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Nuestro segundo día amaneció despejad, y a pesar de lo temprano que nos levantamos ya avanzaba lo espléndido que sería.
Empezamos la jornada en el comedor de desayunos del hotel NH Atlanta, que está situado en la última planta y dispone de una terraza (lástima que a pesar de ser agosto, tan temprano hiciera frio lo que impedía desayunar en ella) con unas magníficas vistas de buena parte de edificios significativos de Bruselas y de los tejados de la ciudad. Que recuerde, se ve el Atomiun, la Basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg y el Palacio de Justicia. El buffet no está mal, escaso en cuanto a la variedad de frutas. Al ser un hotel tan frecuentado por españoles, en mi opinión falta jamón, por lo menos serrano, y un poquito de tomate rallado para untar en el pan con su correspondiente chorrito de aceite de oliva al que, por lo que veo, somos tan aficionados.
Nuestra primera visita iba a ser el museo del cómic, por ver el hall y comprar unas postales en tienda, llegamos un poco temprano y aprovechamos para hacer unas fotos en la plaza que está justo arriba de las escaleras donde hay algunos personajes de cómic y un peculiar contenedor en equilibrio.
Desde allí nos dirigimos a la Catedral de S. Miguel y Sta. Gúdula, como todas las iglesias que visitamos dispone de unas vidrieras maravillosas
Vista la catedral nos encaminamos hacia la Grand Place, para verla también de día, pasando de camino por las galerías St. Hubert y una plaza muy animada, cerca de la capilla de la Madeleine, con una especie de mercadillo donde estaba la estatua de este Señor
que recuerda vagamente a Valle Inclán.
La Grand Place en un día soleado luce en todo sus esplendor, con el sol reflejando en los detalles dorados de los edificios, tan habituales en muchas capitales europeas y yo diría que, inexistentes en las ciudades españolas. en la Grand Place pasamos bastante rato porque realmente lo merece e hicimos un buen número de fotos pongo algunas como muestra.
El ayuntamiento de Bruselas que, como luego comprobaríamos, rivaliza en belleza con el de Lovaina.
El museo de la ciudad
Y las fachadas de los edificios más antiguos de la plaza
Desde allí nos encaminamos a la zona del Mont des Arts donde subimos a contemplar las vistas de Bruselas desde la terraza del "archinombrado" en este foro, museo de los instrumentos musicales "Old England", cuyo nombre recuerda al de un campo de golf.
Muy cerca de este museo, en la place Royale, se encuentran: el museo Magrit, donde entramos a la tienda a comprar algún recuerdo, y la estatua de Godofredo de Bouillon, primer rey de Jerusalén. Es curiosa la historia de este noble que, abandono sus posesiones para marchar a las cruzadas junto con un grupo de fieles (supongo que fieles a la soldada que les pagaría Godofredo) llegando a ser Rey de Jerusalén. Aquí podemos ver su estatua. Al fondo imponente y magnífica se vislumbra la silueta del Palacio de Justicia de Bruselas, uno de los edificios que más me han impactado en Bruselas en particular y en el viaje en general.
En la furgoneta naranja que se ve en el ángulo inferior derecho de la imagen compramos una cerveza y una botella de agua. El sol calentaba de lo lindo.
Pero antes de llegar allí, visitamos Notre Dame du Sablon y frente a la misma, el pequeño y recoleto jardín del Peite Sablon. Tanto una como otro bien merecen una visita. La foto es de la iglesia tomada desde el parque, las pequeñas estatuas que coronan la verja de este representan a los 48 oficios medievales.
Tras descansar unos minutos en el pequeño jardín, nos encaminamos, siguiendo toda la avenida hacia el Palacio de Justicia, pasando por delante del museo real de bellas artes que, junto con el Magrit son alguna de las "cuentas pendientes" que nos hemos dejado en Bruselas para una próxima visita.
Allí dimos cuenta de un par de refrescantes cervezas en uno de los numerosos bares, en nuestro caso en el más cercano al ascensor, especializado en comida Thai que no probamos pero que, tenía muy buena pinta y donde servían raciones abundantes. Consejo útil, los servicios estaban muy limpios. Aplacada la sed tomamos el ascensor de nuevo para enfrentarnos a la visita del Palacio de Justicia.
La primera impresión es que es enorme, diríase que elefantiásico. Es uno de los edificios de piedra más grande del mundo, en su interior abunda el mármol y unas impresionantes estatuas decoran sus escaleras. En el hall bajo la inmensa y altísima cúpula se ubican un buen número de escritorios para que los abogados hablen con sus clientes y "descansen los turístas". Ya quisieran los juzgados de lo social de Madrid, gozar de un local, siquiera,parecido de lejos. Estuvimos un buen rato recorriendolo tratando de llegar a la cúpula, para lo que probamos con varios ascensores y entramos en oficinas donde había personas trabajando, quienes nos indicaron que desde hacía ya algún tiempo no se podía subir. Su historia y la de su arquitecto también es curiosa. Para llevarlo a cabo, se expropió una buena parte del barrio donde se ubica, de manera que, el nombre del arquitecto paso a ser un insulto entre los que perdieron su casa a la mayor gloria de la Justicia. Cualquiera de sus fachadas, si es la primera vez que se ve, podría pasar por la principal por lo grandioso de todas ellas. Aquí dejo alguna foto del interior y del exterior.
Analizandolo ahora creo que nos detuvimos demasiado tiempo en la visita del Palacio de Justicia, incluyendo el rato de las dos cervezas, y eso influyó en que se nos haya quedado alguna cosa pendiente en nuestra visita a Bruselas, pero quién sabe, el destino es a veces caprichoso e igual nos regala una nueva oportunidad de volver.
Desde allí caminamos hasta la estación de metro de Louise y directos a la de Heysel para realizar nuestra siguiente visita: El Atomiun, que era en nuestra particular "hoja de ruta", otra de las imprescindibles. A pesar de que, creo recordar era línea directa, son bastantes estaciones y a mí personalmente se me hizo largo el trayecto.
Eran casi las tres de la tarde cuando salíamos de la estación de Metro y aparecían ante nosotros las brillantísimas esferas del monumento al átomo construido para la exposición universal de 1958 con carácter temporal pero que, afortunadamente, se ha convertido en definitivo.
Pensábamos que por ser esa hora, encontraríamos poca gente, pero nada más lejos de la realidad, había una cola de gente considerable, que soportamos con bastante calor, hasta que pudimos acceder al que fuera en su día el ascensor más rápido del mundo que, en un suspiro nos depositó en la esfera más alta, también atestada de gente y con otro cola para bajar. Creiamos que, una vez allí ,se podía bajar andando para visitar el resto del monumento, pero nada de eso, otra cola para bajar a la entrada y a partir de ahí ,entre escaleras mecánicas (las más empinadas que he visto en mi vida) y escaleras normales (también muy empinadas) se puede visitar el resto que también tiene su interés. En algunos diarios he leído que no se recomendaba la visita, no puedo estar más en desacuerdo, las vistas al menos en un día claro y soleado, son increíbles: El Parque Laeken, el Pabellón de Exposiciones, Bruselas al fondo y el horizonte contemplado desde allí bien valen las incomodidades sufridas.
Una pareja de mejicanos con la que coincidimos en la cola de bajada nos preguntó si es que a los españoles nos hacían algún tipo de oferta para viajar a Bélgica, tal era la cantidad que estábamos allí, como anécdota señalar que coincidimos con tres chicas jóvenes, a las que volveríamos a ver en Brujas y posteriormente, aunque esta vez ellas no se dieron cuenta, las vimos bajar del tren en la estación de Gante.
Visto el Atomiun, tomamos una cerveza Kriek (la que tiene sabor a cereza) que me recordó a mi infancia, pues estoy seguro que algún jarabe consumido entonces tenía exactamente el mismo sabor.
De vuelta al metro, tras dilucidar, visto el retraso que llevábamos, si optábamos por adentrarnos en el cercano Parque Laeken o nos encaminábamos a visitar la basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg, finalmente optamos por esta última posibilidad. Desde aquí, mientras escribo estas líneas, no estoy seguro de que fuera la mejor decisión, pero que hacer...habremos de añadir el parque Laeken, la torre China, el pabellón japonés , el palacio real, los invernaderos etc. al archivo de visitas pendientes, junto con los museos que ya he mencionado y alguna cosa más que ya iremos contando.
Tras 6 estaciones de metro nos apeamos en Simonis, que es la parada más cercana a la Basílica del Sagrado Corazón, aún así, hasta que llegas a la basílica, hay una tiradita larga. Hasta que llegas al parque Elisabeth se camina por una acera, en este caso levantada y vallada por las obras, de manera que, vas como por un callejón. Aquí sufrimos un pequeño incidente, un individuo que salía de una de las casas a la acera me pegó un fuerte empujòn, pensé que me quería quitar la mochila, la verdad es que no se muy bien cual era su propósito, parece que, como íbamos por la acera justo a la altura de su puerta cuando pretendía salir le molestó o algo así, la cosa no paso a mayores y tras una buena caminata llegamos a la basílica, que al igual que el Palacio de Justicia es de unas dimensiones descomunales (la quinta iglesia más grande del mundo) y se puede ver desde muchos puntos de Bruselas. Lamentablemente eran más de las cinco de la tarde y no se podía subir a la terraza donde por fuerza, ya que está a una altura de 53 metros, se tienen que disfrutar de unas vistas espectaculares. Entramos al interior que realmente no es destacable más allá de la altura de la cúpula, en cuanto al exterior aquí dejo alguna foto, está realizada en estilo Art Decó y desde luego no deja indiferente, o te encanta o te parece bien fea.
Después de descansar unos instantes en el jardín que rodea la basílica, emprendimos otra vez la caminata hasta el metro. Esta vez nuestro destino era la estación de Merode, está sí al ladito del Arco del Triunfo de la que nos separaban 9 estaciones con transbordo en Arts-Loi.
El arco y los edificios anexos,, donde están el museo de automóviles y el de el ejército, son muy bonitos la verdad es que me alegro, a pesar de lo cansados que estábamos de haber hecho el esfuerzo de llegar hasta allí. Lamentablemente también por lo avanzado de la hora, y eso que aún no eran las 6 de la tarde no pudimos subir a la parte de arriba que seguro que también son unas vistas bonitas.
Otro descansito en el bonito parque y de nuevo al metro, esta vez lo cogimos en la estación de Schuman que no está muy lejos y desde allí directos en pocos minutos a De Brouckére que era la que quedaba junto a nuestro hotel. El coger aquí el mentro nos permitió ver el principio o el final, según se mire, del barrio europeo, del que no vimos nada más pero que dada nuestras limitaciones de tiempo tampoco entraba en nuestros planes visitarlo.
Después de este día agotador llegamos al hotel muertos de cansancio, así que, descansamos un poco hasta la hora de cenar y elegimos repetir, porque nos había gustado, y porque estaba muy cerca del hotel en la zona de Ste. Catherine aunque cambiamos de restaurante, que no de menú, porque como nos habían gustado y estábamos en Bruselas repetimos los mejillones con patatas fritas, esta vez acompañados de una tabla de quesos del país (muy ricos también) y unas copitas de vino blanco francés (que tampoco estaba mal) para despedirnos de Bruselas. El restaurante elegido fue L ´Achepot, muy recomendable está al lado de una pizzería que se llama la Pizzeta dei Latini que hace esquina y que también tenia buena pinta, pero nos apetecía comida belga. Decir que en esta zona hay turistas, pero también se veían lugareños, lo que suele ser buena señal.
Tras la cena nos retiramos a dormir directamente porque estábamos agotados del largo día recorriendo y disfrutando de Bruselas.
Al día siguiente nos esperaba Brujas, y yo estaba ansioso por conocerla, realmente tenía ganas de ir a Brujas desde que había visto, la muy recomendable película, "Escondidos en Brujas", cine negro y magnífica guía turística de la ciudad todo en uno.
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