Una primera aproximación a China en el 2012 ✏️ Blogs de ChinaViaje de 15 días visitando Beijing, Datong, Pingyao, Xia'n, Guilin, Yangshuo y Shanghai.Autor: Mint787 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (8 Votos) Índice del Diario: Una primera aproximación a China en el 2012
01: China 2012: Preparando el viaje
02: El itinerario
03: Llegando a Beijing
04: La Ciudad Prohibida
05: La Gran Muralla y la Zona Olímpica
06: Día de templos: Lamas, Confucio y Cielo
07: El Palacio de Verano
08: Datong: el monasterio colgante, la montaña de Heng Shan y las cuevas de Yungang
09: Pingyao, la ciudad medieval mejor conservada de China
10: Xian, el barrio musulmán y la Mezquita
11: De los Guerreros al baile colectivo en la calle
12: Parada en Guilin de camino a Yangshuo
13: El increíble escenario del río Li
14: El Espinazo del Dragón
15: Atardecer en el Bund
16: El mercadillo de falsas antigüedades de Dongtai
17: Día de compras, día de Seagull
18: Último día en Shanghai, últimas horas en China
19: Conclusiones a modo de epílogo
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Etapas 7 a 9, total 19
Hoy es nuestro último día en Beijing y lo hemos reservado para el Palacio de Verano. Desde nuestro hotel, llegar al Palacio de Verano supone un hora y dos transbordos hasta la parada de Beigongmen. En la misma estación hay una indicación que te encamina hacia el Palacio. Ya en la calle, caminas hacia la izquierda y a unos 200 metros se encuenta la entrada. Tras el obligado paso por taquilla -60 ¥- entramos en el recinto del Palacio. Compramos un mapa -dentro del parque son más baratos que los que ofrecen fuera- e iniciamos el recorrido. Cualquier cosa que se pueda decir sabría a poco. Si ayer el Templo del Cielo resultó una magnífica e inesperada sorpresa, el Palacio de Verano nos resulta absolutamente impresionante. Preciosos jardines, magníficos lagos y los recintos que todavía se conservan en buen estado –algunos han sido utilizados para instalar tiendas de recuerdos o puestos de comida, una lástima- no dejan de maravillarnos. Los diferentes edificios se encaraman por una colina que, al coronarla, nos dejará marcada para siempre en la retina la imagen de un gran lago surcado por multitud de barquitos y presidido por un enorme barco de piedra. Por 21 ¥ comemos frente al barco de piedra. Como viene siendo habitual, ignoramos la mayor parte de aquello que comemos, pero siempre está muy rico. Después de un largo y agradable paseo, salimos por la puerta este. Es la primera hora de la tarde y el sol pega con alevosía. Tras el correspondiente regateo, tomamos una especie de tuk-tuk o triciclo que, por 20 ¥, nos deja en la puerta del metro, en la estación de Xiyuan, ahorrándonos la caminata a pleno sol. La tarde la dedicamos a pasear por un hutong, verdadera esencia del viejo Beijing, y de nuevo, tal como nos prometimos en la primera visita, nos encaminamos hacia la zona de Quianmen, que esta vez exploramos un poquito más a fondo. En la avenida principal se encuentra uno de los más populares restaurantes de pato lacado o pequinés de todo Beijing. Imposible acceder a él. Todavía no son las siete de la tarde y ya está lleno a rebosar y repartidos todos los tiquets para horas posteriores. Como no queremos renunciar al pato, escogemos otro restaurante en una de las animadas calles adyacentes. No nos defrauda. Después de la buena cena, nos retiramos prontito porque al día siguiente partimos hacia Datong y nos espera un buen madrugón. Etapas 7 a 9, total 19
Hoy hemos de estar a las 5:15 en la terminal 3 de Capital Airport para coger el vuelo de Air China que sale a las 7:15 y que nos dejará en el aeropuerto de Datong a las 8:30. El check-out en el hotel es rápido y el taxi, que nos cuesta 130 ¥, circula velozmente por las calles solitarias y oscuras de Beijing que nos dicen adiós. Todo tiene una razón de ser. Hace muchos años vi un documental sobre el monasterio colgante de Datong y, desde ese día, se convirtió en uno de esos lugares que te impresionan de tal manera que no querrías morirte sin haberlos visitado. El viaje a China nos proporciona la ocasión. Además, relativamente cerca de Datong, están también los diversos monasterios que pueblan la montaña sagrada de Heng Shan y las cuevas de Yungang, que albergan 50.000 estatuas de Buda de todos los tamaños imaginables. Por cualquiera de las tres cosas habría valido la pena acercarnos hasta Datong. No tenemos demasiado tiempo –un día escaso-, por lo que, durante los preparativos del viaje, contratamos con China Absolute Tours International Inc. unos servicios que incluían un conductor y un guía que nos acompañarían durante todo el día para hacer posible nuestra visita, además de dos billetes de tren que utilizaríamos esa misma noche hacia nuestro próximo destino. El intercambio de correos lo hicimos en castellano y la visita a Datong no fue exactamente como esperábamos, sencillamente fue mejor. Nada más traspasar la puerta de recogida de equipajes nos estaban esperando May, que sería nuestra guía durante todo el día, y el Sr. Li, nuestro conductor. Sólo tenemos palabras de agradecimiento para ambos y un buen recuerdo que siempre perdurará. El Monasterio colgante dista unos 75 kilómetros de Datong. Desde el aeropuerto el trayecto dura algo más de una hora, pero el coche es cómodo y May, después de darnos los billetes de tren para la noche, nos ofrece una perfecta explicación de todo en un inglés impecable, no sin antes habernos ofrecido unos botellines de agua bien fresquita y unas toallitas refrescantes. En el trayecto, desde la carretera, tenemos ocasión de contemplar alguna aldea donde todavía viven en cuevas. Es una zona árida, de extrema pobreza. Sorprende constatar que el paisaje no difiere mucho de lo que ya en 1985 describía Paul Theroux en su magnífico En el gallo de hierro. Viajes en tren por China.
En su libro Theroux menciona una estadística oficial de la época que cifraba en 35 millones los chinos que vivían en cuevas, una cifra que, de hacer caso a la información que, en marzo del año pasado, publicaba Los Angeles Times, no ha cambiado sustancialmente en estos cerca de 30 años. Divisamos el Monasterio justo antes de que empiecen a llegar los autocares repletos de turistas y en el mismo momento en que el sol ilumina la ladera de la montaña, lo que sucede –por su especial orientación- durante apenas media hora cada día. La visita es impresionante y aún más cuando la consigues hacer prácticamente en solitario, mientras observas cómo se va acercando la multitud que transportan los numerosos autocares. A pesar de mi vértigo, consigo hacer el recorrido sin ningún problema. Definitivamente, impresiona más la visión del Monasterio que, una vez allá, el hecho de recorrerlo. Estoy feliz, es un sueño cumplido. Después de demorarnos un ratito tomando fotografías e intentando grabar en la retina la belleza del Monasterio, regresamos de nuevo al coche y nos dirigimos a visitar alguno de los templos y monasterios taoistas que están diseminados por la montaña sagrada de Heng Shan. La altura es impresionante y, en consecuencia, las vistas también lo son. Hacemos uso de algún que otro telesilla (mejor no acordarme de mi vértigo) y caminamos bastante en lo que resulta un indescriptible paseo por las montañas. El hambre aprieta y May nos conduce a un restaurante de carretera donde somos los únicos occidentales. Además de los consabidos platos de pollo picante – con cacahuetes- y ternera picante, comemos la especialidad local, los Kao lao lao. La región de Shanxi presume de tener los mejores fideos de toda China, los Kao lao lao se cuecen al vapor y se sirven en forma de panal de abejas. Vienen acompañados de diferentes salsas que, cómo no, pican. Es la primera vez que los disfrutamos, pero no será la única. Después de comer nos dirigimos a las cuevas de Yungang, aprovechando el trayecto para echar una cabezadita. Estamos cerca de Mongolia y el paisaje humano ha cambiado: muchos menos chinos Han y muchos más chinos de origen mongol. La carretera que conduce a las cuevas fue durante mucho tiempo la única carretera que conectaba con Mongolia y a ambos lados se dejan ver numerosas instalaciones del Ejército Popular. Si lo que hemos visto hasta ahora ha resultado impresionante, Yungang no desentona. Un excepcional complejo de miles de Budas excavados en la roca, de todos los tamaños y en diferentes estados de conservación. Sencillamente, espectacular. De regreso a Datong, el cielo parece estallar en lo que resulta una tormenta brutal. Como el tren hacia Pingyao, nuestro próximo destino, no sale hasta las 23:17 y el día, que había empezado antes de las 4 de la madrugada, ha resultado agotador, May nos ayuda a contratar una habitación por unas horas (240 ¥) en un hotel muy próximo a la estación. Descansamos -una ducha y unas pocas horas de sueño reparador- y nos disponemos a coger el tren nocturno que nos llevará a Pingyao. En el mismo andén nos despedimos de May -antes ya lo hemos hecho del Sr. Li-, que nos ha esperado mientras descansábamos en el hotel y ha querido acompañarnos hasta el último momento. Gracias. Etapas 7 a 9, total 19
El viaje hasta Pingyao dura siete horas. Al subir al tren, el revisor intercambia los billetes por unas tarjetas y te conduce hasta tu departamento que dispone de cuatro literas. Luego, cuando falta poco para llegar a tu destino, el revisor te despierta, te devuelve los billetes y te conduce hasta la puerta de salida. Después de haber leído mucho sobre los viajes en tren por China, éramos un mar de dudas respecto a lo que nos podíamos encontrar. Si el cuerpo aguanta –las literas no brillan por su comodidad-, es un asequible medio de transporte que, además, si viajas de noche, tiene la ventaja de ahorrarte una noche de hotel. Otra experiencia más. Una vez en la estación tomamos un tuk tuk que nos conduce hasta nuestro hotel, el Pingyao Yide Hotel . Situado justo al lado de la calle principal de Pingyao, Ming-qing, el hotel ocupa lo que fue la residencia de un comerciante. Todo el hotel conserva la atmósfera de la que está considerada la ciudad medieval mejor conservada de China. A las habitaciones se entra desde el patio y disponen de una genuina cama Kang. Después de desayunar, asearnos y descansar un poco en la habitación, salimos a pasear por Pingyao. El casco antiguo está rodeado por una muralla de 6 kilómetros de longitud y 12 metros de altura, con seis puertas y unas setenta torres. La Ciudad vieja de Pingyao fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1997. En la misma calle Ming-qing se puede adquirir un pase turístico que, por 150 ¥, te permite visitar unos 20 lugares de interés, templos y casas fundamentalmente. Lo mejor que se puede hacer es callejear sin rumbo, cualquier rincón merece la pena. Existen numerosos restaurantes donde poder volver a disfrutar de los Kao lao lao. De noche, la ciudad iluminada, sin olvidar los característicos farolillos rojos, ofrece una perspectiva diferente, pero igualmente encantadora. Etapas 7 a 9, total 19
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