RUTAS POR LA PROVINCIA DE BURGOS: LERMA, IGLESIA VISIGODA DE SANTA MARÍA DE LARA, RUINAS DE SAN PEDRO DE ARLANZA, ERMITA DE SAN PELAYO Y COVARRUBIAS.
Para el puente del 1 de noviembre, preparé una ruta de cuatro días por la provincia de Burgos, visitando además de la capital, cuyo relato se encuentra en otra etapa de este diario, Lerma, Quintanilla de las Viñas (ermita visigoda de Santa María), San Pedro de Arlanza, Covarrubias, el Desfiladero de la Yecla, Santo Domingo de Silos y Peñaranda de Duero. El recorrido lo tenía diseñado de una forma, pero tuvimos que improvisar sobre la marcha porque el miércoles treinta y uno de octubre llovió cántaros, lo que trastocó completamente nuestros planes.
Posición de Lerma y demás poblaciones de la ruta en el mapa peninsular.
El itinerario final según GoogleMaps.
El itinerario final según GoogleMaps.
No madrugamos demasiado y salimos de Madrid con el cielo muy nublado pero sin lluvia. El viaje hacia Lerma, donde teníamos alojamiento esa noche, resulta muy cómodo, ya que se circula prácticamente todo el camino por la autovía A-1. Por sugerencia de un compañero del foro, teníamos intención de dar un paseo y almorzar en Peñaranda de Duero, pero nada más llegar allí comenzó a llover a cántaros, de tal manera que resultaba imposible incluso permanecer en la calle. Como aún era temprano para comer (los restaurantes estaban cerrados), decidimos seguir directamente hasta Lerma, dejando para otro momento la visita a Peñaranda y el resto de planes que teníamos para la tarde (Desfiladero de la Yecla y Monasterio de Santo Domingo de Silos).
LERMA.
Llegamos a Lerma sobre las dos. Sin más preámbulos, fuimos hasta la Plaza Mayor y aparcamos frente al antiguo Palacio Ducal, convertido en la actualidad en Parador Nacional de Turismo, donde nos alojábamos esa noche. Era miércoles laborable y todavía no se notaba la afluencia turística del puente, así que pudimos estacionar el coche sin agobios, aunque enseguida vimos varios carteles anunciando que el día siguiente estaría prohibido aparcar en la plaza desde las 06:30 hasta por la tarde, ya que había mercado. Así que por la noche tendríamos que quitar el coche de allí.
Antes de entrar en el Parador, fuimos hasta el restaurante La Galoria, que nos habían recomendado en el foro. Situado en la calle Mayor, nº 21, está enclavado en un antiguo palacete del siglo XIX, cuya fachada se inspiró en el Banco de San Fernando de Madrid, el primer Banco de España, y su construcción se realizó por encargo de Ramón de Santillán, nacido en Lerma en 1791, primer Gobernador del Banco de España y Ministro de Hacienda. Tiene una terraza preciosa, que se debe disfrutar mucho durante las cenas de verano; ese día, lógicamente, estaba cerrada. Tanto el bar como los comedores presentan una bonita decoración con muchos objetos de época. Por lo demás, el servicio nos pareció excelente, igual que el menú del día, sobre todo teniendo en cuenta su precio: 15 euros. Sin embargo, hay que advertir que no sirven la cocina castellana típica y que, aunque nosotros tuvimos más que de sobra, las cantidades son más para degustar que para hartarse. En cualquier caso, una buena experiencia.
Después volvimos al Parador para hacer el registro de entrada. Como nos encontramos con el lío del aparcamiento y llovía bastante, decidimos utilizar el garaje subterráneo del Parador, que nos costó 6 euros, lo cual me pareció un poco cutre por parte del Parador ya que los clientes nos habíamos quedado sin poder aparcar en al calle. Nos dieron una habitación muy amplia y confortable en la última planta, una de las zonas que fue reconstruida cuando se recuperó el edificio del Palacio Ducal, que estaba prácticamente en ruinas, para instalar el Parador. Pero esto lo contaré después.
Siguiendo la recomendación del recepcionista del Parador, me apresuré para llegar a tiempo de unirme a la visita guiada de las 16:30 que realiza la Oficina de Turismo, ubicada en la calle de la Audiencia, nº 6, a pocos metros de la Plaza Mayor, en el claustro del antiguo Convento de Santa Teresa. El recorrido se llama “Paseo Barroco”, tiene un precio de 4 euros e incluye la visita al Centro de Interpretación de la Villa, el Pasadizo Ducal y el acceso a la Colegiata de San Pedro. Dura alrededor de hora y media y resultó muy interesante, sobre todo porque los guías nos contaron la historia relativa a Lerma (ciudad y duque) de una manera bastante amena. En cualquier caso, si no se puede hacer esta visita, no hay problema para enterarse de los detalles porque los monumentos tienen paneles explicativos que facilitan mucha información.
Centro de Interpretación y planos que proporcionan en la Oficina de Turismo.
Mientras esperaba el comienzo de la visita guiada, di una vuelta por el Centro de Interpretación y me enteré de bastantes cosas. Los alrededores de Lerma estuvieron poblados desde tiempos muy antiguos y en la localidad de Tordómar, a 22 kilómetros, todavía está en uso un trozo de calzada y un puente romano de 22 arcos. Lerma está situada a 849 msnm, en un altozano que domina la vega del río Arlanza, y ya en tiempos medievales, Lerma se convirtió en Posta destacada del Camino Real, que vertebraba las rutas de comunicación entre el norte peninsular y Extremadura. Y precisamente su estratégica ubicación fue lo que cambió su historia a principios del siglo XVII, cuando en solo 20 años se convirtió en uno de los más destacados conjuntos urbanos de la época. En 1598, Felipe III sucedió en el trono a su padre Felipe II, pero el trono le llegó de rebote y no estaba preparado para ejercerlo: le interesaban más actividades como la caza, el teatro, la pintura y los asuntos religiosos que la tarea de gobernar el inmenso reino que había heredado. De modo que cedió la toma de decisiones a su antiguo preceptor, Francisco Gómez de Sandoval-Rojas y Borja, a quien nombró primer ministro y valido. También le hizo duque de Lerma y como tal ejerció plenos poderes desde 1598 a 1618, utilizando incluso el sello real. En 1601 la Corte se trasladó a Valladolid, pero volvió a Madrid en 1606. Según se cuenta, fue el propio duque quien aconsejó tales traslados para beneficiarse con las operaciones especulativas generadas por la compra y venta de fincas y territorios.
Dada su excelente ubicación geográfica respecto a las dos capitales (Valladolid y Madrid), el duque eligió Lerma para instalar una corte paralela y encargó a Francisco de Mora y otros importantes arquitectos la realización de obras y construcciones que incluían un enorme palacio real, una colegiata, un hospital, una imprenta, varios monasterios, ermitas, molinos, fábricas, canales, cotos de caza, una gran plaza para celebrar espectáculos… También se construyeron pasadizos volados para comunicar el palacio con la Colegiata y otros edificios importantes con el fin de que la realeza no tuviera necesidad de aparecer en público ni pisar la calle para moverse u oír misa. Por entonces, Felipe III realizó numerosas visitas a Lerma, donde el duque organizó fastuosas fiestas en su honor, a las que acudían gran cantidad de nobles, clérigos y poetas, si bien atrajo también a pícaros, soldados y buscadores de fortuna. Durante esas dos décadas el duque se hizo inmensamente rico y la ciudad prosperó rápidamente. Sin embargo, la suerte de Lerma comenzó a cambiar al mismo tiempo que la del duque, que fue acusado de graves delitos de corrupción y cayó en desgracia hasta el punto de que se vio obligado al Papa que le hiciera cardenal para evitar ser juzgado y probablemente ejecutado. Tanto es así que por Madrid circuló una copla que decía: “Para evitar ser ahorcado, el mayor ladrón de España, se vistió de colorado”. No obstante, algunos historiadores mantienen la teoría de que en realidad fue víctima de una conspiración llevada a cabo por su propio hijo mayor, el conde de Uceda, y el Conde-Duque de Olivares. El duque de Lerma quedó inmortalizado en un genial retrato ecuestre pintado por Rubens en 1603, que se encuentra en el Museo del Prado.
Tras aquellos 20 años de esplendor, Lerma fue cayendo en el olvido al igual que sus construcciones monumentales, que fueron deteriorándose con el paso de los siglos, hasta que en 1965, su casco histórico fue declarado conjunto histórico artístico. En la actualidad tiene unos 2.700 habitantes, cuya economía está basada en la agricultura, alguna industria y el turismo, que se ha desarrollado bastante en los últimos tiempos, especialmente desde que el Palacio Ducal se convirtió en Parador de Turismo a finales del siglo pasado. También está incluida en el catálogo de la Asociación de Pueblos más Bonitos de España.
Volviendo a la visita guiada, la primera parte de la misma se desarrolla en el Centro de Interpretación, donde el guía nos contó todo lo que he mencionado antes, aunque con más detalles y mejor explicado, claro está. Luego, recorrimos uno de los tramos que se conservan de la red de pasadizos volados que comunicaban el Palacio Ducal con la Colegiata de San Pedro, el Convento de San Blas, el de Santa Teresa y el de Santa Clara, lo que permitía cerrar la Plaza sin pisar la calle.
Los pasadizos desde el interior y desde la calle.
Acto seguido, visitamos la Iglesia Colegial de San Pedro. De estilo gótico tardío, se terminó y consagró en 1617 y en la fachada figura el escudo del duque de Lerma. Planta de tres naves con girola, trascoro y bóveda estrellada. Contiene obras de arte de gran valor, como el retablo de Juan de Ávila, dos órganos de Diego Quijano, una estatua orante en bronce dorado de Cristóbal de Rojas y Sandoval, arzobispo de Sevilla, una mesa taraceada de piedras duras regalo del papa Paulo V, varios retratos, libros de música, un baptisterio del siglo XIII, etc.
Junto a la Iglesia Colegial, se encuentra la estatua conmemorativa del II centenario del nacimiento de José Zorrilla, muy cerca de la casa familiar en la que el poeta romántico pasó largas temporadas en su juventud.
Después de acabar la visita guiada, seguimos por nuestra cuenta, recorriendo las calles empedradas de Lerma a pesar de la lluvia que caía de manera intermitente. Los lugares más destacados son los siguientes:
Puerta o Arco de la Cárcel. La única puerta abierta en la muralla medieval que todavía se conserva. Es la entrada al casco histórico. Es de piedra, pero en 1610 se le adosó un feo añadido de ladrillo para convertirla en cárcel. Actualmente alberga la Denominación de Origen de Vinos de Arlanza.
Primitivo núcleo medieval. Es el que nos encontramos nada más pasar el Arco de la Cárcel. Estaba conformado por la desaparecida muralla con una forma circular y conserva la antigua plaza porticada, la parroquia de San Juan y varias calles pintorescas, como La Paloma, Santa Caliopa y Zorrilla.
Plaza Mayor. Tiene unas dimensiones enormes, con una superficie de 7.000 m2. En origen estaba porticada por las cuatro esquinas, aunque actualmente solo se conservan dos alas con soportales. Aquí era donde se celebraban las fiestas fastuosas (se cuenta que una de ellas duró 22 días) que el duque de Lerma preparaba para agasajar a Felipe III, en especial obras de teatro y corridas de toros, durante las cuales, los toros no morían en la lidia sino que eran obligados a salir por un callejón que les llevaba a despeñarse por el precipicio al que se asoma el centro de Lerma. Por entonces, en esta plaza, solamente podían entrar los nobles, estando vedada al pueblo llano, que tenía su propio lugar de esparcimiento en torno a la Plaza del Mercado Viejo.
El gran número de coches hace muy difícil sacar una foto decente de la Plaza.
Palacio Ducal. Ocupa todo un lateral de la Plaza Mayor y como casi todos los edificios destacados de Lerma, se empezó a construir en 1601 sobre los terrenos que ocupaba el antiguo castillo según el diseño que realizó Francisco de Mora. Su estilo es el herreriano y tomó como modelo el Monasterio del Escorial. Era la residencia del Duque de Lerma y el lugar donde se hospedaba Felipe III. Un dato curioso es que el palacio tiene cuatro torres, algo que sólo podían tener los palacios reales, lo que demuestra el inmenso poder que llegó a tener el valido del rey, al que el duque logró engañar con un ingenioso ardid. Como duque, tenía derecho a poner dos torres en su palacio sin pedir permiso al rey, pese a lo cual le pidió permiso para poner dos torres. El rey se lo dio, pensando que eran las dos torres a las que tenía derecho; sin embargo, el duque lo tomó como una concesión para poner otras dos torres. Tras la caída en desgracia del duque y su muerte, el palacio fue abandonado y los franceses lo utilizaron como cuartel durante la invasión napoleónica, quemando y destruyendo buena parte de lo que quedaba en pie. En los años 90 del pasado siglo, fue adquirido por un Banco para construir un hotel de lujo, proyecto que fracasó. Posteriormente, fue convertido en Parador Nacional después de efectuarse un importante trabajo de restauración, que incluyó reconstruir las torres, que estaban prácticamente derruidas.
Interior del Palacio Ducal.
Construcciones religiosas destacadas son también el Monasterio de San Blas, a un costado del Palacio Ducal y de la Plaza Mayor, el Monasterio de la Madre de Dios, de estilo herreriano, y el Monasterio de Santo Domingo.
Entre la Colegiata de San Pedro y la Oficina de Turismo, se encuentra el Monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor, fundado por el duque de Uceda y cuya capilla se puede visitar gratuitamente (no se permite hacer fotos). Tiene una tienda donde se pueden comprar los dulces que elaboran artesanalmente las monjas clarisas que lo habitan.
Al lado, formando parte de una coquetona Plaza, se encuentra la Tumba del Cura Merino, héroe de la Guerra de la Independencia contra los franceses, y el Mirador de los Arcos, cuya estructura sustenta el Pasadizo Volado que se recorre durante la visita guiada. Cruzando dichos arcos, se tienen unas extensas vistas de la vega del Arlanza y permite acceder a la zona de la Colegiata de San Pedro, viendo la parte exterior del pasadizo; también se puede llegar al parque que bordea el río por un sendero que desciende a través del barranco sobre el que se asienta el casco viejo de la ciudad.
Todo lo anterior lo recorrimos la tarde/noche de nuestra llegada, aprovechando los momentos en que la lluvia nos dio alguna tregua, que no fueron muchos, por cierto. Por eso, a la hora de cenar, decidimos quedarnos en el Parador, pero en vez de ir al restaurante, preferimos visitar el bar, donde ponían un menú “pizarra” que estaba bastante bien, con embutidos y quesos de la región, morcilla, bacalao, croquetas, etc. Después, salimos a dar una vuelta hasta que la lluvia se volvió tan molesta que tuvimos que regresar a nuestra habitación.
Interior del Parador de noche y cena.
Resumen fotográfico del recorrido nocturno.
Al día siguiente, ya estaba instalado el mercado en la Plaza Mayor, si bien aún no había demasiado ambiente. Fuimos a desayunar a la Taberna del Pícaro, enfrente del Palacio Ducal, donde nos encontramos con más de una docena de tortillas de patata diferentes: con cebolla, sin cebolla, de pimientos, de chorizo, de puerros, de bacalao, de carne, de gulas con alioli… No me acuerdo de todas, pero los pinchos que pedimos estaban buenísimos.
La mañana había amanecido nublada, pero ya no llovía. Así que antes de irnos fuimos a visitar la zona del río, donde se encuentran el Puente Medieval y la Ermita del Humilladero, la única que se conserva de las 7 erigidas por el Duque de Lerma para que, haciendo un cómodo recorrido por la vía que unía todas ellas, la realeza y los nobles pudieran obtener el perdón de los pecados cometidos en el disfrute de aquellas largas fiestas. Desde aquí, se llega hasta el río, donde se contemplan bonitas vistas de la Colegiata, los Arcos y el Palacio Ducal. Lástima que, precisamente, fuese a salir el sol en el preciso momento en que más me molestaba para hacer una bonita foto.
En resumen: nos gustó Lerma, muy agradable para pasear y conocer una historia fascinante en un periodo de solo veinte años, capaz de forjar semejante casco histórico. Por cierto que Lerma, incluido en el catálogo de la Asociación de los pueblos más bonitos de España, más “histórico” que “bonito”. Mejor si podéis hacer la visita guiada (Paseo Barroco), porque la opción de ver solo el Pasadizo Ducal se quedaría un tanto coja, además teniendo en cuenta la diferencia de precio.
QUINTANILLA DE LAS VIÑAS.
IGLESIA VISIGODA DE SANTA MARÍA DE LARA.
Desde Lerma, fuimos hasta Quintanilla de las Viñas (43 kilómetros, unos 35 minutos en coche) para visitar esta joya de la arquitectura visigoda, que se supone fue construida a finales del siglo VII o principios del VIII, si bien no existe unanimidad al respecto. Antes de ir es aconsejable consultar por internet los horarios en que se puede visitar el interior, si bien el exterior también merece la pena. En principio, el horario habitual es de mayo a septiembre de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00; y de octubre a abril, de 10:00 a 17:00. Suelen cerrar los lunes y los martes y un fin de semana de cada mes. Cuando nosotros fuimos era el último, pero luego me he enterado de que lo cambiaron al primero. En cualquier caso, lo mejor es contactar previamente con el Ayuntamiento de Mambrilla de Lara (teléfono 947 39 20 49) para no darse el paseo en balde. Cuando llegamos no había ninguna persona de visita y el guía, que está en una caseta, nos enseñó lo que queda de la construcción primitiva y nos dio una interesante explicación, además de entregarnos un folleto informatvo. El acceso es gratuito, pero se puede dar la voluntad, lo cual hicimos porque el joven fue muy amable.
Entorno de Quintanilla de las Viñas.
En 1921 el párroco de Quintanilla encontró la iglesia envuelta entre la maleza mientras daba un paseo por el campo y en la actualidad, después de muchos trabajos de recuperación realizados, continúan las discusiones acerca de su verdadero origen, si bien resulta evidente su semejanza en cuanto a la decoración con San Pedro de la Nave (Zamora) y con San Juan de Baños (Palencia) en lo referente a su estructura. Del edificio de forma basilical primitivo (23 metros de largo por 21 de ancho) solamente se conserva la cabecera.
El exterior es de sillería de tamaño variado y se cree que se utilizaron piedras procedentes de construcciones romanas anteriores. Llama mucho la atención los frisos de las paredes con motivos de vides, flores, hojas y animales, y, especialmente, el friso central sobre la fachada posterior del ábside, donde se encuentran unos misteriosos anagramas cuyas letras podrían corresponder a los canteros que participaron en su construcción o a los mecenas que la impulsaron. Eso, claro, no se sabe.
En el interior, un arco de herradura da acceso al ábside cuadrangular, que descansa sobre dos ménsulas y se apoya en dos columnas de mármol que pudieran pertenecer a algún edificio romano anterior. No se conserva nada del tejado, pero lo más interesante es la decoración típicamente visigótica con influencias bizantinas. Aparecen representadas formas geométricas, plantas, animales, hojas, pétalos, vides, ángeles, personas con ojos almendrados… El sol se representa con cabello largo, como una mujer, y la luna con barba, como un hombre.
Sobre los arcos aparece una imagen de Cristo que se piensa que pudiera ser la representación más antigua de Cristo Pantecrátor en España. Además, se conservan dos piedras de sillería talladas con figuras rodeadas por ángeles que se desconoce lo que significan.
Por lo demás, en los alrededores, además del pequeño pueblo de Quintanilla, también se puede visitar el Dolmen de Cubillejo de Lara, la Iglesia románica de Lara de los Infantes y los restos de su castillo. Nosotros no fuimos por falta de tiempo, pero sí que paramos a ver unas huellas de dinosaurio que están señalizadas en la carretera BU-V-8207 que desde la N-234 lleva hasta Quintanilla.
VALLE DEL ARLANZA.
Desde Quintanilla de las Viñas salimos de nuevo a la N-234 y a la altura de Hortiguela tomamos, a la derecha, la carretera BU-905 que lleva a Covarrubias pasando por el valle del Arlanza, en mi opinión y por lo que pudimos ver, la mejor opción paisajística pues presenta unos panoramas muy bellos en un recorrido de unos 14 kilómetros.
El itinerario transcurre por un estrecho valle escavado por el río Arlanza y delimitado por bosques, entre cuyas especies arbóreas destacan sabinares centenarios, y puntiagudos riscos de roca caliza sobre los que planean numerosas aves rapaces, en especial buitres. Muy bonito el panorama, sobre todo estando ya en otoño.
Ruinas del Monasterio de San Pedro de Arlanza.
Aproximadamente a mitad del recorrido, aparecen las ruinas de San Pedro de Arlanza, que fue uno de los monasterios benedictinos más importantes del reino de León, primero, y de Castilla después, y se le conoce como “Cuna de Castilla”, junto al n Existen dos actas fundacionales del Monasterio, ambas del año 912, una del conde Fernán González, que se ha demostrado fue falsificada, y otra de varios nobles, encabezados por el conde Gonzalo Téllez, que tiene más visos de autenticidad. Su periodo de máxima prosperidad acaeció durante el siglo XI, sobre todo por los fondos que recibió de Fernando I, primer rey de Castilla. En este periodo se sucedieron diversas modificaciones en su estructura, que supuso una mezcla de elementos románicos y góticos. A partir del siglo XIII empezó a perder importancia y después pasó a depender del Monasterio de San Benito (Valladolid). La Desamortización de Mendizábal determinó su venta a particulares y su decadencia se convirtió en abandono, sus tesoros fueron vendidos y desperdigados por museos de España y el extranjero, sus piedras se utilizaron de cantera y estuvo a punto de desaparecer devorado por el fuego en un incendio en 1890 y, posteriormente, bajo las aguas cuando se construyó el pantano de Retuerta en 1950.
Durante muchos años, sus ruinas al lado de la carretera se convirtieron en un reclamo romántico para los viajeros que circulaban por la carretera BU-905, donde actualmente existe una zona de aparcamiento con paneles informativos. Actualmente se están desarrollando importantes trabajos de restauración para la recuperación del monasterio con fines turísticos, según he podido leer. No sé cuáles serán estos fines, pero las obras parecen de tal importancia que quizás se refieran a la instalación de algún establecimiento hotelero o similar. Según vi por internet, a partir del inicio de las obras la única forma de visitar las ruinas era apuntarse a unas visitas guiadas que, desafortunadamente, terminaban a finales de octubre. Me costaba trabajo imaginar que fuesen a suspenderse tales visitas justo en los albores del puente de noviembre, así que llamé por teléfono y me confirmaron que era así. Luego, tuvimos suerte, porque pasamos por allí el 1 de noviembre y como era festivo, los obreros no estaban trabajando, de modo que, aventurándonos un poquito, dimos un rodeo para sortear la valla de las obras y pudimos sacar algunas fotos bastante aparentes, sobre todo de los restos de la iglesia monacal del siglo XI y del torreón.
Aspecto que presenta desde la parte superior la restauración que se está llevando a cabo.
Ermita de San Pelayo o San Pedro el Viejo.
Resulta muy recomendable dejar el coche en el aparcamiento citado antes y subir por el arcén de la carretera (por la izquierda, naturalmente), contemplando las ruinas del monasterio de San Pedro cada vez desde una perspectiva más alta. A unos doscientos metros más o menos, nos encontraremos un sendero que asciende a la izquierda hasta llegar en unos diez minutos a los restos de la Ermita de San Pelayo o San Pedro el Viejo, situada en lo alto de un cerro desde el que se contemplan unas vistas del valle realmente espectaculares.
Allí arriba, a la derecha, está la ermita.
El paseo es una delicia.
El paseo es una delicia.
Este lugar parece que ya estuvo habitado en tiempos de la Edad del Hierro y fue importante en época romana. Según la leyenda (que ahora conocemos que es falsa), fue el origen del Monasterio de San Pedro puesto que Fernán González llegó hasta allí persiguiendo a un jabalí y al encontrar a los eremitas Pedro, Silvano y Arsenio les prometió fundar un gran monasterio si derrotaba a las tropas musulmanas. Con leyenda o sin leyenda, lo cierto es que merece la pena alcanzar esta cima para contemplar un panorama espléndido, con la línea plateada del Arlanza dibujando el valle.
De regreso al aparcamiento, uno de los paneles informativos nos cuenta otra de las anécdotas de este lugar, que mucha gente conoce en todo el mundo aun sin saberlo por su relación con el cine. Y es que nos encontramos en uno de los escenarios naturales donde en 1966 se rodó la película “El bueno, el feo y el malo”, de Sergio Leone, protagonizada por Clint Eastwood.
COVARRUBIAS.
Siguiendo nuestro periplo, llegamos hasta Covarrubias, uno de los principales conjuntos de arquitectura popular de Castilla-León, también ubicado en las orillas del río Arlanza. Debe su nombre a las cuevas de tono rojizo que hay en los alrededores y actualmente cuenta con 650 habitantes, cuya economía se basa en la agricultura y el turismo. Aquí habitó la tribu celtíbera llamada de los tumódigos y luego se convirtió en castro romano. Hay una placa en la fachada de la Colegiata de agradecimiento a sus fundadores, entre los que se señala al rey Chindasvinto, muerto en el 650. Se le concedió el título de infantado en el año 978, pero su verdadera importancia la adquirió con el conde Fernán González, que instaló allí su feudo en el curso de sus combates contra los reyes leoneses.
Antes de llegar al núcleo urbano, vimos el desde la carretera un desvío a la derecha hacia la “Ermita del siglo XXI”. Ya iba advertida de qué se trataba y no me pilló por sorpresa, así que hacia allí nos encaminamos. Hay una pista que parece no llevar a ninguna parte pero que en un par de kilómetros termina en un amplio aparcamiento frente a la sorprendente Ermita o Capilla de San Olav, dedicada al Santo Patrón de Noruega. El caso es que, por cuestiones de alianzas políticas, en 1257 se concertó el enlace de una princesa noruega llamada Kristina, hija del rey Heakon IV, con el infante Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X el Sabio. La pareja se casó en la Colegiata de Santa María de Valladolid en 1258 y después se trasladaron a Sevilla. En 1262, Cristina enfermó, de melancolía según se cuenta, y murió sin descendencia. Su esposo la hizo enterrar en el claustro de la Colegiata de San Cosme y San Damián, de la que había sido Abad, pero dejó sin cumplir la promesa que le había hecho de levantar una capilla dedicada al Patrón de Noruega. Esta promesa se cumplió, por fin, en 2011, por la Fundación Princesa Kristina de Noruega y la Junta de Castilla y León, que erigieron una capilla de estilo moderno, en acero laminado y madera. No pudimos ver el interior porque solamente abre los fines de semana, pero el exterior resulta un tanto… peculiar. En fin, la promesa quedó satisfecha al cabo de más de casi ocho siglos y medio; sin embargo, no sé cuán satisfecha quedaría la princesa Kristina si pudiera contemplarla con sus propios ojos Esperemos que no le diera un ataque de tristeza otra vez.
Entre unas cosas y otras, cuando llegamos a Covarrubias era hora de almorzar, pero todos los restaurantes estaban a tope, como cabe esperar de un primero de noviembre en puente. Así que nos tuvimos que conformar, y gracias, con un modesto menú del día en un restaurante algo escondido ya que está un poco al margen del casco histórico, junto al río, que se llama El Puente. Fue barato (12 euros) y la comida estaba buena. Además, el servicio fue muy diligente y terminamos pronto, lo que nos vino muy bien para visitar el pueblo después tranquilamente, si bien previamente fuimos hasta el puente y caminamos un rato por el paseo de la Solana, que deja a un lado el río y al otro uno de los tramos de muralla que todavía se conservan. Totalmente recomendable.
Covarrubias tiene calles empedradas, casas de entramado y encaladas, algunas con soportales y casi todas con tres alturas. Es un pueblo pequeño pero muy bonito, que hace auténtico honor a su inclusión en el catálogo de la Asociación de los pueblos más bonitos de España. Resulta una delicia recorrer el caserío, toda una invitación a imaginar que el tiempo se ha detenido.
Plano turístico municipal en las calles de Covarrubias.
Sin embargo, aunque pasear y perderse tranquilamente por sus calles, es lo más importante allí, también hay lugares destacados para visitar que se deben mencionar:
Torreón de Fernán González. Del siglo X, es la torre medieval más antigua de toda la provincia de Burgos. Formaba parte del recinto amurallado perdido en el siglo XVI. Según la leyenda el conde Fernán González emparedó a su propia hija, Urraca, por haber mantenido amoríos con un pastor.
Ex Colegiata de San Cosme y San Damián. Edificio gótico erigido sobre restos visigóticos. Aunque se comenzó en el siglo XV, casi todo lo que queda es del siglo XVI. Destaca el claustro y el sarcófago paleocristiano de Fernán González y su esposa doña Sancha. Aquí también reposa Kristina, la princesa noruega que he mencionado antes. Una lástima que no pudiésemos visitar el interior porque no se cumplió el horario de apertura esa tarde. Ignoro la razón.
Restos de las murallas. Covarrubias estuvo totalmente amurallada hasta que en el siglo XVI se produjo una epidemia de peste que obligó a derribar buena parte de la muralla para airear la ciudad y combatir el mal. Sin embargo, todavía se conservan algunos tramos, sobre todo el que va paralelo al río por el Paseo de la Solana y otro que está en el centro del pueblo, junto a la Iglesia Parroquial de Santo Tomás.
Iglesia Parroquial de Santo Tomás. Su origen data del siglo XII, pero salvo algún resto en la nave derecha, lo que se conserva es del siglo XV y el elemento más destacado es una escalera plateresca.
Estatua de la princesa Kristina. Enfrente de la puerta de la Colegiata, se encuentra la estatua en bronce dedicada a la princesa. El lugar me pareció cargado de romanticismo, especialmente esa tarde de otoño, un tanto nublada, con las hojas vivas teñidas de rojo y las muertas alfombrando el suelo de tierra. Un rincón para escribir o leer una novela de amor y tragedia. Viendola así, me da una penita lo de la Ermita del siglo XXI...
Casa de Doña Sancha. Data del siglo X, aunque se reconstruyó en el siglo XV. Fue el hogar de Doña Sancha, esposa de Fernán González y hermana del rey Ramiro II de León. Se encuentra muy cerca del Torreón de Fernán González y está considerada como el máximo exponente de la arquitectura tradicional de la villa, con fachada de adobe, entramado de madera, amplio soportal y gran balconada.
Ayuntamiento. Ocupa la que, según se dice, fue la casa de Fernán González, si bien el resto más antiguo que se conserva es un arco románico del siglo XII sobre la portada. Llama la atención la bandera noruega izada en un extremo, como recuerdo a la princesa Kristina. Ocupa una de las fachadas de la Plaza Mayor, que está parcialmente porticada.
Archivo del Adelantado de Castilla. Felipe II ordenó construir el edificio, obra de Juan Vallejo. En el siglo XVIII perdió su función, siendo trasladada la documentación al Archivo de Simancas. El arco que tiene en el centro hace las veces de puerta de entrada al casco histórico.
Exterior e interior del Archivo del Adelantado de Castilla.
Antigua botica del siglo XVIII. Recientemente restaurada.Casa del Obispo Peña. Conserva el escudo de este personaje del siglo XVI. Unos curiosos canes tallados en madera recorren buena parte de la fachada principal.[/align]
Cruceros y Rollo Jurisdiccional. Hay dos cruceros del siglo XVI, uno junto al Archivo del Adelantado y otro frente a la Casa de Fernán González. En el barrio del Arraval, cruzando el río, se encuentra el rollo jurisdiccional del S.XVI.
Después de ver Covarrubias, seguimos viaje hacia Santo Domingo de Silos y el Desfiladero de la Yecla, también en la comarca de Arlanza, pero para no alargarme demasiado, esos destinos los dejo para otra etapa de este diario, en la que también incluiré Peñaranda de Duero, otro pueblo burgalés que merece la pena conocer.