Nos levantamos, desayunamos y salimos a la fría fría calle. Mismo tiempo, siguen las nubes molestando las vistas, pero no nos impiden que comencemos nuestra ruta, si eso ya veríamos luego (nunca mejor dicho).
Nuestra ruta comenzaba en el Puente de la Libertad, pero para llegar hasta allí había que dar un buen paseo. Pasamos por la Sinagoga, y tomamos la gran calle Kiskorut, pasando como siempre por edificios imperiables que uno tras otro llaman la atención. La verdad que no pensábamos que cada vez que salías a una calle desconocida aparecían tantos edificios y calles inmensas. Merece mucho la pena patear Budapest y no ir sólo a los lugares turísticos en transporte, porque por cualquier callejuela apareces en lugares que te transportan a la época del imperio Austrohúngaro.
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Como pasamos al lado del Mercado Central, tuvimos una sabia decisión, entrar a por un trozo de tarta!! Esta vez tocó de fresa, algo más empalagosa que la de ayer pero muy rica, no podía ni acabar con ella de lo enorme que era. Ahora sí con la tripa bien llena cruzamos el Puente de la Libertad, llamado Szabadsag hid, construido completamente en hierro fundido a finales del siglo XIX y reconstruido tras la segunda guerra mundial. Tiene numerosos escudos y aunque no es tan famoso como el puente de las cadenas, con su color verde característico nos gustó muchísimo.
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Según se cruza, te encuentras en frente el famoso Balneario Gellert, tan conocido por su piscina interior del anuncio de Danone.
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Nuestro siguiente objetivo era subir a la ciudadela. No sabíamos muy bien cómo ni si costaría mucho, pero es realmente sencillo. Lo primero que te encuentras es la Iglesia Rupestre, excavada en la colina para la orden de los padres paulinos, los cuales fueron arrestados y forzados a desaparecer, pero muchos años más tarde, unos monjes exiliados volvieron a la iglesia hasta que el gobierno comunista la prohibió y tapió su entrada.
Seguimos subiendo y vimos que siempre el camino hacia la ciudadela estaba marcado por alguna pintura o señalización en caso de que se bifurcara en ambos, por lo que no tiene perdida si sigues las indicaciones, aunque la subida cansa un poco, pero nos quitó buena parte del frío que hacía.

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Las vistas según se va subiendo la colina son magníficas, pero la niebla no dejaba distinguirlo muy bien, una pena para las fotos que no sabía si podría conseguir algunas decentes.
Seguimos subiendo hasta llegar arriba, al punto más alto de Budapest, construido en 1854 por los Habsburgo como edificio de vigilancia. El monumento a la Liberación conmemora la liberación de Budapest por parte del ejército ruso y se puede ver desde muchos puntos de la ciudad.
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Al lado de la ciudadela nos encontramos con un "parking" con tanques y morteros, pena que estuvieran tapados, aunque se podían distinguir sus formas.
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Nuestro siguiente objetivo era cruzar el Puente de Isabel, Erzsébet híd y para ello teníamos que descender. Cogimos el primer caminito que vimos y casualmente nos dejó justo a las pies del blanco puente.
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Este puente, cuando se construyó fue el mayor puente colgante del mundo, pero fue destruido durante la II Guerra Mundial y tras su reconstrucción, aún con su color blanco, es totalmente diferente y en mi opinión no muy bonito, comparándolo con los 2 puentes preciosos que tiene a cada lado, claro.
Estábamos de nuevo en Pest, cogimos la calle Vaci Utca y aunque era pronto decidimos parar a comer allí, y qué sería de un viaje sin una visita a un McDonald

Con la barriga llena salimos en dirección, ahora sí, del famoso Puente de las Cadenas, Szechenyi Lanchid, primer puente permanente de Budapest que cruzó el Danubio construido por Janos Marschalko.
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También es muy conocido por sus leyendas sobre los leones que guardan el puente, una se refiere a que en su inauguración le gritaron que no tenían lenguas, la gente empezó a reírse y el escultor se avergonzó tanto, que se tiró del puente y se hundió en las aguas de Danubio. Otra dice que los leones cobrarán vida cuando Hungría se encuentre en peligro y la defenderán. Y así unas cuantas más.
Una vez cruzado el puente, para subir al Castillo de Buda hay dos maneras, o coger un Funicular que hay por unos 3€ y que durará menos de 30 segundos porque es muy corta la subida o ir andando. Nosotros decidimos subir andando como la gran mayoría de gente. Hay una cuestecita que haciendo zigzag no cansa mucho, contemplas las vistas y tardas mucho menos que en subir a la ciudadela.
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El Castillo o Palacio de Buda se construyó en el siglo XIV y es inmensamente grande, no hay manera de cuadrarlo en la cámara.

Se puede apreciar desde cualquier lugar dominando el monte. Ha sido destruido varias veces y nuevamente reconstruido sin perder belleza.
Desde sus jardines se pueden obtener imágenes increíbles de Pest, con sus puentes y su Basílica al fondo.
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Y también descubrir las casas de Buda, otro tipo de vida, parece otra ciudad. Una vez visto todo lo que queríamos, incluidos los soldados inmóviles que custodian el palacio, avanzamos un poco, donde nos encontramos con algún famoso Trabant, icono de los países comunistas.
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Andamos un poco más y enseguida llegamos a otro punto muy famoso, el Bastión de los Pescadores junto a la Iglesia de Matías.
La iglesia de Matías, es uno de los templos cristianos más hermosos que hay. Realmente llamativa y más aún iluminada de noche.
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El Bastión de los Pescadores es una terraza de estilo neogótico y neorrománico, en donde se encuentra una estatua de Esteban I de Hungría montado a caballo.
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Además de ser un lugar que merece la pena visitar por su arquitectura, lo merece por sus vistas al Danubio y principalmente al edificio más conocido y llamativo de Hungría, el Parlamento.
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En ese momento, decidimos descansar y tomarnos un café calentito en una cafetería cercana y esperar a que anocheciera para así ver el parlamento iluminándose. Elegimos una cómoda cafetería que además tenía wifi por lo que aprovechamos bien el descanso y a la salida pudimos ver ya el bastión iluminado.
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Y sobretodo, las luces encendiéndose en el Parlamento , una visión que te deja sin palabras y que hace que no quieras irte de allí.
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El día había salido perfecto, habíamos visto un montón de cosas, no había sido tan paliza como en un principio pensábamos, pero aún nos quedaba volver y además queríamos ir a la estación de tren a por los billetes para ir mañana a Bratislava, no sea que no haya o nos perdamos mañana con las prisas.
Para ello, lo primero fue cruzar el puente de las cadenas de noche (totalmente imperdible) y poner rumbo andando hacia la estación, todo tranquilamente para así ir disfrutando de todos los mercadillos navideños y las visitas hasta llegar a la estación de Keleti.
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En la estación comprar los billetes es muy fácil. Oficina internacional, coges ticket, esperas tu número, dices el destino, número de personas y nos dieron el billete. Como era un tren EC que no hacía falta reservar, no era de horario fijo, por lo que nos dieron un papelito con todos los horarios de ida y vuelta para que decidiéramos en el momento, al cambio unos 17€ la ida/vuelta, que siendo unas 3h cada recorrido, en trenes comodísimos y saliendo a otro país está bastante bien, pero eso ya será en la siguiente etapa!!
