Victoria (Canadá) ✏️ Diarios de Viajes de Canada

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El viernes día 18 de mayo, por la mañana, después de despedirnos de Marketa y sus chicas, quienes nos dejaron un buen sabor de boca, fuimos a visitar Butchart Gardens que está a 21 kilómetros de la isla de Vancouver, es decir, de Victoria, la verdad es que nos confundimos un poco e hicimos como 15 minutos demás por pasarnos el desvío. Antes de llegar hay un museo de mariposas, que no visitamos. Los jardines son una maravilla para los sentidos, e impresiona pensar que puedan mantenerlo todo el año, tiene un gran aparcamiento gratuito, la entrada cuesta para los adultos unos 25 €, pero varia según los meses del año.

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Butchart gardens llevan más de 100 años evolucionando, creo que desde 1904, que fue cuando iniciaron, para que os hagáis una idea ocupan 22 hectáreas sólo las zonas de jardines, y tienen bien diferenciadas 5 áreas, que se denominan: Jardín Japonés, Jardín Italiano, Jardín Mediterráneo, Jardín de las Rosas y Jardín Hundido. Todos son preciosos pero mi favorito fue el Japonés, quizá porque conozca menos esta cultura, en cualquier caso ninguno desmerece, es una gran obra de arte y me resulta sorprendente como se pueden mantener tanta cantidad de flores en un estado tan perfecto. Además cuenta con restaurantes y tienda de regalos, que aunque secundario también hay que constatar. Siento no poder mostraros muchas fotos pues se me han estropeado al pasarlas de la máquina al ordenador. Prefiero que seáis vosotros quienes valoréis cuando los visitéis. La dirección es 800 Benvenuto Av, Brentwood Bay y su página que tiene hasta videos es: www.butchartgardens.com.

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La mañana fue un acierto y la tarde otro, pues el día anterior habíamos acordado con el señor Ron, en el puerto de Victoria una excursión de avistamiento de ballenas. Ron, quien lleva casi 40 años en el oficio, nos explicó que por la mañana sería difícil ver nada, y nos aconsejó ir por la tarde, insistió con una honestidad inmensa que si estábamos seguros de querer ir, que igual tirábamos el dinero y no veríamos nada. Me alegré infinitamente de ir en su barquito por la charla distendida que tuvo con nosotros, explicándonos los lugares donde se encuentran las distintas especies de animales marinos, costumbres de la vida y se ponía en contacto cada poco con otros barcos y se daban información. A parte de ir con un traje que parecíamos astronautas nos sentimos como que realmente estábamos en la luna, todavía hoy dibujo una sonrisa recordando la experiencia, no vimos ballenas pero vimos sus efectos sobre un delfín, leones marinos, focas y un elefante, demás de un águila enorme. Al encantador señor Ron lo encontramos casualmente y por ello quiero compartir su página, la cual tiene videos y fotos de él. www.seaking.ca.

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A nosotros nos hizo un precio especial pero sólo por su atenta compañía y la de su joven compañero, y el disfrute desmedido de aquellos momentos mereció mucho más. Incluso nos advirtió de los problemas que podíamos tener para coger el ferry a Vancouver, por ser viernes y que son muy concurridos por los “Victorianos” para ir de fin de semana. Con lo cual corrimos, en coche, a la estación del ferry.
No pudimos ser más ilusos, creyéndonos que seríamos los únicos, cuando llegamos y vimos la cantidad de coches que había, eran las 6 de la tarde y ya no había plazas hasta el sábado por la mañana. Con lo que tuvimos que llorar un poco pues teníamos reservado alojamiento en Newwestmister de Vancouver. Afortunadamente, conseguimos salir a las 9 de la noche, en el último ferry y tuvimos que permanecer allí con el coche en la fila y comer “fast food”. Problema añadido, debíamos avisar que llegaríamos tardísimo al B&B, lo conseguimos telefónicamente, poniéndonos en lo peor le dijimos que probablemente no llegaríamos hasta las 12.
No contentos con el retraso cuando nos faltaban menos de 5 minutos de coche para llegar a Lavander House, nos dejo tirados el mal llamado GPS, que debería llamarse “tontón”, gracias a la amabilidad de un chico hindú, que encontramos en un área de descanso pudimos llegar a destino. Concretamente, a las 11 de la noche. La pobre señora Johanna tenía los ojos destrozados y a pesar de todo nos dedicó 20 minutos de atenciones, yo aunque avergonzada no podía estar más encantada por todas las personas que hasta el momento habíamos ido encontrando en nuestros caminos.
Ahora tocaba dormir y pasar de capítulo.

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