Domingo, 28 de agosto de 2011 ✏️ Diarios de Viajes de FranciaPor la mañana, desayunamos café, bollos, zumos y hasta pan tostado, esto de tener cocina es una gozada. Ahora, con la luz del día el hotel parece distinto: creemos que funciona más como residencia que como hotel, posiblemente para alojar...Diario: ARAGÓN, CATALUÑA Y LA PACA DEL 22 DE AGOSTO AL 3 DE SEPTIEMBRE DE 2011⭐ Puntos: 3 (1 Votos) Etapas: 15 Localización: FranciaPor la mañana, desayunamos café, bollos, zumos y hasta pan tostado, esto de tener cocina es una gozada. Ahora, con la luz del día el hotel parece distinto: creemos que funciona más como residencia que como hotel, posiblemente para alojar temporalmente a personas que trabajan en el aeropuerto. Según la hoja de reserva, la limpieza es semanal y nosotros vamos a estar solo 5 noches con lo que hemos asumido que no van a entrar en el cuarto en todo el tiempo que vamos a estar allí. Estoy a punto de hacer la cama cuando vemos a la señora de la limpieza, la preguntamos si habla inglés y dice que no. Yo lo intento en francés con mi gran vocabulario “Yo Tarzán, tú Cheeta”. Nos oye hablar en español y empieza a hablarnos en la lengua de Cervantes como si fuera de Albacete ¡alucinante! La explicamos lo que ha pasado y enseguida abre el cuadro eléctrico y manipula uno de los automáticos… ¡la nevera estaba desconectada! Por eso se había estado deshaciendo el hielo. Nos dice que lo va a limpiar. Inocentes de nosotros nos creemos que va a limpiar la habitación, así que nos vamos dejando la cama sin hacer. A nuestra vuelta nos la encontramos tal cual y que se ha llevado la toalla del suelo empapada para no reponerla nunca. Nuestro plan para el día es visitar lo más posible: carretera y manta hasta Toulon. Elegimos carreteras secundarias, lejos de las “peajeadas” y anodinas autopistas, mucho más atractivas e interesantes pero con una gran desventaja, siempre atraviesan pueblos y ciudades (no hay carreteras de circunvalación) donde a veces hay más tráfico del deseado, lo que unido a semáforos y obras, retrasa bastante nuestro ritmo. Parece que Gallardón no tiene la exclusiva de las obras que confunden al GPS, empeñado obsesivamente en llevarnos por calles cortadas. En nuestro camino a Toulon vemos tramos de carretera entre montañas… ¡cómo me recuerdan a las carreteras de la sierra de Madrid! Salvo por detalles como un parque de atracciones temático del oeste o un hotel se súper lujo en medio del bosque. Toulon es una ciudad de bloques de viviendas blancos, planos y largos cerca del puerto. Aparcamos en el aparcamiento de una comunidad de vecinos, a la sombrita y gratis, después de pasarnos un buen rato en la puerta de correos que como es domingo está cerrado. Directos a la oficina de turismo pero cierra a la 13:00 y ya son y media. Así no van a tener turismo en la vida… ¡cómo pueden cerrar un domingo a la 13:00! Es la ciudad menos turística de todas las que hemos visitado hasta ahora. Recorremos el casco antiguo, con calles amplias pero bastante más impersonales que las de los pequeños pueblos que tanto nos gustan, muy luminosas. Las fachadas grises nos muestran las contraventanas de madera pintadas en colores pastel tan típicas de la Provenza que a partir de ahora veremos en todas partes. El museo naval, junto a instalaciones militares en las que hay una torre con un reloj, supone el inicio del paseo marítimo. A mi chico no le gusta nada porque las terrazas que se suceden a lo largo del puerto, están cubiertas de tal forma que oscurecen la zona donde se sienta la gente. Yo sí le veo un cierto encanto a la ciudad. Los barcos turísticos esperan a sus clientes para hacer su tour. Veo una tienda de souvenirs donde venden chanclas de playa, pregunto el precio (17€ por unas chanclas de corcho)… ya vuelvo mañana. Gracias…. Y salgo pitando. Nos dirigimos al coche para continuar nuestro camino a Hyères. Las maravillosas carreteras secundarias nos siguen ofreciendo sorpresas… y curvas. Justo antes de entrar en la ciudad nos encontramos la oficina de turismo que parece cerrada y justo al lado unos baños públicos. Como tengo cierta necesidad, me acerco al baño y después pruebo la puerta de la oficina… que se abre. Una solitaria chica me da el mapa y me señala los puntos más interesantes del pueblo. Buscando el ascenso al castillo recorremos las distintas colinas sobre las que se disponen suavemente las casitas como si fueran una maqueta. Por fin encontramos el camino al castillo que visitamos, se encuentra ¡cómo no! en lo más alto de la colina más alta, paseamos libremente entre sus ruinas y desde sus miradores disfrutamos de unas vistas maravillosas sobre la ciudad medieval, las salinas y las islas. Descendemos entre foto y foto y paseamos por el caso antiguo: como siempre, encantador, pasamos junto a la torre de los Templarios, a cuyos pies las terrazas ofrecen sus sillas vacías, nos sentamos en una para comer pero nos dicen que es muy pronto… son las 4 o 5 de la tarde. Supongo que se refiere para cenar, que solo se puede beber… pues nos vamos, ya picaremos algo por ahí. En la plaza de la República donde los inmigrantes de origen árabe vaguean igual que hacen en sus países de origen, la Iglesia de San Luis (S XII) se encaja entre edificios mucho más modernos que ella, tiene la particularidad que se accede por una escalinata que desciende. De lejos se la reconoce por el gran rosetón que destaca sobre su sobria fachada a caballo entre el románico y el gótico. De camino al coche pasamos por una heladería y ¡por fin! un helado, no es que sea barato pero es que teníamos un mono… Continuamos nuestro camino hacia St. Tropez. Es la ciudad de lujo que más ha conservado el aire de pueblo de todas las que hemos visto. Cerca de donde aparcamos hay un supermercado, cuando pasamos por delante vemos como a un cliente se le cae una lata de cerveza o coca cola en la caja y explota, pulverizando su contenido a todos los que le rodeaban. Decidimos hacer aquí nuestra compra, lo de siempre: queso, mantequilla, jamón, leche, zumos, etc., y esta vez hasta huevos para el desayuno. Dejamos todo en el coche y vemos una furgoneta aparcada cerca de nuestro coche donde dos brasileños se están cambiando de ropa. Luego veremos por qué. En su pequeño puerto, las terrazas de los restaurantes y bares disponen sus sillas en forma de patio de butacas de un teatro para observar el espectáculo que suponen los yates y sus ocupantes, convertidos en entretenimiento de turistas y curiosos. Los barcos cuajan el pequeño puerto y sus atraques corren paralelos a las terrazas dispuestas al otro lado del corto paseo marítimo, éste paseo no es como los de Cannes o Niza. Esto sí es un pueblecito. Subimos al malecón para hacer alguna foto y dadas las horas que son y nosotros sin comer, decidimos sentarnos a cenar en el primer restaurante (o el último dependiendo de donde se venga) de la línea de terrazas, se llama Bar La Jetee (Sur le Port – Quai Frederic Mistral; (*editado por universo18*)). Por fin los ansiados mejillones y una ensaladita para compartir todo ello acompañado con cerveza sin alcohol…. ¡error! Los cuatro euros que nos cobraron por las mismas cervezas sin alcohol que tomamos en Mónaco deberían habernos enseñado que NO SE PIDE BEBIDA en la PACA. Pero entonces no nos fijamos mucho en la cuenta y aquel descuido lo vamos a pagar ahora con creces porque cuando llega la cuenta pienso que algo no cuadra… hay por lo menos 20€ de más sobre lo que yo había calculado… Pues casi acierto nos han soplado nada más y nada menos que ¡22€ por 4 cervezas sin alcohol de 25cl… a 6,5€ cada una… ni un Chivas de 12 años! Somos idiotas. Ahora sí hemos aprendido que se pide agua del grifo que es gratis. ¡Con lo contentos que habíamos salido de la cena: rica, rica, bien atendidos (en español) y en el puerto de St. Tropez, frente a los yates de lujo! No esperábamos pagar menos de 40€ por los dos, pero hemos pagado 64,50€. Hay una pequeña diferencia. Después del soponcio nos dirigimos al coche. Los brasileños que se vestían junto a nuestro coche ofrecen su espectáculo de capoeira a los turistas a cambio de unas monedas al final del puerto. Una heladería nos tienta pero la larga cola nos desanima y continuamos nuestro camino por callejuelas que me recuerdan el norte de África. Paseamos por las calles del pueblo y damos a una plaza que parece ser la zona de marcha. En ella un hotelito muy mono tiene fiestuqui en el jardín. Unos “gorilas” flanquean la entrada que se abre entre varias tiendas de grandes marcas y que delimitan el jardín del hotelito. Al salir de St. Tropez, ya de noche, vemos algunos yates iluminados que están fondeados fuera del puerto. Paramos para hacer una foto pero no consigo regular la cámara para que salga algo, así que desisto y nos marchamos… tenemos 159 km por delante o lo que es lo mismo… casi 2 horas de conducir y hay que recorrer un buen tramo por carreteras secundarias hasta llegar a la autopista. 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