Llegamos de noche a Jarandilla de la Vera y nos dirigimos directamente al Parador, donde habíamos reservado las dos últimas noches de nuestro viaje.
La primera impresión fue fantástica. El edificio es un castillo, el de los condes de Oropesa, que fue la última residencia del emperador Carlos V. Sus salones, patios, pasillos... están llenos de historia y es todo un lujo alojarse en él.
Cenamos en el mismo parador, lo que también es una garantía.

Al día siguiente, nuestro primer destino fue Guijo de Santa Bárbara, el municipio más alto de la comarca de La Vera. Está enclavado en las laderas de una montaña y proporciona unas vistas impresionantes.

De nuevo encontramos aquí las construcciones típicas de todos los pueblos de esta zona.


Como aún era temprano para beber no probamos los licores que hacen famosa esta localidad, pero aconsejo que compréis una botellita de licor de Gloria, suave y delicioso.
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Después de recorrer tranquilamente sus calles y hacer un montón de fotos a las fachadas de sus casas, a sus paisajes, a su bonita iglesia... incluso a la estauta de Viriato que preside la plaza del Ayuntamiento, continuamos rumbo a Cuacos de Yuste para ver el monasterio.

A pesar de ser una visita obligada, la verdad es que el monasterio de Yuste nos decepcionó un poco. Esperábamos un edificio mucho más grande, más impresionante y con más valor arquitectónico y artístico pero nos encontramos una construcción pequeña, de la que solo puedes ver una parte, casi todo lo demás está cerrado al público y, además, se trata de una reconstrucción, una copia, ya que el edificio original fue destruido totalmente. En fin, nos pareció poco para los 12 euros que vale la entrada más otros 4 euros de la guía o audioguía. De todas formas, disfrutamos conociendo la historia del monasterio y viendo las habitaciones que Carlos V ocupó durante los meses que vivió allí mientras terminaban de acondicionar para él el castillo de Jarandilla de la Vera.
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Además, se encuentra en un entorno único, tan bello que solo por eso ya vale la pena.

A la salida buscamos un lugar bonito para hacer un picnic. No fue difícil, ya que todos los paisajes de esta comarca te dejan con la boca abierta. Estuvimos recorriendo estos bellísimos parajes naturales mientras el sol seguía en lo alto, felicitándonos por la suerte que estábamos teniendo con el tiempo y gozando de la tranquilidad que, en esta época, reina en la Vera. No obstante, nos prometimos que la próxima vez volveremos en primavera para verlo en todo su esplendor, aunque tengamos que compartirlo con muchos más turistas

Antes de regresar a Jarandilla nos paramos un rato en Jaráiz. No nos lo habían señalado como de especial interés turístico pero, al ser la población más importante de la comarca, lo incluimos en nuestra hoja de ruta y no nos arrepentimos ya que encontramos algunas cosas interesantes, como la bonita iglesia de Santa María de Gracia:

o el museo del pimentón, donde aprendimos cómo llegó a ser el producto estrella de la zona y otras curiosidades sobre su manufactura:

De vuelta en Jarandilla, cenita en el parador y un recorrido por los salones que aún parecían albergar al mismísimo Carlos V. Y no es un decir...


Si no fuera porque no creemos en fantasmas, juraríamos que rondaba a nuestro alrededor. Seguro que fue el viento en el conducto de las chimeneas pero, en esos momentos, en ese entorno y a esas horas, parecían aullidos y, con la carne de gallina (no precisamente por el frío), corrimos a refugiarnos en nuestra bonita e histórica habitación.
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Mañana todo parecería menos tétrico y aún nos quedaban muchos rincones de esta tierra por conocer.