Madrugamos nuevamente, metemos todo en el coche y nos ponemos en marcha hacia la primera visita del día, el Castillo de Chenonceau.
Sucede lo mismo que el dia anterior, es muy temprano y todavía no llegó el mogollón de turistas así que hacemos la vista casi solos, totalmente a nuestro aire.
Conocido como el « Castillo de las Damas », fue construido en 1513 y perteneció a Diana de Poitiers y Catalina de Médicis. Se llega hasta él atravesando una preciosa avenida flanqueada por árboles centenarios.
En el interior conserva muchísimo mobiliario e importantes cuadros. Dignas de mención son las cocinas, sorprendentemente construidas en los pilares del puente. Antes de pasar a ser propiedad del Estado francés, el castillo pasó por diversas manos y tuvo diferentes usos, entre ellos el de hospital militar durante la I GM.
Aprovechamos el buen día que hace para dar un paseo por Los jardines de Diana de Poitiers y de Catalina de Médicis, que conservan sus estructuras originales, lo que permite admirar el tradicional diseño francés de jardines. También cuenta con un laberinto que no podemos visitar por encontrarse en ese momento realizando labores de mantenimiento.
Nos encanta este castillo, por su originalidad, por su magnífico estado de conservación y también como dije antes, por la ausencia de turismo de masas, además del día esplendido que nos acompaña.
Nuevamente en la carretera ponemos dirección al castillo más esperado, el espectacular Château de Chambord. Situado en medio de un inmensísimo bosque, tiene unos terrenos cuya superficie es 52,5 km². Fue construido por orden de Francisco I a principios del S. XVI. Cuenta con 440 habitaciones, 365 chimeneas, y 84 escaleras.
Su interior apenas está amueblado, ya que sólo se utilizó como residencia durante muy breves e intermitentes periodos de tiempo, especialmente cuando el rey se trasladaba allí para cazar.
La planta tiene forma de cuadrilátero rematado por un torreón en cada vértice, destaca especialmente la escalera interior en forma de doble hélice por la que la gente puede ascender y descender al mismo tiempo sin toparse con la otra persona. Es una obra maestra del Renacimiento francés, permite divisar desde uno de los dos tramos a las personas que toman la otra sin llegar a cruzarse.
El tejado es un bosque de chimeneas muchas de las cuales únicamente tienen un fin decorativo. Uno de los brazos del Loira fue desviado con el propósito de que la imponente silueta del castillo pudiera reflejarse en sus aguas.
Visitar Chambord nos lleva nuestro tiempo, recreándonos en cada sala, en cada aposento y si hubiéramos dispuesto de más tiempo aún habríamos prolongado más la visita. En el párking donde tenemos el coche hay una zona recreativa, comemos unos bocadillos rápidos y nos ponemos en marcha.
Seguimos el curso del Loira hacia Blois, por el camino pasamos frente al Castillo de Menars, situado en un paisaje privilegiado en la rivera del río, perteneció a Mme. de Pompadour.
Una vez en Blois nos dirigimos a visitar el castillo. No tiene pérdida, está situado en una meseta elevada y es tan inmenso que se divisa desde cualquier punto de la ciudad. Este palacio, residencia de varios reyes de Francia que fueron remodelándolo a lo largo de los años, es un majestuoso edificio que destaca por reunir varios estilos arquitectónicos. Sin duda la parte más conocida es el ala de Francisco I de estilo renacentista italiano en la que se encuentra la monumental escalera octogonal.
A continuación damos un pequeño paseo por la ciudad, en la que sus casas antiguas, su bien conservada muralla, sus numerosas iglesias, además del castillo, forman un conjunto medieval muy armonioso.
El tiempo pasa volando y tenemos que finalizar nuestro paseo y emprender el camino de retorno, pretendemos llegar a Limoges a la hora de dormir.
Aquí las señalizaciones nos juegan una mala pasada, tomamos un desvío que indica Limoges Bis y que nos lleva por una serie de carreteras terciarias que nos hacen tardar bastante más de lo previsto, el doble más o menos, diría yo.
Llegamos ya muy de noche al hotel, de nuevo vamos un Première Classe, en esta ocasión el Limoges Nord. Cruzamos los dedos para que haya sitio, pues no nos apetece dar vueltas. A pesar de ser lunes estos hoteles están siempre muy frecuentados, de hecho el párking está hasta arriba de coches, pero tenemos suerte, conseguimos una habitación por 42€.
Sucede lo mismo que el dia anterior, es muy temprano y todavía no llegó el mogollón de turistas así que hacemos la vista casi solos, totalmente a nuestro aire.
Conocido como el « Castillo de las Damas », fue construido en 1513 y perteneció a Diana de Poitiers y Catalina de Médicis. Se llega hasta él atravesando una preciosa avenida flanqueada por árboles centenarios.
En el interior conserva muchísimo mobiliario e importantes cuadros. Dignas de mención son las cocinas, sorprendentemente construidas en los pilares del puente. Antes de pasar a ser propiedad del Estado francés, el castillo pasó por diversas manos y tuvo diferentes usos, entre ellos el de hospital militar durante la I GM.
Aprovechamos el buen día que hace para dar un paseo por Los jardines de Diana de Poitiers y de Catalina de Médicis, que conservan sus estructuras originales, lo que permite admirar el tradicional diseño francés de jardines. También cuenta con un laberinto que no podemos visitar por encontrarse en ese momento realizando labores de mantenimiento.
Nos encanta este castillo, por su originalidad, por su magnífico estado de conservación y también como dije antes, por la ausencia de turismo de masas, además del día esplendido que nos acompaña.
Nuevamente en la carretera ponemos dirección al castillo más esperado, el espectacular Château de Chambord. Situado en medio de un inmensísimo bosque, tiene unos terrenos cuya superficie es 52,5 km². Fue construido por orden de Francisco I a principios del S. XVI. Cuenta con 440 habitaciones, 365 chimeneas, y 84 escaleras.
Su interior apenas está amueblado, ya que sólo se utilizó como residencia durante muy breves e intermitentes periodos de tiempo, especialmente cuando el rey se trasladaba allí para cazar.
La planta tiene forma de cuadrilátero rematado por un torreón en cada vértice, destaca especialmente la escalera interior en forma de doble hélice por la que la gente puede ascender y descender al mismo tiempo sin toparse con la otra persona. Es una obra maestra del Renacimiento francés, permite divisar desde uno de los dos tramos a las personas que toman la otra sin llegar a cruzarse.
El tejado es un bosque de chimeneas muchas de las cuales únicamente tienen un fin decorativo. Uno de los brazos del Loira fue desviado con el propósito de que la imponente silueta del castillo pudiera reflejarse en sus aguas.
Visitar Chambord nos lleva nuestro tiempo, recreándonos en cada sala, en cada aposento y si hubiéramos dispuesto de más tiempo aún habríamos prolongado más la visita. En el párking donde tenemos el coche hay una zona recreativa, comemos unos bocadillos rápidos y nos ponemos en marcha.
Seguimos el curso del Loira hacia Blois, por el camino pasamos frente al Castillo de Menars, situado en un paisaje privilegiado en la rivera del río, perteneció a Mme. de Pompadour.
Una vez en Blois nos dirigimos a visitar el castillo. No tiene pérdida, está situado en una meseta elevada y es tan inmenso que se divisa desde cualquier punto de la ciudad. Este palacio, residencia de varios reyes de Francia que fueron remodelándolo a lo largo de los años, es un majestuoso edificio que destaca por reunir varios estilos arquitectónicos. Sin duda la parte más conocida es el ala de Francisco I de estilo renacentista italiano en la que se encuentra la monumental escalera octogonal.
A continuación damos un pequeño paseo por la ciudad, en la que sus casas antiguas, su bien conservada muralla, sus numerosas iglesias, además del castillo, forman un conjunto medieval muy armonioso.
El tiempo pasa volando y tenemos que finalizar nuestro paseo y emprender el camino de retorno, pretendemos llegar a Limoges a la hora de dormir.
Aquí las señalizaciones nos juegan una mala pasada, tomamos un desvío que indica Limoges Bis y que nos lleva por una serie de carreteras terciarias que nos hacen tardar bastante más de lo previsto, el doble más o menos, diría yo.
Llegamos ya muy de noche al hotel, de nuevo vamos un Première Classe, en esta ocasión el Limoges Nord. Cruzamos los dedos para que haya sitio, pues no nos apetece dar vueltas. A pesar de ser lunes estos hoteles están siempre muy frecuentados, de hecho el párking está hasta arriba de coches, pero tenemos suerte, conseguimos una habitación por 42€.