Para viajar por Alaska sin duda lo más genuino es ir por libre, pues hay un tren que lo permite al menos en parte, pero lo más cómodo para hacerse al menos una idea de este estado americano repleto de naturaleza es viajar en barco, un crucero que en una semana recorre más de 2.000 kms y te acerca a la última frontera.
Las fechas a elegir son importantes, pues durante nueve meses Alaska se convierte en un lugar inhóspito y gélido, siendo los meses más cálidos, de mayo a agosto, cuando se puede recorrer y cuando los cruceros recorren su costa.
A pesar de ello, aún en verano el tiempo es cambiante siendo frecuente, sobre todo a primeras horas de la mañana, un cielo nublado y muy cerrado, que en pocas horas se despeja dejando que luzca el sol. Los cruceros por Alaska parten desde Seattle o desde Vancouver, nosotros salimos desde esta ciudad canadiense, lo que nos permitió conocer la famosa ciudad de Vancouver, uno de los mejores lugares donde vivir, según alguna revista de viajes.
Las dos opciones son coger un barco que sale y regresa a la misma ciudad o mejor, que fue nuestra opción, salir de Vancouver y llegar lo más lejos posible en una semana, que es Seward, y desde allí regresar por cuenta propia a la ciudad de salida. Embarcamos en el Celebrity Milenium, una impresionante ciudad flotante de 300 metros de largo acondicionada para alojar a casi 3.000 personas y 1.000 trabajadores.
El embarque es como en todos los cruceros, rápido y fácil a poco que te lo hayas preparado un poco y tengas todo la documentación en regla. El barco es una pasada, grande, cómodo, limpio. La comida muy buena (la noche de gala te ponen langosta y puedes repetir). El personal muy amable y servicial (a la caza de la propina claro) y los camarotes, al menos el interior nuestro, más que suficiente para una travesía satisfactoria, con TV y cama grande.
Dentro del barco todo es caro, y te lo cargan a la tarjeta del barco, donde te van cargando todos los gastos y que se respalda con tu VISA. Pero hay un día que las tiendas del barco lo rebajan todo y es posible encontrar cosas interesantes, como relojes, camisetas o perfumería a buen precio. Es importante hablar al menos algo de inglés, porque apenas hay nada de actividades o indicaciones en español.
Y así, tras hacer un simulacro de emergencia en el barco y recorrerlo para orientarnos en esta ciudad flotante, iniciábamos la navegación rumbo al estado americano rodeado por los Océanos Pacífico y Ártico, el denominado: ¨la última frontera”...