Bajo el sol y la lluvia en Bruselas y Flandes ✏️ Blogs de Belgica

Por fin, tras unos años sin vacaciones, podemos hacer esta pequeñísima, pero preciosa escapada, a Flandes y Bruselas.

El día comenzó temprano para dejar el coche en el aeropuerto de larga estancia de la T4, por cierto muy recomendable, con reserva previa por internet cuesta 36€ los cuatro días y el servicio de ida y vuelta a la terminal funciona rápido y bien.

Tras un vuelo en Iberia, puntual y sin novedad alguna, llegamos a Bruselas. Desembarcamos rápido porque solo llevábamos equipaje de cabina y bajamos al nivel -1 para coger el tren a Gante. Pensábamos que la estación estaba más cerca, pero hay que andar bastante por dentro del aeropuerto, en principio siguiendo las indicaciones de salida. En el hall de la estación compramos el Rail-Pass que nos iba a llevar de una ciudad a otra, y de vuelta al aeropuerto al final del viaje. Por cierto que, al salir de la máquina expendedora, no se si por descuido nuestro o porque es así,nos salió en Neerlandés, pero vamos, no es complicado de cumplimentar.

Pasada algo más de una hora y tras parar en varias estaciones, incluidas todas las de Bruselas, llegábamos a Gante, que nos recibió bajo una lluvia fina pero constante. Dejamos las maletas en consigna y a coger el Tranvía nº 1 para ir al centro histórico. La estación está en obras, por lo que nos hicimos un pequeño lio para coger el tranvía: saliendo de la estación, de espaldas a la misma, a mano izquierda, en los bajos de un edificio moderno,paran tranvías y autobuses .

Tras un corto viaje en un tranvía verdaderamente atestado nos bajamos junto a la iglesia de S. Nicolás, que fue nustra primera visita

muy cerca de la casa de los albañiles



Tras visitar S. Nicolás, y bajo una lluvia no tan fina como al abandonar la estación, nos dirigimos a visitar el impresionante campanario pagando la correspondiente entrada, que da derecho a subir en ascensor que, casualmente, estaba estropeado, algo que no nos advirtieron al adquirir el ticket, y de lo que nos enteramos, a parte de porque no funcionaba, porque volvimos a la taquilla a preguntar. No obstante, en unos minutos se presentó un técnico que lo arreglo dando un fuerte golpe en la puerta, explicándonos que, si se volvía a parar, utilizáramos este "avanzado" método de reparación. Junto a la entrada, te dan una hoja explicativa plastificada en español que hay que devolver a la salida.

De la visita, en mi opinión, lo único que merece la pena es la panorámica de la ciudad desde arriba, pero en un día oscuro y lluvioso, como el que tuvimos nosotros, yo personalmente no la aconsejo.

Una vez abajo recorrimos la corta distancia hasta la catedral de S. Bavón, que merece una visita, precioso el retablo, las vidrieras y por su puesto el púlpito, en casi todas las catedrales e iglesias que visitamos en Flandes las vidrieras y los púlpitos, verdaderas obras maestras escultóricas, son muy bonitos. Allí entramos a la visita del cuadro del Cordero Místico de Hubert y su hermano Jan Van Eyck. He leído en algunos diarios que muchos viajeros no lo visitan, la verdad es que, como sucede con las más maravillosas obras de arte, es indefinible. Teníamos claro que tratariamos de contemplarlo, así lo hicimos, y desde luego no nos defraudo. La audioguía en español que, va incluida en el precio de la entrada, es un poco larga, porque al empezar la explicación de cada uno de los paneles tiene una breve introducción musical que lo retrasa bastante. El cuadro ha sufrido bastantes vicisitudes siendo robado varias veces, incluso aún, sigue sin aparecer un de los paneles robado en 1934 y que ha sido sustituido por una copia.

Tras una parada para echarnos al cuerpo la primera cervecita en Bélgica visitamos el Puente de S. Miguel y la iglesia del mismo nombre, ambas cosas son preciosas. La vista desde el puente es una de las imágenes tipicas de Gante con los muelles y sus bonitas casas a ambos lados del canal. Laiglesia no se queda atrás, sorprende la luz que entra en la misma a pesar de ser un día absolutamente oscuro.

Y justo al salir de la iglesia se operó el milagro, si bien no llegó a salir el sol, dejó de llover, lo que nos permitió dar un paseo de lo más agradable por esta preciosa ciudad recorriendo sus calles y rincones. Mención especial para los muelles del grano y de las hierbas, el barrio de Pathersol, la lonja de la carne y el pescado y en general, dejarse ir por toda la parte antigüa de Gante, por su puesto con paradas incluidas para tomar unas frites, unos bombones en la tienda de Leónidas que está al ladito del famoso cañon de color naranja y un servidor se atrevió incluso con unos caracoles de mar que hacen en una especie de caldo, para mi gusto con demasiada pimienta.

Aquí dejo algunos testimonios gráficos del paseo, como se puede ver hasta las casas que no son monumentos son muy bonitas. La otra imagen es de un elemento de transporte muy utilizado en Bélgica que pone de manifiesto en cuanto al tema del aparcamiento que "en todas partes cuecen habas"


Para finalizar pasamos por el castillo de Gravesen, del que solo visitamos el patio, y de vuelta a la estación en el mismo tranvía, el número 1, otra cervecita en uno de los bares de enfrente de esta haciendo tiempo hasta la salida del tren que nos llevaría a Bruselas.

El viaje hasta Bruselas, que dura unos 36 minutos, a mí se mi hizo interminable puesto que,el tren iba lleno hasta la bandera, por lo que tuve que viajar de pie en la zona de la entrada al vagón, donde, además, no hay aire acondicionado. Así fui hasta la estación Bruselas-Midi, donde al bajarse bastantes viajeros pude tomar asiento hasta Bruselas-Central que era nuestro destino. Desde allí salimos a la calle hasta la cercana boca de metro para ir hasta la parada de De Brouckere que está al ladito del hotel, solo fue una estación, pero con las maletas y algo de lluvia que empezaba a caer optamos por coger el metro, previo pago de dos bonos de 5 viajes cada uno que cuestan alrededor de 15€ los dos.

El hotel muy bien situado, el personal muy amable, enseguida estábamos instalados en una habitación bastante grande y cómoda, con un pequeño balcón que daba a la fachada principal del hotel.

Tras la reparadora ducha de rigor y situarnos en el plano de la ciudad nos dirigimos a la cercana zona de St Catherine (antiguo puerto de Bruselas) donde ya sabíamos que había bastantes restaurantes con precios variados. Parara esta primera ocasión, como no podía ser de otra forma, elegimos cazuelas de mejillones con patatas fritas, una en salsa de vino blanco, y la otra, muy recomendable, en una salsa de cilantro, lo que le da un sabor muy parecido al mojo verde que, también sirve para acompañar patatas, pero en este caso "papas arrugás". Todo muy rico acompañado, de una cerveza y una copa de vino. Exactamente nos costó 29€ acompañado de café e infusión. El postre lo tomaríamos unos minutos después en la famosa Gofrería que está al lado del Manenken-piss , espectaculares los Gofres, no la pequeña escultura, el mío era de chocolate con fresas.

A pesar de lo cansados que estábamos por el madrugón y la visita a Gante, no queríamos dejar de ver la Grand-Place por la noche que, la verdad también es muy bonita, aunque en mi opinión como mejor luce es con un sol radiante como el del que disfrutamos al día siguiente. Pasamos por la estatua de Everat, más correcto es decir por una réplica de la misma, puesto que deben estar restaurándola, no es de extrañar, porque como todo el mundo la toca estaba bastante desgastada.

Finalmente volvimos paseando a nuestro hotel pasando por delante del edificio de la Bolsa, también magnífico y que me recordó al congreso de los diputados en Madrid.

Así terminó nuestra primera etapa, al día siguiente nos esperaban los monumentos, edificios, iglesias, calles y parques de Bruselas, que bien merecen ser visitados y conocidos.

---

Nuestro segundo día amaneció despejad, y a pesar de lo temprano que nos levantamos ya avanzaba lo espléndido que sería.

Empezamos la jornada en el comedor de desayunos del hotel NH Atlanta, que está situado en la última planta y dispone de una terraza (lástima que a pesar de ser agosto, tan temprano hiciera frio lo que impedía desayunar en ella) con unas magníficas vistas de buena parte de edificios significativos de Bruselas y de los tejados de la ciudad. Que recuerde, se ve el Atomiun, la Basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg y el Palacio de Justicia. El buffet no está mal, escaso en cuanto a la variedad de frutas. Al ser un hotel tan frecuentado por españoles, en mi opinión falta jamón, por lo menos serrano, y un poquito de tomate rallado para untar en el pan con su correspondiente chorrito de aceite de oliva al que, por lo que veo, somos tan aficionados.

Nuestra primera visita iba a ser el museo del cómic, por ver el hall y comprar unas postales en tienda, llegamos un poco temprano y aprovechamos para hacer unas fotos en la plaza que está justo arriba de las escaleras donde hay algunos personajes de cómic y un peculiar contenedor en equilibrio.



Desde allí nos dirigimos a la Catedral de S. Miguel y Sta. Gúdula, como todas las iglesias que visitamos dispone de unas vidrieras maravillosas

Vista la catedral nos encaminamos hacia la Grand Place, para verla también de día, pasando de camino por las galerías St. Hubert y una plaza muy animada, cerca de la capilla de la Madeleine, con una especie de mercadillo donde estaba la estatua de este Señor
que recuerda vagamente a Valle Inclán.

La Grand Place en un día soleado luce en todo sus esplendor, con el sol reflejando en los detalles dorados de los edificios, tan habituales en muchas capitales europeas y yo diría que, inexistentes en las ciudades españolas. en la Grand Place pasamos bastante rato porque realmente lo merece e hicimos un buen número de fotos pongo algunas como muestra.

El ayuntamiento de Bruselas que, como luego comprobaríamos, rivaliza en belleza con el de Lovaina.
El museo de la ciudad

Y las fachadas de los edificios más antiguos de la plaza

Desde allí nos encaminamos a la zona del Mont des Arts donde subimos a contemplar las vistas de Bruselas desde la terraza del "archinombrado" en este foro, museo de los instrumentos musicales "Old England", cuyo nombre recuerda al de un campo de golf.

Muy cerca de este museo, en la place Royale, se encuentran: el museo Magrit, donde entramos a la tienda a comprar algún recuerdo, y la estatua de Godofredo de Bouillon, primer rey de Jerusalén. Es curiosa la historia de este noble que, abandono sus posesiones para marchar a las cruzadas junto con un grupo de fieles (supongo que fieles a la soldada que les pagaría Godofredo) llegando a ser Rey de Jerusalén. Aquí podemos ver su estatua. Al fondo imponente y magnífica se vislumbra la silueta del Palacio de Justicia de Bruselas, uno de los edificios que más me han impactado en Bruselas en particular y en el viaje en general.
En la furgoneta naranja que se ve en el ángulo inferior derecho de la imagen compramos una cerveza y una botella de agua. El sol calentaba de lo lindo.

Pero antes de llegar allí, visitamos Notre Dame du Sablon y frente a la misma, el pequeño y recoleto jardín del Peite Sablon. Tanto una como otro bien merecen una visita. La foto es de la iglesia tomada desde el parque, las pequeñas estatuas que coronan la verja de este representan a los 48 oficios medievales.


Tras descansar unos minutos en el pequeño jardín, nos encaminamos, siguiendo toda la avenida hacia el Palacio de Justicia, pasando por delante del museo real de bellas artes que, junto con el Magrit son alguna de las "cuentas pendientes" que nos hemos dejado en Bruselas para una próxima visita.
Para aficionados a la pintura decir que, a partir del doce de octubre habrá una exposición de Van der Weyden. Tras detenernos unos instantes para hacer unas fotos en el monumento a la infanteria belga, que se encuentra al lado del Palacio, nos encontramos frente al mismo, cubierto por lo que parecen ser unos sempiternos andamios, aunque no vimos que estuvieran realizando obra alguna. Desde allí cogimos el ascensor situado a la izquierda que comunica esta parte de la ciudad con el barrio de Les Marolles y que hace cómoda la bajada, ya que hay un desnivel bastante abrupto.


Allí dimos cuenta de un par de refrescantes cervezas en uno de los numerosos bares, en nuestro caso en el más cercano al ascensor, especializado en comida Thai que no probamos pero que, tenía muy buena pinta y donde servían raciones abundantes. Consejo útil, los servicios estaban muy limpios. Aplacada la sed tomamos el ascensor de nuevo para enfrentarnos a la visita del Palacio de Justicia.

La primera impresión es que es enorme, diríase que elefantiásico. Es uno de los edificios de piedra más grande del mundo, en su interior abunda el mármol y unas impresionantes estatuas decoran sus escaleras. En el hall bajo la inmensa y altísima cúpula se ubican un buen número de escritorios para que los abogados hablen con sus clientes y "descansen los turístas". Ya quisieran los juzgados de lo social de Madrid, gozar de un local, siquiera,parecido de lejos. Estuvimos un buen rato recorriendolo tratando de llegar a la cúpula, para lo que probamos con varios ascensores y entramos en oficinas donde había personas trabajando, quienes nos indicaron que desde hacía ya algún tiempo no se podía subir. Su historia y la de su arquitecto también es curiosa. Para llevarlo a cabo, se expropió una buena parte del barrio donde se ubica, de manera que, el nombre del arquitecto paso a ser un insulto entre los que perdieron su casa a la mayor gloria de la Justicia. Cualquiera de sus fachadas, si es la primera vez que se ve, podría pasar por la principal por lo grandioso de todas ellas. Aquí dejo alguna foto del interior y del exterior.


Analizandolo ahora creo que nos detuvimos demasiado tiempo en la visita del Palacio de Justicia, incluyendo el rato de las dos cervezas, y eso influyó en que se nos haya quedado alguna cosa pendiente en nuestra visita a Bruselas, pero quién sabe, el destino es a veces caprichoso e igual nos regala una nueva oportunidad de volver.

Desde allí caminamos hasta la estación de metro de Louise y directos a la de Heysel para realizar nuestra siguiente visita: El Atomiun, que era en nuestra particular "hoja de ruta", otra de las imprescindibles. A pesar de que, creo recordar era línea directa, son bastantes estaciones y a mí personalmente se me hizo largo el trayecto.

Eran casi las tres de la tarde cuando salíamos de la estación de Metro y aparecían ante nosotros las brillantísimas esferas del monumento al átomo construido para la exposición universal de 1958 con carácter temporal pero que, afortunadamente, se ha convertido en definitivo.


Pensábamos que por ser esa hora, encontraríamos poca gente, pero nada más lejos de la realidad, había una cola de gente considerable, que soportamos con bastante calor, hasta que pudimos acceder al que fuera en su día el ascensor más rápido del mundo que, en un suspiro nos depositó en la esfera más alta, también atestada de gente y con otro cola para bajar. Creiamos que, una vez allí ,se podía bajar andando para visitar el resto del monumento, pero nada de eso, otra cola para bajar a la entrada y a partir de ahí ,entre escaleras mecánicas (las más empinadas que he visto en mi vida) y escaleras normales (también muy empinadas) se puede visitar el resto que también tiene su interés. En algunos diarios he leído que no se recomendaba la visita, no puedo estar más en desacuerdo, las vistas al menos en un día claro y soleado, son increíbles: El Parque Laeken, el Pabellón de Exposiciones, Bruselas al fondo y el horizonte contemplado desde allí bien valen las incomodidades sufridas.


Una pareja de mejicanos con la que coincidimos en la cola de bajada nos preguntó si es que a los españoles nos hacían algún tipo de oferta para viajar a Bélgica, tal era la cantidad que estábamos allí, como anécdota señalar que coincidimos con tres chicas jóvenes, a las que volveríamos a ver en Brujas y posteriormente, aunque esta vez ellas no se dieron cuenta, las vimos bajar del tren en la estación de Gante.

Visto el Atomiun, tomamos una cerveza Kriek (la que tiene sabor a cereza) que me recordó a mi infancia, pues estoy seguro que algún jarabe consumido entonces tenía exactamente el mismo sabor.

De vuelta al metro, tras dilucidar, visto el retraso que llevábamos, si optábamos por adentrarnos en el cercano Parque Laeken o nos encaminábamos a visitar la basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg, finalmente optamos por esta última posibilidad. Desde aquí, mientras escribo estas líneas, no estoy seguro de que fuera la mejor decisión, pero que hacer...habremos de añadir el parque Laeken, la torre China, el pabellón japonés , el palacio real, los invernaderos etc. al archivo de visitas pendientes, junto con los museos que ya he mencionado y alguna cosa más que ya iremos contando.

Tras 6 estaciones de metro nos apeamos en Simonis, que es la parada más cercana a la Basílica del Sagrado Corazón, aún así, hasta que llegas a la basílica, hay una tiradita larga. Hasta que llegas al parque Elisabeth se camina por una acera, en este caso levantada y vallada por las obras, de manera que, vas como por un callejón. Aquí sufrimos un pequeño incidente, un individuo que salía de una de las casas a la acera me pegó un fuerte empujòn, pensé que me quería quitar la mochila, la verdad es que no se muy bien cual era su propósito, parece que, como íbamos por la acera justo a la altura de su puerta cuando pretendía salir le molestó o algo así, la cosa no paso a mayores y tras una buena caminata llegamos a la basílica, que al igual que el Palacio de Justicia es de unas dimensiones descomunales (la quinta iglesia más grande del mundo) y se puede ver desde muchos puntos de Bruselas. Lamentablemente eran más de las cinco de la tarde y no se podía subir a la terraza donde por fuerza, ya que está a una altura de 53 metros, se tienen que disfrutar de unas vistas espectaculares. Entramos al interior que realmente no es destacable más allá de la altura de la cúpula, en cuanto al exterior aquí dejo alguna foto, está realizada en estilo Art Decó y desde luego no deja indiferente, o te encanta o te parece bien fea.




Después de descansar unos instantes en el jardín que rodea la basílica, emprendimos otra vez la caminata hasta el metro. Esta vez nuestro destino era la estación de Merode, está sí al ladito del Arco del Triunfo de la que nos separaban 9 estaciones con transbordo en Arts-Loi.
El arco y los edificios anexos,, donde están el museo de automóviles y el de el ejército, son muy bonitos la verdad es que me alegro, a pesar de lo cansados que estábamos de haber hecho el esfuerzo de llegar hasta allí. Lamentablemente también por lo avanzado de la hora, y eso que aún no eran las 6 de la tarde no pudimos subir a la parte de arriba que seguro que también son unas vistas bonitas.


Otro descansito en el bonito parque y de nuevo al metro, esta vez lo cogimos en la estación de Schuman que no está muy lejos y desde allí directos en pocos minutos a De Brouckére que era la que quedaba junto a nuestro hotel. El coger aquí el mentro nos permitió ver el principio o el final, según se mire, del barrio europeo, del que no vimos nada más pero que dada nuestras limitaciones de tiempo tampoco entraba en nuestros planes visitarlo.

Después de este día agotador llegamos al hotel muertos de cansancio, así que, descansamos un poco hasta la hora de cenar y elegimos repetir, porque nos había gustado, y porque estaba muy cerca del hotel en la zona de Ste. Catherine aunque cambiamos de restaurante, que no de menú, porque como nos habían gustado y estábamos en Bruselas repetimos los mejillones con patatas fritas, esta vez acompañados de una tabla de quesos del país (muy ricos también) y unas copitas de vino blanco francés (que tampoco estaba mal) para despedirnos de Bruselas. El restaurante elegido fue L ´Achepot, muy recomendable está al lado de una pizzería que se llama la Pizzeta dei Latini que hace esquina y que también tenia buena pinta, pero nos apetecía comida belga. Decir que en esta zona hay turistas, pero también se veían lugareños, lo que suele ser buena señal.

Tras la cena nos retiramos a dormir directamente porque estábamos agotados del largo día recorriendo y disfrutando de Bruselas.

Al día siguiente nos esperaba Brujas, y yo estaba ansioso por conocerla, realmente tenía ganas de ir a Brujas desde que había visto, la muy recomendable película, "Escondidos en Brujas", cine negro y magnífica guía turística de la ciudad todo en uno.

---

Amaneció gris y lluvioso el día en que nos trasladábamos a Brujas. En el plan del viaje habíamos pensado en hacer una noche en Brujas, a pesar de que desde Bruselas está muy bien comunicado, con la idea de pasear por sus calles y cenar en algún restaurante chulo pasada la hora en la que se vacía de buen número de turistas que la visitan en el día, pero las cosas no salieron del todo como estaban planeadas.

Con una molesta lluvia cogimos el metro en la parada de al lado del hotel y nos dirigimos a la estación central tomar un tren que nos llevara a nuestro destino. Esperamos los minutos que faltaban en el andén en el que, según los horarios consultados en la web de los ferrocarriles belgas, y confirmado en los horarios que colgaban en la estación en esa especie de ventanas adosadas a columnas que los contienen, debía pasar, pero hete aquí que no lo hizo, tras unos minutos nos pusimos investigar y no había forma de enterarse de nada, lo habíamos leído bien. Algo pasó, porque finalmente cogimos otro posterior que llegó con bastantes minutos de retraso y había una gran aglomeración de gente en el andén. Pensamos que el nuestro lo cambiaron a la vía 5 y, distraídos con nuestra conversación o lo que fuera, y al decirlo en un idioma al que no estamos acostumbrados, igual no nos percatamos.

Tras el viaje, en el que no quitábamos ojo de las ventanillas por ver si a medida que nos acercábamos a destino aclaraba, desembarcamos en Brujas, con la mala suerte de que extraviamos el camino al hotel y finalmente optamos por coger un taxi, a cuyo conductor no le hizo mucha gracia llevarnos, porque resulta que, nuestro destino estaba a apenas 800 o 900 metros. Como compensación le dimos una propina generosa.

Las cosas no empezaban demasiado bien, porque aunque eran cerca de las 13:00 horas, no tenían habitación preparada para nosotros, y para colmo de males, la cafetería del hotel estaba cerrada, por lo que no pudimos tomar un café, o algo, antes de enfrentarnos de nuevo a la lluvia

El hotel NH Brugge no está lejos del centro histórico, pero tampoco es que esté al lado, por lo que, cuando llegamos a la Grote Mark, estábamos, a pesar de los paraguas y chubasqueros, completamente empapados. Tratamos de subir al Belford (campanario) pero la perspectiva de una interminable cola bajo la lluvia, junto con los efectos del cansancio del día anterior, que también hacían mella, nos hizo desistir.


De manera que, en un momento en que paró un poco la lluvía, aprovechamos para comer unas frites que compramos en uno de los dos puestos que se encuentran junto a la entrada del Belford y nos las comimos en unas gradas que habían puesto en el medio de la plaza, al lado de un escenario en el que ensayaba una orquesta, la tregua duró apenas cinco minutos, por lo que tuvimos que refugiarnos en los soportales de un edificio de la plaza.

Dando un paseo, bajo la lluvia, fuimos hasta la plaza del Burg y entramos en la basílica de la Santa Sangre, que estaba atestada de visitantes, supongo que muchos se refugiaban allí de la lluvia, nosotros también lo hicimos,puesto que, después de pasar por el estrado donde enseñan la reliquia, nos quedamos un rato allí sentados, contemplando las preciosas vidrieras, algunas con las imágenes de reyes de España como Felipe II, Juana la Loca etc y envueltos en el olor del incienso.


Salimos y seguimos paseando, siempre bajo los paraguas porque llovía muchísimo, como se puede ver en esta foto, es del muelle del Rosario, un sitio que siempre está lleno de gente, sin embargo, pudimos hacerla en absoluta soledad.


Las barcas que hacen los recorridos por los canales estaban atracadas en puerto, y cuando escampó unos minutos, así iban los intrépidos "marinos" que se subieron a las mismas.


Seguimos paseando, y viendo lo bonito que es Brujas, aunque siendo sincero, no debe ser lo mismo verlo así que con un sol brillante. Al menos el día que visitamos Gante, nos dio una tregua lo suficientemente larga para poder dar un buen paseo, pero aquí parecía que no iba a llegar nunca. Cansados, nos refugiamos en un acogedor café donde dimos buena cuenta de una ración de un apfelstrudel riquísimo, con un chocolate calentito y una cerveza, por cierto, aquí es donde primeramente probamos la cerveza local de Brujas, Zot, que nos gustó mucho. El impronunciable nombre del local es T. Schrijverke y está en la calle Gruuthusestraat 4 cerca de la iglesia de Nuestra Señora ,y a nosotros nos gustó bastante. De haber permanecido más tiempo en Brujas creo que, habría sido una buena opción para comer o cenar.
Dejo una foto del local, y ora de la iglesia de Nuestra Señora.



Después de reponer fuerzas parece que la cosa aplacó un poco, lo suficiente para no tener que sacar el paraguas y ni siquiera el chubasquero, incluso asomó algún tímido rayo de sol. Aprovechamos para comprar los recuerdos que íbamos a traer (chocolate y pastas de té) y para visitar el Minnewater y el Beaterio, del que no tengo ninguna foto, porque está prohibido hacerlas y quisimos ser respetuosos, ya que, todavía viven beatas, a las que pudimos escuchar como cantaban mientras recorríamos el conjunto de casitas blancas idénticas, distribuidas en torno a un jardín central con unos árboles altísimos y un cuidado césped. El Beaterio es muy bonito, precioso, y está magníficamente conservado. La verdad es que es un remanso de paz, y como con otras cosas que vimos ese día, lástima no poder verlo iluminado por un sol brillante. Al día siguiente tuvimos ocasión de visitar el de Lovaina que, actualmente es residencia de estudiantes. A mí me gustó más este último, sin embargo a mi novia, y fotógrafa oficial de esta pareja de viajeros, le gustó este de Brujas, más pequeño y recoleto.
Dejo una foto de la entrada.


La tarde iba cayendo y aprovechamos ese rato sin lluvia para hacer alguna foto de las calles de Brujas y volver a la plaza del Brug, porque las que habíamos hecho al estar el cielo tan cubierto no le hacían justicia.





Y finalmente, cansados y empapados, volvimos al hotel, donde hicimos uso de la tetera que había en la habitación para tomarnos unas infusiones, descansar y quitarnos la ropa mojada que, junto con algunas de las cosas de la mochila, aprovechamos para secar con el secador. Aquí decidimos, con pena la verdad, pero a la vista de que volvía a llover, renunciar a nuestro primitivo plan de salir a cenar y pasear por Brujas por la noche y cenamos, bastante bien por cierto, en el restaurante del Hotel, del que fuimos los únicos comensales. Como despedida dimos cuenta de unas cervezas de Brujas y unas copas de vino de Zaragoza (Campo de Borja) muy correcto la verdad. La comida abundante. Yo me incline por probar la Carbonade típica de Bélgica, ya que sería la última oportunidad de tomarla allí y me gustó mucho, me recordó a "las patatas con carne o estofado de ternera que hacía mi abuela".

Y enseguida a la cama, que estábamos muy cansados, pensando en que hacer al día siguiente: ver en mejores condiciones Brujas, si hacía buen tiempo, o ir a conocer Lovaina, que era en principio nuestra intención y que queda muy cerca del aeropuerto de Zaventem, desde donde bien entrada la tarde partiríamos, lo que nos daba margen para conocer esta nueva ciudad.

---