En Marzo del 2007 decidimos un grupo de amigos, que nos habíamos conocido en mi viaje a Jordania, pasar un fin de semana tranquilo en los alrededores de Béjar, en Salamanca. La planificación iría sobre la marcha de la escapada, quizás hacer una ruta de senderismo y visitar algún pueblo de la zona. Reservamos un par de noches en el ALBERGUE CALIGA, prácticamente al lado de la población de Puerto de Béjar, que para quedar todo en familia pertenecía al que nos había hecho de guía en Jordania. También alquilamos un monovolumen de 9 plazas para el viaje.
El 23 de Marzo salimos de Madrid por la carretera de la Coruña con dirección a Puerto de Béjar, haciendo una paradita en Piedrahíta para estirar las piernas y zampar un poco de tortilla de patatas. Continuamos nuestro camino hacia el albergue, que estaba a pocos metros del límite con Cáceres. Nos costó trabajo localizar el desvío porque no estaba muy bien señalizado y ya era de noche, pero finalmente llegamos a buen puerto. El albergue estaba distribuido en una única planta (había sido anteriormente una residencia de la tercera edad o similar y por lo tanto no tenía barreras de accesibilidad) y era bastante funcional. Tras hacer el reparto de las habitaciones nos fuimos a cenar con el dueño del albergue a un restaurante cercano a Baños de Montemayor, EL SOLITARIO, donde estuvimos tomando unas raciones de productos típicos de la zona. ¡Y bien ricas!. Con el estómago lleno nos retiramos ya al albergue.
El 23 de Marzo salimos de Madrid por la carretera de la Coruña con dirección a Puerto de Béjar, haciendo una paradita en Piedrahíta para estirar las piernas y zampar un poco de tortilla de patatas. Continuamos nuestro camino hacia el albergue, que estaba a pocos metros del límite con Cáceres. Nos costó trabajo localizar el desvío porque no estaba muy bien señalizado y ya era de noche, pero finalmente llegamos a buen puerto. El albergue estaba distribuido en una única planta (había sido anteriormente una residencia de la tercera edad o similar y por lo tanto no tenía barreras de accesibilidad) y era bastante funcional. Tras hacer el reparto de las habitaciones nos fuimos a cenar con el dueño del albergue a un restaurante cercano a Baños de Montemayor, EL SOLITARIO, donde estuvimos tomando unas raciones de productos típicos de la zona. ¡Y bien ricas!. Con el estómago lleno nos retiramos ya al albergue.
Al día siguiente, tras el desayuno, cogimos los bártulos de senderismo y salimos dispuestos a hacer una pequeña caminata matutina. Con el albergue situado junto a la Vía de la Plata, nos venía de perlas recorrer un pequeño tramo de la calzada. Por un bosque de castaños y robles, completamente pelado, bajamos hasta el fondo del valle y alcanzamos el río Cuerpo de Hombre. Muy cerca del puente que cruzaba el río pudimos ver un miliario perfectamente conservado. Empezamos a remontar nuevamente el valle entre más robles y castaños, hasta llegar a Puerto de Béjar, donde hicimos una paradita para comer. En pocos minutos llegamos nuevamente al albergue. Después de echar la siesta nos arreglamos para bajar a Hervás, donde estuvimos dando una vueltecilla nocturna y tomando unas raciones.




El Domingo, a pesar de tener que volver a Madrid aprovechamos muy bien para ver algunos pueblos. Tras dejar el albergue nos fuimos al pequeño pueblo de Granadilla, ubicado en un cerro junto a la orilla del embalse Gabriel y Galán.

Esta villa fue abandonada a mediados del siglo XX al ser declarada zona inundable como consecuencia de la construcción del embalse. En 1980 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico y 4 años después pasó a formar parte del Programa de Pueblos Abandonados, junto a Búbal y Umbralejo en Huesca y Guadalajara respectivamente. La Consejería de Educación inició un programa educativo y social en el que jóvenes de diferentes puntos de España se reunían semanalmente en Granadilla para llevar a cabo las tareas de rehabilitación y que aún hoy en día sigue en marcha
. Entramos al poblado por la puerta de la Villa, situada en el segmento de la muralla existente junto al castillo, y nos fuimos a echar una ojeada a las panorámicas del lugar. Teníamos una visión amplia de la comarca de las Tierras de Granadilla, anegadas por el embalse de Gabriel y Galán, y también de las Hurdes, al otro lado del embalse. Por la calle principal llegamos a la Plaza Mayor, que era el punto principal y a partir del cual se había desarrollado esta villa. Por último subimos al castillo del siglo XV perteneciente al Duque de Alba.






Tras la visita de esta encantadora villa fuimos hacia Hervás, donde estuvimos recorriendo los callejones de la judería, a orillas del río Ambroz. Estrechas calles empedradas en cuesta, pasajes de apenas 1 metro de ancho, casas de 2 plantas con muros de adobe, balcones, entramados y soportales de madera, repletas de macetas. Subimos hasta la parte alta del pueblo, donde estaba la iglesia de Santa María y que resultó ser un magnífico mirador para contemplar Hervás y la sierra. Al llegar la hora de la comida fuimos al RESTAURANTE EL ALMIREZ, de muy buena calidad y donde pudimos degustar algunos platos típicos, como unas riquísimas migas.



De Hervás seguimos nuestra ruta hasta el pueblo de Candelario, con unas preciosas vistas a la sierra de Béjar y Candelario, que todavía conservaba algo de nieve en las cumbres.

Comenzamos a caminar junto a la ermita del Cristo del Refugio, en la Plaza del Humilladero. Lo interesante del pueblo estaba subiendo por las cuestas que salían de esta plaza con dirección a la sierra, no por los monumentos, sino por la cantidad de ejemplos de arquitectura típica serrana conservados. La mayoría de las casas eran de 3 plantas, con la última utilizada como desván para curar con hoguera los productos de la matanza. Sin embargo, el elemento diferenciador con respecto a cualquier otro pueblo eran las batipuertas, colocadas a la entrada de la mayoría de las casas. Hay diferentes teorías referentes al uso que tenían: evitar la entrada de nieve en las casas, la entrada de animales a la caza de alimentos, o defenderse de los posibles ataques de los animales antes de pasar a mejor vida convertidos en chorizos y morcillas.


Además, por la calle principal por ejemplo, había una pequeña acequia que conducía el agua procedente de la sierra.


Agotamos nuestros últimos minutos en Candelario merendando unos bizcochos caseros y emprendimos el regreso a Madrid, parando unos minutos en Ávila para tomar un café y despejarnos un poco. Lo que más me había gustado del fin de semana.