Constantinopla, Bizancio, Estambul, la ciudad más importante del mundo durante más de un milenio y de la que pocas cosas nos enseñaron en nuestros años académicos.
Una ciudad culta y de una sofisticación extrema, codiciada por todos y con un glorioso pasado.
Los occidentales le echamos la culpa del expolio a Saladino quien en Mayo de 1453 incendió y saqueó durante tres días la ciudad que se había negado a rendirse.
Lo cierto es que más se perdió y expolió durante la llamada Cruzada Latina cuando se profanaron y destrozaron las iglesias bizantina y gran parte de los tesoros fueron transportados a Europa Occidental (por ejemplo la cuádriga triunfal de los caballos de San Marcos en Venecia presidía el hipódromo de la ciudad)
Como nos alojamos en el centro de la ciudad antigua podemos hacer todas las visitas importantes andando.
Lo primero que vamos a conocer el la llamada Mezquita Azul o de Sultanahmed.

Inaugurada en 1617 está situada en frente de Santa Sofía y aunque a simple vista parezcan de similar tamaño, la mezquita es aproximadamente la mitad. Su nombre Azul viene dado por las más de 20.000 azulejos azules la recubren
Su principal característica es la cúpula de 23 metros de diámetro y sus seis minaretes.
En la época de su construcción hubo una gran polémica entre los creyentes musulmanes ya que solo tenía seis minaretes, y ésta era una característica propia y única de La Meca. Para calmar la situación, en la Meca se construyó el séptimo minarete.

Echamos mano del "kit mezquitas" y entramos en el patio., con su fuente de abluciones en el centro.
Durante las horas de culto no se puede visitar y tendréis que esperar a que acabe el oficio (no olvidéis que somos infieles)

Su interior es una maravilla en cuanto a iluminación se refiere. Miles de lámparas colgando del techo complementan la luz natural que se filtra a través de celosías y vidrieras

Nos ha gustado mucho y hemos salido sonrientes y relajados por el ambiente que se respiraba en su interior. Ahora vamos a conocer Santa Sofía, la auténtica joya de la ciudad.
Construida durante el reinado del cruel emperador Justiniano (siglo VI dC) está considerada como la mayor muestra del arte bizantino.
Hasta el Renacimiento italiano ningún arquitecto supo emular la grandeza de esta cúpula de 30metros de diámetro que se construyó en un tiempo récord y bajo presión y amenazas de un ambicioso emperador.

Si el exterior nos sorprende, el interior nos fascina.
Un inmenso espacio abierto bajo la cúpula que sujetan grandes columnas se ilumina dando reflejos dorados por todas partes.

Cuando los otomanos entraron en Constantinopla no la destruyeron, era algo demasiado hermoso, simplemente la convirtieron en mezquita, añadiendo los enormes medallones con escrituras en grafía árabe y respetando los iconos sagrados de pan de oro a pesar de sus figuras antropomórficas.

Los pasillos y escaleras de acceso al primer piso son una perfecta simbiosis de bizancio y el islam. Nada está fuera de lugar, el color verde y el dorado nos acompañan hasta los antiguos iconos

Este es uno de los más conocidos, muestra al emperador Constantino y a su emperatriz al lado de Jesucristo, comparándose en divinidad.
Y la vista desde aquí se nos dirige de nuevo a la mezquita Azul, que emerge tras las cúpulas.

A nadie le resulta indiferente esta construcción, tanto es así que Ataturk, fundador de la República de Turquía, la sacó del culto religioso 1935. Santa Sofía ya no fue ni mezquita ni iglesia, ahora es Hagia Sofia, el museo dedicado a la sabiduría y el arte patrimonio del mundo.
Vamos a comer algo porque se nos ha hecho tardísimo y aún tenemos cosas que visitar.
La siguiente y obligatoria visita es la antigua cisterna subterránea.
Nos costó un poco localizar la entrada; no sé porqué pensábamos que sería un edificio con puertas y paredes. Pues no, es una escalera descendente que hay al lado de la plaza de Sultanahmed, en la calle Yerebatan.
En toda la ciudad había más de 60 cisternas de agua para abastecer a la ciudad en tiempos de sequía o de guerra.

Esta cisterna llamada Basilica (por el emperador) se construyó también en tiempos de Justiniano servía únicamente para dar servicio al palacio imperial, y más tarde al Topkapi.
El agua procedía del deshielo de las montañas y era transportada por acueductos que aún siguen en pie.
Un bosque de 300 columnas mantiene esta estructura subterránea, muchas de ellas procedentes de antiguos monumentos.
Vamos caminando asombrados entre pasarelas de madera por los rincones de este extraño palacio subterráneo

Cabe destacar, sin duda, la llamada cabeza de Medusa. Dicen las leyendas que este ser mitológico era capaz de convertir en piedra a cualquiera que se atreviera a mirarla. Mitos a parte, la medusa derrotada sirve en este caso como excelente elemento estructural.
Hay aquí abajo un pequeño bar donde nos tomamos un té en un ambiente muy agradable y con suave música de fondo.
Otra vez en la superficie vamos al hotel a ducharnos y cambiarnos de ropa para cenar. hay muchas terrazas de bares con comida turca. Recomiendo preguntar primero qué es y ellos te dirán si eres demasiado "blanco" para comer según qué picantes.
Noche perfecta de temperatura para un pequeño paseo nocturno por Sultanahmed
