![]() ![]() DE JODPHUR A AGRA Y EL TAJ MAHAL ✏️ Diarios de Viajes de India
. JODPHUR-RANAKPUR-KUMBALGARH-UDAIPUR. Hoy hemos quedado en que nos recogería el chofer, que durante ocho días nos llevará por el Rajasthan, y estamos bastante expectantes, sobre todo porque hemos leído comentarios contradictorios sobre la agencia...![]() Diario: INDIA: DEL RAJASTHAN A VARANASI, DONDE LA VIDA Y LA MUERTE SE DAN LA MANO⭐ Puntos: 4.5 (2 Votos) Etapas: 5 Localización:![]() . JODPHUR-RANAKPUR-KUMBALGARH-UDAIPUR Hoy hemos quedado en que nos recogería el chofer, que durante ocho días nos llevará por el Rajasthan, y estamos bastante expectantes, sobre todo porque hemos leído comentarios contradictorios sobre la agencia que hemos contratado. A las siete de la mañana, tal como habíamos acordado, aparece con un Toyota Etios nuevecito Viru, un joven chofer con el que trabaremos una sincera amistad, y que recomiendo sin ninguna duda si alguien quiere hacer una recorrido parecido al nuestro (daré los datos al final del diario). Nos presentamos, y le indico lo que queremos ver hoy, aunque el ya lo sabe y, después de declinar la invitación para ir a su casa a tomar un té (vive en Jodphur con su mujer y dos hijos), salimos de la ciudad cómodamente instalados en la que será nuestra casa durante los próximos días. Le pregunto si puede poner un CD que hemos traído de España, y el acepta encantado. A los pocos kilómetros, se detiene al lado de la carretera para tomar un té en un pequeño tenderete que regenta un amigo suyo. También compra para nosotros, y nos lo trae en un vaso de barro. Poco después paramos en un templo, que según nos explica, es como San Cristóbal en España, el patrón de los conductores. Allí, dejamos el mismo donativo que él (20 rupias cada uno), y nos ponen una tika (marca en la frente) y una pulsera de hilo, lo cual supuestamente debe protegernos durante el viaje. Después de varias horas de monótona marcha por un paisaje bastante feo, en el que Viru se muestra extremadamente amable, intentando practicar el poco castellano que sabe, llegamos a la pequeña localidad de Ranakpur, famosa por poseer el templo Jainista más grande y más bello de toda la India. Hasta las doce del mediodía no podemos pasar los "guiris", así que hacemos tiempo visitando el exterior. Oímos hablar castellano, y cruzamos unas palabras con una pareja de españoles, que vienen de Varanasi. En los templos jainistas, hay que entrar descalzo, sin objetos de cuero, comida o agua, por lo que voy a dejar la mochila al coche. En ese momento, me doy cuenta que no llevo la cámara de fotos, así que, presa de pánico, me dirijo a la taquilla donde hemos sacado las entradas, y le pregunto al taquillero si la ha visto. Éste me pregunta por la marca, y al decirle Olympus, me devuelve la cámara, que me había dejado en el mostrador (no sé si en este increíble gesto de honradez, ha influido el que al comprar las entradas, me pidiera unos bolígrafos para sus hijos, y le di un par de ellos, pero desde luego se lo agradecí mucho). Otra vez nuestro ángel de la guarda. El templo dedicado al dios Adinath es precioso, ya que está íntegramente construido en mármol blanco, y profusamente decorado con todo tipo de esculturas. Sus casi 1.500 columnas labradas son todas distintas, y tienen una profundidad que nos recuerda a varios capiteles románicos, sobre todos los del claustro de S. Andrés del Arroyo en Palencia. Como curiosidad, decir que una de las columnas está torcida, no se eleva verticalmente como las demás, circunstancia que permitió al arquitecto afirmar que solo Dios es perfecto. Después de una hora, volvemos al coche, para dirigirnos al cercano fuerte de Kumbalgarh. Compramos agua, y paramos en un restaurante de carretera a comer, pero solo hay bufet para turistas, que además de mala pinta, es caro, así que decidimos salir de allí y decirle a Viru, que preferimos comer fruta, por lo que para poco después en un pueblo, donde compro bananas para los tres. Desde aquí, continuamos nuestro camino por una revirada carretera, que recorre un paisaje montañoso que, sin ser nada del otro mundo, por lo menos es más agradable para la vista que el que hemos presenciado hasta ahora. Así podemos ver pequeñas colinas teñidas de verde, algún riachuelo, cultivos.... Son pocos kilómetros, pero tardamos más de una hora en llegar a esta imponente fortaleza situada en mitad de la nada. La entrada al fuerte cuesta 100 rupias y merece mucho la pena desviarse para venir hasta aquí. Cuenta con 32 km de muralla, la segunda en longitud después de la Gran Muralla China, coronada por el típico fuerte y con un terreno amplísimo ocupado actualmente por restos de templos y edificaciones varias que aparecen salpicados entre la vegetación. Lo recorremos calmadamente, con pocos turistas occidentales (se nota que está un poco a trasmano), y algunos visitantes locales, que nos miran, curiosos, y con los que nos hacemos algunas fotografías. Sobre las cinco de la tarde volvemos al coche, para dirigirnos a Udiapur, fin de la etapa de hoy. La carretera es muy mala y tiene bastante tráfico, aunque esta circunstancia queda compensada con el delicioso paisaje rural que podemos ver, desde el asiento trasero del Toyota. Ya anocheciendo, llegamos a la ciudad de Udaipur. Como las calles están colapsadas y nuestro hotel está situado en un callejón estrecho, Viru, nos deja unos metros antes en un tuk-tuk, que nos llevará hasta el excelente Jawat Niwas Palace, un edificio del siglo XVII al lado del lago Pichola. Hemos reservado la habitación económica, pero aunque no tiene vistas, es amplia y muy limpia, con mullidos edredones y un baño enorme, donde el agua caliente fluye alegremente (todo un lujo para la India). Todo ello al excelente precio de 25 € la noche. Después de ducharnos, vamos a cenar al Queen Café, que recomienda la Lonely, pero está cerrado, y acabamos en el cercano Millets of Mewar, un vegetariano con vistas estupendas del lago. Cenamos bien, aunque como diría Rosi, parafraseando a su hermano "rico, pero escaso". 8. UDAIPUR Hoy no necesitamos a Viru, porque recorreremos Udaipur por nuestra cuenta, así que le hemos dado el día libre, jejeje. Desayunamos al estilo occidental en la cercana German Bakery, antes de comenzar nuestro recorrido por la ciudad en el Jadish temple, un templo hindú bastante bonito en el que hay numerosos fieles realizando ofrendas, con una destacada decoración escultórica en sus paredes. Después, a través de una calle repleta de comercios, nos dirigimos al enorme Palacio de la Ciudad, un complejo de varios palacios construidos entre los siglos XVI y XX por veintidós maharajás diferentes, con una fascinante combinación de arquitectura hindú y mogol (los mogoles eran un pueblo de religión musulmana, descendiente del mítico emperador mongol Ghenghis Khan, que ocupó la India durante muchos siglos). Su fachada fortificada está rematada con multitud de balcones, cúpulas y torreones. Una gran puerta, Trípoli Gate, sirve de acceso al recinto, un laberinto de dependencias reales, salones de recepciones y patios comunicados por estrechas galerías y empinadas escalinatas, que recorremos en un par de horas. Nuestro siguiente destino es el Lago Pichola, donde daremos un paseo en barco que nos llevará hasta el Jag Mandir, un antiguo palacio rodeado de jardines, donde nos comentan que hoy hay una boda de "tronío". Por el camino pasamos al lado del Jag Niwas, antigua residencia del Maharajá que actualmente alberga uno de los hoteles más grandes y exclusivos del mundo. El paseo no es nada del otro mundo, y lo más interesante son las vistas de Udaipur desde la lejanía, con sus preciosos havelis y ghats (escalinatas que conducen a un río o lago, donde los hinduistas realizan sus ritos religiosos, se bañan, se lavan.....) llenos de vida. Al regresar caminamos sin rumbo por una ciudad que nos está encantando, y nos encontramos con el atronador desfile del BPJ, el partido de Modhi, el actual presidente de la India, suponemos que por alguna victoria en las elecciones locales, aprovechando para hacerme unas fotos con ellos, ante la sonrisa condescendiente de Rosi. Después nos dirigimos al mercado, y nos encontramos con otro desfile, en este caso religioso, al que seguimos durante unos cientos de metros, rodeados de locales que nos observan con curiosidad. Ya hemos tenido bastante ruido por hoy, así que salimos del caos del centro de la ciudad, y nos dirigimos al hotel para comer un poquito de jamón, y descansar un rato (el mecanismo de defensa está funcionando). Sobre las cuatro de la tarde salimos de nuevo, con la intención de ver la puesta de sol, cosa que hacemos desde un ghat que en estos momentos está bastante solitario. La sunset es preciosa, con el sol reflejándose en el lago, y Rosi disfruta como una enana del momento. Al salir de la zona escalonada, observo a varios ancianos (al menos ese es su aspecto), que fuman lo que yo supongo marihuana, y cuya invitación para unirme a ellos, declino con una sonrisa. Antes de irnos a cenar, tomamos una birra en la terraza de un restaurante cercano, desde el cual hay unas espectaculares vistas del lago, y de las luces que en el Jag Mandir, avisan del bodorrio que allí se está celebrando. Al terminar vamos de nuevo al Queen Café, que hoy está abierto. El sitio es cutre y la anfitriona pasó de una extrema amabilidad a una hostilidad manifiesta, al ver que no le íbamos a comprar especias y té que nos ofrecía, aunque la comida es buena y muy barata. En fin, no volvería. De regreso al hotel, recogemos la ropa que habíamos dejado para lavar (unos 3 €, un par de kg) antes de irnos a preparar las mochilas. Mañana nos vamos a Puskhar, una minúscula ciudad sagrada, con opiniones encontradas sobre si es interesante visitarla o no. Ante la duda, la he decidido incluir en nuestro viaje por consejo de mi hermana Mar. 9. UDAIPUR-CHITTOGARD-AJMER-PUSKHAR Como es temprano y no hay casi tráfico, Viru puede llegar con el coche sin problemas, y nos espera en la puerta del hotel. Nos comenta que ayer estuvo descansando, y que estos días son como de vacaciones para él, de lo cual nos alegramos sinceramente porque le estamos cogiendo cariño. A los pocos kilómetros casi tenemos un accidente con una moto, pero afortunadamente no pasó nada. Poco después, Viru para en un restaurante de carretera para desayunar, pero solo tomamos un té porque tiene precios españoles. Por el contrario, nuestro chofer nos dirá que ha desayunado estupendamente por unas pocas rupias (es algo común en hoteles y restaurantes, donde los chóferes de turistas gozan de precios reducidos). Continuamos en dirección a la localidad de Chittogard para visitar su fuerte. El recinto arqueológico rodeado de murallas es enorme, y en su interior se encuentran múltiples edificios que incluyen templos, palacios y torres de una altura considerable, y con un desigual estado de conservación. Hay bastantes colegios visitándola y pocos "guiris", lo que hace que nos pidan continuamente fotografías. Parecemos famosos. Después de dos horas recorriéndolo, subimos al coche para dirigirnos a la ciudad de Ajmer, a 15 km de Puskhar, con el objetivo de visitar el Dargah Shariff el santuario de un importante santo sufí y un lugar muy importante de peregrinación para los musulmanes. El sufismo es una forma de espiritualidad islámica relacionada con la purificación del alma, la interpretación interior de los preceptos islámicos, y la relación de Dios con el Cosmos, y que tiene muchos adeptos en el mundo islámico. El imponente recinto contiene varias construcciones de mármol alrededor de un patio incluyendo una enorme puerta dorada, una mezquita, y la tumba abovedada del santo. La visita de este lugar, que no aparece en los circuitos turísticos, la programe después de leer varias recomendaciones que en internet hacían algunos viajeros, y desde luego fue un acierto total. Más allá de su importante valor arquitectónico, visitar este venerado lugar de culto nos brindó una magnífica oportunidad de observar la profunda relación de las gentes de la India, con las diversas manifestaciones de lo sagrado. Es viernes, día festivo para los musulmanes, por lo que los accesos al santuario están abarrotados, así que Viru tiene que aparcar en un garaje situado a un kilómetro más o menos del santuario. Desde aquí tenemos que ir caminando por una calle bastante estrecha abarrotada de peregrinos. A ambos lados de la misma, hay comercios de todo tipo, tenderetes que venden flores para las ofrendas, hoteles, agencias de viajes.... En el suelo, decenas de mendigos, algunos sin extremidades, piden una limosna. Somos los únicos occidentales y caminamos con cierta prevención, por el ambiente y por los prejuicios que asoman en nuestro subconsciente, en relación a lo musulmán, sobre todo desde que Al Qaeda y el Estado Islámico aparecen continuamente en los medios de comunicación, con continúas noticias sobre su lucha yihaidista, en forma de atentados y ejecuciones (en el momento de estar redactando este diario, se han producido los asesinatos en París, reivindicados por Al Qaeda). Al llegar a la entrada, nos descalzamos, Rosi se tiene que cubrir la cabeza con un pañuelo, y nos dicen que no se pueden hacer fotografías, aunque luego veremos que la gente utilizaba sus móviles y haremos lo mismo. Una vez en el interior, observamos una enorme cola de gente, a la puerta de la tumba del santo. En un momento dado, la puerta se abre, y los fieles comienzan a entrar con sus ofrendas (me recuerda al momento en que se produce el salto de la verja en el Rocío, para llegar a la Virgen.). No entramos porque es prácticamente imposible hacerlo, en incluso peligroso si se produce una avalancha, y me conformo con hacer algunas fotos. Hay zonas separadas para hombres y mujeres, y lo recorramos fascinados por todo lo que vemos. Se me eriza el vello solo de pensarlo porque para mí, fue una visita increíble. Antropología en estado puro. Regresamos al coche por el mismo camino, todavía impresionados por lo que hemos visto, y en media hora alcanzamos la pequeña localidad de Puskhar, una de las ciudades más antiguas en la India y uno de los cinco dhams (lugares sagrados de peregrinaje para los hinduistas devotos). Tenemos una reserva en el recomendable Inn Seventh Heaven (28 € la noche), una antigua haveli restaurada con buen gusto. Nada más empujar la vetusta puerta de entrada, nos damos cuenta que hemos acertado en la elección, porque su interior está lleno de una exuberante vegetación, y no se oye ni un ruido. Nuestra habitación está muy bien, amplia y decorada con buen gusto al estilo hindú, aunque se podría mejorar un poco el baño. Después de instalarnos, salimos a cenar recorriendo una ciudad que prácticamente tiene una sola calle llena de comercios, y ello se explica porque Puskhar es muy frecuentada por turistas, y por comerciantes europeos que compran telas y ropa para vender en sus países. Llegamos al restaurante Out of Blue, con una excelente terraza con vistas al lago, y buena comida vegetariana (en esta ciudad santa todos los restaurantes son vegetarianos, y no sirven cerveza). Después de cenar, volvemos a nuestra fantástica habitación donde leeré un poco antes de caer rendido, mientras todavía pululan por mi cabeza las imágenes de la Mezquita de Ajmer abarrotada de fieles. 10. PUSKHAR No madrugamos, y nos dirigimos a desayunar en el restaurante del hotel, el Sixth Sense, donde se está estupendamente, aunque el servicio es bastante lento, cosa que ya no nos sorprende demasiado A las 9 estamos en la calle, y en unos minutos estamos en los ghats que dan al lago sobre la que se asienta la ciudad. Allí existen varias entradas, donde hay que dejar el calzado, y multitud de fieles están realizando ofrendas y oraciones a orillas de lago. El espectáculo es fascinante, por el colorido, y por la espiritualidad que desprende, sólo interrumpido por el excesivo número de "presuntos" sacerdotes que piden continuamente "donations", aunque hay que decir en su favor, que no son excesivamente insistentes, si les dices que no. Vemos también varios shadus, una especie de monjes que siguen el camino de la penitencia y la austeridad para obtener la iluminación. Es la cuarta fase de la vida en la religión hindú, después de estudiar, de ser padre y de ser peregrino. Viven de la caridad, y llevan vestimentas de color naranja, y tres rayas de ceniza en su frente. Pasamos allí gran parte de la mañana, haciendo decenas de fotos, y charlando (al menos intentándolo) con peregrinos que, venidos de todas las partes de la India, abarrotan las escaleras (suponemos que por que es fin de semana). Nos piden también muchas fotos. Una chica se enfada con el novio o marido porque no le deja hacerse una con nosotros, y otra, vestida a lo occidental, me da un beso en la mejilla al despedirse, algo rarísimo en la India, y que no volverá a suceder durante nuestro viaje. Después de observar el espectáculo del lago, hacemos algunas compras (unos vestidos y unos pañuelos de seda) y nos dirigimos al oasis de paz que supone nuestro hotel, donde comeremos un poco de salchichón y descansaremos un rato, antes de salir de nuevo a la calle. Por la tarde, nos dirigimos inicialmente al templo de Brahma, el único dedicado a este Dios existente en la India, de ahí su importancia como centro de peregrinación. Hay un control estricto de los bolsos y además hay que descalzarse, lo que hace que Rosi decida quedarse en la puerta, y lo visito en solitario, observando otro interesante momento de interacción entre el hombre y la religión, en este caso hinduista, mientras los monos campan libremente por los tejados. Compramos unas camisetas y vamos a ver la puesta de sol a los ghats. Hay mucho ambiente en los alrededores del lago, con distintas ceremonias, en la que se realizan diversos tipos de ofrendas, mientras las vacas transitan tranquilamente por los alrededores recordándome a la vaquilla en S, Mateo, subiendo por las escaleras de la Catedral. Una vez ocultado el sol, subimos a la terraza de un restaurante, donde nos tomamos una coca cola para hacer tiempo leyendo un poco. Regresamos al hotel, donde cenamos bastante bien en el Sixth Sense (el thali es excelente) aunque, como en el desayuno, son desesperadamente lentos, y eso que prácticamente estamos solos, y conocemos a Lorena una empresaria alicantina que viaja con su pareja de origen inglés, y que se dedica a comprar telas en Delhi, para trasladarlas a una fábrica de Puskhar, donde le harán ropa con los patrones que ella decide. Después consigue que se la lleven a España, sin pagar impuestos (no sé muy bien cómo), para venderla en su tienda en Morella. 11. PUSKHAR-JAIPUR Hemos quedado con Viru un poco más tarde, a las 8,30 porque solo hay 150 km, hasta Jaipur, nuestro próximo destino. Allí llegamos a las once de la mañana, y le decimos que nos lleve al Templo de Galta o Templo de los Monos. Nos deja en un aparcamiento e iniciamos una corta la subida rodeados de pacíficos monos, que nos llevará primero al Templo del Sol, desde donde hay unas vistas espectaculares de la ciudad rosa, llamada así por el color que ostentan muchos de sus edificios, pintados con ese color con motivo de la visita del príncipe Alberto, a finales del siglo XIX, a modo de bienvenida. Actualmente, presenta un tono más bien asalmonado. Desde aquí descendemos abruptamente hasta llegar al Templo de Galta, lleno de manantiales naturales y pequeños embalses cuyas aguas son consideradas sagradas. Multitud de personas se acercan a este lugar para bañarse en ellas, especialmente durante la celebración del Makar Sankranti a mediados de enero, para así purificarse y despojarse de los pecados. Hay mucha gente, sobre todo mujeres que dan un color especial con sus coloridos saris, y con las que me hago algunas fotografías Después de dar una vuelta por el recinto, regresamos por el mismo camino, aunque el calor y el pronunciado desnivel, hará que tardemos bastante en llegar al aparcamiento. De nuevo en el coche, con el aire acondicionado a tope, nos trasladamos al Fuerte Amber, otro recinto fortificado típico de la zona, que guarda dentro un antiguo palacio situado sobre una colina a 11 km al norte de la ciudad de Jaipur, y construido en 1592 por el maharajá Man Singh I. Se puede subir en elefante, pero lo vemos un poco como una "turistada" y preferimos hacerlo a pie. El lugar no está mal, aunque impresiona más desde fuera. Lo recorremos en medio de cientos de turistas locales (es domingo) que, sobre todo los más jóvenes, intentan interactuar con nosotros, aunque su deficiente inglés, impide que podamos decirnos más de unas frases. Nos sigue pidiendo fotos. Hacemos un aparte sentados tranquilamente, con una cola bien fría, comiendo unos cacahuetes "hacendado". Al salir, le digo a Viru que nos lleve a los llamados Cenotafios de Gaitor. Un cenotafio es una tumba vacía, o monumento funerario erigido en honor de una persona, o grupo de personas, para los que se desea guardar un recuerdo. Los que nos ocupan se erigieron para honrar al Maharajá Sawai Jai Singh y sus descendientes. Cada uno de ellos tiene una forma particular, y un labrado más o menos rico en función de la posición social de ese miembro. Sin duda, el más espectacular es el del propio Jai Singh, hecho en un reluciente mármol blanco, con veinte columnas labradas ricamente con escenas de la mitología hindú. Estamos solos, y el conjunto a pesar de ser de una gran sencillez, tiene una belleza extrema. Es el blanco inmaculado, símbolo de pureza, el brillo que irradia, es la tranquilidad que emana de sus piedras. En fin, disfrutamos bastante en uno de los lugares que más nos ha gustado hasta la fecha. Al finalizar le decimos a Viru, que nos lleve al hotel, aunque antes queremos sacar las entradas para ver mañana una película de Bollywood. Así nos lleva al famoso cine Raj Mandir, donde compramos tres entradas (lógicamente le invitamos) y después nos dirigimos al hotel Anuraag Villa, situado en una zona residencial. El caos circulatorio es el habitual en las grandes ciudades indias y tardamos bastante en llegar. Lo mejor del hotel es su relajante jardín, donde pasaremos el resto de la tarde leyendo, consultando internet y bebiendo té (no sirven cerveza), antes de cenar en su propio restaurante e irnos temprano a dormir. 12. JAIPUR Después de desayunar tranquilamente en el jardín, oyendo el sonido de los pájaros, a las 8,30 nos recoge Viru, para trasladarnos al centro de la ciudad, donde primero visitaremos un curioso observatorio astronómico, diseñado por Jai Singh, el de los cenotafios que visitamos ayer, en el siglo XVIII, con enormes relojes de sol, numerosos astrolabios, planos inclinados....en fin, muy curioso. Al salir, vamos caminando al cercano Palacio de la Ciudad, que ordenó construir el polifacético Jai Singh. Una parte del recinto sigue siendo habitado por la familia real, al igual que ocurre en el palacio de Jodphur. Deambulamos por el mismo provistos con una audio guía, aunque es un poco "mas de lo mismo". Al salir, Viru nos acerca a ver el exterior (no se puede visitar por dentro) del Palacio de los Vientos, símbolo de la ciudad, y una extensión del que acabamos de visitar. La función original del edificio era la de permitir a las mujeres reales observar la vida cotidiana de las calles de la ciudad sin ser vistas, por lo que la fachada que da a la calle tiene un total de 953 ventanas pequeñas. El viento que circulaba a través de ellas y que permitía que el reciento se mantuviera fresco en verano, dio nombre al palacio. Tras hacer varias fotografías, le pedimos a Viru que nos lleve a algún comercio, pero no nos convencen demasiado, así que decidimos que nos traslade al hotel, donde comemos y nos damos una ducha, antes de que vuelva a recogernos a las 3 de la tarde, ya que la película comienza media hora después. El cine tiene cierto aire decadente, y aunque hay entradas para mujeres y otras para hombres, pasamos los tres juntos. No hay demasiada gente, y casi toda se agolpa en la parte más cercana a las pantalla, ya que son las localidades más baratas. La película es una comedia romántica, medio en hindi, medio en inglés. La experiencia no está mal, pero yo me duermo un rato. Viru disfruta como un enano. Nos confiesa que nunca había estado en ese cine, y menos en un palco. Al salir del cine, Viru nos lleva a un restaurante donde ha quedado con su jefe Narendar, con el que hice el trato, y que vive en Jaipur. Nos quiere invitar a cenar. El tráfico es horroroso y tardamos una hora en llegar. El restaurante está bien, y pasamos una buena velada charlando con Narendar, del que no habíamos oído hablar demasiado bien, aunque con nosotros se portó como un caballero. La pena es que no invitó a Viru, pero hay que reconocer que la cena fue estupenda. Al finalizar la misma, le regalamos un frasco de colonia, tal como me había solicitado insistentemente (lo cual me tenía un poco "mosca") en varios de sus e-mails, cuando estábamos negociando el recorrido. Al salir del restaurante, regresamos al hotel, para dar por finalizada la estancia en la ciudad rosa de Jaipur. 13. JAIPUR-ABHANERI-FATEPHUR SIKRI-AGRA Hemos quedado con Viru bastante temprano y, como siempre, acude puntual. Salimos sin dilación dirección Agra. Por el camino, nos desviamos para visitar el extraordinario baorí de la localidad de Abhaneri. Los baorís son pozos en forma de tronco de cono invertido con varias terrazas unidas por tramos escalonados. El que visitamos fue construido en el siglo IX, y es uno de los más profundos de la India. Sus escaleras dibujan un espiral de 3.500 escalones descendentes que llegan hasta donde brota el agua, En uno sus lados se encuentran una serie de templos y habitaciones que servían a los rituales y a los servicios del pozo. Se utilizaban tanto por motivos religiosos como para abastecerse de agua en invierno, la época seca. Realmente es una construcción extraordinaria, una auténtica sorpresa para Rosi (para mi, menos, ya que lo había visto en fotografías). Como en otros monumentos, un tipo que anda por allí, intenta hacernos de guía, pero como ve que no le hacemos mucho caso, nos deja en paz enseguida y disfrutamos mucho con la visita. Al salir, continuamos dirección Fathepur Sikri, antigua capital hindú erigida por el emperador mogol Akbar durante el siglo XVI. El recinto arqueológico es inmenso, y decidimos visitar únicamente la parte religiosa, para llegar a Agra con tiempo de ver su famoso fuerte, y dejando de lado la parte civil,. Tenemos que coger un pequeño autobús que nos llevará a la mezquita Jami Masjid donde destaca, imponente, la gran puerta Buland Darwaza con sus 54 m. de altura, que da paso a una enorme mezquita llena de gente. Un chico joven, nos comienza a dar explicaciones, y al contrario que en otras ocasiones, nos cae bien, y dejamos que nos acompañe. Así, nos lleva por varias partes, incluida una zona donde su familia vende artesanía. Compramos un elefante de mármol (nos engañan y, al envolverlo, nos lo cambian por uno más pequeño) y, cuando nos marchamos, le damos una pequeña propina. Regresamos caminando al aparcamiento y, al sacar la bolsa con bolígrafos y globos para regalar a unos niños, se producen un momento de tensión al aparecer varios de ellos que, con ojos desencajados, agarran la bolsa e incluso la mochila. Tenemos que dar un grito y salir de allí casi corriendo. De nuevo en el coche, y camino de Agra, paramos a comprar bananas e intentan "clavarme", pero Viru acude al quite, para lograr un precio más o menos correcto. Agra es una ciudad horrorosa, llena de coches y polución, y si no fuera por el Taj Mahal, no acudiría ni un solo turista. Tardamos una hora en atravesarla para llegar al Fuerte Rojo, llamado así por estar construido con arenisca rojiza, y que fue el palacio de los emperadores mogoles a mediados del siglo XVI. Esta enorme fortaleza fue construida siguiendo el curso del río Yamuna y, contiene en su interior varios edificios de mármol muy bellos, lo que da una idea del grado de poder y del gusto artístico de este imperio, que dominó casi toda la India y que acumuló un sinfín de riquezas gracias a los recursos humanos y naturales del país. Hay muchos colegiales de visita, con los que nos haremos pacientemente decenas de fotografías, antes de salir al exterior para decirle a Viru que nos lleve a los jardines, desde donde sabemos que hay una extraordinaria vista del Taj Mahal. Allí presenciaremos un espectacular atardecer, con el Taj reflejándose en las sagradas aguas del río Yamuna, junto al Ganges, el río más sagrado de la India. Ya de noche, nos dirigimos al Taj Prince, un moderno hotel prácticamente vacío. La habitación está bastante bien, aunque el agua sale tibia, suficiente para mí, pero no para Rosi. Bajamos a cenar al restaurante, y nos "mosquea" que esté cerrado. Abren la puerta, encienden todas las luces y nos traen la carta. Pedimos una cerveza, agua y un par de platos y al rato vuelve el camarero con el agua (la cerveza la tienen que traer de otros sitio), para comunicarnos que no tienen nada de lo que habíamos pedido, ofreciéndonos otros platos mucho más caros. Enfadado, voy a la cocina y veo que está apagada, mientras tres tipos charlan sin demasiada prisa. Regreso a la mesa, pagamos el agua y nos vamos. Nos dirigimos a otro restaurante cercano, pero huele bastante mal y tampoco nos quedamos. Visto lo visto, el trafico, y lo cansados que estamos, decidimos irnos a comer el lomo que nos queda a la habitación, y acostarnos pronto. Eso hacemos, y nos reímos cuando el edredón cubre solo una parte de la cama. Busco una manta en el armario y con eso me tapo. Rosi me comentará al día siguiente, que durante la noche ha habido bastante jaleo, en lo que seguramente era la celebración de una boda, pero yo la verdad es que me dormí inmediatamente. Índice del Diario: INDIA: DEL RAJASTHAN A VARANASI, DONDE LA VIDA Y LA MUERTE SE DAN LA MANO
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