Las vacaciones se iban acabando.
Desayunamos, hicimos las maletas y fuimos a hacer el check out, dejando las maletas en una habitación de cortesía.
Pasamos a despedirnos de la playa y volvimos a la piscina, comiendo por última vez en el snack bar.

Nos cambiamos en la habitación de cortesía y pedimos un taxi en el hotel para ir al aeropuerto. La sorpresa fue que se nos acercó el conductor del autobús, el mismo de la ida, y al final nos volvimos a ir con él, ya que aunque me fastidió un montón, el precio era mejor que el del taxi. En fin,...
Vuelo de vuelta sin complicaciones, y allí estaban nuestro taxista y Manolo, el señor de la casa, a esperarnos, con otro súper coche mil veces reparado.
Ese día decidimos ir paseando por el Malecón, viendo los edificios a media luz, y tras dar un buen paseo por la zona vieja, nos retiramos pronto a dormir, que estábamos cansados.
