Hoy es nuestro último día de viaje, aunque tenemos muchísimas horas libres ya que el avión sale de madrugada.
Bien prontito nos vamos al embarcadero a coger un ferry para hacer el crucero por el Bósforo por nuestra cuenta.
La idea es ir en barco y regresar en autobus, aunque no tenemos muy claro dónde hay que bajarse nos han dicho que no hay pérdida, donde se bajen la mayoría de los turistas.

El día soleado pinta bien y vamos viendo los maravillosos palacios que hay a orillas del Bósforo.
Se ve riqueza y poderío en las casas que salpican las laderas, muchas de ellas con embarcadero propio.

Han subido al barco unos vendedores de yoghout que estaba buenísimo, azucarado y muy suave.
A la altura del segundo gran puente sobre el Bósforo vemos la Fortaleza de Rumeli.
Esta es la parte más estrecha del Bósforo y a ambas orillas se levanta esta fortaleza defensiva que podía bloquear la comunicación con el mar Negro.

Quizás las míticas rocas simplégades que vieron pasar a Jasón y los argonautas estuvieran exactamente aquí.
La fuerza de la corriente y la cantidad de peñascos existente podrían haberles hecho pensar que las rocas se movían para aplastar su frágil embarcación.
Aquí baja gran parte del pasaje y nosotros también. A muchos los recogen autocares de excursiones contratadas pero nosotros cogeremos un bus urbano.
- ¿Qué número?
- No se, pregunta cuál va al centro
Nos subimos en uno que tras un inmenso rodeo por polígonos industriales y zonas residenciales nos dejó junto al estadio des Besiktas. No negaré que llegué a ponerme nerviosa.
Estamos al lado del palacio de Dolmabahçe que fue la residencia de los sultanes desde que en 1856 abandonaron el Topkapi.

No lo vamos a visitar por dentro por una cuestión de tiempo, solo un pequeño vistazo a la entrada y los jardines.
Regresamos andando y vamos a visitar la zona del bazar de las especias y la última gran mezquita, la de Suleimán.
Si en el Gran Bazar te agobian los vendedores, en este ni os cuento. Te hablan hasta en catalán. ¿Cómo lo saben? Ni idea, igual es verdad que tenemos cuernos y rabo...
No compramos nada, ya sabemos que los perfumes son agua y las delicias turcas que os den a probar nada tienen que ver con las industriales que venden en cajas.

Estamos ante la mezquita de Suleimán el Magnífico, la más grande de Estambul mandada construir por el sultán más rico y poderoso del imperio otomano en el siglo XVI
Hemos llegado tarde y no la podremos visitar por dentro pero sí los jardines y la tumba del sultán y su esposa., que descansan en este remanso de paz vigilados por los cuatro minaretes con balcones

Como estamos muy cansados regresamos a la zona de nuestro hotel para probar los baños turcos, en uno de los más antiguos y nombrados de la ciudad Cemberlitas.
Con la entrada te dan los zuecos y las toallas que necesites.
Lógicamente no hice fotos del interior pero es una pasada, todo de piedra en un edificio muy antiguo.
Nos dieron un buen masaje y nos frotaron el cuerpo auténticas profesionales, luego baños de agua fría. Salí renovada después de tantos días de calor y cansancio.
Ya nos queda poco tiempo antes de partir. Vamos a cenar algo y luego una sesión de shisha en un local muy curioso que había aquí al lado con algunos de los compañeros de este viaje.

Es un antiguo cementerio reconvertido en tetería y "fumadero", con un patio bajo un emparrado donde se reúnen los hombres para charlar. Yo no sé si le metieron algún "extra" pero lo cierto es que subimos aún mareados y riendo al avión.
Cuando pienso en Turquía la primera imagen que me viene a la cabeza es el atardecer en el Cuerno de Oro, con la misma luz que hace siglos.
Es un país fascinante y cuando alguien me pregunta si volvería siempre le respondo: volveré.
