El desayuno en el Puffin B&B es sorprendentemente bueno. Anoche, la dueña nos dio a elegir entre cinco tipos de desayuno, para tenerlos preparados hoy cuando nos levantáramos. El Mortadelo y yo elegimos uno con fruta fresca y los Niños uno de tortitas. En la foto se puede observar el mimo con que están preparados. Además de lo servido en platos, había zumo, pan, mermelada, jarabe de arce, etc. Y, por supuesto, café y té.
Desayuno en el Puffin B&B de Lisdoonvarna
CORCOMROE ABBEY
Nos ponemos en marcha en nuestro octavo día de viaje. En algo más de media hora por carretera nacional llena de curvas (para no variar) llegamos a nuestro primer destino: la Abadía de Corcomroe.
La Abadía de Corcomroe fue un monasterio cisterciense fundado a comienzos del S.XIII y funcionó como tal hasta el S.XVII, cuando se tuvo que desmantelar porque cada vez estaban peor vistos los católicos.
Corcomroe Abbey
¡Qué bonita! Nos encanta.
Se aparca al lado, en un fondo de saco del camino que lleva hasta ella. El acceso a la edificación es totalmente libre y no hay absolutamente nadie controlando nada.
La abadía está ruinosa y no conserva las cubiertas. Su ubicación, en mitad de una campiña muy verde (los verdes en Irlanda son muy verdes), circundada por el cementerio, y su imagen un poco espectral, la hacen muy especial. El hecho de poder moverte libremente por entre sus muros te permite evocar cómo pudo ser la vida allí cuando la abadía estaba en su pleno esplendor.
Corcomroe Abbey
Aún se conservan tallas en piedra de un alto nivel de artesanía. Realmente, me sorprende que no haya nadie vigilando el lugar y no se haya vandalizado.
Tallas en piedra en Corcomroe Abbey
Pasamos bastante tiempo dando vueltas por entre las ruinas y las lápidas del cementerio y tomando decenas de fotos, porque cada rincón es sugerente. Corcomroe Abbey es una de las cosas que más me ha gustado de todo el viaje por Irlanda.
¡Fantástica Corcomroe Abbey!
Finalmente, nos despedimos de los dos cuervos que nos vigilan desde la cumbre de uno de los muros, y ponemos rumbo a nuestro siguiente destino.
Cuervos en Corcomroe Abbey
DUNGUAIRE CASTLE
No tardamos ni quince minutos en llegar al Castillo de Dunguaire. Los últimos kilómetros de la carretera discurren por la orilla misma del mar, y antes de llegar al castillo ya se vislumbra su silueta a lo lejos, a mano izquierda (viniendo desde el sur). No hay que embobarse mucho con su romántica estampa porque el parking está un poco antes de llegar al castillo, a la derecha de la carretera, y es fácil pasarlo de largo si no vas atento. Junto al parking hay un par de casitas con tejado de paja, como las que vimos el otro día en Adare.
Casitas con tejado de paja en Dunguaire
Tanto el parking como el castillo son gratuitos. Claro, que el castillo sólo se puede ver por fuera porque actualmente está cerrado, así que tampoco es oportuno cobrar nada.
El Castillo de Dunguaire data de 1520 y está muy bien conservado porque estuvo en uso durante varios siglos. Fue restaurado en el S.XX para ser lugar de encuentro de literarios e intelectuales, y últimamente se utilizaba para celebrar banquetes, cenas medievales y espectáculos con fines turísticos, hasta que fue cerrado con motivo de la pandemia. A día de hoy, aún no ha vuelto a abrir. El entorno es bucólico, en un pequeño promontorio a orillas del mar, en la bahía de Galway.
Dunguaire Castle
Damos toda la vuelta alrededor del castillo por el caminito que lo bordea, pero realmente no merece la pena porque por la parte de detrás es un zarzal que no permite ver nada. Así que, tomadas las pertinentes fotos, volvemos al coche para encarar la última etapa de hoy: los 30 km que nos separan de Galway.
GALWAY
Galway es una de las ciudades con mayor crecimiento económico de la Unión Europea. Además, al ser ciudad universitaria (tiene dos Universidades), su población también está aumentando en las últimas décadas, contando en la actualidad con más de 80.000 habitantes, lo que la hace la tercera ciudad más poblada de Irlanda, por detrás de Dublín y Cork. Desde el S.XIII es conocida como “la ciudad de las 14 tribus”, en referencia a las catorce familias anglonormandas que dominaron y gobernaron la ciudad durante siglos. Fueron clanes muy poderosos, debido principalmente al comercio que desarrollaban en el puerto de Galway, sobre todo con mercaderes españoles.
Aparcamos en el patio delantero del Four Seasons B&B, en Galway, donde pasaremos las dos últimas noches que nos restan en Irlanda. Es chocante que haya establecimientos que se autodenominen B&B y no incluyan el desayuno en su tarifa, pero este no fue el único que vi con esta condición cuando estuve reservando alojamientos para el viaje. Me convenció que tenía parking gratuito y que estaba situado bastante cerca del centro, pero no en pleno cogollo, algo que siempre tratamos de evitar cuando llegamos a una ciudad con coche. También su precio, algo más barato que la media de los alojamientos en Galway.
Aparcando en el Four Seasons B&B
En la calle donde se encuentra el B&B son todo casas bajas, la mayoría dedicadas a alojamiento turístico. El Four Seasons se ofrece en Booking, pero seguramente podría haber reservado en cualquier otro si hubiera contactado directamente con ellos. Comento esto porque, aunque la ubicación es buena, a sólo diez minutos andando del centro, el alojamiento en sí deja un poco que desear, al menos la habitación que nos han dado. Tenemos una cuádruple en planta baja, al lado de recepción. Las paredes son de papel y oímos perfectamente todo lo que se habla ahí afuera. No hay mesillas, sólo hay dos enchufes, la única luz que hay es la general del techo, no hay una repisa o una percha en el baño donde dejar las cosas, al televisor le han capado el sonido, por lo que es tontería encenderlo (supongo que se oía desde afuera y molestaba en recepción)… En fin, no estamos muy cómodos. Por no destacar sólo lo negativo, diré también que la habitación tiene un gran ventanal a la fachada principal que la hace muy luminosa y alegre, y que nos han dejado sobres de café y té para utilizar el hervidor de agua.
Una vez establecidos, salimos a conocer Galway, donde vamos a pasar toda la tarde. Lo primero es buscar un lugar donde comer, así que vamos hacia el centro. Yo llevo varios sitios apuntados de los que he leído buenas recomendaciones, pero… ¡ay! ¡Está todo lleno! El centro de Galway está muy, muy animado, es puro bullicio de turistas, y hay locales que incluso tienen cola de gente esperando.
Quay Street
High Street
La zona por la que nos estamos moviendo es la conocida como The Latin Quarter (Barrio Latino). La señalo con color en el siguiente plano. Es la zona más turística de Galway y donde se concentra el mayor número de restaurantes, pubs y, en general, todo tipo de establecimientos destinados al turismo.
Centro de Galway
Finalmente encontramos una mesa libre en la terraza de un local llamado Taaffes Bar, que tiene los precios un poco más comedidos que la media. La comida no está mal, aunque mi pasta no alcanza el nivel de excelencia que tenía la que cené el otro día en el hotel de Limerick.
Comiendo en el Barrio Latino de Galway
Atravesamos el Barrio Latino hacia el sur. En Quay Street nos encontramos con la famosa Galway Girl. Es una estatua de bronce que representa una joven sentada en un banco, y conmemora a las mujeres conocidas como “Magdalenas”. Esta denominación se daba en los siglos XVIII y XIX a las mujeres que eran enviadas a instituciones controladas por la Iglesia Católica, conocidas como Magdalene Laundry, como castigo por haber cometido pecados del estilo de ejercer la prostitución, haber sido violada, perder la virginidad antes del matrimonio o ser madre soltera. En las Magdalene Laundries eran obligadas a trabajar en esclavitud haciendo encaje, cosiendo, lavando ropa, etc. En uno de estos lugares fueron encontrados hace unos años los cadáveres de 155 mujeres sin identificar.
Galway Girl
La estatua de la Galway Girl se encuentra justo delante de uno de los pubs más legendarios de Galway, el The Quays. Me encanta su fachada tan colorida. Creo que no nos iremos de Galway sin probarlo.
The Quays, en Quay Street
Justo al final de Quay Street hay un mural de estilo naif, bastante bonito y lleno de color, que homenajea al Barrio Latino. Delante, un músico callejero toca el violín. Hay muchos artistas amenizando las calles en esta zona.
Quay Street
Llegamos a la gran explanada a orillas del río Corrib, donde se encuentra The Spanish Arch. Estos arcos de piedra son lo único que queda de la antigua muralla que rodeaba la ciudad. Su nombre procede del comercio que se llevaba a cabo en este lugar con los barcos españoles que frecuentaban el puerto de Galway en los siglos XIII a XVI. Realmente, la muralla original era medieval. Estos arcos corresponden a una ampliación que se hizo en 1584 para proteger la lonja de pescado que estaba detrás. En 1755, las ondas sísmicas provocadas por el terremoto de Lisboa causaron la destrucción de todo el conjunto, quedando en pie únicamente estos dos arcos. ¡Es alucinante cómo pudo llegar la devastación hasta tan lejos!
The Spanish Arch
Atravesando los arcos se pasa a la Spanish Parade, que es la zona donde estaba la lonja del pescado. Hoy en día, un paseo empedrado donde se encuentra el Museo de la Ciudad de Galway.
La otra cara de The Spanish Arch
Continuamos hacia adelante a lo largo del margen del río Corrib, por el paseo conocido como The Long Walk. Desde esta orilla hay unas bonitas vistas del otro lado. Además, el día está precioso, con un cielo muy azul, que ayuda a que todo sea más vistoso y parezca más alegre.
Vistas desde The Long Walk de Galway
Al final de The Long Walk hay una hilera de casitas de colores, de esas que tanto nos gustan, pero creemos que se verán mejor desde la orilla de enfrente.
También hay hileras de casitas de colores en Galway
Así que cruzamos al otro lado del río Corrib por el puente Wolf Tone. El río baja muy bravo y las vistas desde el puente son así de bonitas, con la cúpula de la catedral asomando al fondo:
Río Corrib desde el Wolf Tone Bridge
Mirando desde el puente hacia el otro lado también se ofrece una bonita vista de la desembocadura del Corrib y el Spanish Arch.
Desembocadura del río Corrib desde el Wolf Tone Bridge
Como bien habíamos supuesto, la perspectiva de las casas de colores de The Long Walk es mucho más atractiva desde esta orilla. Realmente, no son tan coloridas como las que hemos visto en otros lugares, pero no dejan de tener su encanto, sobre todo por el contraste con el azul tan azul del agua y del cielo.
Casas de colores de The Long Walk
En este lugar hay un par de barcas encalladas y abandonadas, llenas de musgo, que pueden ser un claro objeto de deseo para un fotógrafo bueno que sepa sacar provecho de los primeros planos. No es mi caso, y esto es lo más artístico que consigo obtener:
Un quiero y no puedo
Volvemos hacia el puente y callejeamos por el lado oeste del río hacia la Catedral. La zona está surcada por canales y hay rincones bastante seductores.
Canales de Galway
La Catedral de Galway es moderna, de 1958, de culto católico, y se construyó en el emplazamiento donde antes hubo una cárcel. Su cúpula, de más de 44 metros de altura, puede verse prácticamente desde cualquier punto de la ciudad.
Catedral de Galway por fuera
El interior me parece mucho más bonito que el exterior. Llama mucho la atención el color de la cúpula, que lanza reflejos de luz azul sobre los muros de piedra cuando inciden sobre ella los rayos del sol.
Catedral de Galway por dentro
Cruzamos por el puente de Salmon Weir (que se llama así porque en época de salmones la gente los pesca desde aquí) para volver al lado este del río, y recorremos su ribera a lo largo del paseo de Riverside Soundwalk, hacia el sur, para volver a la zona del Barrio Latino. Es un paseo agradable, con el río a un lado y la frondosa vegetación al otro.
Riverside Soundwalk
Callejeamos por el Barrio Latino, subiendo hacia Eyre Square. Son calles bulliciosas y con fachadas llenas de color, lo que hace que la zona sea muy alegre. En alguna edificación incluso se reproducen simultáneamente dos tópicos de la arquitectura irlandesa: fachada de colores y tejado de paja:
Linda fachada en Eyre Street
Eyre Square es una gran plaza rectangular muy arbolada y con varias estatuas, una fuente, un busto de J. F. Kennedy (marcando el lugar donde pronunció un discurso en su último viaje antes de ser asesinado), y hasta un fragmento de una casa de 1627, la Browne Doorway. Se trata de un trozo de la fachada de la mansión del clan de los Browne, una de las catorce tribus que gobernaron la ciudad en el S.XVII. Esta mansión, que era una de las más grandes y ornamentadas de Galway, fue confiscada y demolida en 1652 por los ejércitos de Cromwell durante la conquista de Irlanda, al igual que muchas otras casonas y palacios de las familias poderosas. De la demolición se salvó el fragmento que hoy se conserva en Eyre Square como monumento a la gloria pasada de Galway.
En Eyre Square también se exhiben catorce banderas en sendos postes, uno por cada una de las catorce tribus de Galway, así representadas también como recuerdo de otros tiempos.
En William Street nos detenemos ante un sencillo monumento dedicado a los escritores Oscar Wilde (irlandés) y a Eduard Vilde (estonio). Se trata de una estatua de bronce en la que ambos aparecen juntos charlando sentados en un banco. En realidad, aunque fueron coetáneos, nunca se conocieron. La idea de representarlos juntos en un monumento simboliza una crítica hacia la censura y persecución que sufrieron ambos por sus escritos. También les une el hecho de que los dos murieron en París, donde ambos están enterrados. Esta estatua es una réplica de la original, que se encuentra en Tartu (Estonia).
Oscar Wilde y Eduard Vilde
Terminamos la tarde pasando unos gratos momentos con unas cervezas y unos refrescos en el pub The Quays. Hay un par de músicos tocando canciones populares irlandesas y está lleno de clientes a rebosar.
Música en directo en The Quays Bar
Por último, cenamos en un restaurante cualquiera, uno de los pocos en los que encontramos mesa libre, y nos volvemos al B&B a descansar.
Galway me ha gustado. Desde luego, más que Cork. Y, tal vez, también algo más que Dublín, porque ambas desprenden un espíritu igual de alegre, pero quizá Galway tiene enclaves y rincones con más encanto.