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16/03/2012 PANAJACHEL ANTIGUA
Nos levantamos sobre las 9 hs. desayunamos, nos vino a buscar el guía, recogimos las maletas y nos llevo a Panajachel aquí demoramos mucho, el hotel no tenia cambio de dólares y tuvimos que ir a un banco para cambiar, una hora de cola. Mientras, pude pasear y visitar algo del pueblo. No tiene mucho, algunas tiendas y muchos restaurantes de comida local e internacional.
Luego fuimos al embarcadero para coger una lancha publica para ir a Santiago de Atitla, el guía nos ofreció hacerlo en lancha privada, seguro que él se saco alguna comisión, pero la diferencia era poca y la cogimos, mucho más cómodo sobre todo para volver a la hora que quisiéramos.
El paseo por el lago es precioso, nos toco un día muy despejado y se veían los volcanes perfectos, el paisaje merece la pena.
Llegamos a Santiago de Atitlan y lo primero era recorrer con el guía, el mercado local, la iglesia, la plaza y luego nos dejaba tiempo para poder hacer compras en las tiendas de artesanías, aquí merece la pena, porque los precios son muy buenos, pero siempre hay que regatear.
El mercado es agobiante, casi no se puede andar.
La iglesia está bien, pero muy pobre, los santos están vestidos con ropa que le pone la gente, nos pareció una cosa muy extraña y fea. Pero son culturas y hay que respetarlas.
La gente es muy amable y respetuosa.
Al terminar nuestro recorrido, partimos en lancha hasta Panajachel nos espera el coche para llevarnos a Antigua, como había mucho tiempo por delante, decidimos ir a comer.
Nos ofreció un restaurante internacional, un hotel o comer pupusas, a lo que nos miramos y preguntamos que eran? Son como tortitas mexicanas pero son salvadoreñas.
Y allí nos dirigimos, el lugar es un bar un poco cutre, pero muy muy limpio, había dos chicas cocinando las pupusas en el momento, el dueño como correspondía era del Salvador, nos dio la carta para elegir de que queríamos las pupusas. Había mucha variedad.
Comimos de carne, de queso y de queso con cebolla. EXCELENTES y muy barato todo. Lo felicitamos al dueño y al guía por llevarnos a un restaurante típico, aunque no era guatemalteco.
Con nuestra tripa llena, nos dirigimos a Antigua, al hotel Casa Santo Domingo, para descansar y preparar las maletas para volver a Madrid al día siguiente.
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