De Florencia a Siena en autobús (Día 4) ✏️ Diarios de Viajes de ItaliaDIA 4 – 14 de Agosto del 2012 (Martes) Toca madrugar para ir a Siena, está vez en autobús, que deja mucho más cerca que el tren, casi en la misma Piazza del Campo. Un vez escuche a un locutor de radio decir que Siena es la ciudad más bonita del...Diario: Toscana: Florencia, Siena, Pisa, Lucca y San Gimignano en tren y autobus.⭐ Puntos: 4.8 (78 Votos) Etapas: 8 Localización: ItaliaDIA 4 – 14 de Agosto del 2012 (Martes) Toca madrugar para ir a Siena, está vez en autobús, que deja mucho más cerca que el tren, casi en la misma Piazza del Campo. Un vez escuche a un locutor de radio decir que Siena es la ciudad más bonita del mundo, y no seré yo quien le contradiga. La estación de autobuses en Florencia se encuentra al lado de la de trenes, digamos que siguiendo la acera donde está la entrada al Museo de Santa Maria Novella y la Oficina de Turismo, cuando esta acera empieza a girar a la izquierda se cruza la calle y ahí la encontrareis. Es recomendable ir un día antes para ver los horarios, pero no os preocupéis, hay muchos para elegir siendo lo ideal comprar uno directo ida y vuelta (en los dos billetes pondrá lo mismo: Firenze-Siene, no os preocupéis, así os valdrá) El autobús recorre parte de esa Florencia que hay más allá del río que no es visitada por los turistas, pasando por un cementerio que creo que es el Cementerio de los Ingleses (un poco lejos para ser visitado desde el centro de Florencia, si hubiera estado más cerca creo que hubiera merecido una visita). Poco a poco el paisaje va cambiando, y de la Toscana más agreste del norte se pasa a los perfiles más suaves y característicos del sur, con los típicos paisajes ondulados, su mezcla de marrones y verdes, sus arboles verticales en las colinas. Voy atento todo el viaje porque espero ver, aunque sea desde lejos, San Gimignano (no se ve, no os molestéis, o eso creo), pero si se pasa, pues está pegada a la autovía, por Monteriggioni y a uno le da ganas de tirarse del autobús para ver por dentro ese reciento amurallado que prácticamente sigue anclado en la edad media. No se tarda en llegar a Siena, apenas una hora, y el autobús te deja a los pies de la entrada al centro histórico, en la Piazza La Lizza. Quedan sólo dos días para la fiesta del Palio, por lo que desde el principio esta ciudad con aroma medieval está engalanada con las banderas de cada barrio o parroquia en cada uno de sus edificios y evidentemente saturada de turistas. En seguida se llega a la Palacio Salimbeni donde se encuentra (creo) la sede central del famoso banco (por eso de baloncesto) Moste dei Paschi de Siena, con la fachada con todos los estandartes bien colocados. Entre calles estrechas vou acercandome a la Piazza del Campo, mientras van surgiendo pequeñas iglesias. Casi de repente y sin esperarlo aparece un túnel en bajada y veo que al fondo está la Piazza, por lo que, aunque hay demasiada pendiente (!y demasiada gente!) bajo por el pasillo que da a un acceso ya casi cerrado por las gradas de madera que ya están colocadas para el evento del próximo jueves. La plaza impacta, pero todas las gradas, los operarios terminando de arreglar el circuito arenoso para la carrera de caballos, diversos vehículos mecanizados y así como las vayas centrales le quitan, quieras o no, mucho encanto. De todas formas, una vez que accedes al centro, ves la grandeza del lugar, con esos “quesitos” formando la plaza en cuesta y formando casi un semiovalado deformado o algo parecido a un abanico gigante. La plaza la preside la Torre del Mangia, que parece formar un reloj de sol marcando las horas en cada uno de los porciones de la plaza. Decido salir por la calle que se encuentra al lado derecho de la torre y entonces entras en la verdadera Siena, con calles estrechas de cadencia circular que se ven atravesadas por unas aún más estrechas calles en interminables e inclinadas cuestas, tanto a un lado como al otro de la calle principal. Muchas de esas calles inclinadas están como escalonadas y en ellas se encuentran algunos restaurantes a los que no les queda más remedio que colocar sus mesas en distintos niveles. Están todas las calles tan inclinadas que decido buscar la salida natural de la Plaza a la que regreso, y a la que decido dedicarle otro paseo, fijándome en los detalles de los relieves de la fuente, las fachadas con sus ventanas ojivales y me adentro en los bajos de la torre central, a la que se puede acceder. Salgo por el lateral distinto al que anteriormente había elegido, y los desniveles son menos pronunciados. Las calles están llenas de palacios de las clases más pudientes de épocas pretéritas, adornados con cada uno de los estandartes de todos los barrios sieneses. A alguno de ellos se puede acceder al interior del patio, como el Palacio Chigi Saracini, donde se ubica una academia musical. El paseo continua, y van cambiando en las fachadas los distintos estandartes dependiendo del barrio que pises, así como unas especies de farolas pequeñas con los colores de los estandartes. No tardo en llegar al Duomo (Cattedrale di Santa Maria Assunta) de estilo gótico, con su Campanile a la derecha, donde ya desde la entrada destacan los mosaicos en el suelo, y en el interior un púlpito monumental (asentado sobre leones) y una cúpula preciosa (y otra igualmente memorable en la Capella della Madonna del Voto), esculturas de Donatello y MigueL Angel, y toda ella jalonada por los estandartes que también adornan la foto de Santa Maria Assunta en el altar. En la zona izquierda se encuentra unos de los lugares más fascinantes de la catedral, la Biblioteca Piccolomini, todo un lujo de frescos en las paredes, libros antiguos y hermoso artesanado en el techo, así como esculturas centrales de Miguel Angel, lástima que los trabajadores de la Catedral obligan a un paso rápido por este pequeño espacio, pero tan fascinante. Saliendo de la Catedral se gira hacia la derecha por una calle estrecha y en bajada que va a dar a la parte posterior, donde se encuentra el Baptisterio así como una escalinata que da de nuevo a la plaza de la Catedral (al espacio donde hay unos arcos, zona que estaba destinada a realizar un templo aún mucho mayor que jamás se inició). Muy cerca de allí se encuentra un mirador desde donde se divisa imponente la Basílica de San Domenico, y hacía allí decido ir. Aunque hay indicaciones que indican hacía abajo, eso me hace suponer que luego hay que subir, y por hay no paso, por lo que callejeo como en semicircunferencia hasta llegar a ella tras una buena caminata. Lo primero, antes de pasar, es dirigirse al mirador que tiene justo al fondo, donde se contempla la mejores vistas de Siena, su armonía visual, su entramado de casas y calles en distintos niveles, unas vista absolutamente fascinante como si perteneciera a una foto revelada hace siglos. Es la imagen de una ciudad anclada en el pasado, sin distorsión alguna de elementos actuales. La Basílica en sí por dentro es mucho más austera que el Duomo, donde destacan las cristaleras y la Capilla de Santa Catalina con restos de la misma. Está un poco abandonada, como vacía. En el exterior, un grupo de muchachas cantan fervorosamente los cantos de su parroquia, pues ya se acerca la hora de comer y se ven que empiezan a reunirse en grupos por cada uno de sus barrios. Resulta entrañable ver como disfrutan de su tradición, con sus pañuelos al cuello, fácilmente distinguibles de los que compran los turistas porque suelen estar más envejecidos, decolorados y raídos. Como no llevo mapa comienzo a callejear, paso de nuevo por la plaza Salimbeni y por una calle estrecha con abundantes restaurantes se llega hasta otra basílica, la de San Francesco, que tiene un pequeño parque ideal para poder descansar y comer si uno lleva algo en la mochila No es mi caso, así que decido dar por terminada mi visita a Siena, dirigiendo, no sin dar muchas vueltas, hasta las cercanías de la parada de los autobuses. Encuentro una especie de heladería-cafetería muy cerca, apenas a la entrada al casco histórico, donde tienen una vitrina con comida y unas mesas en el interior y por 8 € (nada mal para ser Siena) me como un buen plato de arroz, unos filetes de pollo y la pertinente botella de agua. Al rato, autobús hacía Florencia y vamos dejando poco a poco los paisajes típicamente toscanos. Tras una merecida siesta, como casi siempre tardía, decido dar una vuelta por Florencia pero por otras calles. Come me pilla cerca me acerco al Cenacolo de Foligno, pero está cerrado. Desde ahí hacia la Plaza San Marco hay un paseo y un poco más allá la Plaza de Santa María Anunciata. Por expresarlo de alguna manera, esta Plaza forma un eje rectilíneo con la Plaza del Duomo (poder religioso) y la Plaza Signoria (poder civil), pero con una cierta decadencia pese a los tres laterales con hermosos claustros renacentistas, ubicándose en uno de ellos un Orfanato (actual Pinacoteca) y primer edificio construido por Brunelleschi, y escalinatas en ambos laterales donde tomar un descanso. En el centro hay una escultura ecuestre y otro par de estatuas. Hay pocos turistas, muchas palomas y mucha más tranquilidad. Además se divisa al fondo la gran cúpula del Duomo, donde volvemos a dirigirnos sin saber que a nuestras espaldas dejamos uno de los secretos mejor guardados de Florencia. Disfrutamos otra vez de la fachada del Duomo, andamos hacía la plaza de la República, un foco de efervescencia social y ajetreo permanente, vemos ya recogidos los puestos de la Loggia del Mercato y bajamos hasta Ponte Vecchio de nuevo donde por fin descubro a lo lejos en lo alto del horizonte dónde está realmente la Piazzale Michelangelo y la Iglesia de San Miniato, tan pequeña a lo lejos. El sol cae definitivamente sobre el río Arno y las joyerías cierran. Atravesando el puente me dirijo hacia el Plaza de Pitti para ver por primera vez el palacio por fuera, con su extensa explanada tomada por ciudadanos cenando o bebiendo algo, y luego ando hacia una de las plazas más bohemias de Florencia, la Plaza de San Spirito, ya de noche cerrada, cuando las esquinas asustan. Cuando vuelvo a cruzar el Arno ya no hay colores anaranjados ni pasteles, sólo negros y marinos y las luces reflejandose en el agua, con las estatuas imponentes vigilando la noche. Hoy merezco una buena cena, y cerca del hotel está la Trattoria Nerone, con terraza en el exterior pero mejor pasar dentro. Su decoración es pintoresca: los muebles antiguos se mezclan con juguetes de hojalata colgando del techo, cabezas de ajo en las paredes y caracoles de portavelas. Un mundo de ensueño con una buena cena, bien preparada y servida: lasagna, Bocconcini y agua por 18 €, no se me hace nada caro. Un helado en "Il Triangulo delle Bermude", justo en la esquina, un paseo por San Lorenzo y a dormir. Mañana es festivo en Italia y toca ir a San Gimignano, dos autobuses para llegar allí y menos horarios de lo habitual. Índice del Diario: Toscana: Florencia, Siena, Pisa, Lucca y San Gimignano en tren y autobus.
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