El día de hoy era una sorpresa para mi chico por su cumpleaños. Como es bastante aficionado a la enología, y en vista de que pasábamos por una de las cunas de los vinos franceses, decidí regalarle por su cumple (que había sido días antes) una estancia en una casa rural rodeada de viñedos y una visita a una bodega de la pretigiosa AOC St. Émilion Gran Cru Clasé. Así que dejamos atrás la costa de La Rochelle y nos dirigimos hacia la tierra de vinos.
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La casa rural a la que fuimos se llama Domaine Bel Air Carpe Diem, a unos 10 minutos en coche del pueblo St. Emilion, y es una auténtica preciosidad. Tiene varias habitaciones, de diferentes precios (la más barata 95 euros) con desayuno incluido, pero para una ocasión especial merece la pena, y mucho. Toda rodeada de viñedos, le da un aire de lo más romántico y apacible. Llegamos sobre las 13:00 y, aunque nuestra habitación no estaría preparada hasta las 16:00, la dueña, Isabelle, un encanto de persona, nos dejó pasar a dejar las maletas y nos explicó dónde comer en plan pic-nic y qué visitar de St. Emilion antes de ir a la bodega (teníamos la visita programada para las 16:00). Además, nos sacó un listado de restaurantes para cenar esa noche, aconsejándonos que no fuéramos a St. Emilion porque es muy turístico y se pasan con los precios. Así que con sus consejos, paramos primero a hacer nuestro picnic y una vez con las energías renovadas, nos encaminamos a St. Emilion.
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Siguiendo los consejos de Isabelle aparcamos un poco antes de la entrada al pueblo, para evitarnos el pago. Cogimos un mapa y nos pusimos a andar. ¡Qué preciosidad de pueblo! Había muchísima gente, pero aún así nos quedamos prendados con sus catacumbas, iglesias hechas en la roca, sus torres, sus antiguas murallas,... muy bonito. Millones de tiendas de vinos y muchos restaurantes de alto nivel. Todo gira en torno al vino. Sobre las 15:40 tras haberlo visitado exhaustivamente, nos dirigimos a Fonplègade, el château (bodega) que íbamos a visitar. Teníamos reservada una visita privada en español que incluía paseo en cochecito por los viñedos, visita al interior de las bodegas y cata de 4 vinos. La chica que nos hizo la visita era muy maja y nos fue explicando todo con mucha pasión, se notaba que le gustaba su trabajo. Y los vinos que catamos, bueno, excepcionales... de ahí los precios. Nos llevamos una botella de recuerdo que guardamos para una ocasión especial.
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Tras visitar la bodega, volvimos al hotel, nos instalamos (la habitación una pasada, era como una casita con dos plantas) y nos salimos al jardín a relajarnos leyendo un rato, hasta la hora de cenar. Isabelle nos había reservado mesa en un restaurante de un pueblo cercano, Saint Germain du Puch (restaurante Atmosphere) y allá fuimos sobre las 20:00. Cenamos de lujo en la terraza (tenía una carta de vinos de, por lo menos, 50 páginas), arriesgando un poco en nuestras elecciones. Pero cenamos genial, gastando un poco más que días atrás, pero un día es un día. Tras la estupenda velada, dimos un paseo por el pueblo (que tampoco tenía mucho más) y volvimos a nuestra bonita habitación en Bel Air Carpe Diem. Fue un colofón final perfecto.
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La casa rural a la que fuimos se llama Domaine Bel Air Carpe Diem, a unos 10 minutos en coche del pueblo St. Emilion, y es una auténtica preciosidad. Tiene varias habitaciones, de diferentes precios (la más barata 95 euros) con desayuno incluido, pero para una ocasión especial merece la pena, y mucho. Toda rodeada de viñedos, le da un aire de lo más romántico y apacible. Llegamos sobre las 13:00 y, aunque nuestra habitación no estaría preparada hasta las 16:00, la dueña, Isabelle, un encanto de persona, nos dejó pasar a dejar las maletas y nos explicó dónde comer en plan pic-nic y qué visitar de St. Emilion antes de ir a la bodega (teníamos la visita programada para las 16:00). Además, nos sacó un listado de restaurantes para cenar esa noche, aconsejándonos que no fuéramos a St. Emilion porque es muy turístico y se pasan con los precios. Así que con sus consejos, paramos primero a hacer nuestro picnic y una vez con las energías renovadas, nos encaminamos a St. Emilion.
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Siguiendo los consejos de Isabelle aparcamos un poco antes de la entrada al pueblo, para evitarnos el pago. Cogimos un mapa y nos pusimos a andar. ¡Qué preciosidad de pueblo! Había muchísima gente, pero aún así nos quedamos prendados con sus catacumbas, iglesias hechas en la roca, sus torres, sus antiguas murallas,... muy bonito. Millones de tiendas de vinos y muchos restaurantes de alto nivel. Todo gira en torno al vino. Sobre las 15:40 tras haberlo visitado exhaustivamente, nos dirigimos a Fonplègade, el château (bodega) que íbamos a visitar. Teníamos reservada una visita privada en español que incluía paseo en cochecito por los viñedos, visita al interior de las bodegas y cata de 4 vinos. La chica que nos hizo la visita era muy maja y nos fue explicando todo con mucha pasión, se notaba que le gustaba su trabajo. Y los vinos que catamos, bueno, excepcionales... de ahí los precios. Nos llevamos una botella de recuerdo que guardamos para una ocasión especial.
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Tras visitar la bodega, volvimos al hotel, nos instalamos (la habitación una pasada, era como una casita con dos plantas) y nos salimos al jardín a relajarnos leyendo un rato, hasta la hora de cenar. Isabelle nos había reservado mesa en un restaurante de un pueblo cercano, Saint Germain du Puch (restaurante Atmosphere) y allá fuimos sobre las 20:00. Cenamos de lujo en la terraza (tenía una carta de vinos de, por lo menos, 50 páginas), arriesgando un poco en nuestras elecciones. Pero cenamos genial, gastando un poco más que días atrás, pero un día es un día. Tras la estupenda velada, dimos un paseo por el pueblo (que tampoco tenía mucho más) y volvimos a nuestra bonita habitación en Bel Air Carpe Diem. Fue un colofón final perfecto.