Para nuestro último día en Edimburgo teníamos planeado visitar el castillo. Lo primero que hay que hacer para tener las fuerzas necesarias es desayunar, y como nos gustó la experiencia del día anterior, subimos a desayunar a Calton Hill. Después fuimos dando un paseo hasta el castillo, que se encuentra en la parte más alta de la Royal Mile. Aprovechamos para hacer algunas fotos por la Royal Mile, que el día anterior no nos había dado tiempo.
Habíamos comprado el Explorer Pass por internet, que te permite visitar una serie de castillos y monumentos por toda Escocia 3 días en un periodo de 5 días. Nos costó 28 libras. En la entrada al castillo, en lugar de hacer la cola para comprar los pases normales, fuimos a una pequeña oficina que hay justo al lado, donde nos cambiaron el comprobante que nos habían mandado por correo electrónico por los pases Explorer Pass, con un mapa de Escocia y un librito con todas las atracciones que se pueden visitar, además de un plano del castillo. Cogimos también una audioguía del castillo, que nos costó 2,80 libras.
La verdad es que traspasar las murallas del castillo es como entrar en un pequeña ciudad. Lo primero que te llama la atención es una batería de cañones, llamada la batería de Argyle, de la época napoleónica, y por supuesto, el "Cañón de la una".
Las vistas de la ciudad desde la colina del Castillo son impresionantes, tanto de la parte de la Royal Mile, como de la otra parte de la ciudad.
Visitamos el Museo de la Guerra, donde tenías todo tipo de armamento, desde cañones y todo tipo de armas, uniformes,... de todas las épocas, pero sobre todo la época napoleónica y de la 1ª y la 2ª Guerra Mundial.
Una antigua cárcel para prisioneros de guerra, y una recreación sobre la vida en prisión.
El edificio más antiguo del Castillo es la capilla de Santa Margarita, del siglo XII, con unas vidrieras muy bonitas. Por cierto, que en una de ellas está William Wallace. En la entrada está Mons Meg, este enorme cañón del siglo XV.
Luego nos dirigimos a una plaza donde hay varios edificios, destacando un Memorial a los soldados caídos en todas la guerras. El gran salón, donde se hacían los baquetes, y otro edificio donde se guardan las joyas de la corona escocesa: la corona, la espada, el cetro y la piedra del destino.
A la una fuimos a ver como disparaban el “Cañón de la una”. Lo disparan todos los días a la una en punto con mucha ceremonia, y se congrega mucha ente para verlo.
En total pasamos unas 4 horas en el Castillo. Nos gustó mucho, aunque pasamos un frío terrible (imaginaros en junio con abrigo y guantes y muerta de frío) y había mucha gente. Es lo que menos me gustó, la aglomeración de turistas que a veces no te dejaban caminar.
Teníamos la intención de visitar el Palacio de Holyrood si nos daba tiempo, pero salimos del Castillo a las 2 y media, así que ya no nos merecía ir, porque cierra a las 5 y todavía teníamos que comer y recorrer toda la Royal Mile. Así que nos quedamos sin verlo. Para comer, pedimos 2 desayunos escoceses en un pub en Market Street. Los servían con té o café, y nos costaron 13 libras los dos. Lo de tomar el desayuno a la hora de comer no es extraño, y hay sitios donde lo ponen todo el día. Y es que lo que ponen en un desayuno escocés nosotros estamos más acostumbrado a tomarlo en la comida de mediodía: huevo frito, dos lonchas de bacon, dos salchichas, tomates, champiñones, scones (una especie de torta de patata), haggis y black pudding, acompañados de tostadas y té o café. A mi el té me vino genial para entrar en calor, pero me resultaba chocante que me lo pusieran en la mesa junto con el ketchup.
Para ayudar a hacer la digestión, nos fuimos a un local especialista en whisky que había justo al lado y nos pedimos un whisky para cada uno. Era impresionante la carta de whisky que tenían, podía haber más de 100 variedades. El precio oscilaba entre las 3,50 libras y muchas libras. Nosotros pedimos dos al azar, ya que no sabíamos cuál sería mejor. El que más nos gustó era el Aberfeldy; el otro, el Tomatin, no nos gustó tanto. Te lo sirven con una jarrita de agua, para que rebajes un poco si quieres.
Antes de ir a descansar al hotel buscamos un supermercado para comprar provisiones. Al día siguiente empezábamos la ruta y no queríamos pararnos a comer, así que preferimos comer de bocadillos y ya cenar en algún sitio. Nos costó encontrar un supermercado por el centro de Edimburgo. Al final encontramos uno en Rose Street, la paralela a Princess Street, a la altura del Monumento a Walter Scott. Vimos que vendían ensaladas a granel, el precio era según el tamaño del recipiente, todo lo que te cupiese. Compramos una ensalada de pasta y otra de legumbres por 3 libras las dos, para la cena de esa noche.
Pasamos el resto de la tarde descansando un poco en el hotel, hasta la hora del Tour de los Fantasmas. Empieza a las 9 y media del mismo sitio que el Tour de la mañana. La verdad es que nos decepcionó un poco. Por las expectativas que habían creado, pensamos que visitaríamos partes de la ciudad que no se podrían visitar de otra manera, pero luego resultó que a todos los sitios donde nos llevaron ya habíamos ido, aunque de día: North Bridge, Old Calton Cemetery, Calton Hill, Regent Road y Royal Mile. Y en cuanto a las historias que contaba, no estaban mal, pero creo que contaron más y mejores historias escabrosas por la mañana. Al finalizar el tour nos llevaron a un pub en la Royal Mile, The Bank Bar, donde teníamos una pinta incluida con el tour. Pasamos un rato muy agradable, hablando con otros compañeros del tour, aunque el tío que tocaba en directo no era muy bueno que se diga, a veces hasta desagradable de lo que gritaba...