Después de nuestra primera noche en el Dormy Inn de Kumamoto, a la mañana siguiente tocaba excursión de nuevo, esta vez a Kagoshima, una de las ciudades más al sur de la isla Kyushu y cuyo principal atractivo es el volcán Sakurajima, uno de los más activos de Japón. Tanto, que en la erupción de 1914 pasó de ser una isla frente a Kagoshima a una península, de la cantidad de lava que salió.
El shinkansen desde Kumamoto tarda poquito, menos de una hora, y estábamos matados del día anterior, así que decidimos dormir un poco más de lo normal y llegamos a Kagoshima sobre las 11. Sabíamos que lo que nos interesaba estaba todo en la isla (perdón, península) del volcán, pero no teníamos muy claro cómo hacer la visita porque no habíamos encontrado mucha información en Internet sobre los autobuses turísticos. La otra opción era alquilar un coche, pero nos daba más pereza, así que nada más llegar a la estación de Kagoshima nos fuimos derechitos a información turística para que nos aconsejaran. La chica que nos atendió fue encantadora y nos ayudó muchísimo. Le preguntamos por los buses y por el plan estrella del día, el onsen Furusato, un onsen privado (es de un hotel) junto al mar bajo la sombra del volcán. Nos dio horarios de buses y nos dijo que el onsen estaba cerrado ese día, pero insistimos un poco y llamó al hotel para ver si podíamos entrar por la tarde porque le contamos que nos volvíamos a Kumamoto ese mismo día, y que nos hacía mucha ilusión visitarlo. Consiguió que nos “colaran” a las 5 de la tarde, la chica majísima, nos organizó todo el día, el bus, la recogida de la gente del hotel… genial.
El bus turístico nos costó ¥1700 por barba, pero es la única forma de ver la isla en poco tiempo sin coche propio. Hay dos al día, uno a primera hora que obviamente no llegábamos y otro por la tarde, que es el que íbamos a coger. Creo recordar que salía a eso de las 14:15 del puerto de Sakurajima (también podías cogerlo en la estación de tren de Kagoshima pero era bastante más caro y como nos quedaba bastante tiempo decidimos ir por nuestra cuenta hasta Sakurajima). Para llegar desde la estación de shinkansen (Kagoshima Chuo) hasta el puerto y coger el ferry que nos llevaría a la isla (perdón, península!!) cogimos un tren local cubierto por el JRP que nos dejó en Kagoshima Station, y desde ahí son 10 minutos andando hasta el puerto. El ferry cuesta sólo ¥150 por persona y tarda muy poquito, y ahí tuvimos nuestro primer encuentro con el volcán:
Como veis, el día no estaba soleado precisamente, y hacía bastante fresco, pero por suerte no nos llovió. Al llegar a Sakurajima todavía nos sobraba mucho tiempo hasta que nos recogiera el bus, así que nos fuimos a buscar un sitio para comer. Nos costó más de lo esperado, pero finalmente dimos con un restaurante que también tenía tienda de productos locales, y comimos estupendamente por ¥1500.
Por fin llegó la hora de montarnos en el bus, y muy puntual nos recogió en la parada del puerto de Sakurajima. Venía con bastante gente ya, que se habían montado en Kagoshima, y eran casi todos japoneses (los únicos no japoneses era un pareja que se montó como nosotros en Sakurajima). Aunque la guía chapurreaba algo de inglés, el tour era en japonés, y nos dieron un cuadernillo con las descripciones de los sitios en inglés. La excursión duraba unas dos horas y daba la vuelta a la isla, enseñándote los sitios más característicos. Eso sí, tened en cuenta que está prohibido subir a los cráteres, así que todo se ve desde abajo. La primera parada es un mirador llamado Yunohira, desde donde hay una bonita vista de los tres cráteres que forman Sakurajima:
Desde Yunohira nos llevaron al buried torii, un torii que en la erupción de 1914 quedó sepultado por la lava y decidieron dejarlo así a modo de recordatorio. Lo vimos desde el bus, sin bajarnos, pero pudimos hacer una foto:
A todo esto, por el camino nos iban contando cosas (bueno, nosotros las leíamos) sobre la isla, las erupciones, y los productos típicos: las mandarinas (las más pequeñas de Japón) y los daikon o rábanos (los más grandes de Japón). Hay que ver cómo les gustan a los japoneses los rankings… La siguiente parada fue precisamente una tiendecita de productos típicos donde pudimos degustar, entre otras cosas, el famoso daikon encurtido, cortado en láminas y metido en una especie de vinagre, muy rico. Compramos una bolsa de “sweet potato chips”, parecido a unas patatas fritas pero que en lugar de patatas son con boniato. En la parte trasera de la tienda tenían su propia versión del torii enterrado, que era bastante más bonito que el original por las vistas que tenía detrás:
La última parada era otro mirador, el observatorio de lava Arimura, donde pudimos probar un delicioso zumo de mandarinas de la isla por ¥300. Desde aquí se tiene la vista más cercana al volcán, y también se ve bien la zona por donde la erupción del 14 formó el istmo que convirtió a la isla en península.
Con esto terminaba nuestro tour. De camino al puerto, donde nos bajaríamos del bus, la guía se puso a cantar una canción tradicional japonesa, y a nosotros nos entró la risa más tonta del mundo porque la pobre lo hacía francamente mal, pero debía pensar que lo estaba haciendo estupendamente. O será que no fuimos capaces de apreciarlo, no sé… el caso es que fue uno de los momentazos del viaje.
Una vez terminado el tour, nos quedaba el plan estrella del día: el onsen Furusato. Este onsen es en realidad una combinación de onsen y santuario situado en un pequeño acantilado junto al mar. El hecho de que haya un altar dentro del propio onsen hace que esté prohibido bañarse desnudo, de modo que se entra con un yukata de algodón blanco que te proporcionan allí mismo, y lo mejor de todo es que es mixto. Hay pocos onsen mixtos en Japón, pero hay menos aún onsen mixtos donde no haya que ir desnudo (no sé si habrá alguno más aparte de este). Así que después de ver alguna foto en internet y de enterarme de que era mixto, se convirtió automáticamente en visita obligada en Sakurajima.
Como dije antes, en realidad se trata de un hotel, pero puedes entrar al onsen si vas de visita. Cuesta ¥1050 por persona y merece mucho la pena. La gente del hotel es muy amable y ofrecen transporte gratuito desde el puerto, así que según nos bajamos del bus nos montamos en la furgoneta que la chica de información turística había organizado para nosotros esa mañana. El hotel está como a 15 minutos en coche del puerto. Una vez allí, te dan el yukata y te explican cómo funcionan las taquillas, y al agua!! Yo salí del vestuario con la cámara en la mano dispuesta a hacer fotos, y cuando llegué al onsen había una señora en el agua que nada más verme con la cámara salió corriendo hacia mí. Yo pensé que era para pedirme que no le hiciera fotos a ella o algo, pero no, qué va! Era para hacerme una foto a mí sin que yo lo pidiera!! Una señora majísima, chapurreando inglés, que nos hizo un par de fotos amablemente. Después de la sesión de fotos ya pudimos disfrutar del agua calentita, de las vistas y del lugar tan impresionante donde estábamos:
Como os decía, el onsen tiene un altar dentro, y hay un árbol de más de 200 años junto al altar que tiene las raíces por encima del agua, de forma que puedes bañarte literalmente debajo de un árbol… increíble!
Tuvimos suerte porque había poca gente. Después de un buen rato a remojo, volvimos a la realidad, ducha y de nuevo al puerto (nos llevaron los del hotel otra vez), ferry a Kagoshima y tren a Kumamoto, deshaciendo el camino de por la mañana. En Kumamoto cenamos en un restaurante especializado en gyoza, se llama Ninoni y cenamos de muerte (¥2620). Con esto agotamos nuestro JRP y casi casi nuestro viaje, puesto que sólo nos quedaban un par de días en Kumamoto…