Suena el despertador y me despierto con cierta preocupación porque los pronósticos del tiempo para hoy, realizados durante los últimos días no son nada halagüeños. Durante el desayuno, en las noticias constatan el hecho de que hoy no va a llover bastante en Nueva York, hecho que finalmente comprobamos nosotros mismos cuando salimos a la calle. Para empeorarlo aún más resulta que el paraguas que habíamos traído los habíamos extraviado en algún lugar el pasado miércoles. No es un buen comienzo. Habíamos planeado una visita a Brooklyn, concretamente a Williamsburg para luego terminar en Coney Island, pero parece que no va a ser posible.

En la recepción del hotel pedimos consejo a la recepcionista acerca de la posible adquisición de un paraguas y nos recomienda un supermercado situado en la 3ª con la calle 44. Efectivamente encontramos lo que buscamos y nos encaminamos hacia Grand Central Terminal perfectamente pertrechados, alcanzando nuestro destino pocos minutos después. Damos una nueva vuelta por el mercado de la estación y decidimos qué hacer con este tiempo de perros. Finalmente decidimos ir a la zona de Herald Square para hacer algún recado pendiente y alguna comprilla más para nosotros.
Tomamos la línea 6 hacia el sur hasta la estación de la calle 33. ¡Jo***!, ¡Cómo llueve! Armados de paciencia nos desplazamos a pie por la calle 32 este hacia la 5ª avenida cuando me llama la atención una pequeña tienda de comics, JHU Comics. Decido detenerme a echar un vistazo, puesto que poco más se puede hacer con este tiempo. La tienda, muy estrecha es bastante similar a lo que se podría encontrar por estos lares. Tienen viejas ediciones y decido comprar un antiguo número de “La Telaraña de Spiderman” del año 1987 por 8 $, además de un recopilatorio de “Lobezno”, de Chris Claremont y Frank Miller. Lamentablemente comienzo a cargar la mochila demasiado pronto.
Continuamos hasta la 5ª avenida y nos desplazamos a la esquina con la 34, momento en el que otro miembro de nuestro grupo decide cambiar de paraguas, por otro más grande. Mucho más grande. La espera se ameniza con la excelente vista del Empire State Building y el paso del tráfico bajo la lluvia. La verdad es que no le sienta nada mal la lluvia a esta ciudad, resultando un paisaje muy poético.
Continuamos y paramos en American Eagle Outfitters, en la calle 34, donde cae una camiseta, y continuamos hasta el GAP que hace esquina con Broadway. Allí hacemos un par de encargos, cuando decidimos desplazarnos otra vez hasta el Century 21, puesto que no habíamos tenido demasiado tiempo el pasado lunes.
Nos desplazamos en metro directamente desde la estación de metro de la 34th st-Herald Sq hasta la estación de Cortland St, muy cerca de nuestro destino pero lamentablemente el Century 21 se encuentra cerrado a cal y canto, con un cartel en la puerta que reza que hoy se encuentra cerrado con motivo de la festividad judía del Yom Kippur. ¡Vaya! Esto sí que no lo había previsto. ¿Y ahora qué hacemos? Pues vamos a dar una vuelta por el South Street Seaport que está aquí cerca.


El ahora antiguo puerto de la ciudad se encuentra bastante desierto, debido al tiempo que hace. Si no fuera por eso, la vista que ofrece del puente de Brooklyn sería realmente impresionante. Actualmente es una zona de comercial y de ocio con un museo marítimo que incluye un par de barcos visitables. Parece que todo este terreno ha sido ganado al mar, o mejor dicho en este caso, al East River, y hay una marca en el suelo de la línea de costa original en la Water Street. Justo en esta calle se dispone el Titanic Memorial, un faro dispuesto en honor de las víctimas del fatal naufragio.
Y después de dar vueltas toda la mañana de aquí para allá, y con gran apetito, damos una vuelta para localizar algún lugar para comer, y finalmente nos quedamos en un sitio de ensaladas completas con verdura, cereales y carne, cuyo nombre soy incapaz de recordar.

Al salir nos aguarda una estupenda sorpresa, ya que ha dejado de llover y la espesa capa de nubes deja entrever el cielo en algún punto. Con gran regocijo avanzamos hacia el City Hall Park, para poder cruzar de nuevo el puente de Brooklyn, y ascendiendo por Beeckman Street destaca al fondo el Woolworth Building, que destaca con la impresionantemente fea Beeckman Tower de Frank Gehry, un adefesio de 76 plantas, que no pega con nada de los alrededores. Más bien “se pega con todo lo que se dispone a su alrededor”.





Llegamos al puente de Brooklyn, otra vez, y lo cruzamos otra vez, resultando tan maravilloso como la primera. El cielo se está despejando a pasos agigantados, y la atmósfera está clara, sin bruma, por lo que la vista es excelente. Como siempre, el skyline, alucinante.






Al llegar a Brooklyn nos vamos a visitar la zona de Brooklyn Heighs de día, accediendo por Middagh Street. Callejeando accedemos a la impresionante vista que ofrece Columbia Height, paralela a Brooklyn Heights Promenade, pero en un plano superior. Seguimos vagando y recorremos Willow Street hacia el sur. El ambiente es distendido y relajado, tan agradable que me quedaría ya a vivir aquí sin pensarlo.

Llegamos a Pierrepont Street y en la esquina con Henry Street hay una estupenda mansión de ladrillo, la Herman Bëhr Mansion, con unos curiosos dragones erosionados en la balaustrada de piedra de la entrada. Bajamos hasta Montague Street y allí paramos a merendar en Le Pain Quotidien, una cadena presente en diferentes lugares, donde tomamos un delicioso capuchino y compartimos 2 raciones de la célebre New York Cheesecake. Estaba muy sabroso y el local es fantástico pero la cuenta es un robo. Incluyendo la propina, 10 $ por cabeza. Pasan poco de las 17:00h y como el sol está radiante y la tarde preciosa decidimos acercarnos a Coney Island para el atardecer.
Subimos por Henry Street hasta la estación de Clarke Street. Allí tomamos el metro, línea roja y hacemos transbordo en Atlantic Ave-Barclays Ctr., dónde tomamos la línea Q hasta Coney Island-Stillwell Ave, tardando más o menos 45 min.



La estación Coney Island-Stillwell Avenue presenta un precioso aire retro. Elevada sobre la calle sobre pilotes metálicos conforma unos maravillosos soportales sobre Stillwell Avenue. Frente a la misma se dispone un famoso grafiti, cutos autores son unos hermanos gemelos brasileños conocidos precisamente como “Os Gemeos”.


Avanzamos por Stillwell Avenue hacia el sur y llegamos al famoso Nathan’s, el más célebre local de perritos calientes del mundo, que cada 4 de julio organiza un concurso para ver quién es capaza de comer más. En un lateral de la manzana un enorme cartel electrónico muestra la cuenta atrás hasta el siguiente certamen, así como los records masculino y femenino.




Y así llegamos al paseo y playa de Coney Island, célebre durante el s. XIX por ser la zona de veraneo de los neoyorkinos con cierto poder adquisitivo. Desde finales del XIX hubo una fiebre de construcción de parques de atracciones, de lo que hoy se conservan algunas cosas como el Cyclone, una antiquísima montaña rusa de madera, la famosísima noria Wonder Wheel, dentro del Luna Park, o el Parachute Jump, probablemente el elemento más característico de este lugar. El paseo es precioso, especialmente con esta magnífica luz de atardecer. Me viene a la mente la última escena de la película de culto The Warriors, rodada en este lugar.
Lamentablemente el parque está cerrado, a pesar de que el calendario lo contemplaba como día de normal funcionamiento, probablemente debido a la lluvia, con lo que todas las luces, color, música y algarabía no se encuentran presentes, pero aún así es un sitio precioso y merece la pena cada minuto que ha conllevado el desplazamiento.


Ha oscurecido bastante y la única luz presente es la procedente del vecino estadio de béisbol de los Cyclones, cuando nos sorprende el encendido del Parachute Jump, que cambia la iluminación cada cierto tiempo. Un último paseo por el muelle y decidimos regresar a Manhattan, habiendo un recorrido de aproximadamente de una hora.



Tomamos la línea D de metro y puesto que esta es nuestra última noche en la ciudad decidimos volver al Lincoln Center para verlo por la noche. Nos apeamos en Columbus Circle y avanzamos por Broadway hacia el norte torciendo en la 63 hacia el oeste para llegar. Maravillosamente iluminado todo el conjunto resulta más impresionante durante la noche. Es sábado noche y hay representación operística, por lo que han descorrido los cortinones del primer piso permitiendo ver dos enormes lienzos que no pudimos ver una semana atrás. En el hall de entrada hay monitores que nos permiten seguir la representación, en este caso La Bohème, de Puccini. Teníamos interés en ver una representación aquí pero ha sido imposible planificarla por falta de tiempo.
Después de un rato, nos vamos y volvemos por Broadway parando en un Duane Reade para coger un sandwich y comerlo por el camino. La línea 1 de metro en combinación con la lanzadera nos deja en Grand Central Terminal muy rápido, y en un abrir y cerrar de ojos llegamos muy cansados al hotel.



Después de refrescarnos un poco decidimos que como nos vamos mañana hoy vamos a darlo todo y nos vamos al Lower East Side para localizar el Arlene’s Grocery, un local famoso por su pequeña sala de conciertos. Allí nos tomamos un cerveza y vemos un concierto de un extraño grupo, que tocan bastante bien, con un extraño solista de cuidado. Al acabar, ahora sí, cansadísimos, nos volvemos al hotel para pasar nuestra última noche. Mañana ya se habrá terminado todo.
Finalizará.