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DIA 5: RUTA DE LOS VINOS DE ALSACIA
• Ribeauvillé
• Riquewihr
• Kaysersberg
• Colmar
• Estrasburgo
La jornada de hoy la dedicamos a Francia por la región de la Alsacia, de norte a sur, paralelo por la izquierda a la frontera con Alemania y, por tanto, al río Rhin y por la derecha a la cordillera de Los Vosgos, sistema montañoso en el noreste de Francia, frontera natural entre las regiones de Alsacia y de Lorena. En definitiva, la denominada ruta de los vino de Alsacia.
En primer lugar visitamos Ribeauvillé, una pequeña localidad que acoge casas con verdadero encanto. Recorremos la calle principal en el que se encuentran todos los comercios del pueblo, claramente se nota que estamos en Francia por la exquisitez con la que están montados los escaparates, el paseo es realmente agradable admirando las coloridas casas de entramado.
Llegamos a una pequeña plaza en la que se encuentra el ayuntamiento y una buena vista de una de las torres existentes de la puertas de entrada a la ciudad, donde nos sentamos en un bar y probamos el vino Riesling típico de la comarca, excelente. Como pueblo típicamente alsaciano, los nombres de las calles están traducidos al alemán, su soberanía ha estado debatida largo tiempo entre Alemania y Francia.
Partimos hacia el siguiente destino Riquewihr, más famoso que el anterior y, por tanto, más turístico y más masificado. Por este último motivo nos causa una peor impresión que Ribeauvillé. A pesar de ello, hay que reconocer que sus casas medievales son verdaderamente fantásticas y el conjunto hace que te sientas en una autentica ciudad medieval no en vano por su belleza y atractivo turístico es uno de los pueblos distinguidos por la asociación Les plus beaux villages de France, por tanto imprescindible su visita.
Ponemos rumbo a Kayserberg pero antes decidimos parar en Kientzheim buscando algún sitio donde parar a comer dado que se nos echó el tiempo encima. El pueblo es muy pequeño en comparación a los visitados anteriormente, pero también merece una pequeña visita. Finalmente no encontramos nada para comer y continuamos nuestro camino hacia Kaysersberg ciudad que se extiende sobre el valle del Weiss, en medio de un paisaje de hermosas montañas y viñedos. Después de comer, recorremos sus empedradas calles, la morfología y arquitectura medieval son muy similares a los anteriores. El río Weiss cruza el pueblo y cuenta con un viejo puente fortificado ubicado en medio de una serie de antiguas edificaciones y agradablemente decorado con múltiples flores. En conjunto, la pequeña urbe tiene un encanto especial. Imprescindible su visita.
Continuamos la travesía hasta llegar a Colmar, la capital de la comarca de la ruta de los vinos, ciudad de mayor entidad y también muy turística. Pasamos por la oficina de turismo y nos dan un plano en el que se puede seguir un recorrido turístico que hace posible ver los monumentos y lugares más destacables de la ciudad. Se nos ocurre la idea de dejárselo a los chavales para que sean ellos los que nos guíen y así vayan acostumbrándose, la verdad es que aprobaron con nota.
El recorrido nos sumergió en los barrios viejos, con sus casas antiguas con entramado y las fachadas decoradas con antiguos rótulos de hierro forjado, son un verdadero encanto.
También visitamos uno de los lugares más apreciados de Colmar “la Pequeña Venecia”, el barrio romántico por excelencia. Las hermosas casas de entramado de madera con paredes de colores del muelle de la Poissonnerie y los puentecitos con flores que atraviesan el Lauch acentúan el encanto del lugar.
El barrio de los Curtidores también resulto muy pintoresco, con sus casas altas que albergan desvanes, pasamos también por la calle de los Mercaderes la cual es conocida por sus bonitas casas y sobre todo por la casa Pfister, de 1537, la más famosa y bella de las casas del entramado de madera de Colmar. Fue construida en madera y piedra en un estilo renacentista. Lo que me gustó especialmente es que fuera de la casa está decorada con frescos en la totalidad de sus dos plantas.
En esta calle también se encuentra la casa natal de Auguste Bartholdi, escultor de la estatua de la Libertad de Nueva York de la que hay una replica al salir de la ciudad en una de sus rotondas.
De vuelta, justo a la hora de la caída del sol, visitamos Estrasburgo, que nos sorprende y nos corrobora la grata impresión que nos dejo en nuestra primera mini visita al principio del viaje. Visitamos la “Petite France”, zona en la que el río Ill se divide en varios brazos a su entrada en la ciudad, que constituyen los canales por los que navegan las embarcaciones de recreo, algunos de ellos con esclusa. Contemplamos la puesta de sol desde lo alto del puente, en una especie de azotea practicable desde la que se divisan los distintos brazos del río y la rojiza catedral de Notre Dame al fondo.
Nos adentramos en la ciudad recorriendo uno de los canales que desemboca en el centro de la urbe y podemos presenciar en vivo el funcionamiento de la esclusa con motivo del paso de un barco panorámico. Muy didáctico, una cosa es conocer la teoría y otra verlo en directo.
Aunque ya ha anochecido el calor es sofocante lo que se traduce en que las calles estén repletas de gente a esa hora y las terrazas de los restaurantes a rebosar. Damos un largo paseo por el centro y en una pequeña plaza atestada de personas presenciamos un concierto de un grupo de músicos aparentemente austriacos jubilados de música típica tirolesa, así que disfrutamos un rato del ambiente y cuando finaliza la actuación decidimos finalizar la jornada turística.
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