![]() ![]() DEL TAJ MAHAL A VARANASI Y DELHI ✏️ Diarios de Viajes de India
14. AGRA-GWAILOR-ORCCHA. Hemos quedado con Viru a las 5,45 para ir al Taj Mahal temprano, y matar dos pájaros de un tiro, por un lado evitar la masificación de gente en el Taj, y por otro poder llegar a Orccha temprano, porque aquí finaliza...![]() Diario: INDIA: DEL RAJASTHAN A VARANASI, DONDE LA VIDA Y LA MUERTE SE DAN LA MANO⭐ Puntos: 4.5 (2 Votos) Etapas: 5 Localización:![]() 14. AGRA-GWAILOR-ORCCHA Hemos quedado con Viru a las 5,45 para ir al Taj Mahal temprano, y matar dos pájaros de un tiro, por un lado evitar la masificación de gente en el Taj, y por otro poder llegar a Orccha temprano, porque aquí finaliza nuestro recorrido con Viru, y éste se tiene que volver a Delhi ese mismo día para recoger a un grupo de españoles.. Nuestro conductor aparece despeinado y con cara de sueño, y nos lleva a las taquillas, que permanecen cerradas a cal y canto, y que tienen ventanillas distintas para hombre y mujeres. Tardamos bastante en comprar las entradas al precio de 750 rupias (10 €), porque los funcionarios no son un "prodigio" de rapidez realizando su trabajo. Antes de coger el bus de acceso a la entrada, nos facilitan una botella de agua y unas fundas de plástico para ponernos en los zapatos, evitando así tener que descalzarnos al entrar en el mausoleo. La apertura de entrada a este monumento, considerado una de las siete maravillas del mundo moderno, no se produce hasta las 7 de la mañana. En la cola de entrada coincidimos con dos jóvenes españoles que llevan 6 meses viajando por Asia, con los charlamos brevemente hasta que penetramos en el recinto, después de pasar varios controles de seguridad. El Taj Mahal es la obra cumbre de la arquitectura mogol y, sin duda alguna, una de las construcciones más bellas del mundo. Está formado por un conjunto de edificios integrados, aunque el mausoleo cubierto por una cúpula de mármol es la parte más conocida. Ha adquirido gran notoriedad mundial, no solo por su arquitectura, sino también por el carácter romántico de la construcción: el imponente conjunto lo erigió el emperador mogol Sha Jhahan a mitad del siglo XVII en honor de su esposa favorita, Mumtaz Mahal que murió en el parto de su decimocuarta hija, a la que, según la leyenda, prometió en su lecho de muerte construir la tumba más bonita del mundo, y vaya si lo consiguió. Resulta difícil describir lo que uno siente al ver el Taj Mahal por vez primera: su perfecta simetría, sus impresionantes dimensiones, sus distintas tonalidades -cambiantes según la hora del día-, su reflejo en los canales y sus armoniosas formas hacen que uno se quede sin respiración cuando atraviesa el arco de la Danwaza de acceso. Se dice que el Taj Mahal es el edificio más fotografiado del mundo, un dato que no resulta para nada sorprendente, viendo como la gente se agolpa para sacar la foto que inmortaliza ese momento. Después de contemplar fascinados su serena belleza exterior, entramos en el interior del mausoleo, que resulta bastante decepcionante, dada la desnudez propia de las tumbas musulmanas. Los féretros del emperador y su esposa, que no sus restos que se encuentran varios metros bajo tierra, reposan en silencio y con poca luz, bajo la bóveda de mármol, dando una sensación de frialdad, que contrasta con la calidez del exterior. Abandonamos con bastante pesar, esta maravilla arquitectónica, y nos dirigimos al coche donde nos espera Viru y, tras comprar unas bananas, salimos en dirección a Gwailor, una ciudad situada en el estado de Madhya Pradesh, a unos 120 km de distancia. La carretera está bastante bien, pero el tráfico es muy intenso. Al llegar, nos trasladamos directamente a visitar su fuerte, donde nos llama mucho la atención el color azul que predomina en algunos de los palacios que hay en el interior. Como ya he comentado, siempre hay varias personas alrededor de los monumentos que intentan hacer de guías con los turistas, resultando bastante pesados a veces. Así, hemos ideado una estratagema para evitarlos, y es que, ante la pregunta “Where are you from”, responder que somos rumanos. Obviamente, estos avispados guías hablan algo de inglés, francés, español, italiano, alemán e incluso japonés, pero nadie habla rumano, así que, tras mirarnos desconfiadamente pensando en si les hemos dichos la verdad, pronto se alejan buscando otro “guiri” con un idioma más común. No nos demoramos mucho recorriendo algunas estancias palaciegas, ya que sabemos que Viru tiene prisa, y porque nuestro principal objetivo en la visita, son la figuras jainistas talladas en roca e integradas perfectamente en el paisaje, que hay en la subida. Realmente son impresionantes, y nos recuerdan vagamente, y salvando las distancias, a los templos de Abu Simbel, en Egipto. Al cruzar de nuevo la ciudad para salir dirección Orccha, le pedimos a Viru que nos lleve a unos aseos. Aparca delante de un gran centro comercial, parecido a los occidentales (un "no lugar", como define la antropología a aquellos lugares que son iguales en todas las partes del mundo). Allí, aprovechamos para comprar unas pakoras, y unas patatas fritas en un Mac Donalds, comida que compartimos con nuestro conductor. El trayecto hasta la ciudad de Orccha se nos hace eterno porque la carretera está en un estado lamentable, quizá la peor que hemos recorrido hasta ahora, así que llegamos sobre las dos del mediodía. Tenemos hecha una reserva en el Budelskhand Riverside hotel, pero como es un poco caro, visitamos antes otros dos hoteles bastante cutres, lo cual hace que decidamos ir al Bundelskhand, el antiguo palacio de un Maharajá. La entrada es muy chula, principesca diría yo, y varios empleados acuden solícitos para llevarnos las mochilas hasta una habitación muy bien decorada, aunque se nota el paso del tiempo por ella (comentamos divertidos que está como la dejo el Maharajá, hace cien años). Es el momento de despedirnos de Viru, al que damos una buena propina, un frasco de colonia, unas cremas para su mujer, y rotuladores y globos para sus hijos, asegurándole que le haríamos publicidad en España. Sonríe agradecido. Cuando vamos a ducharnos, no hay agua caliente, así llamo a recepción para que nos lo arreglen. Tardan un buen rato en venir y, cabreado, le pido al manager que nos cambie de habitación. Después de ver varias de ellas que no me convencen, acepto trasladarnos a otra, que al menos parece recién pintada. Aquí si hay agua caliente, pero el manager no sabe cómo funciona el calentador, así que tardamos otro buen rato en poder ducharnos. En fin, es la India..... El hotel tiene piscina, y pregunto si está abierta, por si me apetece darme un baño. Me dicen que sí, pero cuando me acerco a ella, veo que está llena de hojas y suciedad, y llena solo hasta la mitad. Eso sí, no puedo decir que no estuviera abierta, jejeje. En los amplios jardines, hay un grupo de jóvenes, que luego me enteré son colegiales de Delhi de vacaciones, bailando animadamente, y con los que coincidiremos a la hora de cenar. Sólo hay wi-fi en los alrededores de la recepción, así que nos sentamos tranquilamente para "whatssapear" un rato, antes de cenar. El restaurante está muy bien, y pedimos un par de platos a la carta bastante buenos (unos 15 € con cerveza). Al finalizar, recorremos tranquilamente los frondosos jardines antes de llegar a nuestra habitación, escondida en una esquina de las instalaciones. 15. ORCCHA Hemos dormido como maharajás, y nunca mejor dicho. Temíamos que los jóvenes hicieran ruido por la noche, pero no fue así, o al menos no nos hemos enterado, y a las 8´30 salimos del hotel dando un paseo de 15 minutos para llegar a Orccha, una pequeña ciudad de 10.000 habitantes, rodeada de templos, cenotafios y palacios. Pronto nos damos cuenta que hemos cambiado de dimensión. Hay poco tráfico y una tranquilidad inusual en la India, o al menos en la India que hasta ahora conocemos. Hemos venido hasta aquí buscando precisamente eso, y creo que hemos acertado plenamente. Desayunamos tranquilamente, en un restaurante situado cerca de la taquilla donde se compra una única entrada, que permite visitar todos los monumentos de los alrededores, y cuyo fuerte no es la limpieza. La localidad es famosa sobre todo por su Palacio-Fortaleza, que consta de varios edificios construidos en diferentes épocas desde el siglo XVI, y situado en una pequeña isla rodeada por el río Betwa. Rodeado de una impresionante muralla almenada, el recinto presenta un desigual estado de conservación, pero es realmente interesante, con una mezcla de elementos arquitectónicos hindúes e islámicos. Es una visita muy placentera, y lo recorremos prácticamente en solitario accediendo a diferentes alturas para visitar las distintas estancias, a través de pasillos y escaleras por los que no es difícil perderse. Hay algunas pinturas en las paredes, pero están muy mal conservadas y, cuando llegamos a la parte más alta, podemos divisar una preciosa panorámica de los alrededores, con la imagen plateada del Betwa, lo que le da un cierto toque bucólico. Después de dos entretenidas horas, salimos al exterior para vagar sin rumbo por un precioso paisaje rural, salpicado de pequeños templos que vivieron tiempos mejores, y en el que observamos la vida cotidiana de los campesinos, hasta llegar al río, cuyas aguas parecen sorprendentemente limpias. Al regresar, nos introducimos en el corazón comercial de la ciudad, a través de una puerta que nos lleva a la plaza principal. Allí el panorama es realmente impresionante, y podemos ver un heterogéneo batiburrillo de gentes de todo tipo y condición, que se mezclan en un verdadero caos de colores y olores: comerciantes y clientes del mercado local, vendedores de ofrendas, masas de devotos, multitud de sadhus, algunos de ellos solo vestidos con taparrabos, mendigos de todo tipo, y peregrinos que se aglomeran en los alrededores del templo hindú principal de la ciudad, el Ram Raja. Todos ellos, sentados bajo la sombra de los arboles comparten oraciones, canciones, buenos deseos, ofrendas y comidas. Me introduzco en el Ram Raja, que está lleno de fieles, entre ellos varias parejas de recién casados, realizando ofrendas y plegarias, y al igual que en la mezquita de Ajmer, me impresiona la interacción con lo sagrado de estas gentes, en este caso de religión hinduista. No se pueden hacer fotos, pero hago una furtivamente, y un policía me "pilla" y me obliga a borrarla, mientras le digo "sorry", haciéndome el "guiri despistado", que es una fórmula muy recurrente en este tipo de viajes. Rosi me espera afuera (está un poco harta de descalzarse), haciendo fotografías como una loca, porque el ambientillo existente es muy propicio para inmortalizarlo con una cámara y, cuando salgo, visitamos otro templo cercano donde lo más impresionante son sus poderosas torres, que me recuerdan a una construcción medieval europea. Recorremos pausadamente el abigarrado y colorista mercado, compramos bananas y unos cuantos chapatis que están haciendo en un horno, y llegamos caminando a otro templo que habíamos divisado desde el Palacio Real. Lo más interesante del mismo son las deliciosas pinturas que, en techos y paredes, representan escenas de caza, batallas y desfiles religiosos, todas ellas muy realistas, y las vistas desde su máxima altura, que observamos tranquilamente sentados desde un tejadillo mientras nos comemos las bananas. Las cúpulas de los templos que vemos en el valle asomando entre la verde vegetación, nos recuerda vagamente a la llanura de Bagán, en Myanmar. Regresamos al centro de la ciudad, y oímos un atronador sonido procedente de una calle cercana. Es una boda, y como es costumbre, parece que lo más importante es hacer el máximo ruido posible. Unos potentes altavoces con música estridente (una especie de bacalao hindú), preceden a un grupo de hombres que va bailando. Detrás, a caballo, el novio, y más atrás, la novia y el resto de mujeres. Al ver que les hacemos fotos, nos invitan a participar, y allí voy yo para bailar un rato con ellos. Un hombre tira dinero, y todos se ríen bastante, supongo que de mí. Dejamos la boda que siga su camino, y vamos a la terraza de un restaurante a tomar una cerveza y picar algo. Nos traen algo de comer, pero la cerveza tarda. Nos dicen que han ido a buscarla, pero tras quince minutos, volvemos a insistir. Ya viene, ya, comenta el camarero. Al final nos dirá que no la han podido conseguir, así que nos marchamos tan defraudados que decidimos volver al hotel. Para hacerlo, intentamos coger un tuk-tuk, pero nuestra pinta de turistas nos delata, y nos intenta pegar una "clavada", así que volvemos andando para tomarnos una cerveza en la terraza de la habitación con vistas al río Betwa, leyendo tranquilamente y oyendo música del móvil. Después prepararemos las mochilas antes de irnos a cenar al restaurante, donde probaremos varios platos de un buffet, que no está nada mal. Pago la cuenta de la estancia, y pido un tuk-tuk para que nos lleve mañana temprano a la estación de tren, para ir a Khajuraho (el precio es caro, pero no tengo margen de negociación porque el recepcionista argumenta que es así, por lo temprano de la hora). Después de cenar, nos quedamos un rato en recepción consultando internet y hablando por teléfono con Line, esa maravillosa aplicación que nos permite estar comunicados con España de forma gratuita, hasta que nos retiramos a descansar. Hay mucho movimiento de trabajadores, y nos dicen que mañana hay una boda. Menos mal que nos vamos. 16. ORCCHA-KHAJURAHO Nuestro objetivo de hoy es llegar a la ciudad de Khajuraho, una pequeña localidad donde se encuentra el mayor número de templos hinduistas del país, construidos entre los siglos X y XII por la dinastía de los Chandellas, y famosos sobre todo por poseer espléndidas esculturas eróticas. Actualmente quedan en pié veintidós de los ochenta que había originalmente, suficiente para poder disfrutar de uno de los espectáculos artísticos más increíbles que se encuentran en la India, y que supuso que en 1986 fuera incluido en la lista de Patrimonio de la humanidad, A las siete de la mañana cogemos el tuk-tuk, que en diez minutos nos deja en la estación de tren de Orccha. Nos encontramos con algunas personas que han dormido en su interior, y que se desperezan poco a poco. En el exterior, se ven tiendas de campaña y plásticos, formando un campamento donde viven varias familias. Han encendido hogueras, y están haciendo pan en ellas. Las vacas pasean indiferentes por todos lados. El espectáculo es un poco deprimente, y nos damos cuenta de lo pobres que son. Somos los únicos turistas, y muchas personas muestran curiosidad e intentan hablar, pero no saben inglés. Me he fabricado una guía de frases hechas en hindi, y tengo una conversación muy divertida con un vejete que aparece por allí, hasta que abren la taquilla, donde compraré dos billetes por el equivalente a un euro. El tren llega bastante lleno. Nos subimos, y a duras penas encontramos un sitio para sentarnos. El problema es que, y menos mal que un chico nos avisa, ese vagón no llegará hasta Khajuraho, así que en la siguiente parada tenemos que bajar y subir de nuevo al final del convoy, todo ello corriendo con las mochilas a cuestas, temiendo que el tren arrancara sin nosotros. Al principio tenemos que ir de pie, apretujados, pero 15 minutos después, se bajará mucha gente y podemos instalarnos en un compartimento donde seremos el centro de atención de todos los viajeros, sobre todo cuando sacamos las tablets para leer. Dejamos que las manipulen unos momentos, mostrándose muy interesados con los juegos, y con las fotos que llevamos en ellas. Así transcurre un viaje de unas cinco horas, con paradas interminables, pero en las cuales, al igual que ocurrió en el trayecto Jaisalmer-Jodphur, se puede observar con detenimiento la vida cotidiana de la gente. En una de ellas, "pillo" unas picantes pakoras para desayunar. Rosi se hace un bocata de lomo, con los chapatis que compramos ayer, y en otra, dado que los aseos están vomitivos, y tienen un olor insoportable, me bajo para hacer pipi en mitad de las vías. Llegamos a Kharuraho sobre la una del mediodía, y decenas de tuk-tuk esperan en la salida (lo tienen mal, porque creo que somos los únicos "guiris"). Cogemos uno por 40 rupias que nos llevará al hotel que tenemos reservado. Luego quedaremos con el conductor para ir a ver los templos de la zona este y sur (los menos importantes) por la tarde, a los de la zona oeste mañana por la mañana, y al aeropuerto por un total de 300 rupias. Nos engaña, porque a los templos importantes se llega andando, y el aeropuerto está muy cerca, pero no lo sabíamos (fallo mío de logística, jejeje). Penetramos en el hotel a través de un frondoso y destartalado jardín, en el que no han limpiado hace meses, y la habitación que nos ofrecen es bastante cutre, así que exigimos que nos la cambien. Nos dan una mejor, y la aceptamos, así que nos duchamos y salimos a la puerta donde hemos quedado con el "tuktutero", que aparece acompañado por un chico joven. Les comentamos que queremos ir a una lavandería, porque el hotel tiene precios ridículamente caros (nos pedirán el equivalente a unos 12 € por un par de kg de ropa), así que nos llevan a una lavandería cercana, pero como está cerrada, iremos a una casa particular, donde acordaré un precio de poco más de 2 €, comprometiéndose a llevarnos la ropa limpia al hotel. Durante dos horas recorremos unos diez templos, entre ellos algunos jainistas, En los hinduistas podemos ver algunos esbozos de la escultura erótica que veremos mañana, y por la que son conocidos los templos de Khajuraho. El joven que nos acompaña nos da algunas indicaciones, y bueno, lo dejamos estar, aunque no hemos acordado el precio, y esto puede ser peligroso. Nos lleva caminando al antiguo pueblo de Khajuraho, donde viviremos otro episodio de tensión cuando repartíamos bolígrafos a los niños, parecido al que tuvimos en Fathepur Sikri. Al finalizar la visita a los templos, le damos una propina al chico, que parece conforme, y el conductor nos lleva a una tienda donde hacemos algunas compras, antes de volver al hotel e ir a cenar al recomendable Raj Café, un moderno local con terraza (700 rupias incluida cerveza). Por el camino, varios chicos intentan llevarnos a sus comercios, pero no aceptamos, a pesar de que son realmente pesados Regresamos al hotel para preparar las mochilas (mañana cogemos un vuelo dirección Varanasi) y leer un rato, antes de dormir. No hay apenas clientes y la tranquilidad es absoluta, hasta que, de repente, comienza a oírse un ruido casi apocalíptico que no sabemos de dónde procede. Voy a recepción y un empleado me dice que se está celebrando una boda en la calle, y que no se puede hacer nada para evitar el estruendo. En fin, sé que soy poco asertivo y seguramente injusto, porque en nuestro país no podemos dar lecciones sobre el tema del ruido, y el respeto al descanso del vecino, pero maldigo esta costumbre y vuelvo a la habitación para intentar dormir, hasta que unos golpes en la puerta hacen que de nuevo me levante. Nos traen la ropa de la lavandería (joder, no podías haber esperado a mañana para dárnosla). Sí, ya sé que es la India, y que no hay que caer en el “etnocentrismo” antropológico (analizar el mundo desde nuestra propia óptica cultural), y tengo que tratar de ponerme en el “lugar del otro” para poder entenderlo, pero me jode un huevo. A las once de la noche conseguimos dormirnos, con la música expandiéndose por todo Khahuraho, como si quisiera hacer bailar a las voluptuosas apsaras esculpidas en los templos centenarios. 17. KHAJURAHO-VARANASI A las siete estamos despiertos, y bajamos a desayunar al jardín, donde se respira una gran tranquilidad aunque hace un poco de fresco. No hay nadie en recepción, y localizo a un joven que me dice que esperemos dos minutos. Veinte minutos después vuelve y nos toma nota de lo que queremos (tostadas, mermelada, té y tortilla francesa), que degustamos tranquilamente pensado en lo desaprovechado que está el jardín. El mantel de la mesa en la que estamos sentados, no ha visto un paño desde que lo pusieron. Una hora después, salimos caminando dirección el cercano recinto donde están los ocho templos más importantes, en el que todavía no hay demasiada gente. Sacamos la entrada, alquilamos un audio-guía en castellano cada uno, y comenzamos el recorrido, que aparece indicado por flechas. El lugar está muy cuidado, quizá, tras el Taj, el más pulcro de los que hemos visto hasta ahora, y desde cualquier parte del mismo se obtiene una preciosa perspectiva del conjunto, porque todos los templos se asientan sobre plataformas elevadas, de una anchura considerable. Si la arquitectura es notable, lo que más llama la atención es su profusa decoración escultórica, que aunque de piedra arenisca, parece incluso marquetería de madera, dado su color marrón y su gran profundidad y detallismo, apareciendo figuras geométricas y florales, de divinidades hindúes, de danzas rituales y vida cortesana, así como de animales (fundamentalmente elefantes), conviviendo armoniosamente con una larguísima serie de esculturas de tipo implícitamente sexual, con una suerte de poses y posiciones del kamasutra que se hacen difícil de interpretar. De hecho son estas figuras las que dotan de la máxima originalidad a este templo. Y es que aunque en el arte hinduista y budista no es extraordinario encontrar figuras de sugerentes apsaras y bailarinas (como ya hemos visto en otros lugares de Asia como en Bali, Myanmar o Angkor Wat, en Camboya), la explicicidad que se encuentra en los templos de Khajuraho no se observa en ninguna parte. Y todo ello en una época, en la que en Europa estábamos en el inicio de la oscura Edad Media Son varias las teorías que han intentado explicar el porqué de estas figuras. Algunas de ellas indican que es un manual o tratado amatorio de posiciones para el amor, para enseñar estas artes a los más jóvenes. Otras teorías señalan que los templos son un homenaje al matrimonio entre Shiva y Parvati, dos de las divinidades más veneradas en la India, otra explicación sería la de comprobar la sinceridad de los devotos. Si permanecen imperturbables ante la visión, entrarán en el templo y adquirirán un control total de los sentidos. Los débiles, turbados, no entrarán en el templo y duplicarán sus esfuerzos para dominarse. Sea como sea, creo que vale la pena desplazarse un poco de las zonas más turísticas para llegar hasta aquí, y contemplar uno de los lugares más espectaculares de la India. Después de casi tres horas disfrutando como enanos, nos dirigimos al hotel para ducharnos, pagar la cuenta y esperar que nos recoja el tuk-tuk, para llevarnos al aeropuerto. Cuando estamos subiendo al vehículo, sale un empleado preguntándonos si habíamos pagado. India...... El "tuktutero" se niega a pasar al aeropuerto (supongo que para no pagar el parking), y nos deja fuera. Le digo de todo, y más cuando se niega a aceptar un par de billetes porque están rotos. Le digo enfadado que o los toma o nos vamos, y al final los recoge rezongando airadamente. En el aeropuerto estamos bastante tiempo, porque el avión sale con una hora de retraso, y charlamos con varios españoles que andan por allí, sobre las experiencias de cada uno. De todo se aprende, sobre todo si es información reciente. La llegada a Varanasi, lo hacemos sin contratiempos y después de recoger las mochilas, nos dirigimos a la salida a "pillar" un taxi. Nos asalta una legión de conductores, y uno de ellos me pide 400 rupias para llevarnos al hotel Heritage Inn, cuya dirección le muestro escrita en un papel. Sé que es un precio correcto, así que le digo que conforme, sin regatear una rupia. Cuando nos dirigimos a su coche, aparece otro tipo que nos dice que el precio es de 800 y que nos lleva él. Nos negamos, así que nos ofrece que compartamos el taxi con una chica que habla español y que está a su lado. Aceptamos, y ella nos lo agradecerá durante el transcurso del largo viaje que nos espera, porque está un poco asustada. Es una chilena que trabaja como azafata en la aerolínea LAN, y acaba de llegar a Agra, dirigiéndose a un hotel cercano al nuestro. Nos subimos los tres y, cuando estamos saliendo, el conductor pretende meter a otro pasajero en el taxi, a lo que me niego rotundamente con voz bastante alta y en tono muy enfadado. Al final, salimos del aeropuerto, para recorrer los 30 km que nos separan de la ciudad, en un auténtico atasco (creo que nunca habíamos visto algo igual, y mira que tenemos experiencia). Por si fuera poco el caos circulatorio, el conductor se queja amargamente en su mal inglés, de que no le hayamos permitido subir a otro pasajero, y que iba a perder dinero. Harto de oírlo, le digo que le daré 100 rupias más, y cambia inmediatamente su actitud, volviéndose todo amabilidad. Después de dejar a la azafata en un cruce de calles atestado de gente, porque a su hotel no se puede acceder en coche, y tras dos horas de recorrido, llegamos a nuestro hotel, donde al mismo tiempo que nos registramos, nos están ofreciendo una serie de excursiones que declinamos amablemente. La habitación del hotel está muy bien, pequeña pero confortable y moderna. El baño con excelente agua caliente, aunque, como en casi todos los hoteles en los que nos hemos alojado, sin mampara separadora ni cortinillas, lo que hace que se moje todo al ducharnos. No nos apetece salir a la calle de una ciudad, que intuimos bastante estresante, así que subimos al restaurante donde cenamos aceptablemente, antes de irnos a la habitación a leer, y consultar un poco internet, aprovechando una irregular wi-fi. 18. VARANASI Considerada una de las ciudades más antiguas del mundo, contemporánea a las mitológicas ciudades de Babilonia o Nínive (se cree que tiene más de 4.000 años), Varanasi la dejamos para el final de nuestro viaje, porque sabíamos a ciencia cierta que era una ciudad "dura", y vaya si lo es. Por más que leas mucho sobre esta ciudad, veas documentales de la 2, y estés viajando por la India desde hace un tiempo, cuando llegas a Varanasi el impacto es brutal. Según la tradición, todo hinduista debe visitarla al menos una vez en la vida. Los hindúes creen que para alcanzar el Nirvana y abandonar el ciclo de reencarnaciones, tu cadáver debe ser exhumado con el fuego de Shiva y las cenizas arrojadas al río Ganges. Todas estas creencias han convertido la ciudad en el destino de enfermos y ancianos, que quieren pasar sus últimos días en la ciudad santa. A lo largo del Ganges se alinean numerosas residencias destinadas a albergar a los moribundos, siendo también la orilla del río el centro de los crematorios de la ciudad. Fue salir del hotel y darnos cuenta de que Varanasi era distinta a todo lo que habíamos visto hasta ahora, un mundo diferente en todos los sentidos. En pocos minutos estábamos en la orilla del río Ganges, la diosa Ganga para los hindúes y el río más sagrado de la India, al que se asoman decenas de ghats que se suceden ininterrumpidamente durante kilómetros, y principal destino de los peregrinos que visitan la ciudad. Es difícil describir con palabras las sensaciones que se obtienen al pasear por aquí, observando a la gente bañándose en el río, hombres (los llamado laudry men en inglés) que lavan la ropa, niños jugando al cricket o con frágiles cometas, una barbería al aire libre, un shadu leyendo el periódico, otro meditando con los ojos cerrados, un vendedor de té instalado en un precario tenderete, dos "japos" haciendo fotos, una pareja de recién casados enlazados por un pañuelo, decenas de mujeres que llevan fardos y bolsas de deporte en sus cabezas.... y, las vacas, decenas de vacas negras que hurgan en la basura, mucha basura que nadie se molesta en recoger. En la orilla, nos parece reconocer un torso humano, unos pescadores tratan de conseguir algún escuálido pez, aunque yo no me lo comería......... Si todo es fascinante, la llegada al crematorio principal, situado en el ghat Marikarnikaen, hace que se convierta en espeluznante. No dejan hacer fotografías, y te dan un poco la "vara" pidiendo continuamente donativos, pero la impresión de ver un cuerpo quemándose en el fuego sagrado (cuya llama permanece encendida desde el inicio de los tiempos) del dios Shiva, el dios destructor, mientras otros cuerpos esperan su turno con coloridos mantos repletos de flores y otros adornos es muy grande. Destruir para crear de nuevo, algo que nosotros no podemos entender. Allí estamos, como en medio de una película. Tal sería el color de nuestra cara, que un joven se nos acercó para decirnos en un correcto inglés "no se preocupes, es la vida". Y así es, para un hindú, la muerte no es el final. Van apareciendo más cadáveres amortajados, llevados en parihuelas por los familiares varones que van entonando una serie de letanías fúnebres. Los introducen en el río, donde realizan una serie de ritos, y después los llevan al túmulo donde está preparada la leña que pronto arderá con fuerza. No huele, porque le echan algo parecido al sándalo, pero se oye el crepitar de la madera, que por cierto es bastante cara, y que no todo el mundo se puede permitir. Por ello, existen los crematorios eléctricos, mucho más baratos, y cuyas chimeneas se elevan sobre las escalinatas de los ghats. Los trabajadores, todos Dalits o Intocables, acarrean con supremo esfuerzo haces de madera, que pesan en voluminosas básculas. Decidimos salir de las escaleras, para adentrarnos en el corazón de la ciudad antigua, serpenteando por estrechas callejuelas ancestrales, en las que también puedes ver cualquier cosa, peregrinos, rickshaws, comercios de todo tipo, animales por todas partes, basura, miseria, olores nauseabundos, comitivas fúnebres, recién casados con coloridos trajes, en fin, todo lo que puedas imaginar. En resumidas cuentas un choque cultural para el occidental, apasionante y aterrador al mismo tiempo. Vagamos sin rumbo, hasta que nos damos cuenta que hemos llegado al límite sensorial de lo que nuestro cuerpo aguanta, así que ponemos en marcha nuestro mecanismo de defensa y decidimos volver al hotel, tras comprar fruta y unos frutos secos en el mercado. Lo hacemos en rickshaw, especie de bicicleta de dos ruedas que se desplaza por tracción humana, a pesar de que a Rosi no le agrada mucho la idea. Se acuerda del libro la Ciudad de la Alegría y le da mucha pena, así que no regateo el precio que me pide su delgaducho conductor, y además le daré una buena propina. Total, saldrá más caro que un taxi, jejeje. Después de dos horas de descanso reparador, reservo en recepción un recorrido en barca por el Ganges para ver el amanecer al día siguiente, y salimos de nuevo hacia los ghats, donde nos sentamos para ver a unos chicos jugar al cricket, y a un grupo de jóvenes tocar la guitarra. Llegamos andando hasta llegar al Ghat Dasaswamhed, en el que todos los días se celebra por medio de los brahmanes, la casta superior, la ceremonia del Ganga Aarti, una ofrenda al río llamada Puja. Allí cogemos sitio y esperamos contemplando el variopinto panorama, donde se mezclan en perfecta armonía, vendedores de flores y otras ofrendas, recién casados, policías armados con gruesos palos, y turistas, muchos turistas que nos vamos mezclando con los locales. A las seis de la tarde comienza el espectáculo, una mezcla de música, danza y fuego, con muchas dosis de algo similar al incienso que produce una verdadera nube de humo. Desde el río, decenas de barcas atestadas de turistas, se acercan a la orilla para obtener una buena visión. A pesar de ser curioso, no vemos que la ceremonia tenga demasiada espiritualidad, y si a eso añadimos que el sonido es bastante alto, y estamos al lado de un altavoz, hace que decidamos salir de allí para caminar un poco por los ghats, desde donde podemos ver a lo lejos, las oscilantes llamas de las hogueras del fuego de Shiva, que de noche impresionan todavía más. Salimos de las escalinatas, y nos dirigimos a un restaurante que nos recomendaron unos españoles pero después de preguntar varias veces, nos lo encontramos cerrado, así que decidimos ir a otro que la Lonely considera interesante. Necesitamos un transporte porque está bastante lejos, así que cogemos un rickshaw, y éste nos deja cerca de la muy recomendable pizzería Vatika situada en una especie de jardín cerca del Assi Ghat. Tras una deliciosa cena, regresamos al hotel otra vez en rickshaw, porque los conductores de tuk-tuk, pasan olímpicamente de nosotros, pidiéndonos una escandalosa cantidad de rupias. Cuando llegamos a nuestro alojamiento, Rosi me convence para que le dé una generosa propina, lo que hace que el conductor, un vejete con finas piernas, nos lo agradezca con una gran sonrisa. Cuando intento dormir, todavía revolotean en mi retina las impresionantes imágenes que he podido contemplar a lo largo del día, preguntándome se ha sido real, o un sueño. 19. VARANASI-DELHI El despertador suena a las 5,30, y Rosi me dice que no le apetece pasar frío, por lo que bajo yo solo a la recepción donde no hay ningún cliente más. A los pocos minutos viene el barquero, que me llevará por intrincadas callejas con escasa o ninguna luz (y todavía es de noche), hasta el ghat donde tiene su embarcación. No hace demasiado frío y me acomodo en la barca, para iniciar nuestro recorrido por el río que, además de sagrado, es de los más contaminados del mundo, así que procuro que no me salpique ni una gota de agua. De forma pausada vamos navegando paralelos a unos ghats que se están "desperezando", entre decenas de velas mecidas en pequeños cuencos, arrojadas como ofrendas, y que iluminan el Ganges. La vida vuelve a renacer a través de Surya, el dios Sol y poco a poco los lugareños abandonan las laberínticas calles para dirigirse a las escaleras. Comienza la rutina religiosa de sadhus, brahmanes e hindúes devotos. Todos se acercan al río para asearse y tomar baños rituales porque, como he dicho anteriormente, se consideran purificadores de los pecados. Pero el Ganga sirve para todo. Al lado de los fervorosos creyentes, los lavanderos lavan parvas de ropa. No importa que cerca floten kilos de basura. Las golpean contra las piedras y luego las tienden al sol, sobre el suelo. El amanecer llena de luz dorada a los palacetes y templos que miran al Ganges, mientras decenas de barcas como la mía transportan a cientos de turistas ávidos de inmortalizar estás sorprendentes imágenes con sus modernas cámaras. Al pasar cerca del crematorio principal, de nuevo me vuelve a dar un vuelco el estómago, puesto que varios cuerpos están quemándose, mientras los familiares los observan a distancia. Después de dos horas de este estremecedor paseo, en el que he visto a la vieja Varanasi despertarse lentamente, regreso al hotel con un poco de frío, para meterme en la cama durante un par de horas para entrar en calor. Sobre las 10 de la mañana subimos a desayunar, y conversamos con una pareja de argentinos que vienen de China y Nepal, y que nos previenen sobre Delhi, porque sufrieron un timo en la estación de tren. Un poco preocupados, porque esta tarde volamos hacia allí, hacemos el check in, y dejamos las mochilas en recepción, para encaminarnos de nuevo hacia los ghats a pasar nuestras últimas horas antes de marcharnos al aeropuerto. Al poco tiempo de estar caminando, observamos montones de madera en una zona que ayer estaba limpia. Eso solo podía significar una cosa, y es que nos encontrábamos en una zona de cremación, que, por el motivo que fuera, ayer no estaba operativa. En efecto, poco más adelante pasamos cerca del inicio de una cremación, unos metros más allá, casi tropezamos con los restos óseos que un Intocable revuelve con un palo, en los restos de otra hoguera. Al lado, el cadáver de una vaca, flota, hinchado en el río sagrado. Sin comentarios. Nos dirigimos hacia la zona donde ayer se celebró la ceremonia del Aarti Ganga, y nos sentamos tranquilamente para observar todo lo que allí acontece. Varias parejas de novios se acercan al río, para ofrecer sus ofrendas y plegarias, aunque por intermediación de sacerdotes que cobran por ello. Nos parece poco espiritual, y llegamos a la conclusión que la pasta es la pasta, en todas las partes del mundo. Maldita globalización Regresamos al hotel, deseando salir de una ciudad tan impactante, ya que hemos superado de nuevo nuestro límite sensorial, y esperamos en recepción la llegada del taxi que nos trasladará al aeropuerto. El vuelo se retrasa algo más de una hora, y alcanzamos sin novedad el aeropuerto de Delhi, donde teníamos concertado un taxi gratuito con el hotel, en el que solo debemos abonar 160 rupias de gastos del parking. Rápidamente localizamos a nuestro conductor, un nepalí que porta un folio con mi nombre y que intenta cobrarnos dos veces el parking del aeropuerto, alegando que debido al retraso del vuelo, había tenido que pagar más. Le digo que de acuerdo, pero solo si me da el recibo. Como no lo tiene, tiene que desistir en su intento de colarnos este pequeño "suplemento". En media hora estamos en el Grand Godwing hotel, en el barrio de Paharganj, donde no tienen libre la habitación standard que habíamos reservado, así que nos asignan por esa noche una magnífica y moderna luxury room. Después de instalarnos y ducharnos, subimos a la terraza del restaurante para cenar tranquilamente, antes de irnos a dormir. Estamos muy cansados. 20. DELHI Después de desayunar bastante bien, y cambiarnos a una habitación inferior (realmente hay poca diferencia) salimos a la calle sin demasiadas expectativas, porque sabemos que Delhi no tiene gran cosa, y con un programa bastante concreto: visitar el templo jainista de Akshardam, el Templo del Loto. El Rajbath, un enorme un bulevar, que une la emblemática puerta de India con la Casa del Presidente de la India y el Parlamento, hacer algunas compras y poco más. Hemos leído que es muy fácil trasladarse en metro, y tenemos una parada cercana a nuestro hotel, así que hacia allí nos dirigimos. Por el camino, nos aborda un joven, que nos pregunta si nos hemos perdido. Le decimos que vamos a coger el metro para ir al templo de Akshardam, y nos comenta en perfecto inglés que el metro es muy peligroso a esa hora, que el templo no abre hasta las 12, y nos aconseja ir a una oficina de turismo para que nos den información, parando incluso a un tuk-tuk para que nos lleve (después descubriremos que estaban todos conchabados). Nos mosqueamos por tanta amabilidad, pero accedemos y el tuk-tuk nos deja al poco tiempo en la puerta de una oficina que indica Tourist Goverment, pero tras las advertencias del matrimonio argentino al que timaron, y lo leído en diversos foros, intuimos que es algo privado. Se confirman nuestras sospechas, cuando nos ofrecen un taxi para movernos por Delhi, por el alucinante precio de 90 €. Le decimos a nuestro trajeado interlocutor, que nos está engañando, e incluso Rosi hace una foto del local, que amenaza con remitir a la policía, y salimos de allí rápidamente, encaminándonos en dirección al metro, con la ayuda de una turista británica. Antes de llegar, se nos acerca otro individuo que nos dice lo mismo, que si el metro es peligroso, que vayamos primero a comprar a unas tiendas cercanas, en fin, le mandamos a tomar por..... y accedemos al metro sin problemas. Allí hay un vagón para mujeres, y allí que nos subimos los dos, aunque nos situamos en el límite con el vagón mixto, por si nos llamaban la atención. Hacemos un cambio de línea, y rápidamente llegamos a la estación de Akshardam, a 5 minutos del enorme templo jainista, rodeado de unas fuertes medidas de seguridad (hay que dejar las bolsas, no se permiten fotos....). Es bonito, y se está muy bien en los jardines exteriores, pero nos parece demasiado nuevo, y bastante pretencioso. Allí coincidiremos con una familia andaluza que nos recomienda ir al Gurudwara Bangla Sahib, un templo Sij situado cerca de la Puerta de la India. Al salir, nos dirigimos hacia el Templo del Loto, un centro de oración abierto a todas las religiones. La forma de su estructura representa una flor de loto blanca semi-abierta, que es la flor nacional de la India. Hay bastante gente, sobre todos colegiales que llegan en vetustos autobuses. No está mal, pero al final no penetramos en su interior, porque la cola era muy grande y nos dijeron que no tenía demasiado interés. De nuevo en el metro, moderno y confortable, llegamos a Cognaught Place, desde donde llegaremos andando a través de un amplio bulevar, el llamado "camino de reyes", a la Puerta de la India, un monumento construido por los británicos, para conmemorar a los 90.000 mil soldados hindúes que murieron en la Primera Guerra Mundial y las Guerras Afganas de 1919. Los nombres de todos ellos están inscritos sobre las paredes del monumento. Desde 1971 se encuentra bajo el mismo una llama eterna, que señala la "Tumba del soldado desconocido". Hay muy bien ambiente, con muchos turistas tanto locales como extranjeros pululando por allí. Notamos que los jóvenes visten de otra forma, más modernos. Se nota que estamos en la capital. Desde aquí, contratamos un tuk-tuk para que nos lleve a la zona gubernamental y el Parlamento de la India, que solo se pueden ver desde el exterior, al templo Gurudwara Bangla Sahib y a algún mercado callejero, para finalizar en nuestro hotel. Los edificios gubernamentales no tienen demasiado interés, así que hacemos las fotografías de rigor, y nos encaminamos al Gurundwara Bangla Sahib, el principal templo Sij de Delhi. La religión Sij es profesada por unos 30 millones de personas, la inmensa mayoría en la India. Es una fe monoteísta nacida en el siglo XVI en el contexto del choque en la India entre hinduismo e islam La nueva religión nacería como oposición al sistema de castas característico del hinduismo, y como defensora de la igualdad entre todas las personas. Los sijs siguen unas costumbres alimenticias muy estrictas: no beben alcohol, ni comen carne, pero si queso y leche. Además, todo sij debe llevar siempre consigo las conocidas como "cinco K": el kesh, o pelo sin cortar; la khanga, pequeño peine de madera con el que se recogen el pelo; la kara, una pulsera de metal; la kechera, ropa interior de algodón, y el kirpán, una daga curvada. El Gurdwara Bangla Sahib fue originariamente un palacio del siglo XVII. y en ella residió el octavo gurú sij. En esa época, una epidemia de cólera asoló la ciudad y el gurú ayudó a los afectados ofreciendo ayuda y agua fresca procedente del pozo de la casa. Esta agua es ahora considerada como curativa, por lo que sijs de todo el mundo acuden al templo para recogerla y llevarla hasta sus hogares. El Gurdwara se ha convertido en un centro de peregrinación no sólo para los sijs sino también para los hindúes, e incluye, además del templo propiamente dicho, cocina y comedor, un estanque, una escuela y una galería de arte. Construido en un reluciente mármol blanco, está abarrotado de fieles (fácilmente reconocibles en el caso de los varones, por el turbante que les cubre la cabeza). Para entrar en el interior del templo, nosotros también tenemos que cubrirnos con un pañuelo que nos dejan a la entrada. Allí se celebra una ceremonia que, aunque no entendemos, resulta bastante interesante. Curioseamos por todas partes, y para mí es uno de los lugares de la India, donde más he notado esa mítica espiritualidad que define como un tópico al país. Rosi apunta además, que los sijs son los indios más atractivos. Supongo que el elegante turbante tiene mucho que ver en esta apreciación. Al regresar al tuk-tuk, en vez de llevarnos a un mercado, el conductor nos lleva a un par de tiendas, donde no encontramos nada interesante. A la salida de una de ellas, vemos que ha desaparecido. Preguntamos al resto de "tuktuteros" que por allí se encuentran, pero nadie sabe donde se ha metido, así que después de esperar un cuarto de hora, le decimos a uno de ellos el nombre del hotel donde nos alojamos, para nuestro conductor vaya a cobrarnos allí lo estipulado. Volvemos paseando al hotel, a través de las callejas que forman el abigarrado mercado de Chandni Chowk, con la intención de cenar en un restaurante cercano, pero al llegar no nos gusta el sitio y, como estamos un poco agobiados por el gentío que hay por todas partes, decidimos volver al hotel a cenar tranquilamente en su terraza. Después de cenar, preparamos las mochilas porque mañana salimos de la India dirección Estambul. Tenemos que levantarnos muy temprano, pero primero un ruido constante procedente de algún aparato cercano, y luego el sonido del timbre de la habitación, que hacía un mal contacto y nos estuvo martirizando toda la noche (el espíritu del "tuktutero" desaparecido, lo denominamos entre risas), nos impidió pegar ojo (de nuevo mis imprecaciones se debieron oír en toda la ciudad). A las cinco de la mañana nos recogerá un taxi para llevarnos al aeropuerto de Delhi, donde finalizará nuestra aventura hindú, en un avión que nos llevará a otra ciudad, la antigua Constantinopla y a otra cultura, Me duele decirlo, pero estamos deseando cambiar de país. Índice del Diario: INDIA: DEL RAJASTHAN A VARANASI, DONDE LA VIDA Y LA MUERTE SE DAN LA MANO
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