Nos levantamos bien pronto, mi marido siempre pone el despertador a las 7 de la mañana, no queremos perdernos ni una sola cosa de los lugares a donde vamos, por lo que madrugón al canto.
Como en el hotel no teníamos desayuno, aunque en el hotel tenían una oferta de fin de semana bastante buena, nosotros nos decidimos por salir a la calle y buscar una cafetería cercana, hacía bastante frío (+2º) y nos dispusimos a desayunar, pincho de tortilla, café con leche, croissant de Camilo de Blas y zumo recien exprimido (contundente pero con el día que ibamos a tener mejor con el estomago lleno.
Empezamos a caminar y atravesamos el Parque Campo de San Francisco, verdadero pulmón de la ciudad, con innumerables especies de árboles distintas, fuentes y paseos.
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En una de sus esquinas, va a parar a la Plaza de la Escandalera, con el monumento a Carlos Tartiere y en uno de sus lados el Teatro Campoamor, donde se hace la celebración de los Premios Principe de Asturias.
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Una de las cosas curiosas es que en el edificio de los seguros Santa Lucia, hay un reloj que en vez de dar campanadas para señalar las horas, toca el himno asturiano, el "Asturias patria querida" cosa muy curiosa y bonita.
Al lado del Teatro Campoamor empiezan a surgir las estatuas, las mas famosas son la de "Esperanza Caminando", "el Culis Monumentalibus", hay que decir que Oviedo es una ciudad para caminar y para pasear, las temperaturas estaban mejorando (aunque no mucho) y como a nosotros no nos da pereza seguimos caminando, para conocer mejor esta bonita y limpia ciudad.
Nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, hacia la catedral hacia el barrio antiguo y descendimos por la calle Carbayon, calle Arguelles y luego calle Jovellanos pasando por la Confitería Camilo de Blas, luego en la oficina de Información Turística nos dijeron que allí Woody Allen había hecho alguna localización para su película Vicky, Cristina, Barcelona.
A la altura de la calle Gascona, famosisima calle de las sidrerias giramos a la derecha para buscar la catedral de Oviedo, en su plaza está la conocida estatua de La Regenta y nos dirigimos a visitar su interior.
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Lo mas relevante es el tesoro de la catedral, las cruces que se exhiben y las cajas algunas maravillas mas, que por un módico precio se pueden visitar dentro, patrimonio de la humanidad y símbolo del pueblo asturiano, seguimos caminando y lo hicimos de manera desordenada pero como las direcciones son fáciles de encontrar no tuvimos ningún problema, pasamos por la plaza Transcorrales, el Ayuntamiento, donde entramos en el centro de información turística y fuimos atendidos amablemente y nos indicaron un par de sitios que valen la pena conocer y admirar, estuvimos en los mercados y mercadillos de los alrededores como el mercado del Fontán, entramos en las pastelerías con los típicos dulces de la tierra, los bollos preñaos, los carbayones y mas delicias que nos hacían la boca agua. El mercado del Fontan, no deja de ser un mercado pero que si entras y aprecias los olores y los sabores de los productos mas típicos no te lo debes perder.
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En los alrededores hay un mercadillo ambulante, con las típicas "falsificaciones" que por pocos euros, te puedes llevar.
Poco a poco se hizo la hora de comer y nosotros buscábamos una fonda típica o una casa de comidas donde pudieramos degustar las "Fabes con Almejas" y los famosos postres caseros Asturianos, el arroz con leche, natillas o algún que otro dulce de la tierra.
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En la Calle Rua (desde la catedral al ayuntamiento) encontramos una fonda pero sino queréis ir a esa, podéis ir a multitud de sitios, los alrededores están llenos, la plaza Transcorrales es un sitio muy interesante, multitud de gente sentada en el poco sol que estaba dando ese día. Al lado de la plaza, está la calle Mon que termina en la calle Oscura, llena de bares de noche, para tomar una copa. No solo de vinos y de sidra vive Oviedo.
Después de comer la ciudad se aletarga, los comercios cierran y nosotros después de dirigirnos otra vez hacia el hotel, pasando por la estatua de Woody Allen,
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decidimos irnos a Gijón, ya que está muy cerca y teníamos el coche aparcado esperando en el hotel, pusimos una dirección cualquiera en el navegador y en menos de tres cuartos de hora llegamos a la ciudad, aparcamos cerca de la playa, al lado del Ayuntamiento y estuvimos en el paseo marítimo al lado de la playa, la verdad es que no estuvimos mucho, eso sí muchísima gente haciendo deporte, bicicletas, patinando o simplemente corriendo, también unos atrevidos haciendo surf.
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Gijón tiene una pequeña península que se puede atravesar andando, se puede ver el Ayuntamiento, la plaza Mayor e incluso la casa natal de Jovellanos, eso si, no pudimos visitarlos ya que era sabado tarde y todo estaba cerrado. Llegamos al puerto deportivo, y nos dirigimos al centro comercial de la ciudad, donde parecía que estaba toda la ciudad, bares con chocolate con churros con una pinta estupenda, las tiendas abiertas, muchos paseantes y turistas, disfrutando del ambiente de merienda y paseo de esa tarde, el tiempo estaba mejorando poco a poco, acompañaba para pasear y disfrutar
Se nos hicieron las ocho en un momento y como aún nos quedaba un pequeño trecho para llegar y luego teníamos intención de volver a salir por la ruta de los vinos para disfrutar o de un buen vino o de una sidra, escanciada a la manera Asturiana, decidimos volver con gran pena.
Volvimos a salir, habiendo dejado las bolsas de nuestras pequeñas compras y después de habernos aseado un poco, cogimos los abrigos y nos dirigimos a la ruta del día anterior, pasando por el Hotel Reconquista, precioso edificio, nos fuimos a probar mas sitios y mas cosas típicas.
Esta vez nos apetecía una sidra, por lo que entramos en una sidreria, como ya he comentado no voy a recomendar ninguna, todos los sitios en los que estuvimos me parecieron buenos, nos decidimos por unos y por otros por la cantidad de gente y si había sitio o no, pero yo me quedé con ganas de probarlos todos.
Pedimos una sidra y te dan una botella de 750 cl., la camarera en cuanto se lo pedíamos nos escanciaba el dorado líquido y nos terminamos la botella en poco tiempo, no tiene nada que ver con la típica sidra embotellada que compraban nuestros padres, solo puedo decir una palabra, deliciosa.
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Fuimos a cenar en otro sitio, esta vez unas tapas porque con todo lo que habíamos comido durante el día no nos entraba nada mas, además estábamos bastante cansados y nos esperaba un día siguiente muy ajetreado.