Son las 6:00h y ya he despertado. Remoloneo un poco más en la cama y consigo dormir hasta las 7:00h, la hora prevista. Parece que no hay síntomas del temidísimo jet lag. Nos aseamos, arreglamos, y bajamos a desayunar a una sala no muy grande pero agradable. Veamos, mmmm,… Cereales, salchichas, huevos revueltos, zumos, yogures, bollería diversa (muffins, croissants, bagels,…), pan, termos de café y dispensadores de leche fría. Los huevos y las salchichas son sucesivamente sustituidos por otras cosas día tras día. Y ¡ah sí! parrillas especiales para hacer gofres. Esto último suena muy apetecible así que me animo, pero no tengo ni idea de cómo funciona, y termino liándola más bien gorda. Un miembro del servicio del hotel, con infinita paciencia y mucha amabilidad me soluciona el desaguisado, y me muestra la técnica adecuada para prepararlos. Desayunamos de campeonato, con solo una pega. Aquí solo tienen café americano y, aunque no es difícil de tomar, no sabe a nada.
Salimos a las 8:00h del hotel. ¡BUENOS DÍAS SEÑOR CHRYSLER! Nuestro objetivo es desplazarnos a Columbus Circle para comenzar a caminar por Central Park y alrededores. Después de algunas deliberaciones decidimos pasear hasta la zona ya que solo dista 2,7 km desde aquí. Caminamos animosamente por la calle 43, en dirección a Grand Central Terminal. Es un magnífico día. Cielo raso, de color azul intenso, ni una nube a la vista y la previsión marca una máxima de 27 ºC otra vez. Al llegar a Lexington Avenue giramos hacia el norte hasta la calle 47, momento en el que giramos hacia el oeste hasta Park Avenue. Recorremos Park Avenue hacia el norte dejando a nuestra espalda el Hemsley Building, otro estupendo edificio art decò construido en 1929, totalmente eclipsado de nuevo por el MetLife Building (Vaya error de ubicación), que casi lo dobla en altura. Park avenue es una avenida muy amplia, una de las más amplias de Manhatan, y a estas horas no hay mucho tráfico por lo que el paseo es muy agradable.
Sigue habiendo mucha policía (Asamblea General de Naciones Unidas), casi uno en cada esquina, aunque muchos son guardias de tráfico. ¡Vaya! Éstos se han pasado un poquito con los donuts y la verdad, no soy capaz de imaginarlos detrás de un terrorista, ja ja ja. También hay enormes coches negros de escolta aparcados por todas partes. Pasamos por delante del elegante hotel Waldorf Astoria, donde se está alojando Barack Obama. Delante del hotel han aparcado una furgoneta de la policía que porta una máquina de rayos X para poder inspeccionar los enseres de todos aquellos que quieran acceder al interior. Seguimos caminando y al ir a cruzar un paso de cebra, de repente, nos bloquean el paso y sin detenerse cruzan dos coches. En el asiento trasero de uno de ellos se vislumbra un hombre trajeado con un subfusil en las manos. La seguridad en la ciudad es excesiva y además resulta extremadamente incómoda, pero qué se le va a hacer.


Nosotros, a lo nuestro. Seguimos hacia el norte y desde lejos ya resulta aparente el aún en construcción 432 de Park Avenue, un edificio residencial de lujo, con una mínima superficie pero una altura inigualable. Cuando sea completado, sus 426 m superarán la altura de la azotea del mismísimo One World Trade Center (417), que sencillamente será más alto por tener una enorme aguja.


Seguimos hacia el norte y torcemos hacia el oeste en la 57. Pasamos junto al nº 9 de la calle 57 oeste, el Solow Building, cuyas asombrosas fachadas de cristal trazan, cerca de la base una curva hacia la calle, creando con sus reflejos efectos visuales muy peculiares. Un poco más adelante, a la izquierda se sitúa el Carnegie Hall, el primer auditorio construido en la ciudad, que data de 1891. En 1960 había intención de derribarlo pero ese mismo año fue comprado por la ciudad de Nueva York y en 1964 fue declarado Monumento Nacional. Dicen que tiene una de las mejores acústicas del mundo, pero no había entradas para ninguna de las dos únicas actuaciones que se iban a ofrecer durante nuestro periplo neoyorkino, ambas a cargo de la orquesta filarmónica de Berlín. Lástima, aunque no nos sobraría el tiempo.
Continuamos, y a medida que nos acercamos a Central Park, nos encontramos con un creciente número de comerciales de arrendamiento de bicicletas (15 dólares/hora y bicicleta, 40 dólares/bicicleta y día completo). Todos insisten en que nos regalan una hora, pero en mejor ocasión será.

Finalmente y accediendo por Broadway llegamos a Columbus Circle, puerta hacia el Upper West Side, que se extiende hacia el norte. Se trata de una rotonda que hace esquina con Central Park por el suroeste, en cuyo centro se encuentra una curiosa estatua de Cristóbal Colón, en posición arrogante y que no señala hacia ningún sitio, puesto que efectivamente ya se encuentra en América.
Dos edificios destacan en la plaza. El Time Warner Center, recubierto de cristal y constituido por dos torres gemelas unidas por una enorme superficie comercial, enmarcada en un gran atrio, que contiene un buen número de tiendas, así como lujosos restaurantes. Al otro lado de la plaza se encuentra el Trump International Hotel, con una curiosa escultura delante, consistente en una enorme bola del mundo.
Ascendiendo hacia el norte por Broadway torcemos hacia el este en la 63 para llegar al Lincoln Center, elegantísimo complejo arquitectónico que se compone de 3 edificios rodeando una plaza central, en la que se ubica una bonita fuente. De izquierda a derecha se disponen el Ballet de Nueva York, la Ópera Metropolitana y la sede de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. El más llamativo de los tres la Opera House es uno de los principales centros de música clásica a nivel mundial cuya fachada principal, toda de vidrio y enmarcada por 5 inmensos arcos, deja entrever su precioso interior. Se cuenta que antes de ser famosa, María Callas, cargada de soberbia dijo: Cuando llegue a debutar en Nueva York, lo haré en la Ópera metropolitana. De hecho así fue.


Damos una vuelta al complejo y entramos en la ópera, encandilados por todo lo que nos rodea. La amplitud de las ventanas permite una soberbia iluminación del hall de entrada. Damos una vuelta por la tienda pero no nos decidimos por nada concreto. No somos unos grandes aficionados al merchandising, aunque de vez en cuando cae algo. Salimos, y una plaza que se abre al norte hace nuestras delicias puesto que, como muchos otros lugares, plazas y parques en la ciudad, dispone de sillas para relajarte un rato. Disfrutamos de la tranquilidad de la mañana a esas horas, puesto que casi no hay gente, el día es luminoso y el calor aún no aprieta. Estupendo el estanque que se abre ante nosotros. Un limpiacristales se afana en su trabajo, utilizando una pértiga de aproximadamente ¡6 metros! Así son las cristaleras de este lugar.


Unas últimas fotos, y arrancamos. Nos acercamos al famoso PJ Clarkes, en la esquina entre Columbus Avenue y la calle 63 oeste, al lado del Parque Dante, donde a menudo paraba Frank Sinatra, entre otros. Nuestra intención es tomar una café pero en local todavía no ha abierto. Se ve movimiento en el interior. Los camareros preparan la mantelería para la hora del almuerzo. Según su rótulo permanece abierto desde 1884. Parece agradable, aunque caro (Las hamburguesas rondan los 18 dólares de media, las ensaladas oscilan desde los 19 hasta los 27 dólares).
Continuamos hacia Central Park por la 63 y compro en un puesto de frutas callejero una barquilla con un cuarto de arándanos por un dólar, de la que vamos dando buena cuenta. Son sencillamente deliciosos, con mucho sabor. Más adelante ladeamos el edificio The Century Apartments por el norte.

¡Por fin estamos en Central Park! Ya tenía ganas. Nuestra intención es bordearlo hasta el Museo Americano de Historia Natural y luego recorrerlo, pero no podemos evitar dar un paseo previo. Avanzamos por la parte sureste del parque y efectivamente comprobamos que es un parque muy dinámico. Ha sido un acierto venir en fin de semana, puesto que cobra mucha vida y el tráfico interior de vehículos se encuentra muy limitado. Gente paseando, pedaleando, corriendo o incluso practicando yoga por doquier.



Nada más entrar vemos una persona que intenta entablar amistad con unas cuantas “cotorritas”. Es posible observar decenas de especies de animales en libertad dentro del parque. Pudimos ver en diferentes ocasiones varios ejemplares de robín americano, algún que otro azulejo, e incluso un halcón de cola roja. Pero las verdaderas protagonistas son las ardillas grises. Casi domesticadas, si les enseñas una bellota vendrán hacia a ti a la velocidad del rayo y siguiendo siempre el mismo ritual, apoyando primero sus diminutas garras en tu dedo y atrapando con delicadeza la bellota de tus dedos, casi con gracilidad.


Pasamos junto a un par de campos de béisbol vacíos y avanzamos hacia unas rocas desde donde se puede apreciar el skyline al sur del parque. Lamentablemente, y en mi opinión las dos aportaciones recientes, tanto el One57 como el 432 de Park Avenue, asumen demasiado protagonismo y desentonan con el resto. Se trata de los dos edificios residenciales más altos del hemisferio occidental. Subimos hacia el norte, y desde el parque se aprecian los apartamentos The Century con el Time Warner detrás. The Century Apartments es uno de los 4 bloques de apartamentos de lujo con torres gemelas, de estilo art decò, que se pueden encontrar en Central Park West. Todos fueron construidos entre 1929 y 1931.

Salimos del Parque por la calle 65 oeste para encontrarnos con el nº 55 de Central Park West, o lo que es igual, el edificio Shandor de la película “Los Cazafantasmas”, acompañado por la Holy Trinity Luteran Chuch al sur. Me embarga la emoción al contemplar uno de los principales iconos de uno de mis principales mitos cinematográficos de mi infancia. Casi puedo ver la monstruosa encarnación de Gosher el gosheriano adoptando la forma de un muñeco mashmallows gigante acercándose desde el sur, encaramándose a lo alto de la iglesia antes de trepar por la fachada de este maravilloso ejemplo de arquitectura art decò.

Subiendo hacia el norte se empieza a congregar gente en la acera de Central Park. ¿Qué pasará? Igualmente seguimos subiendo y pasamos por delante de The Majestic, el segundo bloque de viviendas de lujo con torres gemelas de Central Park West. Aquí vivieron varios líderes de la mafia genovesa e incluso, en su recibidor, hubo un intento de acabar con la vida de uno de ellos.


Pasado el Majestic llegamos al Dakota Apartments, célebre por enmarcar el atentado contra la vida de John Lennon, justo delante del portal, que finalmente no superaría. Es uno de los primeros edificios de apartamentos de Nueva York, que data de 1880. Al lado del Dakota se sitúa el San Remo Apartments, el original y más bellos de los 4 edificios de apartamentos de lujo de la calle. Los dos se han caracterizado por haber alojado a gran cantidad de famosos.
Volvemos a entrar al Central Park para ver el Strawberry Fields, conjunto de jardines sufragados por Yoko Ono como homenaje a su difunto marido. En su corazón un mosaico circular reza la palabra “IMAGINE”, en honor a su canción más famosa. Es un lugar precioso pero demasiado ajetreado por todas las manadas de turistas que llegan en oleadas. Aún así es difícil quitar encanto a este lugar, amenizado por las canciones de los Beatles interpretadas por alguien que busca sacarse algún billete.
Damos la vuelta a los jardines, en cuya entrada se había agolpado muchísima gente que no sabíamos muy bien que esperaban. A la postre nos enteraríamos que se iba a celebrar esa tarde en el Great Lawn el Global Citizen Festival, relacionado con un movimiento de lucha contra la extrema pobreza en el mundo, y que iba a contar con la colaboración de Jay-Z y Gwen Steffani, entre otros.


Seguimos paseando y bordeamos el precioso The Lake por su lado occidental. Mucha gente remando, resulta maravilloso, pero sé que en esta ocasión no podré hacerlo yo porque mis acompañantes no están por la labor y una aventurilla es más divertida vivirla en compañía. Llegamos a una especie de embarcadero desde donde se puede observar el Bow Bridge, que me parece absolutamente embaucador, muy cuco, vamos.

Subimos hacia el norte y pasamos delante de la Sociedad Histórica de Nueva York, el primer museo de la ciudad, de principios del s. XIX, de camino hacia el Museo Americano de Historia Natural. Este último es un museo enorme, que ocupa una manzana entera, rodeado totalmente de jardines, al cual se accede pasando al lado de una estupenda estatua ecuestre de Theodore Roosevelt realizada en bronce. La exposición es gigante y abarca tanto temáticas científicas relacionadas con la astronomía, geología, gemología, zoología, paleontología como sociales tales como, historia, antropología, arqueología, etnografía, etc. Además incluye el planetario Hayden, una asombrosa esfera incluida dentro del edificio, y un cine IMAX en 3D. En consecuencia somos conscientes de que es imposible ver la exposición entera en una jornada, por lo que entramos sin pretensiones, marcándonos como objetivo principal el área paleontológica de la 4ª planta.


Pasamos al hall de entrada, un magnífico espacio abovedado con entradas a norte, sur y este, decoradas con murales de espléndidos colores, en el que destaca una representación en el centro compuesta de fósiles de dinosaurios. Un Allosaurus acecha a una cría de Barosaurus y la madre intenta protegerla. Me siento como si volviera a la infancia en un lugar tan apasionante, impaciente por descubrir sus secretos.
Nos dirigimos a las taquillas. El coste de la entrada lo decides tú, así que en teoría puedes entrar por un dólar, pero te sugieren 27 dólares por la exposición permanente y una sesión en el planetario. Decidimos comprar allí mismo el City Pass por 109 dólares por cabeza, lo que implica que podemos entrar a cambio del importe sugerido, pero con un descuento.

Tenemos sesión del planetario a las 13:00h así que allá vamos. Es la mejor sesión de planetario que he visto en mi vida. El programa, titulado Dark Universe, versa sobre el origen y composición del universo. Interesantísimo. Después nos quedamos en la sección de geología y vulcanismo con aspectos curiosos sobre la tectónica de placas, o cómo puedes producir tú mismo un pequeño temblor de tierra medible por un sismógrafo. Alguna información sobre la falla de San Andrés y nos desplazamos al área de astronomía, con una exposición de meteoritos, información sobre el origen del universo, o el origen de la Luna, o una báscula que te calcula lo que pesas en la luna, o en el cometa Halley, o una proyección acerca de la deformación del espacio-tiempo por causa de los campos gravitatorios masivos.


Nos vamos a la exposición de mamíferos americanos, con una serie completísima de excelentes dioramas en los que se representan osos pardos (grizzlys y kodiaks), osos negros, uapitíes, alces, pumas, linces de Canadá, berrendos, bisontes, ursón, lobos grises,…,etc.


De aquí pasamos a los ecosistemas marinos, con maquetas de peces, una gigantesca maqueta a escala real de una ballena azul y más dioramas de diferentes focas, morsas, arrecifes de coral, oso polar,…, etc.


En área de bosques americanos, una enorme sección de una sequoia de 1500 años, y más dioramas. Llegamos a un área dedicada a los indígenas norteamericanos y su etnografía en la que se expone una enorme canoa de guerra de los indios Haida que mide aproximadamente 20 m. Diferentes secciones para los múltiples pueblos indígenas noroccidentales muestran sus vestuarios, hogares, ídolos (los tótems son sencillamente maravillosos), etc.



La sección de los orígenes del hombre muestra dioramas muy interesantes de los diferentes homínidos, e incluso presentan una reconstrucción del Homo Heidelbergensis basada en un cráneo hallado en Atapuerca. Interesantísima la comparación entre esqueletos de Neanderthal y hombre actual.


En la sección de gemología y mineralogía se expone una completísima colección de minerales y gemas, incluyendo una exposición de pepitas y menas de oro. Destaca entre todo ello la Estrella de la India, el mayor zafiro del mundo con un peso superior a 500 k.



Acto seguido subimos directamente a la cuarta planta, atravesando la sección de primates de la tercera. Llegamos a la sección de paleontología, mi mayor, aunque no único, interés en este museo. La sección de mamíferos, alucinante. Parecen sacados de una historia de ciencia ficción. Animales como el Brontotherium (especie de rinoceronte que realmente no es un rinoceronte) o el Gonphotherium (emparentado con el elefante, de menor tamaño, con defensas presentes en mandíbulas superior e inferior, que se proyectan en línea recta, RARÍSIMO) son simplemente alucinantes. Félidos como Smilodon (Dientes de sable), Oso de las cavernas, o ¡el mayor mamífero que haya existido jamás sobre tierra firme! (Indricotherium, especie de rinoceronte sin cuernos), me encanta. Los ojos se me disparan en todas direcciones. Por un momento no sé dónde acudir, pero la confusión debida al entusiasmo dura poco.



Y llegamos a la sección de dinosaurios, primero los ornitisquios, más modernos, con la cadera más similar a la de las aves (Triceratops, Protoceratops, Anatotitan,…) y después los saurisquios, más antiguos, con la cadera más similar a la de los reptiles (Tiranosaurus, Albertosaurus, Allosaurus, Apatosaurus,…). ¡¡¡ADORO LOS DINOSAURIOS!!!
Ya de retirada hacia la salida y un poco cansados, además de con cierto apetito que comenzaba a protestar con vehemencia, pasamos por la segunda planta para ver más de soslayo el área etnográfica de América central y del sur y de Asia. Y para terminar, las secciones de mamíferos asiáticos (con tigres, búfalos, gaúres, elefantes asiáticos,…, etc.) y africanos (leones, antílopes de todo tipo, cebras, búfalos, elefantes africanos, kudús, oryx,…, etc.).
Salimos después de 4 horas, bastante más de lo que habíamos planeado en inicio, pero cuando se disfruta el tiempo vuela. Son las 17:00h y tenemos un hambre canina. Damos la vuelta a la manzana y en la esquina de la 77 oeste con Columbus Avenue hay un Shake Shak, una cadena de hamburguesas, perritos calientes, batidos y demás. Está lleno a pesar de la hora y nos toman nota bastante rápido, con lo que casi no nos da tiempo a elegir. Me pido una SmokeShak, con bacon ahumado con patatas y una cerveza de raíz (11 $ por cabeza, aproximadamente). Siempre había querido probar esa porquería por razones un poco frikis que no vienen a cuento en este momento. Nos toca esperar y para ello nos entregan un original dispositivo que vibrará en el momento de recoger la comida. El tema suelta un zumbido de aúpa, recogemos la comida y nos vamos a Central Park a degustarla, al estilo neoyorquino, es decir, en la calle, en un banco, o dónde te encuentres. Finalmente encontramos un estupendo banco en un lugar muy agradable.


En Central Park, damos buena cuenta de la comida que no está mal, mejor que McDonald’s. Continuamos hacia el norte buscando The Great Lawn, una gran explanada de césped que los viandantes utilizan para relajarse y practicar deportes. Pero resulta imposible porque el Global Citizen Festival se va a desarrollar precisamente ahí. Lástima. De igual forma avanzamos hacia el norte por una red de sendas cada vez más agosta buscando constantemente alternativas a sendas cortadas por cintas de la policía. Y llegamos, como muchos otros justo al lado del Belvedere Castle, cuyo acceso estaba cortado y guardado por dos comedonuts que muy amablemente nos indicaron lo evidente, que el camino estaba cortado. Se enfadaron bastante porque la gente se había saltado la cinta comedonuts (policial) un poco más abajo, pero puedo asegurar que nosotros no llegamos a ese punto habiéndonos saltado nada, así que su enfado no estaba del todo justificado.

En fin, nos rendimos y comenzamos a pasear en sentido sur, comprobando que el concierto será un exitazo sin lugar a dudas, por la enorme afluencia de gente, y llegamos de nuevo a The Lake, esta vez por su lado oriental. Pasamos junto al Loeb Boathouse, e intento convencer sin demasiada fe a mis compañeros de alquilar un bote (15 dólares la hora, 20 más de depósito) y dar una vueltecita pero resulta imposible. Su resolución es mucho mayor que la mía. ¡En fin! La vista del Lake no tiene precio, enmarcando en el horizonte al San Remo.


Nos acercamos entonces hacia el Conservatory Water, otro estanque cuco, en cuya rivera norte se ubica una curiosa escultura en bronce, Alice in Wonderland. Resulta preciosa. Se describe el encuentro de Alicia con el Sombrerero Loco y la Liebre a la hora del té. Pero lo asombroso es la condescendencia de la gente, la permisividad con el hecho de que hordas de niños pisoteen, se encaramen, toqueteen y se cuelguen del monumento en cuestión. Parecen pasárselo en grande. ¡Qué envidia!


Retomamos el camino y nos allegamos a la Bethesda Fountain, una fuente en la parte sur de The Lake, protagonizada por un ángel cuya peana de apoyo se sujeta por la acción de 3 querubines. El lugar es muy animado y en ese momento se puede ver un espectáculo de pompas de jabón gigantes y una actuación musical. Al sur, el camino discurre, bien subiendo una escalinata, bien atravesando las galerías que conforman los arcos de sujeción de la anterior.

De esta manera, llegamos a The Mall, una de las partes de Central Park que más me han gustado. Resulta un placer atravesar esta enorme avenida peatonal, guarecida por centenares de árboles, pero en este momento nos desviamos hacia el Skater’s Circle donde había una congregación de patinadores y gente en general que bailaban y se divertían al ritmo de un equipo de música.


Continuamos avanzando hacia Sheep Meadow, otra magnífica explanada de césped donde los neoyorquinos se esparcen a gusto. Además el skyline es estupendo. Se puede apreciar la Central Park West desde Columbus Circle hasta lo apartamentos San Remo.

Retomamos The Mall y bajamos hacia The Olmsted Flower Bed, en cuyo centro se dispone una pequeña rotonda donde se sitúa una estatua de William Shakespeare. Había mucho movimiento. Decenas de pareja de mediana edad se habían reunido para bailar el tango. Algunos con mejor fortuna que otros, todos intentaban dar lo mejor de sí mismos.

Tomamos East Drive y bajamos hacia un mirador de rocas desde donde se podía contemplar el Wollman Rink, pista de patinaje sobre hielo en invierno, que ahora mismo estaban acondicionando para su próximo uso como tal. Desde aquí se puede contemplar el skyline al sur del parque, y vuelven a hacerse notar demasiado tanto el One57 como el 432 de Park Avenue. ¬En verdad creo que han cometido un error permitiendo la construcción de estos dos edificios en esta zona.


Continuamos por East Drive bordeando The Pond, hasta llegar a la Grand Army Plaza, donde contemplamos la maravillosa estampa del Plaza Hotel.
Ahora nuestra intención es recorrer la milla de los museos hasta el Museo Solomon R Guggenheim. Hoy es Sábado, cierra a las 20:00h y desde las 17:30h hasta las 19:45h el acceso es gratuito. Se nos ha hecho tarde, pasan de las 19:00h y tenemos un buen trecho y poco tiempo para llegar. Es un museo muy interesante pero no hay tiempo para todo por lo que mi mayor interés es poder entrar y echar un vistazo al interior del cuerpo principal en forma de zigurat invertido.
Arrancamos por la 5ª avenida hacia el norte, el sol ya se ha puesto y la iluminación de la calle a estas alturas no es excesivamente buena. Pasamos al lado del monumento en honor al 107º regimiento de infantería de Nueva York, participante en la primera guerra mundial. Un poco más arriba, a la derecha aparece el Templo de Emanu-el, posiblemente la mayor sinagoga del mundo.
Seguimos en ascenso por la 5ª avenida y dejamos la Frick Collection a mano derecha. Para los frikis como yo este es un lugar muy importante porque, además de ser un magnífico edificio con una colección impresionante (que por falta de tiempo, ¡sigh!, conoceré en otro viaje), es la fuente de inspiración de Stan Lee para situar la mansión de “Los Vengadores” en Nueva York. Otra vez, vuelta a mi infancia.


Seguimos ascendiendo y nos cruzamos, esta vez a la izquierda, con el Metropolitan Museum, que veremos en unos días.


¡Por fin! Hemos llegado al Museo Solomon R Guggenheim y… ¡Son las 19:39h! ¡A tiempo! ¡VAMOS ADENTRO! ¿Cómo? ¿Que ya no nos dejas entrar? ¿Que es muy tarde? Por poco, ¡pero aún estamos a tiempo!, aaaaah ¡malandrín! Bueno, me consuelo porque dejan que me asome, a tiempo de comprobar que el ala de la espiral que tanto quería ver estaba hecha un desastre puesto que están cambiando la exposición y hay cajas por todas partes. Es una lástima pero todo el espacio es una única galería que va ascendiendo por una rampa en espiral hasta la parte superior del atrio. Hubiera sido interesantísimo, pero,… ¡Lástima otra vez!
Entramos a la tienda del museo porque, esa sí que no les preocupa cerrarla tan pronto, donde venden todo tipo de objetos, láminas, dibujos, figurillas,…, etc. relacionados con el arte moderno. Mmmmmm, esta lámina es muy colorida, ¿A ver? ¡La h*****! ¡5000 $! Creo que no.
Salimos y descansamos un poco fuera, unas cuantas fotos y de vuelta al midtown. Otra vez el MET, la Frick y la Grand Army Plaza. Tenemos hambre. Son más de las 21:00h y decidimos ir a un deli en el que compramos alguna cosilla la noche anterior, el Cafe Duke, en la 51 oeste, entre la 6ª y 7ª avenidas. Todo cuesta lo mismo. Tomas una tarrina en la que pones lo que quieras y te lo cobran a 8,99 $ la libra (19,78 $ el kg). Yo me cojo una buena selección de frutas (piña, sandía, melón, uvas, y arándanos., además de un yogur. Cenamos allí mismo en unas mesas bastante cómodas. Estamos casi solos en el lugar y resulta bastante íntimo.
Volvemos al hotel paseando de nuevo, y nos vamos directamente a la habitación. Nos sentimos como si una manada de caballos salvajes nos hubiera pasado por encima varias veces. Es, seguramente la jornada más dura de todas las que vamos a hacer aquí. ¿O no?
Continuará.