Ese día nos esperaba el hotel del desierto y teníamos unas ganas tremendas. Pero antes de partir queríamos disfrutar un poquito más del hotel Yas. Desayunamos con nuestras reservas made in Carrefour y dimos otra vuelta de reconocimiento al hotel, esta vez de día, pasando por algunos lugares de la noche anterior.
Enfrente del hotel hay como unas escaleras que bajan hacia el circuito, nos asomamos a ver y un hombre súper amable nos dijo que pasásemos. Paseamos por la zona del puerto tela de felices y luego nos fuimos a disfrutar de la piscina que nos faltaba.
Esta piscina es más o menos igual de bonita que la otra pero me gustó menos porque el agua estaba climatizada para enfriarla y el contraste era brutal.
Al entrar te buscan una tumbona, te colocan la toalla y te traen agua con hielo y limón. No estamos nada acostumbrados a tanto lujo, pero a eso se acostumbra una pronto, jaja.
No tardamos en dejar el hotel porque nos esperaba una buena paliza de coche y un hotel aún mejor, uf…
Nuestro GPS si reconocía el hotel de Liwa, bravo!!!

Pero lo cierto es que el camino es muy fácil, no tiene ninguna perdida y hasta nos sorprendimos de la conducción de los otros coches, en especial de los camiones que son muy respetuosos.
Una vez te adentras en la carretera que va al desierto son 116 Km. del tirón, por una carretera de un carril para cada sentido, totalmente recta con desierto a izquierda y a derecha. Cuando nos topábamos con un camión estos se apartaban totalmente a la derecha para dejarnos pasar, o si había algún coche que iba más lento hacia lo mismo. Para la ida no nos encontramos nada de arena en la carretera, para la vuelta si, como más adelante contaré.
Llegando nos perdimos un poquito porque han cambiado la carretera que da acceso al hotel, pero tampoco tuvimos mucho problema.
Después de unas 3 horas llegamos a la entrada del hotel, más contentos que nada. Al llegar preguntamos al personal donde teníamos que aparcar el coche y para nuestra sorpresa nos dijeron que nos bajáramos que ya se encargaban ellos de aparcarlo. Antes de darnos cuenta ya nos estaban abriendo el maletero para coger el equipaje mientras nosotros alucinábamos en colores

Enseguida vino una chica para acompañarnos al interior. Nos llevó hasta la biblioteca donde nos estaban esperando con una bandejita con toallas húmedas para refrescarse, dátiles y una bebida a base de té y yogurt muy rica. Todo era tan bonito que no podíamos dejar de alucinar en colores, hasta el baso del té me parecía precioso.

Enseguida nos dieron toda la información en cuanto a horarios de las instalaciones, servicios, etc… y la llave de la habitación. Después la chica nos hizo una pequeña visita por las zonas más cercana al lobby y tras esto un chico vino a por nosotros en un carricoche para llevarnos hasta nuestra habitación.
Lo normal es que cada vez que tengas que ir desde la habitación hasta el resto de instalaciones llames al carricoche, pero nosotros siempre íbamos andando porque realmente las distancias tampoco eran tan grandes, por lo menos desde nuestra habitación y no queríamos molestar.
El hotel está compuesto por muchas villas repartidas por todo el complejo, todo en medio del desierto de Rub al-Jali, uno de los más grandes del mundo y con las dunas más altas. Se encuentra dentro del oasis de Liwa, una zona habitada, con un creciente turismo y muy cercana a la frontera con Arabia Saudí. El hotel intenta imitar un castillo del desierto. La decoración es sumamente elegante y cuidada, todo en tonos tierra. El complejo es muy grande y está en medio de la nada, solo arena mires donde mires.

Nuestra villa era de categoría Standard pero era una pasada.
Cuentan con una cama muy grande y comodísima, una terracita preciosa con vistas al desierto y lo mejor de todo, con una bañera enorme donde caben por lo menos cuatro personas tumbadas sin exagerar.
Pasar una noche en este hotel ha sido una de las mejores experiencias de nuestra vida.
Para esa tarde habíamos contratado una excursión para hacer un paseo por el desierto al atardecer, ya que no contemplábamos meternos en el desierto por nuestra cuenta y riesgo por si nos desorientábamos.
Antes de eso cominos cuatro cosas que traíamos y la fruta que nos habían dejado en la habitación y nos fuimos a disfrutar un rato de la piscina del hotel.
Que decir de la piscina, es una preciosidad. De nuevo el servicio es impecable y cada dos por tres te están trayendo botellitas de agua en una cubitera. El hotel en general es un remanso de tranquilidad. El agua de la piscina está fría eso sí, aunque con el calor que pega allí supongo que habrá gente que lo prefiera.
Después de disfrutar un rato de ese verdadero oasis en medio del desierto nos fuimos a cambiar para la excursión y nos dirigimos al punto de encuentro, que era la biblioteca, a las 17:00 horas.
La excursión la hicimos con un guía muy majo para nosotros solos. Con un jeep nos alejamos un poco del Resort, mientras él nos iba indicando las zonas por las que pasábamos, como por ejemplo la zona donde vivía todo el personal del hotel, que por lo visto era numeroso, también la zona donde tenían la granja de camellos, otra zona de tiro con arco, otra con caballos, etc.
Una vez en el punto de inicio comenzamos a andar duna arriba, duna abajo. El hombre iba tirando millas como si para él andar por allí fuera como para mi andar por un paseo Marítimo. Pero lo cierto es que si ya es difícil pasear por la arena de la playa, andar por las dunas empinadísimas ni os cuento.
Yo iba todo el rato con la lengua fuera y con el corazón a mil por hora, la última de los tres, como no. El guía cada dos por tres nos iba dando botellines de agua porque entre el esfuerzo y el calor estábamos deshidratados. Aunque reconozco que no podía ni con mi alma, la experiencia me estaba valiendo igualmente la pena, porque las vistas eran increíbles, muchísimo mejor que en la excursión al desierto que hicimos desde Dubai. Así que sacaba todas mis fuerzas para seguir el ritmo. Después de unos 40 minutos de caminata subimos una duna increíblemente alta y a cada cuatro pasos me quedaba clavada en la arena, con una inclinación brutal, pero pegando un impulso con todas mis fuerzas conseguía salir, vaya show.
Desde la duna gigante vimos el atardecer y la pena es que estaba bastante nublado ese día, pero aún así los colores del cielo mezclándose con la arena rojiza eran impresionantes. Toda una postal. Desde allí también pudimos ver en el horizonte territorio de Arabia Saudí, había como un poste rojo que ya pertenecía a Arabia según nos dijo el guía.


Una vez terminamos de ver el atardecer y de reponernos tocaba volver, entonces le pregunté al guía por donde se volvía, porque yo sólo veía una duna con una inclinación rozando la verticalidad, y cuando me dijo que teníamos que bajar por ahí yo le dije que ni de broma

Me armé de valor y empecé a bajar creyendo que iba a caer haciendo la croqueta, pero para mi asombro tal como el guía decía, era súper fácil y no podía ni bajar de la risa que me entró

Al ir bajando, como las piernas se iban quedando clavadas en la arena eso hacia que no cayeras para adelante, por eso no era difícil, pero entonces había que intentar ir bajando un poco rápido para no quedarte tan clavado y cada vez que levantaba el pie de la arena salía un sonido como de “pedo” del aire que salía debajo de la arena al sacar el pie.

Vaya sensación de libertad al ir bajando, se me hizo hasta corto. Con lo que me había costado subir va el guía y me dice si quiero volver a subir para vivir la experiencia de volver a bajar, jaja, ni de coña. Luego tuvimos que bajar otra duna que ya no me hizo tanta gracia, porque la arena estaba más dura y había que romperla al pisar, ya que si no si que había riesgo de croqueta, pero como ya había superado mi miedo fui con más cuidado y ya está.
Al bajar nos encontramos con un campamento improvisado donde había gente que había hecho la excursión a camello que ofrecía el hotel y la excursión del 4x4 por las dunas.
Habían montado unas mesas con bocadillitos, croissants, bebidas y como no dátiles.
Tenia tanta hambre que empecé a comer croissants con queso como si no hubiera mañana, después de tanto esfuerzo me merecía una recompensa. Cuando ya terminamos del refrigerio el guía me dijo que si me quería comer los dos croissants que habían sobrado, porque como había visto que me gustaban tanto, jaja, y yo no supe decir que no. La excursión nos costó 51 euros los dos.
Volvimos para el hotel y yo tenia arena por todas partes, hasta dentro de las orejas. Nos dimos un enjuague para luego llenar la bañera y disfrutar de unos momentos de relax. Me había traído desde casa velas, incienso y sales para preparar la bañera, porque allí también las preparan pero bajo un nada módico precio. Eso es vida!!
Después de más de una hora de relax nos arreglamos para ir a cenar y nos dirigimos al restaurante que hay al lado de la piscina y disfrutamos un motón porque la comida estaba de muerte. Yo me pedí unos espaguetis a la carbonara y mi marido un rissotto al funghi y no nos salió muy caro para el sitio que era.
La iluminación del hotel por la noche es casi inexistente, por eso que el hotel es mucho más espectacular de día, porque de noche no se ve el desierto.
Después de cenar fuimos a pasear para ver todas las instalaciones, vaya hotelazo. Luego de bajar un poco la comida nos fuimos a dormir
