Aprovechando que el vuelo salía a mediodía, hicimos las maletas esa misma mañana y a las 12 ya estábamos en la nueva terminal del aeropuerto de Alicante facturando nuestra única maleta. Tras esto, aprovechamos para comer y embarcamos puntuales a las 14.10 (eso sí, tras ser sometidos al estricto control de Ryanair en lo que al tamaño de la maleta de mano se refiere). El viaje tranquilo, aunque un espectáculo de venta: tabaco sin humo, loterías, regalos, comidas… todo fríamente calculado para que cada 20 minutos algún mensaje de megafonía te despertase y no te dejase dormir. Tras casi dos horas, nos dispusimos a aterrizar.
Aquí mi primera sorpresa: desde el aire, Marrakech destacaba por su verde vegetación. Quizá cometí el error de pensar que si está en África, no habría vegetación. ¡Cuánto daño hacen las películas!
Aquí mi primera sorpresa: desde el aire, Marrakech destacaba por su verde vegetación. Quizá cometí el error de pensar que si está en África, no habría vegetación. ¡Cuánto daño hacen las películas!
Aterrizamos algo bruscamente (hasta hubo aplausos por parte de la gente al bajar) y entramos al aeropuerto de Marrakech. Éste es bastante pequeño, y apenas hay 8 puertas de embarque. Tras actualizar nuestra hora (en esta época del año es una hora menos, igual que en Canarias) rellenamos un formulario que te hacen cumplimentar con tus datos, dónde te alojas y los motivos del viaje, que obligatoriamente debes dar en el control de pasaportes. Aquí encontramos una cola impresionante que nos hizo estar parados casi una hora.
Documento que hay que cumplimentar al entrar y salir de Marruecos
Después de ser ya turistas “legales”, recogimos nuestra maleta que estaba viajando junto a otras en una de las cintas de equipaje donde no había nadie más para recoger las otras maletas. Salimos del aeropuerto (recogiendo un útil plano que un chaval repartía gratuitamente) y un chico joven nos estaba esperando en la puerta con un cartel indicando nuestro nombre y el hotel. Nos subió las maletas y en poco más de 15 minutos estábamos en el hotel. Como no habíamos cambiado, le di la propina en euros a lo que no puso ninguna objeción. En el hotel nos esperaba un guía que hablaba castellano que nos explicó como registrarnos en el hotel y nos ofreció otra excursión (además de las que teníamos contratadas) al Valle del Ourika. Aceptamos por 45 € cada uno con la comida incluida. También recibió su propina (algo a lo que nos tendríamos que ir acostumbrando). Subimos a la habitación donde otro señor nos subió nuestras maletas (propina después, como no).
La habitación bastante bien: decoración quizá un poco vieja y anticuada, pero parecía más o menos limpia, tranquila (daba a la piscina y no había ruido), un aseo adecuado… Como pega quizá decir que la TV tenía roto el tubo de imagen y veíamos todo en cualquier color menos en el suyo y las almohadas eran pequeñas piedras cubiertas por una funda de lo duras que eran, pero nada que pudiera fastidiarnos de momento las vacaciones.
Vistas desde la ventana
Imágenes de la habitación y el aseo
Decidimos investigar por nuestra cuenta e ir andando hasta la Plaza Jemma el Fna para comprobar cuanto tardábamos y el ambiente. Primera sorpresa: el tráfico en Marrakech puede ganar el título al peor del mundo. La polución es increíble y se nota el humo por cualquiera de las calles principales. Posiblemente esto sea debido a lo antiguo del parque automovilístico y a la ausencia de revisiones obligatorias (como la ITV) y, por tanto, de la contaminación ambiental que provocan. Además, no se respetan los carriles, no se respetan los pasos de cebra, no se respetan las señales… vamos, que se trata de intentar cruzar cuando pueda, por donde puedas, corriendo, y esperando hacerlo con suerte. Para colmo, además de los coches, incontables motos recorren Marrakech, tanto por asfalto como por las mismas ceras, plazas… vamos, que se trata de intentar que no te pille un coche al cruzar ni una moto al andar. Pero te acabas acostumbrando.
Ejemplo de gente cruzando por un paso de cebra aunque los vehículos no paren
Por otro lado, en muchos pasos de cebra, tan sólo existe un semáforo para peatones en uno de los lados, por lo que si tienes la mala suerte de que enfrente tuyo no haya semáforo, tendrás que estar girándote continuamente hasta que el de tu lado esté verde y te deje pasar. ¡Ojo!, del verde al rojo no parpadea, por lo que no os fiéis que de repente cambia el color y te toca correr.
Ejemplo donde sólo vemos un semáforo en uno de los lados del paso de cebra
En unos 30 minutos de peripecias estábamos en la Koutubia. Mezquita construida en el s. XII por Yacoub el Mansour y reconstruida en el s. XVIII, sirve como punto de referencia al ser el edificio más alto de Marrakech con 77 metros. Sirvió de inspiración para la Giralda de Sevilla, de ahí su tremendo parecido. Tras ella se encuentra un jardín más pequeño de lo que indica el plano, pero con interesantes vistas de la Koutubia. Junto a ésta encontramos la tumba de Fatima Zohra, hija de un jefe religioso del s. XVII que, según la leyenda, de día era una mujer y de noche se convertía en una paloma blanca. La leyenda perdura y también la creencia en sus virtudes protectoras. Por eso, algunas mujeres todavía acuden a ofrecer a sus hijos a la tumba de la difunta.
Koutubia
De aquí, decidimos aventurarnos a la famosa Plaza Jemma el Fna (“reunión de los muertos” pues se dice que en ella se ejecutaban a los condenados antiguamente). Esta plaza fue declarada en el año 2001 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Aún eran las 6 de la tarde y el bullicio no había empezado. Sin embargo, ya estaba a rebosar: encantadores de serpientes, monos, aguadores, zumos de naranja, repostería… Como sabíamos que los turistas son acechados, intentamos que no se nos notara mucho y paseamos sin pararnos detenidamente en nada. Muchos se acercaban, pero tan sólo decías que no y la mayoría te dejaba tranquilo.
Plaza Jemma el Fna
Puestos de zumos de naranja (a 4 DH)
Tras dar unas cuantas vueltas, decidimos entrar de lleno en los zocos (souks). Aquí descubrimos un espectáculo difícil de describir: hay que estar allí para vivirlo. Cientos y cientos de tiendas apiñadas unas junto a otras donde te vendían bolsos, chaquetas, babuchas, cojines, telas, ropas, especias, lámparas, figuras de madera… y cientos y cientos de objetos más. Aquí tienes que intentar caminar sin pararte mucho pues todos estarían encantados de invitarte a entrar en su tienda “sólo para mirar”, “gratis”, “sin compromiso”… pero siempre buscan algo más, no lo dudéis. Si os gusta regatear, es vuestro paraíso. Si no (como es mi caso) más bien un poco infierno, pero se lleva bien…
Zocos
Salimos de los zocos por su extremo norte llegando a la Mezquita y Madrasa de Ben Youseff. Ésta última, construida en el s. XIV, era donde los estudiantes aprendían de memoria el Corán. Su minarete de 40 metros se distingue por sus cerámicas verdes luminosas. Junto a ella encontramos la cúpula de Ba’adiyn, último reducto almorávide construido en el s. XII.
Cúpula de Ba’adiyn
Desde aquí, volvimos a la plaza hasta el Café de France donde subimos a su terraza panorámica para tomarnos un típico té a la menta (30 DH). Desde aquí, y siendo las 7 de la tarde, se puede contemplar uno de los mejores espectáculos que te puede ofrecer Marrakech: como a la caída del sol la plaza se llena de puestos de comida y cientos y cientos de personas rodeando a los cuenta-cuentos, restaurantes, vendedores de cualquier cosa… Y todo, mientras se escucha desde la Koutubia y otras mezquitas cercanas la llamada a la oración. Eso sí, tened en cuenta que al caer la noche las temperaturas bajan y una chaqueta y algún pañuelo para el cuello vendrán muy bien.
Plaza al atardecer y cuentacuentos rodeado de curiosos
Curioso juego de habilidad: hay que hacer coincidir la pequeña rueda del extremo con el cuello de la botella. Nadie lo hizo delante de nosotros... salvo el dueño, claro.
Tras esto, decidimos acercarnos a un restaurante de la misma plaza conocido como Argana, donde cenamos en una de sus terrazas panorámicas. Pedimos tajín de pollo(carne en un típico cuenco de barro hecha sobre las brasas y con verdura) y un cuscús con verduras, y agua de 1’5 l. para beber. Todo por 135 DH entre los dos. Hay que decir que la comida estaba muy buena.
Imagen de la plaza tomada desde el restaurante Argana
Tajín de pollo y Cuscús con verduras
Decidimos volver a casa y, nada más salir de la plaza, decenas de taxistas se ofrecían amablemente a llevarnos al hotel por un módico precio. Como hacía frío y estábamos cansados, nos acercamos a uno de ellos y, de 60 DH que nos pedía al principio, no subimos de 30 DH, a lo cual se negó al principio, pero tras dar unos pasos, nos pitó y aceptó. Comprobamos como dentro de un coche la seguridad vial no mejora: pitidos cada vez que un coche se paraba más de 1 milésima de segundo, adelantamientos por cualquier lado, acelerones continuos… pero el conductor fue muy simpático todo el rato y nos fue explicando lo que íbamos viendo. Al final, en la puerta del hotel decidí darle 40 DH (en el fondo soy demasiado blando…).
Tras este largo día, tocaba ir a dormir para aprovechar de lleno la mañana. Sin embargo, antes de las 00:00 nos llaman por teléfono a la habitación dándonos un tremendo susto, para decirnos que el día siguiente haríamos la excursión al Valle del Ourika en lugar de la del palmeral, que pasaba al día siguiente. Por nosotros perfecto, pero el susto fue importante porque ya estábamos casi durmiendo...