Jueves, 21 de abril de 2011 ✏️ Diarios de Viajes de ItaliaEl plan para hoy es Cefalú, con alguna parada por el camino (Mondello, Monreale, Palermo, Bagheria). Pero como ayer se nos quedó Selinunte en el bolsillo decidimos recorrer los 100 km hacia el sur y eliminar Cefalú de nuestros planes, lo dejamos...Diario: MILÁN Y SICILIA 16 AL 24 DE ABRIL DE 2011⭐ Puntos: 3 (2 Votos) Etapas: 12 Localización: ItaliaEl plan para hoy es Cefalú, con alguna parada por el camino (Mondello, Monreale, Palermo, Bagheria). Pero como ayer se nos quedó Selinunte en el bolsillo decidimos recorrer los 100 km hacia el sur y eliminar Cefalú de nuestros planes, lo dejamos para la próxima vez que vayamos a Sicilia a visitar la parte este (esta excursión era comodín, es decir, la que suprimiríamos en caso de programa-más-que-ajustado, como ha sido el caso). Nuestra parada para comprar el delicioso pan en la panadería habitual, la chica ya me conoce y me regala cada día un par de panecillos. Hoy no hemos traído embutido, pero el pan es que nos lo comemos solo por lo bueno que está. Bajamos otra vez hasta Selinunte, ahora el GPS nos lleva directo. Igual que en el Valle de los Templos, este yacimiento también se divide en dos partes que se visitan con la misma entrada. Compramos la entrada (6€, como siempre) y visitamos los templos de la zona oriental. Mostramos el ticket a unas señoras sentadas en una mesa a unos 10 metros de distancia. Vamos, que podíamos haberlas mostrado cualquier papel tamaño tarjeta de visita, que no se habrían enterado. En esta zona destacan tres templos, uno muy bien conservado el E, posiblemente dedicado a Hera, a cuyo interior se puede acceder. Junto a este hay un segundo templo en ruinas pero todo muy recogidito, el F, posiblemente dedicado a Atenea. Aunque el más impresionante es el último, el G, posiblemente dedicado a Efebo, también un montón de escombros pero de un tamaño descomunal. Se considera el templo griego dórico más grande jamás construido. Nunca se terminó. De hecho las columnas cuyos restos aún esperan en Cueva Cusa a ser traídos a Selinunte eran para este templo. ¡Qué oscura historia de luchas entre pueblos dejaron las enormes columnas perfectamente visibles esparcidas por el suelo! Algunas de ellas se pueden seguir desde el tambor sobre el suelo hasta el capitel, como longanizas cortadas en lonchas. Para abrazar totalmente el contorno de las columnas hacen falta por lo menos seis personas de buena envergadura. Las lagartijas y lagartos verde fosforito…¡cómo se mimetizan!, te crees que estás viendo el suelo, das un paso y parece que se mueve, son estos pequeños reptiles que corren despavoridos a nuestro paso en todas direcciones, los hay a cientos. Llevamos viéndolos desde que llegamos. Volvemos al aparcamiento y preguntamos al de la barrera. Nos dice que podemos pasar con el coche para visitar la acrópolis, en la colina frente a la de los templos, le enseñamos los tickets desde el coche. La misma situación de la otra zona, cualquier papel del tamaño de una tarjeta de visita habría servido. Llegamos al aparcamiento y dejamos el coche, vemos las murallas, los templos A y O (posiblemente dedicados a los Dioscuros Cástor y Pólux), el templo C, andamiado en estos momentos, las dos calles principales a una de las cuales se abren numerosas tiendas en buen estado de conservación, restos de la ciudad fenicia…Es increíble la poca gente que hay. Buena playa a los pies de la ciudad pero superamos la tentación del baño, tenemos otros 100 km hasta Monreale y Palermo. En este complejo arqueológico hay un trenecito que recorre el recinto, pero no hace paradas, 6€/persona, nosotros hemos preferido el placer de andar entre las ruinas. El camino (repetido) hacia el norte, hacia Monreale, atravesando una muralla moderna impenetrable: el tráfico de Palermo. Llegamos a Monreale sin más problemas que la lentitud que nos impone el tráfico palermitano. Cuidado que a la subida te van indicando un aparcamiento de pago, pero buscando un poco se encuentra sitio gratis, y la ciudad no es muy grande con lo que se llega enseguida a la catedral. Otra opción es coger el autobús 389 en Palermo, nosotros no lo tomamos, pero nos cruzamos con él. Encontramos aparcamiento y visitamos la catedral de estilo normando… también impresionante. No todo van a ser templos griegos y arqueología. Pero parece que todos los turistas de Sicilia están aquí. La verdad es que no me extraña, merece la pena por ver la sucesión sin fin de mosaicos sobre fondos dorados, con su iconografía Bíblica y su gigante Pantocrátor bendiciendo a los fieles. La entrada a la catedral es gratuita pero para el claustro son 6€. Mi chico dice que lo cree excesivo, así que no entramos. Compramos algunos souvenirs en la tienda que hay dentro del precioso pórtico de la catedral: un dedal para mi colección, una cruz para mi amigo Sukko y la postal para Mari Carmen, no tienen sello así que nos pasará como otras veces, que arrastraremos la postal a lo largo del viaje hasta que encontremos un sitio donde poder comprarlo… luego la llega después de nuestra vuelta. Curioseo los puestecillos que venden recuerdos en la plaza pero no me gusta lo que ofrecen, estoy segura de que es todo “made in China”. Frente a la catedral hay una tienda en la que un artesano hace cuadros de mosaico… por desgracia tan delicado trabajo es muy caro. Viendo a este artesano componer un mosaico del tamaño de una cuartilla con teselas milimétricas, se valora mucho más el espectacular trabajo que hicieron aquellos que cubrieron la enorme superficie de las bóvedas, arcos y muros de la catedral. De camino al coche, buscamos un sitio para comer-merendar-cenar pero está todo cerrado, así que montamos en “la machina” y nos dirigimos a Palermo, a estas horas ya no tenemos esperanzas de que haya nada abierto para visitar, la intención es buscar dónde cenar y ver dos o tres cosillas que son exteriores (Fontana Pretoria, Quattro Canti, el patio de la catedral, Porta Nuova…). Aparcamos justo en la puerta del Palazzo dei Normanni (delante de la garita con el vigilante del Palazzo) y lo vemos desde fuera, bajamos la Via Vittorio Emanuele hacia los Quattro Canti. Pero para nuestra sorpresa (agradable) justo al pasar la Piazza Vittoria, a la izquierda pasamos por la catedral, y nos la encontramos abierta. Vamos para adentro corriendo antes de que la cierren, ya haremos las fotos del exterior. Nos decepciona mucho, yo pensaba también en delicados mosaicos, pero no, es el resultado de una restauración entre el barroco y el neoclásico. Cuando ya vamos a salir entra el obispo, o cardenal… nunca he distinguido la parafernalia clerical, rodeado por numerosos sacerdotes y empieza la misa. Para ser el obispo no ha llenado precisamente, poco poder de convocatoria… ¿dónde están los palermitanos? La respuesta, próximamente. Nos entretenemos en el patio haciendo fotos de la ecléctica fachada con un fabuloso pórtico de estilo catalán. Continuamos por la avenida hacia los Quattro Canti: foto 1, foto 2, foto 3, foto 4… Y la barroca iglesia San Giuseppe dei Teatini, sobre la que se apoya uno de los Quattro Canti está abierta. Pues ¡hala! P’á dentro, antes de que cierren. Aunque es mucho más oscura que la catedral me da la sensación de más amplitud. Curioso. Una mujer está sentada en una silla, rezando. Pasa un melenudo, tipo “Mojínos Escocíos”, y bromea con ella… Después le vemos en el altar… es el cura. ¡Toma ya: el párroco rockero! Saliendo por el lateral, la plaza Pretoria con la “Fuente Pretoria” o de la “Vergüenza” por la desnudez y picardía en la postura de las ninfas y dioses. La rodean dos iglesias y dos palacios. Aunque el estado no parece muy bueno por las humedades, la contaminación, el tiempo, la guerra y la falta de mimos, el esplendor de sus mejores tiempos aún se puede adivinar. Ahora sí, a comer-merendar-cenar. La tarde ya casi es noche y por la Via Vittorio Emanuele buscamos donde comer algo y un baño con una cierta urgencia. Pasamos por otra iglesia, el “Santísimo Salvador”, y también la visitamos. Está engalanada con telas blancas y moradas… Es justamente en ese momento cuando me doy cuenta de un detalle en el que no habíamos caído. Hoy es Jueves Santo y esta noche hay vigilia en TODAS las iglesias. Esto significa que nos encontramos con un día, perdón, noche de “puertas abiertas”. Justo enfrente, en la primera planta hay una pizzería de sencilla decoración (Ristorante Pizzeria Al Santa Caterina di Paraino Camela, C.le S. Caterina, 1), enorme y vacía, toda para nosotros. Nos intentan poner junto al balcón pero con las puertas abiertas y ya casi de noche, hace un poco de fresco y elegimos otra mesa. Una guiri se asoma por la puerta y como ve un restaurante con varios salones pero solos nosotros como clientes nos pregunta si es un buen restaurante a lo que contestamos que es la primera vez que vamos. Así que se marcha. Peor para ella porque… estamos en Sicilia… aquí se come bien en todas partes… en eso, los italianos son como los españoles. Mientras cenamos escuchamos música de banda, salgo al balcón para ver de nuevo al obispo… o quienquiera que sea que se acerca, bajo palio, y escoltado por una banda y numerosas personas a la iglesia que está enfrente del restaurante. La gente empieza a entrar en la pizzería, tanto extranjeros como locales. Unas inglesas se acomodan en el balcón… ¡qué valor! Estamos seguros de que a pesar de lo grande que es y la sucesión de vacíos salones se terminará llenando. Efectivamente, buena comida: antipasti, la tercera pizza (otra vez “Quattro formaggi”) para mi chico que está encantado con ella porque dice que se la han cargado bien de queso, esta vez yo me decanto por probar la exquisita pasta y me pido unos Tagliatele con no se qué… pero ricos ricos. Al final la cena son 43,50€ con vino blanco y postre. Después de pagar nos marchamos, volvemos sobre nuestros pasos por la avenida de Vittorio Emanuele. Al llegar a los Quattro Canti, nos desviamos a la izquierda, de nuevo a la Piazza Pretoria. Para nuestra sorpresa, la Chiesa di Santa Caterina, que según las fotocopias que tenemos permanece cerrada todo el año excepto el día de su santa, el 25 de noviembre, está abierta, el acceso se hace por la Piazza Bellini, a la que también dan las iglesias Santa Maria dell Ammiragliato (La Martorana) y San Cataldo. Aunque el exterior es un barroco bastante sencillo, precedido por una escalera doble tanto es su fachada frontal de la Piazza Bellini como en la fachada lateral de la Piazza Pretoria, el barroco que decora su interior es espectacular, todo mosaicos de mármol y deliciosas esculturas, como es una iglesia de una única y muy amplia nave con capillas laterales, no da sensación de recargamiento, lo que más nos gusta es una capilla en la parte derecha del crucero totalmente esculpida en mármol, hasta los más pequeños detalles, pero sin llegar al exceso. Y el altar mayor muy iluminado y preciosamente engalanado para la ocasión. Las monjas que custodian la iglesia se reparten estratégicamente por la nave central agitando unas bolsas de tela para los donativos… no piden, solo insinúan. Aportamos unas monedas a una de las bolsas. La iglesia está llena de palermitanos, atraídos por el hecho de entrar en una iglesia inaccesible 364 (yo ahora diría 363) días al año… y tenemos la suerte de estar en Palermo uno de esos 2 días en los que se puede entrar. Salimos por el lateral y volvemos a la Piazza Bellini que está rebosante de palermitanos que han venido a visitar sus iglesias abiertas… todas menos La Martonara. ¡Una pena! Está en restauración y cerrada a cal y canto. Era una de las visitas obligadas en nuestra agenda y este momento hubiera sido más que ideal. Optamos por San Cataldo a pesar de la cola que rodea a la pequeña iglesia. La verdad es que va muy rápido y no tardamos más de cinco minutos en entrar… ¡qué sorpresa! Apostado en la puerta, recibe a los visitantes un auténtico caballero de la “Órden Ecuestre de los Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalem”, ataviado con una especie de gran boina negra y una capa blanca con la cruz de la Órden del Santo Sepulcro. Sin embargo, esto no es nada con el impacto que nos produce su interior, leed atentamente porque no hay fotos y la descripción detallada de lo que ocurre en su interior es de lo más teatral: una música suave y grave, como de duelo, llena el aire. No hay decoración ninguna en las paredes ni en las tres cúpulas que coinciden en el exterior con sus tres características cúpulas rojas, la desnuda piedra sin embargo no hace que la pequeña iglesia sea menos elegante que otras más adornadas. Nada más atravesar la puerta, a la derecha, el Gran Maestre de la Órden, escoltado por otros caballeros recibe estampitas de Cristo de un señor que está a su lado y va entregando una a cada persona que accede a la iglesia. A la izquierda, las damas de la orden, con negras mantilla y capa también con la cruz de la orden (posiblemente representando el luto por la muerte de Cristo) se sientan a ambos lados del pasillo central, y detrás de ellas, de pié, los caballeros, con capa blanca. El contraste entre el negro de ellas y el blanco de ellos, unido a la música de fondo y al silencio, consigue un efecto hipnótico y los fieles y visitantes, sobrecogidos por el entorno, vamos discurriendo en ordenada fila y respetuoso silencio por el pasillo central, haciendo reverencias o santiguándose ante el sagrario. No hay tiempo ni siquiera de pensar en hacer una foto lo que por otra parte habría sido como una falta de respeto a la solemnidad y ceremoniosidad con que se ha montado esta parafernalia. Desde fuera una foto del interior (lo que se puede). Creo que ha sido la experiencia más surrealísticamente alucinante de este viaje, con diferencia, a pesar de su brevedad. Habíamos leído lo maravillosa que es la Capella Palatina y que hay algunas dificultades para poder visitarla. Dado el poco tiempo que íbamos a pasar en Palermo, habíamos desistido por adelantado de su visita. Sin embargo, el hecho de ver las iglesias abiertas en esta noche tan especial nos hace pensar ahora en la posibilidad de que ésta también lo esté. Así que llegamos hasta el Palazzo dei Normanni, la gente entra… pues nosotros allí pegaditos… hasta la cocina. Sin embargo nos llevamos una gran desilusión. Llegamos a una capilla sin ninguna decoración, muy similar en tamaño y características a la de San Cataldo. Imposible que esta sea la Capella Palatina, no hay ni una tesela sobre las paredes ni el techo. A pesar de su parecido físico con San Cataldo, la ceremonia religiosa es muy distinta: aquí un hombre cuenta amenamente una historia bíblica en italiano que escucha muy atentamente una multitud. Nosotros nos vamos, con nuestra desilusión. El coche, aparcado en la puerta del palazzo es nuestro próximo destino… de vuelta a Trapani. Ha sido un día muy completo aunque no lo habíamos planificado de esta forma. A veces lo mejor surge de la casualidad, no de la planificación. En nuestras fotocopias, según leemos posteriormente, indican la entrada a la Capella Palatina justo por la parte posterior del Palazzo. Inicialmente esto nos enfadó un poco porque si lo hubiéramos sabido, habríamos intentado entrar esa misma noche. Índice del Diario: MILÁN Y SICILIA 16 AL 24 DE ABRIL DE 2011
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