Este día si toco madrugar, porque habíamos quedado a las 9:30 con la gente de “Irlanda en Español”, una agencia de tours en español con los que habíamos ido el año anterior a Wicklow y Glendalough, maravillosa excursión y muy recomendable. Ya que estábamos tan satisfechos de sus servicios, decidimos repetir con ellos y tratamos de hacer la excursión a Newgrange y Valle del Boyne, pero finalmente no pudo ser por un tema de aforo, ofreciéndonos la opción de hacer la excursión al Castillo de Malahide y a Howth.
Nos salió por 35€/persona, e incluía una parada en el llamado Casino Marino, la entrada al Castillo de Malahide, y una pequeña ruta por el Peñón de Howth y visita a este pueblo pesquero. Tras desayunar de manera contundente, nos dirigimos a la puerta del Hotel Gresham, en O´Connell Street, donde nos recogieron Margarita, una dicharachera guía, muy agradable y divertida, y Cele, un joven vallisoletano que hacia la función de conductor, aunque también trabaja como guía en la empresa, también muy majete. Éramos unas 20 personas las que hacíamos la excursión pero el microbús tenía capacidad de sobra y la megafonía era buena, con lo cual no lo parecíamos. Y arrancamos…
Nos salió por 35€/persona, e incluía una parada en el llamado Casino Marino, la entrada al Castillo de Malahide, y una pequeña ruta por el Peñón de Howth y visita a este pueblo pesquero. Tras desayunar de manera contundente, nos dirigimos a la puerta del Hotel Gresham, en O´Connell Street, donde nos recogieron Margarita, una dicharachera guía, muy agradable y divertida, y Cele, un joven vallisoletano que hacia la función de conductor, aunque también trabaja como guía en la empresa, también muy majete. Éramos unas 20 personas las que hacíamos la excursión pero el microbús tenía capacidad de sobra y la megafonía era buena, con lo cual no lo parecíamos. Y arrancamos…
Nuestra primera parada fue el conocido como Casino Marino: Que ni es Casino ni es Marino, Marino es la zona donde se encuentra y lo de casino es algo así como “casa pequeña”. Diseñado en el siglo XVIII por William Chambers como casa de recreo para James Caulfeild, primer conde de Charlemont y rico terrateniente, formaba parte de una vastísima propiedad donde se encontraba su mansión, actualmente desaparecida. El edificio sobrevivió porque por su singularidad pertenece a Patrimonio de Irlanda, ya que es uno de las obras neoclásicas más importantes de Europa. Por desgracia no pudimos entrar, ya que su período de apertura es de abril a octubre, además de que llevaba prácticamente un año cerrado por obras de restauración, con lo cual nos tuvimos que conformar con verlo por fuera y pasear por su perímetro.
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Es un edificio hermosísimo, con unos juegos de repisas, volutas y columnatas que hacen efectos tridimensionales que engañan al ojo…De hecho, a pesar de su aparente estructura, tiene tres plantas, incluyendo una que se encuentra en la zona superior en la que parece que no hay ventanas, pero si las hay ocultas, su planta central y otra bajo el nivel del suelo que ayuda a tapar su escalinata de acceso. Sus columnas hacen la función de crateras para la evacuación del agua de las zonas superiores y las urnas o ánforas situadas en su techo son en realidad el camuflaje de las chimeneas.
Un sistema de túneles que acceden a su planta baja eran utilizados por el servicio para acudir a realizar sus tareas desde la mansión: No era apropiado que los criados se paseasen por los jardines del señor, mejor que lo hiciesen bajo tierra. Esos túneles fueron utilizados posteriormente para guardar parte de la enorme colección de arte que el amigo James Caulfeild recopiló durante sus viajes por todo el mundo, la cual incluía numerosas piezas clásicas romanas y griegas, actualmente se encuentran cerrados y enrejados.
Después de la parada en tan curioso edificio continuamos ruta hacia el Castillo de Malahide. Se trata del hogar ancestral de una de las familias más antiguas de Irlanda, los Talbot, quienes vivieron entre sus muros durante la friolera de 8 siglos, concretamente desde su origen como torre medieval en 1185 hasta 1976, salvo en la década que fue usurpado por Oliver Cromwell en el s.XVII. El primero del linaje fue Richard Talbot, caballero que luchó a las órdenes de Enrique II en Irlanda y recibió como pago a su lealtad todas las tierras de Malahide, incluyendo su puerto.
Un sistema de túneles que acceden a su planta baja eran utilizados por el servicio para acudir a realizar sus tareas desde la mansión: No era apropiado que los criados se paseasen por los jardines del señor, mejor que lo hiciesen bajo tierra. Esos túneles fueron utilizados posteriormente para guardar parte de la enorme colección de arte que el amigo James Caulfeild recopiló durante sus viajes por todo el mundo, la cual incluía numerosas piezas clásicas romanas y griegas, actualmente se encuentran cerrados y enrejados.
Después de la parada en tan curioso edificio continuamos ruta hacia el Castillo de Malahide. Se trata del hogar ancestral de una de las familias más antiguas de Irlanda, los Talbot, quienes vivieron entre sus muros durante la friolera de 8 siglos, concretamente desde su origen como torre medieval en 1185 hasta 1976, salvo en la década que fue usurpado por Oliver Cromwell en el s.XVII. El primero del linaje fue Richard Talbot, caballero que luchó a las órdenes de Enrique II en Irlanda y recibió como pago a su lealtad todas las tierras de Malahide, incluyendo su puerto.
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El dominio de los Talbot abarca una extensión que aun hoy en día es enorme superando las 100 hectáreas de bosques, jardines y prados de uso público (en España ya habría 20 o 30 urbanizaciones, cotos de caza o fincas privadas), los interiores del castillo abarcan varias estancias que incluyen salones con mobiliario de los siglos XVII al XIX, así como el Great Hall, un salón medieval en el que se cuenta reside Puck, fantasma de uno de los criados de la familia. Es en este lugar donde se encuentran las mejores obras de arte del castillo, incluyendo diversos retratos y un enorme cuadro del pintor flamenco Jan Wyck sobre la Batalla del Río Boyne. En esa batalla sucedida el 1 de julio de 1690, murieron 8 miembros de la familia Talbot, que luchaban en el bando de Jacobo II (apoyado por los católicos irlandeses) frente a Guillermo de Orange, quien salió victorioso. De hecho todavía en época actual aquel acontecimiento tiene repercusión ya que el conocido “desfile”, más bien provocación, que realiza la Orden de Orange (protestantes y unionistas) todos los años en Belfast (Irlanda del Norte) atravesando los barrios católicos es una conmemoración en recuerdo de aquella victoria.
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A la muerte del último heredero Talbot en 1975, el castillo pasó a su hermana Rose quien debido al pago de los impuestos de sucesión (13,5% del importe total de la herencia) entregó el castillo y sus terrenos en pago, marchándose a vivir en una propiedad de la familia en Tasmania (Australia) donde falleció hace pocos años. La mayor parte de las obras de arte que se encuentran en el castillo no pertenecen al mismo, sino que en su día fueron subastadas por la familia, si bien el estado irlandés logró la cesión de muchas de ellas para su exposición permanente en el lugar.
La visita nos gustó mucho, a pesar de que nuestra guía Margarita no pudo acceder al interior y la guía del castillo que nos acompañaba solo hablaba inglés. La mujer trataba de hacerlo despacio para que nos fuese más fácil entenderla y a pesar de que se le comprendía bastante bien, reconozco que muchos de nuestros acompañantes, incluidos mis amigos, tuvieron bastante problema para ello. Independientemente de esto, Margarita nos había explicado un poco por encima lo que veríamos al entrar y al salir lo hizo de manera más extensa con todo lujo de detalles, aclarando todas las dudas que le preguntamos.
La visita nos gustó mucho, a pesar de que nuestra guía Margarita no pudo acceder al interior y la guía del castillo que nos acompañaba solo hablaba inglés. La mujer trataba de hacerlo despacio para que nos fuese más fácil entenderla y a pesar de que se le comprendía bastante bien, reconozco que muchos de nuestros acompañantes, incluidos mis amigos, tuvieron bastante problema para ello. Independientemente de esto, Margarita nos había explicado un poco por encima lo que veríamos al entrar y al salir lo hizo de manera más extensa con todo lujo de detalles, aclarando todas las dudas que le preguntamos.
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Y tras tomar unas fotos, salimos hacia nuestro siguiente destino ese día: El Peñón de Howth y su pueblo. Howth es un pequeño pueblo pesquero situado en una península al norte de la bahía de Dublin, concretamente en la zona opuesta a la ciudad denominada Peñón de Howth. Llegamos al extremo más occidental de este desde el que se contemplan unas estupendas panorámicas de la bahía de Dublin, alcanzando la vista si el día está despejado hasta las montañas de Wicklow. Descendemos del microbús y tomamos un sendero que desemboca en los acantilados desde Carrickbrack Road, a la altura del faro más septentrional de la costa. Vemos al comienzo del camino una señal que advierte del peligro de los acantilados y bajo ésta un cartel verde con un número de teléfono. Ante nuestra extrañeza Margarita nos explica que es el equivalente al “teléfono de la Esperanza” en España y que está puesto allí porque en ese tramo de la ruta es muy habitual que se suicide gente despeñándose…!!con el coche¡¡ Y por eso lo del teléfono como ayuda para evitarlo. Sorprende bastante que por allí se puedan arrojar con un coche porque el camino es bastante abrupto y sembrado de riscos y piedras, pero unos minutos después nos enseñaron un coche que los servicios de emergencias todavía no habían podido sacar del fondo de uno de los acantilados y nos quedamos todos bastante impresionados…
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La ruta era bellísima y tenía tramos en los que hasta había bancos para sentarse a contemplar el paisaje, los acantilados no son tan espectaculares como los de Moher o los de la costa cantábrica española, pero el conjunto aun así es muy bonito. Sorprendentemente no vimos un solo papel, plástico o residuo en todo el camino, no sabemos si por el civismo de los visitantes o por el viento imperante en la zona. Conforme comenzaba la curva en el terreno orientándose hacia el pueblo, pudimos observar a lo lejos la isla Lambay, de propiedad privada, y más cerca de la costa la llamada “Ireland´s Eye” (El Ojo de Irlanda), a donde se puede llegar en temporada estival en barco desde el puerto, un santuario de aves marinas, que cuenta con los restos de un antiguo monasterio entre sus atractivos.
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Iniciamos el descenso hacia el pueblo y empezamos a ver casas muy bonitas con sus parcelas encarando a mar, muchas de ellas muestra de un poder adquisitivo importante: Y es que Howth a pesar de su origen como pequeño puerto pesquero se ha convertido en las últimas décadas, por su tranquilidad y calidad de vida, en lugar de residencia de gente pudiente de la zona de Dublin, entre ellos muchos conocidos como por ejemplo Dolores O'Riordan (cantante de The Cranberries) o Larry Mulen (batería de U2).
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Y como entraba el hambre nos dirigimos a la Abbey Tabern, en el centro del pueblo, donde habíamos reservado: Un local precioso, decorado en madera y con chimenea, con mucha afluencia de gente (era festivo en la isla) y con mucho encanto. El menú consistía en una sopa-crema de verduras muy especiada, sabrosísima y que entraba muy bien con el frio imperante fuera, un salmón fresco a la mostaza o un asado de carne (yo tomé el primero a recomendación de Margarita que nos dijo que en Howth había el mejor salmón de Irlanda y ciertamente no me equivoque, excelente) con una tarta de manzana casera con mousse de naranja estupendas y el café que quisieras, 20€ bebida aparte. No nos arrepentimos de comer allí porque tanto el sitio como la comida nos parecieron magníficos. Además regamos la comida con un par de Smithwicks cada uno, que había que hacer la digestión.
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Tras haber comido estupendamente salimos para dar un paseo por el pueblo, pasando al lado de su hermosa abadía en ruinas, que da nombre al pub donde comimos, y que hace las veces de cementerio del pueblo, dirigiéndonos hacia el puerto. Hay una parte dedicada a las embarcaciones de recreo, con los yates de la gente bien que reside por la zona, y después lo que es el puerto pesquero. Es en este último donde se pueden ver las famosas focas que viven en el lugar: Antiguamente se podía tirarles comida o restos de pescado y se acercaban a la gente, pero según nos explicaron hace un par de años un americano estaba haciéndolo y resbaló, golpeándose y rompiéndose algo, demandó al puerto y se llevó un buen pellizco, motivo por el cual el jefe de la autoridad portuaria prohibió expresamente alimentarlas bajo pena de multa cuantiosa. En fin, tuvimos que contentarnos con verlas, muy chulas, acudían a los muros del puerto pensando que nuestras cámaras eran algo que les íbamos a tirar, pobrecillas…
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En Howth es posible comprar pescado fresco de excelente calidad y las mejores ostras de Irlanda a un precio muy asequible (unos 60 céntimos de euros la unidad) en pequeñas tiendas en el puerto pesquero, producto este que como se toma crudo es consumible por la gente aunque vaya de excursión y se aloje en un hotel.
Como la lluvia comenzó a arreciar iniciamos el regreso a Dublin, pasando antes por el Castillo de la familia Lawrence, condes de Howth, del siglo XIV, está muy deteriorado y no es visitable, incluyendo en sus terrenos un hotel y un campo de golf, debido a según nos contaron las estrecheces económicas de los propietarios, que debieron vender esa parte del dominio, además de haberle manifestado que vivían en la parte más moderna del castillo, ya que el resto de las estancias eran muy frias y húmedas, siéndoles muy costoso calentar todo su interior. Parece ser que esto es una constante en muchos de los castillos de Irlanda de propiedad privada, donde la falta de la riqueza producida por la explotación de la tierra y la inexistencia de ingresos ha llevado a que muchos estén en estado semi-ruinoso y de gran abandono, debido a una necesidad de reformas millonarias que los propietarios en numerosas ocasiones no pueden (o no quieren afrontar).
Como la lluvia comenzó a arreciar iniciamos el regreso a Dublin, pasando antes por el Castillo de la familia Lawrence, condes de Howth, del siglo XIV, está muy deteriorado y no es visitable, incluyendo en sus terrenos un hotel y un campo de golf, debido a según nos contaron las estrecheces económicas de los propietarios, que debieron vender esa parte del dominio, además de haberle manifestado que vivían en la parte más moderna del castillo, ya que el resto de las estancias eran muy frias y húmedas, siéndoles muy costoso calentar todo su interior. Parece ser que esto es una constante en muchos de los castillos de Irlanda de propiedad privada, donde la falta de la riqueza producida por la explotación de la tierra y la inexistencia de ingresos ha llevado a que muchos estén en estado semi-ruinoso y de gran abandono, debido a una necesidad de reformas millonarias que los propietarios en numerosas ocasiones no pueden (o no quieren afrontar).
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Y tras regresar a Dublin, nos fuimos a tomar unas pintas, saludamos por última vez a los chicos de Sliotar en el Porterhouse, retirándonos pronto para aprovechar la mañana siguiente para pasear por la zona sur de Dublin, previamente a nuestro regreso.