Al siguiente día me levanté temprano, y a las 7:45 ya estaba preparado para salir.
SITIOS VISITADOS
Basílica de Santa María la Mayor
Monumento a Víctor Manuel II
Iglesia El Gesú
San Andrea della Valle
Plaza Navona
Santa María della Pace y Claustro de Bramante
San Ivo alla Sapienza
Panteón
Santa María de Sopra Minerva
San Ignacio de Loyola
San Luis de los franceses
Palacio Altemps
Ara Pacis
Plaza del Popolo y Santa María del Popolo
Castillo de Sant' Angelo
Basílica de San Pedro
Campidoglio
El programa era muy ambicioso, ya que pretendía disfrutar del arte de Roma durante 12 horas de un modo amplio y general, debido a la corta duración del viaje, por lo que algunas iglesias era cuestión de verlas por fuera, tomar fotos y admirar brevemente alguna de las maravillas que tienen en su interior, en cuestión de escultura y pintura. En una segunda visita a Roma para el futuro dejé cosas para apreciar con mayor detalle y otros monumentos que no pudiera ver.
Así pues, empecé el recorrido con la basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro grandes basílicas paleocristianas de Roma.
Seguidamente, tenía que comprar víveres (especialmente líquidos), por lo que me dirigí al número 213 de la Via Nazionale donde se encuentra un pequeño supermercado Despar (no muy barato), donde compré tres bricks de zumo de pera para los desayunos, una botella de agua de 1.5 litros y unas galletas por unos 3 euros. Llevaba la comida, por lo que no necesitaba nada más hasta que volviera al hotel a última hora de la tarde.
Siguiendo abajo por la Via Nazionale llegué al monumento de Víctor Manuel II, una joya moderna que conviene apreciar más detenidamente, pero que apenas fotografié por fuera. Pasé a el Gesú, iglesia de los jesuitas con fachada de Giacomo della Porta e interior de Vignola, para admirar los frescos de Andrea del Pozzo en la bóveda. Muy cerca estaba San Andrea della Valle, de menor importancia, pero bonita igualmente.
Bóveda de Il Gesú
Subí por la Plaza Navona para admirar la colosal escultura de la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini, las paradas comerciales perfectamente colocadas en sus casetas y la iglesia de Santa Inés, de Borromini. Eran las 9:25 de la mañana y tenía dudas sobre si estaría abierta (faltaban cinco minutos), por lo que entreabrí la puerta y un señor que vendía objetos litúrgicos en su interior me atendió de muy malos modos. En cualquier caso, la iglesia merecía la pena: por los altavoces se oían datos sobre la misma en varios idiomas, incluido el castellano, así que fue emocionante.
Me interesaba especialmente ver los cuadros que pintó Caravaggio en la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los franceses, pero los jueves es un día especial, abre a las 10:00 y cierra por la tarde, en contra de lo habitual para las iglesias "menores" de Roma, que suelen tener abierto por las tardes, mientras cierran a mediodía a eso de las 12-12:30. Tenía media hora, así que hice un poco de tiempo visitando Santa María della Pace, con su característica fachada de Pietro da Cortona y el claustro de Bramante de su interior, donde había una magnífica exposición sobre Cleopatra, anunciada por toda la ciudad en postes publicitarios. Sin embargo, la exposición era de pago, así que sólo tomé fotografías exteriores.
Pasé a San Ivo alla Sapienza, otra fenomenal iglesia situada en un palacio con un patio de entrada impresionante, ahora convertido en archivo. Lamentablemente, el interior de la iglesia no se puede visitar, salvo los domingos, pero pude admirar la forma helicoidal de la linterna.
El Panteón merecería mucho más tiempo, es una de las maravillas de la antigua Roma. Me tomé la primera fotografía junto a un monumento y accedí a su interior, en el que se veían las fabulosas exedras, algunas con capillas.
Seguidamente, Santa María de Sopra Minerva, con su obelisco y su elefantito, diseñado por Bernini, aunque no fue esculpido por él, y la iglesia de San Ignacio de Loyola, con frescos en la bóveda como los del Gesú. La plaza donde se encuentra, impresiona.
Volví a los alrededores de Plaza Navona cuando pasaban las 10 h. y había terminado la primera misa del día en la iglesia de San Luis de los franceses. Quedaba gente en su interior, apelotonada alrededor de la capilla Contarelli, y por suerte, algunos guías habían iluminado la estancia poniendo las monedas de turno, que permiten que se vean los cuadros unos minutos, hasta que se apagan las luces.
En dirección al río Tíber, pasé por el palacio Altemps, reutilizado como museo. Utilicé mi tarjeta de discapacitado para conseguir la entrada gratuita (los que no tengáis minusvalía y seáis estudiantes de Historia del Arte o carreras relacionadas también tenéis acceso gratuito mostrando vuestra copia de la matrícula del curso). Entre las muchas esculturas, la mejor fue la del Gálata capitolino, que tiene un tratamiento y una iluminación especiales.
Pasaba de las 11 de la mañana cuando me dirigí por la orilla del Tíber hasta la Plaza del Popolo, para seguir viendo obras de Caravaggio, especialmente la Crucifixión de San Pedro boca abajo que está en Santa María del Popolo. De camino, pasé simplemente cerca del Ara Pacis y la vi por fuera, sin pararme. Al llegar, la plaza es espectacular, tomé un par de vídeos con mi cámara y todo. Junto con Plaza Navona es de las mejores de Roma.
Aunque mi propósito era dirigirme hacia Plaza de España y ver las iglesias por dentro que había visto por fuera la noche anterior (especialmente el Éxtasis de Santa Teresa de Santa María de la Victoria, de Bernini y el interior de San Carlino, de Borromini), la proximidad de las 12 de la mañana me impedía llegar andando hasta el lugar y que estuvieran abiertas. De modo que decidí cruzar la otra orilla del Tíber y dirigirme hasta el Castillo de Sant’ Angelo y el Vaticano durante el mediodía, para luego rematar la tarde con las iglesias ya abiertas y algún museo.
Sant’ Angelo es una fortaleza llena de galerías. La entrada es de pago, pero yo utilicé nuevamente mi tarjeta de discapacidad. Por otra parte, nadie me pidió el billete una vez dentro, por lo que en este monumento son un poco laxos (no en todas partes es igual). Son interesantes los baluartes de las esquinas, en los que hay cañones que se usarían para disparar a los invasores, especialmente durante el saqueo de Roma de 1527. Me encontré una amiga por sus pasadizos, una chica cubana que también viajaba sola, y con la que tomé unas cuantas fotografías, para terminar agotando la batería (conservé las últimas para el Vaticano). Dejé a mi amiga cubana médico, con especialidad en óptica, disfrutando del castillo y me dirigí al Vaticano a eso de las 14 h.
La basílica de San Pedro es monumental, pero estaba un poco deslucida por las obras de la columnata de Bernini, en un extremo, y por el belén del centro de la plaza, que todavía estaba en preparación. Al mediodía no encontré nada de cola, unos cinco minutos, y se absorbió muy rápido, con dos controles. Reconozco que los vigilantes fueron comprensivos, porque algunos detectores de metales pitaron y no dijeron nada a los turistas. Eso sí, con la vestimenta hay que ser bien cuidadosos.
Lo primero que fui a ver es la Piedad, nada más entrar a la derecha. Me esperaba el cristal de protección, pero no la lejanía. En verdad, apenas se puede apreciar la escultura, por lo que fue un poco decepcionante. En el mismo pasillo, hacia adelante tenemos la tumba de Juan Pablo II, con muchos fieles devotos contemplándola. Seguí admirando la cúpula y el baldaquino, y el altar, con cordones de seguridad, no me dejó acercarme mucho a las esculturas de Bernini. Opté por pasar al Museo del Tesoro con mi pase, y allí pude ver una copia de la Piedad ya mucho más cercana, que incluso se puede tocar (si no te ven). El museo está lleno de joyas impresionantes.
Seguidamente entré en las grutas vaticanas, que se accede por unas pequeñas escaleras que hay muy disimuladas por el centro de la basílica. La entrada es gratuita y pude ver las tumbas de los distintos papas, y el acceso a la de San Pedro. Ésta tiene un lugar para entrar específico y al que sólo se permite previa reserva de grupos mediante un complicado trámite burocrático efectuado semanas antes de llegar.
Salí al exterior y por un pasillo se puede acceder a la subida de la cúpula, para ver las vistas de la ciudad desde arriba. La subida es muy dura, tanto si eliges la opción escalera como si eliges la opción ascensor, ya que ésta sólo recorre un piso con el ascensor, y el resto sigue en escalera. Mostré mi pase gratuito y, con paciencia, conseguí subir arriba. Tomé una de las pocas fotos que me permitía la batería agotada y comí las provisiones que llevaba en la mochila.
Abandoné el Vaticano y crucé el río hasta el centro de Roma. El objetivo, ver algo de los Foros y el Campidoglio. De camino, me encontré con un Carrefour Express (con precios más caros que en España) y compré una Pepsi de lata y una chocolatina por 1.80 euros.
La ascensión a las escaleras de la iglesia de Santa María de Aracoeli fue brutal, dada mi experiencia anterior en la cúpula, pero lo afronté con resignación. La vista de los monumentos merecía la pena. Pasé a la plaza, donde está la estatua de Marco Aurelio y finalmente a los Museos Capitolinos con mi pase gratuito. No os podéis perder los tesoros que hay en su interior: tiene dos edificios, y en las plantas inferiores hay esculturas, mientras que en la parte de arriba se encuentra la pinacoteca, con obras de pintores barrocos como Guercino, Guido Reni o La Buenaventura, de Caravaggio. Por fin podía admirar algo muy cercano del genial pintor. Otro de los atractivos de los museos es la base de los cimientos del templo de Júpiter Capitolino, de la fase etrusca de Roma y muchas más maravillas que sería largo detallar.
Terminé el día con un rodeo por los Foros imperiales, el Coliseo y el regreso al hotel a las 20 h. Una buena ducha de agua caliente, cenar el bocadillo, con la fruta y algo de galletas que me quedaba, un poco de televisión en italiano y a dormir.
SITIOS VISITADOS
Basílica de Santa María la Mayor
Monumento a Víctor Manuel II
Iglesia El Gesú
San Andrea della Valle
Plaza Navona
Santa María della Pace y Claustro de Bramante
San Ivo alla Sapienza
Panteón
Santa María de Sopra Minerva
San Ignacio de Loyola
San Luis de los franceses
Palacio Altemps
Ara Pacis
Plaza del Popolo y Santa María del Popolo
Castillo de Sant' Angelo
Basílica de San Pedro
Campidoglio
El programa era muy ambicioso, ya que pretendía disfrutar del arte de Roma durante 12 horas de un modo amplio y general, debido a la corta duración del viaje, por lo que algunas iglesias era cuestión de verlas por fuera, tomar fotos y admirar brevemente alguna de las maravillas que tienen en su interior, en cuestión de escultura y pintura. En una segunda visita a Roma para el futuro dejé cosas para apreciar con mayor detalle y otros monumentos que no pudiera ver.
Así pues, empecé el recorrido con la basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro grandes basílicas paleocristianas de Roma.

Seguidamente, tenía que comprar víveres (especialmente líquidos), por lo que me dirigí al número 213 de la Via Nazionale donde se encuentra un pequeño supermercado Despar (no muy barato), donde compré tres bricks de zumo de pera para los desayunos, una botella de agua de 1.5 litros y unas galletas por unos 3 euros. Llevaba la comida, por lo que no necesitaba nada más hasta que volviera al hotel a última hora de la tarde.
Siguiendo abajo por la Via Nazionale llegué al monumento de Víctor Manuel II, una joya moderna que conviene apreciar más detenidamente, pero que apenas fotografié por fuera. Pasé a el Gesú, iglesia de los jesuitas con fachada de Giacomo della Porta e interior de Vignola, para admirar los frescos de Andrea del Pozzo en la bóveda. Muy cerca estaba San Andrea della Valle, de menor importancia, pero bonita igualmente.

Bóveda de Il Gesú
Subí por la Plaza Navona para admirar la colosal escultura de la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini, las paradas comerciales perfectamente colocadas en sus casetas y la iglesia de Santa Inés, de Borromini. Eran las 9:25 de la mañana y tenía dudas sobre si estaría abierta (faltaban cinco minutos), por lo que entreabrí la puerta y un señor que vendía objetos litúrgicos en su interior me atendió de muy malos modos. En cualquier caso, la iglesia merecía la pena: por los altavoces se oían datos sobre la misma en varios idiomas, incluido el castellano, así que fue emocionante.

Me interesaba especialmente ver los cuadros que pintó Caravaggio en la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los franceses, pero los jueves es un día especial, abre a las 10:00 y cierra por la tarde, en contra de lo habitual para las iglesias "menores" de Roma, que suelen tener abierto por las tardes, mientras cierran a mediodía a eso de las 12-12:30. Tenía media hora, así que hice un poco de tiempo visitando Santa María della Pace, con su característica fachada de Pietro da Cortona y el claustro de Bramante de su interior, donde había una magnífica exposición sobre Cleopatra, anunciada por toda la ciudad en postes publicitarios. Sin embargo, la exposición era de pago, así que sólo tomé fotografías exteriores.

Pasé a San Ivo alla Sapienza, otra fenomenal iglesia situada en un palacio con un patio de entrada impresionante, ahora convertido en archivo. Lamentablemente, el interior de la iglesia no se puede visitar, salvo los domingos, pero pude admirar la forma helicoidal de la linterna.

El Panteón merecería mucho más tiempo, es una de las maravillas de la antigua Roma. Me tomé la primera fotografía junto a un monumento y accedí a su interior, en el que se veían las fabulosas exedras, algunas con capillas.

Seguidamente, Santa María de Sopra Minerva, con su obelisco y su elefantito, diseñado por Bernini, aunque no fue esculpido por él, y la iglesia de San Ignacio de Loyola, con frescos en la bóveda como los del Gesú. La plaza donde se encuentra, impresiona.
Volví a los alrededores de Plaza Navona cuando pasaban las 10 h. y había terminado la primera misa del día en la iglesia de San Luis de los franceses. Quedaba gente en su interior, apelotonada alrededor de la capilla Contarelli, y por suerte, algunos guías habían iluminado la estancia poniendo las monedas de turno, que permiten que se vean los cuadros unos minutos, hasta que se apagan las luces.

En dirección al río Tíber, pasé por el palacio Altemps, reutilizado como museo. Utilicé mi tarjeta de discapacitado para conseguir la entrada gratuita (los que no tengáis minusvalía y seáis estudiantes de Historia del Arte o carreras relacionadas también tenéis acceso gratuito mostrando vuestra copia de la matrícula del curso). Entre las muchas esculturas, la mejor fue la del Gálata capitolino, que tiene un tratamiento y una iluminación especiales.

Pasaba de las 11 de la mañana cuando me dirigí por la orilla del Tíber hasta la Plaza del Popolo, para seguir viendo obras de Caravaggio, especialmente la Crucifixión de San Pedro boca abajo que está en Santa María del Popolo. De camino, pasé simplemente cerca del Ara Pacis y la vi por fuera, sin pararme. Al llegar, la plaza es espectacular, tomé un par de vídeos con mi cámara y todo. Junto con Plaza Navona es de las mejores de Roma.

Aunque mi propósito era dirigirme hacia Plaza de España y ver las iglesias por dentro que había visto por fuera la noche anterior (especialmente el Éxtasis de Santa Teresa de Santa María de la Victoria, de Bernini y el interior de San Carlino, de Borromini), la proximidad de las 12 de la mañana me impedía llegar andando hasta el lugar y que estuvieran abiertas. De modo que decidí cruzar la otra orilla del Tíber y dirigirme hasta el Castillo de Sant’ Angelo y el Vaticano durante el mediodía, para luego rematar la tarde con las iglesias ya abiertas y algún museo.
Sant’ Angelo es una fortaleza llena de galerías. La entrada es de pago, pero yo utilicé nuevamente mi tarjeta de discapacidad. Por otra parte, nadie me pidió el billete una vez dentro, por lo que en este monumento son un poco laxos (no en todas partes es igual). Son interesantes los baluartes de las esquinas, en los que hay cañones que se usarían para disparar a los invasores, especialmente durante el saqueo de Roma de 1527. Me encontré una amiga por sus pasadizos, una chica cubana que también viajaba sola, y con la que tomé unas cuantas fotografías, para terminar agotando la batería (conservé las últimas para el Vaticano). Dejé a mi amiga cubana médico, con especialidad en óptica, disfrutando del castillo y me dirigí al Vaticano a eso de las 14 h.

La basílica de San Pedro es monumental, pero estaba un poco deslucida por las obras de la columnata de Bernini, en un extremo, y por el belén del centro de la plaza, que todavía estaba en preparación. Al mediodía no encontré nada de cola, unos cinco minutos, y se absorbió muy rápido, con dos controles. Reconozco que los vigilantes fueron comprensivos, porque algunos detectores de metales pitaron y no dijeron nada a los turistas. Eso sí, con la vestimenta hay que ser bien cuidadosos.
Lo primero que fui a ver es la Piedad, nada más entrar a la derecha. Me esperaba el cristal de protección, pero no la lejanía. En verdad, apenas se puede apreciar la escultura, por lo que fue un poco decepcionante. En el mismo pasillo, hacia adelante tenemos la tumba de Juan Pablo II, con muchos fieles devotos contemplándola. Seguí admirando la cúpula y el baldaquino, y el altar, con cordones de seguridad, no me dejó acercarme mucho a las esculturas de Bernini. Opté por pasar al Museo del Tesoro con mi pase, y allí pude ver una copia de la Piedad ya mucho más cercana, que incluso se puede tocar (si no te ven). El museo está lleno de joyas impresionantes.

Seguidamente entré en las grutas vaticanas, que se accede por unas pequeñas escaleras que hay muy disimuladas por el centro de la basílica. La entrada es gratuita y pude ver las tumbas de los distintos papas, y el acceso a la de San Pedro. Ésta tiene un lugar para entrar específico y al que sólo se permite previa reserva de grupos mediante un complicado trámite burocrático efectuado semanas antes de llegar.
Salí al exterior y por un pasillo se puede acceder a la subida de la cúpula, para ver las vistas de la ciudad desde arriba. La subida es muy dura, tanto si eliges la opción escalera como si eliges la opción ascensor, ya que ésta sólo recorre un piso con el ascensor, y el resto sigue en escalera. Mostré mi pase gratuito y, con paciencia, conseguí subir arriba. Tomé una de las pocas fotos que me permitía la batería agotada y comí las provisiones que llevaba en la mochila.

Abandoné el Vaticano y crucé el río hasta el centro de Roma. El objetivo, ver algo de los Foros y el Campidoglio. De camino, me encontré con un Carrefour Express (con precios más caros que en España) y compré una Pepsi de lata y una chocolatina por 1.80 euros.
La ascensión a las escaleras de la iglesia de Santa María de Aracoeli fue brutal, dada mi experiencia anterior en la cúpula, pero lo afronté con resignación. La vista de los monumentos merecía la pena. Pasé a la plaza, donde está la estatua de Marco Aurelio y finalmente a los Museos Capitolinos con mi pase gratuito. No os podéis perder los tesoros que hay en su interior: tiene dos edificios, y en las plantas inferiores hay esculturas, mientras que en la parte de arriba se encuentra la pinacoteca, con obras de pintores barrocos como Guercino, Guido Reni o La Buenaventura, de Caravaggio. Por fin podía admirar algo muy cercano del genial pintor. Otro de los atractivos de los museos es la base de los cimientos del templo de Júpiter Capitolino, de la fase etrusca de Roma y muchas más maravillas que sería largo detallar.
Terminé el día con un rodeo por los Foros imperiales, el Coliseo y el regreso al hotel a las 20 h. Una buena ducha de agua caliente, cenar el bocadillo, con la fruta y algo de galletas que me quedaba, un poco de televisión en italiano y a dormir.