africa Este y Centro Fecha creación: 25/07/2012 17:16 Puntos: 0 (0 Votos)
4.
Temprano, como todas las mañanas pasó la guía a despertarnos por las tiendas. Como siempre, yo sería de los últimos en salir.

Desayunamos junto al lago comentando todo lo que el resto de compañeros había escuchado durante la noche. Cuando imitaban el ruido, la guía les decía lo que podía haber sido. Por lo visto y oído, un hipopótamo había rondado el campamento en busca de restos de comida.

Después del desayuno, salimos del camping y vamos andando hacia un embarcadero cercano. Por el camino vemos unos troncos anchos puestos en horizontal en las copas de los árboles. Estos troncos huecos sirven como panales y de ellos se saca la que es una de las mejores y más conocidas mieles de África, la miel del Baringo.

Llegamos al embarcadero donde nos dan unos chalecos salvavidas y nos repartimos en tres barcas, la nuestra comandada por un jovenzuelo que se hace llamar "Captain" James. Vemos muchos tipos de pájaros y tenemos la suerte de la guía y el compañero que más sabe de pájaros vienen en nuestra barca, que nos explican innumerables especies de las que recuerdo sólo unas pocas, como la garza Goliat, el águila pescadora o el pájaro Jesucristo, que debe su nombre a que "anda" sobre las aguas. Sentí no saber más sobre pájaros, supongo que entonces habría disfrutado más el paseo. Aparte de pájaros, vemos cocodrilos de diferentes tamaños y sobre todo, vemos hipopótamos incluyendo una espectacular pelea y uno al que nos acercamos demasiado y tenemos que salir pitando mientras nos sigue mosqueado por debajo del agua. También vemos nuestra primera salida del sol africana, que resulta espectacular desde el agua.

Después de un rato, se nos acerca un pescador en una barca pequeña hecha con palos, impulsándose con dos cachos de plástico. James nos dice que es un pescador Masai y se ríe. Después supimos porque se reía. El Masai nos enseña orgulloso alguna de sus capturas y James negocia con él y le compra cuatro peces pequeños. Tras la compra, James nos pide que pongamos la cámara de fotos en modo ráfaga y que cuando él nos avise, empecemos a disparar donde haya tirado el pez. Después mira hacia un águila pescadora que está en la copa de un árbol y con un pez en la mano, silba muy fuerte. El águila mira hacia James y éste le enseña el pez y después lo tira al lago. Cinco segundos después grita "¡Ahora!", con lo que los fotógrafos empezamos a disparar. Clic-clic-clic-clic-clic-clic. Agua. Nada más que una ráfaga blanca y marrón en el medio de la foto. Dos peces después, conseguí una foto en la que se veía algo que parecía un águila, aunque la velocidad era tal, que con mi cámara y mi pericia, el último pez decidí disfrutar del vuelo en vez de intentar lo imposible.

Un rato después, volvimos a tierra firme y tras dar la propina y despedirnos de James, volvimos al camping. Mientras íbamos andando, un chaval de unos 12 años me preguntó que de donde éramos en su particular versión del inglés.
(Traducido del inglés en el original)

- España
- Oh.
- Conoces España?
- Eh... No.
- Te gusta el fútbol?
- Me encanta el fútbol.
- Campeón del mundo. Iniesta.
- ¡ESPAÑA! Iniesta, Torres, Fabregas...

Así seguimos hablando un rato de fútbol, lo que es el tema de conversación universal. Tras chocar los cinco con el chaval y asegurar a la guía que no le había pasado dinero, llegamos al camping donde ya habían recogido el campamento. Nos disponíamos a salir a nuestro siguiente destino: El P.N. Lago Nakuru.

De camino, en una de las paradas, se acercaron al camión varias mujeres con lo que al principio me parecieron botellas de cerveza, pero que luego resultó ser la famosa miel del Baringo. La guía compró alguna botella para los desayunos y aunque a mí personalmente no me gusta mucho la miel, tengo que reconocer que estaba buena.

De vuelta en nuestro querido hemisferio sur, paramos en la ciudad de Nakuru a comprar provisiones y bebidas. El supermercado era muy parecido a los occidentales, excepto por algunos detalles como los señores que metían los productos en bolsas detrás de la caja o que vendían ordenadores antiguos de segunda mano en cajas donde aparte de sus características técnicas, ponían el precio, barato aunque no tanto como debería para ordenadores de casi 10 años. Yo aproveché para entrar en una tienda de ropa y comprarme unos pantalones cortos. Como las mochilas todavía no habían aparecido, el único pantalón que tenía era el de montaña, negro y grueso. Con el calor que hacía durante el día, todo lo que estaba dentro del pantalón llegó a cocer en algún momento. Por unos 5 dólares me hice con unos pantalones frescos y llenos de bolsillos. Por lo demás, lo poco que pudimos ver de la ciudad de Nakuru es que era bulliciosa y que no había ningún problema por dar una vuelta, aparte de los omnipresentes vendedores de baratijas varias.

Tras las compras, llegamos al aparcamiento del P.N. Lago Nakuru. Yo ya tenía ganas de ver nuestros primeros mamíferos terrestres y mientras esperábamos a que la guía hiciera las gestiones pertinentes, pudimos hacer algunas fotos a unos monos de cara negra, que andaban entre la gente y los coches a ver lo que podían pillar. Tenían la sorprendente habilidad de darse la vuelta justo en el momento en el que ibas a hacer la foto, de forma que tras diferentes tomas de culos moniles, logré hacer algún buen primer plano de la cara. Emocionados, entramos con el camión en el parque y nos dirigimos a donde íbamos a comer.

"Estamos en la casa de los animales"; con esta frase la guía introdujo el tema de que teníamos que ser totalmente respetuosos con el entorno, e intentar ser escrupulosos en el sentido de dejar todo exactamente como estaba, intentar no romper el orden natural de las cosas. Todos los compañeros lo sabíamos, pero nunca está de más un recordatorio. Yo, poco atento como estaba, prestaba más atención a ver algún animal, pero no me dio tiempo más que a ver alguna gacela de lejos antes de llegar al descampado donde comeríamos. Antes de bajar fuimos avisados de que el sitio era frecuentado por animales del parque, especialmente babuinos y que en cualquier caso, cualquier animal podría pasar por ahí, incluidos lo leones, ya que están en su casa. Así que avisados estábamos. También nos insistieron en que no saliéramos del descampado bajo ningún concepto. Yo, por si acaso, decidí ceñirme escrupulosamente a las indicaciones.

Mientras hacían la comida, fueron apareciendo babuinos de diferentes tamaños por los alrededores. Ninguno parecía muy atemorizado de nosotros, más bien "pasaban" bastante. Un rato después apareció el macho alfa, el babuino más grande que había visto en mi vida, que echó una ojeada a la situación, nos miró con desprecio y se sentó en una rama. A mí me hizo gracia que se le viera la "cola" y me entretuve haciendo fotos y primeros planos de su rosado "bastón de mando". Mientras tanto, él vigilaba algo en el camión y, en un momento dado, arrancó a una velocidad increíble y sin que nadie pudiera hacer nada, saltó y cogió un paquete de pan de molde ante la impotencia de todos los presentes. Tras el susto, todos nos lo tomamos a risa y disfrutamos de la comida consistente en ensalada y algo de pasta con atún.

Después de la comida, salimos hacia nuestro primer Safari fotográfico con las cámaras en ristre. Todas las baterías sólo se podían cargar en unos enchufes dentro de los cajones del camión y siempre que éste estuviera en marcha. Por razones lógicas, las cámaras tenían preferencia sobre los móviles así que yo tenía mis tres baterías a tope. A lo largo del viaje y al ritmo de disparos que tuve, llegué a quedarme sólo con media, pero nunca me perdí nada. Hay que tener en cuenta que aparte de las fotos que te quedas, se hacen un montón de fotos que luego desechas. Cuando volvimos a España, yo tenía 1500 fotos guardadas en las distintas memorias y habría borrado casi el triple a lo largo del viaje. Algún compañero acabó con casi 3000.

Otra novedad es que, por primera vez abrimos el techo del chill out, la parte del camión donde se podía ir tumbado en los viajes y que sólo se podía abrir en los parques naturales. Aunque había que ir de pie para sacar el cuerpo por el techo, la sensación de ir volando y el ver las cosas desde más arriba merecía la pena.

Al poco tiempo de salir y después de ver gacelas, vimos el primero de nuestros Big 5: El búfalo. Los conocidos cinco grandes son los grandes animales que todo el mundo debería ver en África: Búfalo, Rinoceronte, Elefante, León y mi favorito, el Leopardo. El búfalo es de los cinco, probablemente el que menos curiosidad me despertaba y con razón, es muy parecido a un toro peinado con la raya al medio y eso sí, el doble de su tamaño. Cuando pasábamos a su lado, dejaban de pastar y nos observaban con mirada bovina hasta que nos alejábamos. Uno de cinco.

Casi seguido, vimos el segundo de los Big 5: El rinoceronte. Pastando tranquilamente junto al camino estaba un rinoceronte blanco. Lo que diferencia al rinoceronte blanco del negro no es el color, sino la forma del morro y el carácter: Los blancos tienen el morro plano y son pacíficos, según la guía casi como vacas. También suelen estar en grupos. Los solitarios negros tienen el morro en forma de pico y suelen ser agresivos incluso con sus propios congéneres. Éstos son los más peligrosos y raros de ver. En cualquier caso, hicimos buenas fotos del animal que daba la impresión de prehistórico, casi como una gran piedra que se movía. Dos de cinco.

Seguimos con el Safari y nos encontramos entre otras cosas, con diferentes tipos de gacelas, cebras y los primeros encuentros con uno de nuestros acompañantes a lo largo de todo el viaje: Las acacias, con sus troncos amarillos y sus pinchos en las ramas del tamaño de un palillo de dientes. Estos árboles de estampa familiar fueron sistemáticamente talados por los ingleses en la época colonial, al pensar que transmitían la enfermedad de la fiebre amarilla. No sé si sería debido al color del tronco pero, afortunadamente, alguien preguntó a tiempo eso de: "¿Sabemos lo que estamos haciendo?". Estos arboles estuvieron presentes en todos los safaris que hicimos y fueron una de las atracciones. Los que iban asomados en el chill out eran los encargados de avisar cuando entrarían ramas: "Izquierda! Derecha! Por los dos lados!". Los demás se agachaban o directamente, se tenían que tirar al suelo para no ser ensartados por uno de los pinchos. Precisamente junto a una de estas acacias fue donde vimos uno de los mejores momentos del día: El apareamiento de dos jirafas del Nakuru. Estas jirafas se diferencian del resto en que tienen las patas blancas y en general, nos parecieron las más bonitas que vimos a lo largo del viaje. Tuvimos la suerte de que las teníamos a unos 15 metros de donde paramos el camión, por lo que pudimos hacer muy buenas fotos mientras se decidían, algo que les llevó unos 20 minutos, en los que tuvimos que estar en silencio para no "descentrarlas".

Empezaba a anochecer y todavía no habíamos visto al que todos queríamos ver: Al Rey. En un descampado nos cruzamos con dos autocares de colegio, uno de chicos y otro de chicas. No había pensado que los niños de Kenia podían tener la suerte de ir de excursión a estos parques en vez de a una fábrica de azúcar o de pan como yo... Chocamos las manos con ellos cuando pasamos al lado y seguimos por el descampado. Tuve la suerte de ser yo el que vi el primero. Mientras revisaba y borraba fotos, a nuestra izquierda vi un bulto oscuro y justo detrás, tumbado, un macho de león.

- ¡León a la izquierda!

Todos los compañeros a la vez vinieron corriendo a nuestro lado para ver los cuerpos de dos búfalos y hasta tres leones jóvenes. Lo mejor del día. Lo que era extraño era que los búfalos estaban pudriéndose y como unidos por las cabezas. Tras distintas suposiciones, a cada cual más peregrina, ganaron los que creían que se habían matado peleando, quedándose enganchados por la cornamenta y que después, los leones, jóvenes y hambrientos, no habían dejado de aprovechar la carne, putrefacta, pero carne al fin y al cabo. Había un fuerte olor a podrido en todo el descampado. Estuvimos un rato haciendo fotos a los leones tumbados y satisfechos hasta que se levantaron y se empezaron a alejar con toda la tranquilidad del mundo. La razón de que se levantaran eran dos enormes búfalos que llegaban corriendo y que en un extraño espectáculo, intentaron hacer que sus fallecidos compañeros se levantaran dándoles con los cuernos. Tras un rato corneando los cadáveres parecieron darse por vencidos y se fueron. Tres de cinco. No estaba mal para ser el primer día.

Con ya poca luz, llegamos al sitio donde pasaríamos la noche. Mientras montaban el campamento y preparaban las palomitas de todas las noches, algunos fuimos a ver una cascada que había cerca. Ninguno habíamos oído a la guía decir que no bajáramos cerca del agua porque podía ser peligroso, al ser el sitio donde suelen venir a beber los búfalos, así que sin querer, nos llevamos una pequeña bronca cuando nos vieron los que sí que lo habían oído.

Junto a nuestro campamento había un par de tiendas de campaña con familias de occidentales, paseando por los alrededores con varios niños sin aparente miedo. La guía nos comentó que era un verdadero peligro que lo hicieran, especialmente con los niños, ya que cualquier animal podía estar por los alrededores. No sé si había exceso de celo por nuestra parte o que realmente no había tanto peligro, pero preferimos hacer caso de nuestra guía y nos quedamos cerca de las tiendas. Varios babuinos se fueron acercando al campamento, pero esta vez ya estábamos preparados. Al ver que no había mucho que rascar, se subieron a los árboles y nos deleitaron con loa gritos de varias peleas a veinte metros del suelo. Cenamos con las bebidas que habíamos comprado por la mañana en Nakuru y tras una charla junto al fuego, nos acostamos sabiendo que, por primera vez, podríamos dormir con leones paseando a nuestro lado. Otra vez, caí dormido en cuanto me metí en el saco y no escuché nada hasta la mañana siguiente.

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Nakuru 2

Nakuru 2


Localización: Africa Este y Centro Africa Este y Centro Fecha creación: 25/07/2012 17:18 Puntos: 0 (0 Votos)
5.
Pronto por la mañana, como siempre, nos despertamos y esta vez, vimos con sorpresa que alrededor de las tiendas había un montón de pisadas de búfalos e incluso, algún "regalito" detrás de alguna tienda; justo donde solían ir las chicas por las noches. A partir de esa noche, más de una decidió llevarse todas las noches una botella vacía de plástico a la tienda para, por si acaso, no tener que salir si no era estrictamente necesario.

Desayunamos con bastante frío y en lo que los chicos recogían el campamento, nos hicimos más fotos en la cascada que, con la luz del amanecer estaba todavía más espectacular. Salimos nuevamente de safari fotográfico y pronto vimos las habituales cebras y gacelas de diferentes tipos. Desde luego, los carnívoros tienen comida suficiente en este parque.

Lo primero nuevo que vimos este día, aunque lejos, fue uno de los solitarios y escasos rinocerontes negros. Un macho de gran tamaño y con su morro en forma de pico estaba tranquilamente pastando al lado izquierdo del camino. Me dio la impresión de que era algo más musculoso que los blancos que habíamos visto el día anterior. Disfrutamos en silencio del espectáculo, sabiendo que es una especie muy escasa y que muchos viajes se van sin haber visto ninguno. Mientras le hacía fotos, pensaba en que tiene que ser algo extraño el que se extinga una especie. Que un animal como este rinoceronte impresionante, en un momento dado, desaparezca de la tierra. Supongo que ahora habrá reserva genéticas o algo así, pero la sensación al despedirnos de él fue extraña.

Más adelante, llegamos al increíble lago Nakuru. Este lago me dio la impresión de ser un pedacito de paraíso en la tierra, con pájaros y mamíferos viviendo en armonía. Miles de flamencos teñían de rosa las orillas del lago, junto con el blanco de los pelicanos y muchas otras especies de pájaros que volaban, aterrizaban, iban, venían... Junto al lago pastaban gacelas, cebras y sorprendentemente cerca de nosotros, una familia de rinocerontes blancos, incluyendo una pequeña cría de lo más fotogénica. Una de las cosas que nos llamó la atención es que, unas plumas que había por el suelo de colores blanco y rojo pertenecían a los flamencos. Yo había supuesto que serían rosas y tampoco nos podíamos acercar a uno a comprobarlo "en persona", así que guardé una de las plumitas en el diario de viaje para preguntarlo después. Seguimos disfrutando un rato de la naturaleza desatada junto al lago y seguimos safari. En swahili, la palabra "Safari" significa "Viaje".

Evitando las ramas de las acacias subimos a un alto que había junto al lago Nakuru, no sin antes ver que en un sitio aparentemente tranquilo, había un león tumbado, en un sitio casi imposible de ver. Como para bajarse del camión a hacer pis... Por primera vez, me subí con la cámara al chillout y la verdad es que merecía la pena la experiencia de ver los dos lados desde un poco más arriba, aunque tuviéramos que agacharnos cada dos por tres para evitar que una rama se nos clavara en la cabeza. Llegamos a la cima, donde había un pequeño aparcamiento y unos baños, que fueron muy bien acogidos por el grupo. Aparte de eso, la vista desde la cima era absolutamente espectacular. La claridad del aire y del día permitía ver a muchísima distancia, mucha más de la que solemos ver los occidentales, acostumbrados a la contaminación y a la polución. Las nubes se reflejaban con claridad en la superficie del agua que, cerca de las orillas estaba cuajada del rosa de los flamencos. Miles de flamencos iban y venían de un lado a otro del lago, solos o en pequeños grupos, formando una masa viva sobre el agua. Orgullosos lagartos posaban para las fotos desde las rocas cercanas. Y yo me hinché a hacer fotos con resultados muy satisfactorios, al menos para mí.

Después de un rato volvimos a subir al camión y bajamos del alto para seguir la visita por el parque. Vimos muchísimos herbívoros; cebras, ñus, búfalos, impalas y demás compañeros se agrupaban en grupos de cientos e incluso miles en los alrededores de los caminos. Esta abundancia tendría después una explicación por parte de nuestra guía: La gran migración. Millones de herbívoros, especialmente ñus y cebras buscan los mejores pastos y para ello, pasan cíclicamente de Kenia a Tanzania y de Tanzania a Kenia, dependiendo de la época del año. Al ser octubre, la mayor parte del pelotón estaba en Kenia.

Un poco apartada del grupo vimos una cebra herida y con las orejas gachas. Tenía dos zarpazos o mordiscos que dejaban ver parte del músculo. Al parecer, se había librado hacía poco de un ataque, aunque de poco le iba a servir al haber quedado malherida. Aunque nos dio pena, seguimos camino después de hacerla alguna de sus últimas fotos.

Pasando junto a un descampado, vimos uno de los mejores momentos del viaje: un helicóptero de rangers perseguía a bajísima altura a un rinoceronte negro, que corría a toda velocidad. Cuando estaban cerca, el rinoceronte hizo una ese, pero justo en ese momento, le dispararon el dardo, que le dio en la espalda. El helicóptero giró casi igual de rápido, pero al ver que le habían dado, se elevó un poco ya sólo para seguirle hasta que cayera. Espectacular. Los rinocerontes negros son muy escasos y el Lago Nakuru es de los pocos sitios donde hay una cierta cantidad. La guía nos explico que el gobierno de Kenia aprobó una medida para que los parques se ayuden entre ellos y se donen lo que a otros les falta. En este caso, el P.N. Lago Nakuru es donante de rinocerontes negros y de esta forma los sedan para su traslado a otros parques.

Comentando la jugada nos dirigimos a la salida del parque, donde tuvimos tiempo de comprar algún souvenir de la tienda, así como refrescarnos un poco con refrescos y alguna cerveza. Antes de subir al autobús, estuvimos haciendo fotos a alguno de los babuinos que andaban entre los coches. Te das cuenta de lo verdaderamente cerca que estamos de ellos en muchos gestos que hacen, alguno verdaderamente gracioso, como uno que se sentó con cara de aburrido en un bordillo, mirando de lado, como esperando el autobús babuino.

Nos despedimos de nuestro primer Parque Nacional y salimos hacia nuestro siguiente destino, nada más y nada menos que el Masai Mara. Pero éste era un día de trayecto. Paramos a comer en un restaurante donde también se podían comprar souvenirs y sobre todo estatuas de animales. Curiosamente, las mismas que suelen vender los vendedores ambulantes en España. Pizza fría y algo de pasta en una terraza cubierta por mantas masai de vivos colores.

Una buena noticia nos llegó en forma de mochilas en una de las paradas a a repostar, en uno de los pueblos del camino. Jolgorio y algarabía. Por fin nos podríamos cambiar de camisetas y de ropa, aunque siendo objetivos, podríamos haber aguantado con el equipaje de la mochila de mano. De hecho el más experimentado de los compañeros, que había estado en casi cien países, viajaba sólo con una mochila, llevando lo esencial.

Seguimos camino hasta llegar, ya con el sol bajo a donde dormiríamos esa noche: Un camping con algún edificio que me recordaba a las casas de la época colonial. Al llegar estábamos solos en todo el camping aunque después llegó otro grupo de españoles que hacían una ruta similar, pero con otra agencia. Al quedar ya poco tiempo de sol, un grupo se quedó en el camping mientras el resto nos fuimos de Safari andando junto con la guía y un masai. El paseo fue muy agradable, siempre con la extraña sensación de que un león podía aparecer por cualquier sitio, aunque lo único que llegamos a ver fueron herbívoros. Jugamos a reconocer de que animal era cada agujero en el suelo y de cual cada excremento. Uno de los excrementos era blanco, que reconocieron como de un carnívoro, algo que creo que nos mosqueó a todos, aunque como el masai y la guía parecían tranquilos, pues Hakuna Matata. También vimos una zona donde solían beber una familia de elefantes, algo que pudimos hacer gracias a que en ese momento no tenían sed. El tamaño de las pisadas en el barro era descomunal, casi como la "pisada" de un árbol.

También vimos otro de esos detalles que te hacen dar cuenta de las diferencias entre África y Occidente. Mientras andábamos por la inmensa llanura, a lo lejos vimos un bulto que se acercaba que, tras diversas especulaciones, resultó ser una niña de unos 8 años, vestida con uniforme de colegio y que andaba a buen ritmo con una mochila enorme a la espalda. Por lo que nos contaron, esta niña, como muchos otros, tenía que andar grandes distancias para ir y volver al colegio, a menudo ellos solos y desde edades muy tempranas. Cuando preguntamos al masai sobre si se perdían o tenían algún problema con algún animal, éste se rió y dijo que sabían cuidarse por sí mismos. Me pregunto cuantos padres europeos dejarían a sus hijos andar estas distancias solos y sin protección. Pensando en la niña volvimos al camping, nos duchamos haciendo cola en las duchas disponibles y fuimos yendo hacia la terraza de uno de los edificios donde, a falta de luz eléctrica, nos iluminamos con velas mientras compartimos en amor y compañía las pocas bebidas comunes que quedaban, yo una cerveza con mi compañera charra.

Cenamos la proverbial sopa que nos calentó el cuerpo y nos fuimos a la cama. Las chicas contentas porque esa noche podrían ir al servicio algo más tranquilas y yo nervioso pensando en que al día siguiente estaríamos, nada más y nada menos que en el Masai Mara.
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Masai Mara

Masai Mara


Localización: Africa Este y Centro Africa Este y Centro Fecha creación: 25/07/2012 17:20 Puntos: 0 (0 Votos)
6.
El nombre del parque nacional del Masai Mara viene del río Mara que lo cruza y de los propios masai que lo habitan. No es necesaria mucha traducción. Aunque ya habíamos visto algún masai, no les habíamos visto en su zona, en la tierra que lleva su nombre. Aunque tenemos una idea de los masai como una tribu, vistiendo de una manera típica y viviendo en poblados; los masai tanto en Kenia como en Tanzania, están extendidos por todo el país, viviendo, vistiendo y trabajando como cualquiera no-masai. Sólo los que se quedan en los poblados mantienen algo más las tradiciones ancestrales y ya ni mucho menos como antes, cuando tenían que pastorear sus vacas durante todo el día para poder subsistir. El turismo ha hecho que con sólo una visita de un grupo de mzungus a un poblado, se saque más dinero que antes en todo el día, sobrando el resto del día para no hacer nada. Por desgracia, este exceso de tiempo libre y dinero ha hecho que suban como la espuma los niveles de alcoholismo y drogadicción entre los hombres masai. El precio del progreso. A pesar de eso, a lo largo del viaje, nos encontramos con numerosos masai "asimilados" que se mantenían orgullosos de sus raíces. Para el resto de sus compatriotas, los masai son tomados por paletos. Al venir del campo, se les considera algo más lentos que los de ciudad e incluso, los chistes locales (Como en España los de Lepe) son sobre los masai, aunque para nosotros, sus chistes no tienen ningún sentido. En otro momento del viaje pedimos a la guía que nos contara uno de esos chistes, que efectivamente, no entendimos. Fue algo así:

- Se sube un masai a un autobús y paga al chófer. Se sienta en un asiento y cuando el conductor frena, el masai se baja.

Ante nuestra sorpresa, lo volvió a contar a uno de nuestros chicos en swahili y casi se muere de la risa.

Después de ponernos al día de la actualidad masai, nos preparamos con la ropa multicapa, que a lo largo del día pasa de ropa de abrigo a camiseta, a manga larga, a nuevamente ropa de abrigo. Éste era ya un consejo que todos seguíamos fervientemente debido a los enormes cambios de temperatura.

Ya en el camión la guía nos avisó de que, especialmente los que llevábamos cámara tuviéramos cuidado al irnos acercando al parque ya que pronto empezaríamos a ver masai. Éstos no suelen aceptar de buen grado que les hagan fotos, como la mayoría de la gente, pero el problema es que los masai tienen una fuerza y una puntería endiabladas con las piedras y no sería la primera vez que aciertan. El que avisa...

Pronto empezamos a ver las alargadas figuras de los Masai que, en el caso de los hombres consistía en una pequeña cabeza oscura, el característico manto masai ondeando al viento y por debajo, dos finas piernas del mismo color oscuro que la cabeza. Viéndolos así vestidos en las enormes planicies africanas, te das cuenta de que los mantos masai tienen una razón de ser aparte del cubrirse; el poder ser vistos a mucha distancia. Las mujeres también eran fáciles de ver aunque en su caso, vestían con vestidos de muchos y llamativos colores.

Llegamos todavía temprano a las puertas del P.N. Masai Mara. Allí nos esperaban unas treinta mujeres masai ofreciendo a gritos sus pulseras, collares y mantas masai en bolsas de plástico. Preparándonos para la guerra, bajamos del camión y nos introdujimos en un mar de brazos, estatuas de animales de madera, abalorios y gritos de "Five dollars Sir!". En mi caso y viendo que todas ofrecían exactamente lo mismo, me decanté por una señora muy mayor cuyo pelo corto y blanco me recordó al de mi abuela. Cuando la pregunté por algo, me cogió de la mano y me llevó fuera de la marabunta. Sonriendo, se puso la mano en el pecho y dijo:

- My name is Mary, what is your name?
- Alfred
- Ok Albert

La un poco sorda Mary resultó ser una dura regateadora, pero que finalmente logró vendernos buena parte de los regalos que trajimos a España a un buen precio. Nos hicimos una foto de recuerdo en la que ella y su hija salen riendo a carcajadas, por lo que creo que en realidad, podía haber conseguido un precio bastante mejor.

Emocionado y con la cámara en ristre, subí al camión y entramos en el Masai Mara. Desde el principio, vimos que la densidad de animales era todavía mayor que la que habíamos visto hasta entonces, pero pronto empezamos a ver unas enormes filas y agrupaciones de ñus y cebras, que formaban parte de lo que es La Gran Migración. Es emocionante ver animales salvajes, especialmente si son raros o difíciles de ver, pero la sensación de ver tantos miles de animales juntos, es difícil de explicar. Ya fuera andando en larguísimas filas o simplemente formando grupos de miles y miles de animales, el espectáculo es sobrecogedor. Forman una masa viva, que se mueve y respira, y que en el respetuoso silencio que se formó en el camión, puedes escuchar cada ruido de pezuña sobre el suelo.

Después de que todo el mundo quedara satisfecho de las fotos hechas, seguimos camino hasta llegar a un puente. El puente sobre el río Mara. La sorpresa fue el fuerte olor a podrido que había en la zona, que venia de las decenas de cadáveres de animales en descomposición que había junto al río. Cientos de animales, especialmente ñus, mueren al intentar cruzar el río, atacados y devorados por los cocodrilos. Del resto del cadáver dan buena cuenta los buitres. Otro gran espectáculo, aunque éste para estómagos un poco más duros. Yo personalmente, la gocé como un enano haciendo fotos y acercándome hasta donde nos dejaban los rangers.

Un pis y un rato después, y con hambre a pesar del olor, salimos hacia el lugar donde comeríamos; un lugar privilegiado: Un solitario árbol en el medio de la llanura, hogar habitual de un leopardo, pero que por suerte estaba deshabitado cuando llegamos. En la corteza había múltiples marcas de sus garras. También había, no muy lejos de donde comimos un no muy tranquilizados cadáver de ñu, del que ya casi solo quedaban los huesos. Sin pensar mucho en el leopardo, dimos cuenta de la comida y seguimos camino.

Por la tarde, lo más digno de mención fue aparte de nuestro primer león, en este caso leona verdaderamente cerca del camión (casi debajo), un amago de cruzar el río Mara por parte de un grupo de cientos de ñus. Estando cerca del río y observando el cadáver de un ñu en el agua junto a un enorme cocodrilo que esperaba paciente a comérselo, vimos que en la otra orilla se acercaba un enorme grupo de ñus, parte de la gran migración. Los ñus no se distinguen por su inteligencia ni por su poder de decisión, más bien destacarían por su cantidad. En nuestro caso y tras esperar más de media hora a que se decidiesen a cruzar, no hubo suerte y nos perdimos uno de los grandes espectáculos de la naturaleza africana.

La suerte nos compensó de camino al sitio del campamento de esa noche. Junto al camino vimos a dos leonas tumbadas junto a unos diez cachorros de león que nos miraban curiosos. Un montón de fotos después, seguimos camino al campamento y ya con el día "hecho" el camión aceleró la marcha. Aquí llegó uno de esos momentos especiales que ocurren en cada viaje y que sin ser nada muy especial, son de los primeros que recuerdas. Subidos en el chill out, sacando el cuerpo por el techo solar nos quedamos Silvia, la guía, un compañero de Barcelona con el que nos llevamos especialmente bien y yo. El camino por el que íbamos era una senda rodeada de vegetación donde abundaban gacelas, ñus, cebras, búfalos, elefantes, jirafas y numerosas aves; animales a cuya presencia ya estábamos acostumbrados. Lo especial del momento fue que, al ir en la parte de arriba y a una cierta velocidad, mirando hacia adelante daba la impresión de que volabas sobre un sitio idílico, impresión reforzada cuando alguna de las aves volaba a la vez que el camión, acompañandonos un trecho y luego alejándose. Los cuatro disfrutamos al máximo ese momento y al ir en la parte de arriba, fuimos los primeros en ver los nubarrones a los que nos estábamos acercando peligrosamente.

El sitio donde acampamos estaba junto a unos baños que constituían la única y olorosa construcción de los alrededores, pero que apreciamos igualmente. Una manada de búfalos nos vigilaba desde las cercanías con su mirada vacuna. Para hacerlo todo lo más rápido posible, ayudamos a montar el campamento, algo en lo que ya nos podíamos considerar expertos, mientras el resto de los chicos preparaba la cena. Aun así, apenas dio tiempo a terminar antes de que empezara a llover a mares y nos tuviéramos que refugiar en el camión. Chistes e historietas aparte, la guía nos comentó su preocupación sobre el estado de las carreteras ya que al día siguiente, llegaríamos a la frontera con Tanzania a través de una carretera que cuando llueve, se vuelve impracticable y que con otro grupo, también llovió y llegaron a destino a la noche del día siguiente. Todos echamos cuentas de que, teniendo en cuenta lo que llovía, la cosa prometía estar divertida. Un rato después, cenamos arroz bajo un improvisado sotechado que nos cubría solo en parte y nos fuimos cada pareja a su tienda. Yo me dormí pensando en que todo el mundo que conocía los dos países, comentaba que Tanzania era mucho más auténtico que Kenia y que les gustaba más. Teniendo en cuenta lo mucho que me estaba gustando Kenia, la cosa prometía.
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Imagen: Febles  Febles  15/11/2012 04:05   📚 Diarios de Febles
Felicidades por este diario!! He aprendido mucho de el.
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