Esta vez no había que madrugar por lo que nos despertamos a eso de las 9 de la mañana, record absoluto de permanencia en la cama en nuestra gira alemana. Teníamos el tren sobre las 13 horas por lo que fuimos a desayunar al centro y allí coincidimos con dos españoles. Empezamos a tratar con ellos cuando uno nos oyó hablar y dijo: "joder, ya pensé que empezaba a entender el alemán". Eran un catalán y un canario que estaban aprendiendo alemán. Por lo que se ve, la colonia española en Bremen es bastante numerosa.
Hicimos un poco de tiempo hasta coger el tren y tras poco menos de una hora de tren, sobre las 14 horas ya estábamos en Hamburgo.
En el trayecto leímos lo que decía la guía sobre Hamburgo y sobre la zona de nuestro hotel, St. Pauli. Y las referencias nos asustaron un poco.
Hablaban de Hamburgo como una ciudad con muchas mafias, con el barrio de St Georg (situado tras la estación de tren) como centro de la delincuencia y tráfico de drogas.
Mencionaban a St. Pauli y la Reeperbahn como sitio turístico pero también como centro de la prostitución de Alemania. Leyendo todo esto, coges a la ciudad con un poco de cautela y no había ninguna necesidad de ello.
Bien es cierto que no pasamos por el barrio de St Georg, pero tanto el centro de Hamburgo, como St. Pauli y demás sitios que vimos en Hamburgo nos parecieron tan seguros como el resto de Alemania. La gente es más heterogénea que en otras zonas, eso sí.
Una vez en la Hauptbanhof cogimos un billete simple de tres paradas por 1,3 € y llegamos al Etap de St Pauli tras pasar por toda la Reeperbahn, de hecho el hotel está en la paralela a dicha calle y junto a otros hoteles como un Ibis y un Best Western si no recuerdo mal.
Nos dieron una habitación bastante buena. También había leído malas críticas del hotel y la verdad que cumplió más que de sobra para los 49 euros por noche que costaba. He de decir que cuando estuve mirando opciones de alojamiento Hamburgo era, con diferencia, la ciudad más cara de todas para pasar noche. Encontramos este y tenía una buena ducha (como en todos los alojamientos anteriores), una buena cama (incluso con una litera extra), televisión (lástima, sin TVE) y un buenísimo desayuno por apenas 6 euros por persona.
Para no variar, llegamos al hotel y prestos a ver la ciudad y a comer. Cogimos de nuevo otros billetes simples de tres paradas y nos plantamos en el centro.
En toda nuestra estancia en Hamburgo fue cuando peor comimos, pero no porque la comida fuera mala, sino porque ya no buscamos comida ni lugares típicos para las comidas. En esta primera comida localizamos una especie de centro comercial de restaurantes fast-food y comimos unas salchichas con patatas.
De postre nos deleitamos de nuevo con un delicioso apelstrudel, una especie de pastel de manzana riquíiiiiiisimo, pero ahí se acabó lo típico hasta el último día.
Por la tarde dimos un paseo por la milla de oro de Hamburgo, o al menos eso parecía. Se trataba de la calle Alter Wall, situada muy próxima al majestuoso ayuntamiento.
Gucci, Cartier, Ermenegildo Zegna, Louis Vuitton y otras marcas de lujo (incluida una tienda de Mango) iban jalonando toda la calle.
Luego nos acercamos a la zona del Alster. Dos riberas que confluyen en la calle Jungfernstieg y por las que dar un paseo con el buen tiempo que nos acompañaba (creo que era el primer día que pasábamos de 20 grados) es un plan excelente.
Y de allí ya nos volvimos a nuestro hotel de St. Pauli y a cenar. La cena fue una ensalada, unas patatas fritas y una hamburguesa que cogimos cogido a una cadena de fast-food bien conocida por todos y que nos llevamos a la habitación. Es algo que no comemos nunca, pero ese día nos apetecía...



