Desmontamos todo la mar de contentos de abandonar por fin esa porquería de camping, que más bien parece un campamento, en el que pasamos los últimos 4 días.
La viñeta que habíamos comprado en Bregenz ya caducó por lo que tenemos que adquirir otra para poder alcanzar la frontera con Hungría. Salimos de Viena sin mayor problema gracias al GPS, hay muy poca distancia y enseguida cruzamos la frontera, que es como cambiar de un mundo a otro. A pesar de la cercanía, ni las carreteras, ni los pueblos, ni los coches ni la gente, ni tan siquiera el paisaje tiene nada que ver con el país que acabamos de dejar atrás. Como no vamos a pasar por ninguna autopista húngara no necesitamos comprar la viñeta.
Vamos a tiro fijo, al mismo camping del año pasado, el Zala Camping, que está genial, con buenas instalaciones, parcelas enormes, piscina y playa propia por 15€/noche. El tren pasa cerca, pero el camping es tan grande que apenas se oye nada. Nos preparamos algo de comer y después de montar rápidamente la tienda vamos como cohetes a la piscina. Este año cuenta con animadores que tienen preparado un programa de acquagym, juegos y bailes para entretener a la gente. Un rato más tarde cambiamos la piscina por el lago Balatón, el mar húngaro, nos tumbamos a tomar el sol en la playa del camping mientras miles de libélulas revolotean a nuestro alrededor, nunca antes había visto tantas.
Sobre las 18h empezamos a arreglarnos para dar un paseo por el pueblo antes de cenar. Nos acercamos hasta una zona que está animádisima, con muchos tenderetes y restaurantes y llena de gente. Hoy no tenemos mucho tiempo así que dejamos para el día siguiente el recorrerla con más detenimiento. Para cenar nos espera Pepi, un restaurante al lado del camping donde el verano pasado habíamos comido unos platos tan ricos que nos estuvimos acordando de ellos todo el año. Mmmm, no nos defrauda tampoco esta vez, por 16€ al cambio salimos de allí a punto de reventar, todo está buenísimo!!
La viñeta que habíamos comprado en Bregenz ya caducó por lo que tenemos que adquirir otra para poder alcanzar la frontera con Hungría. Salimos de Viena sin mayor problema gracias al GPS, hay muy poca distancia y enseguida cruzamos la frontera, que es como cambiar de un mundo a otro. A pesar de la cercanía, ni las carreteras, ni los pueblos, ni los coches ni la gente, ni tan siquiera el paisaje tiene nada que ver con el país que acabamos de dejar atrás. Como no vamos a pasar por ninguna autopista húngara no necesitamos comprar la viñeta.
Vamos a tiro fijo, al mismo camping del año pasado, el Zala Camping, que está genial, con buenas instalaciones, parcelas enormes, piscina y playa propia por 15€/noche. El tren pasa cerca, pero el camping es tan grande que apenas se oye nada. Nos preparamos algo de comer y después de montar rápidamente la tienda vamos como cohetes a la piscina. Este año cuenta con animadores que tienen preparado un programa de acquagym, juegos y bailes para entretener a la gente. Un rato más tarde cambiamos la piscina por el lago Balatón, el mar húngaro, nos tumbamos a tomar el sol en la playa del camping mientras miles de libélulas revolotean a nuestro alrededor, nunca antes había visto tantas.
Sobre las 18h empezamos a arreglarnos para dar un paseo por el pueblo antes de cenar. Nos acercamos hasta una zona que está animádisima, con muchos tenderetes y restaurantes y llena de gente. Hoy no tenemos mucho tiempo así que dejamos para el día siguiente el recorrerla con más detenimiento. Para cenar nos espera Pepi, un restaurante al lado del camping donde el verano pasado habíamos comido unos platos tan ricos que nos estuvimos acordando de ellos todo el año. Mmmm, no nos defrauda tampoco esta vez, por 16€ al cambio salimos de allí a punto de reventar, todo está buenísimo!!