Al día siguiente nos costó un poco más levantarnos, pero mientras 2 remoloneaban, las otras 2 decidimos bajar la resaca respirando aire puro… o intentándolo. Como era lo que más cerca teníamos (al ser domingo el Mercado Central estaba cerrado) nos dio por subir al Monte Gellér - Ciudadela. Y fue la peor decisión que tomamos. No sé si por el cansancio, porque el día estaba nublado o porque nos esperábamos mucho más, fue una gran desilusión. Ni las vistas nos parecieron para tanto después del día anterior.



Empezaba a chispear y hacía frío, pero la parte superior estaba llena así que toda la primera parte del trayecto (que era hacia la parte de Gellèr, la ‘menos bonita’) la hicimos dentro, pero luego salimos fuera y el espectáculo era impresionante. Ver caer el sol y a la vuelta toda la ciudad iluminada desde el río es precioso, lo recomiendo tanto como me lo recomendaron a mí.


El paseo en barco acababa delante de los temibles leones y, aunque empezó a chispear, seguimos andando hasta la Basílica de San Esteban y la Andrássy Utca. Nos paramos a comprar algo de merienda hasta subir al Big Bus para hacer la guía nocturna que teníamos incluida. Con frío de febrero y lloviendo, ni la cubierta del autobús nos ofrecía mucha confianza, pero aguantamos todo el camino disfrutando de las imágenes de Budapest iluminada.



Acabó y el frío no pudo con nuestros planes, que eran dos básicamente: cena húngara típica y Szimpla Kert. Nos fuimos hasta el barrio judío y callejeando buscamos lugares en el que probar el goulash y lo que surgiese. Acabamos en Aranypince Étterem, que prometía música en directo y al entrar nos encontramos un señor con su piano cantando todo tipo de canciones. El menú estaba muy bueno, nos quitamos la espinita de la comida húngara y -no sabemos muy bien cómo ni por qué- acabamos cantando en español con el pianoman, pero teníamos otra parada antes de volver al apartamento así que nos despedimos de nuestro nuevo amigo.
A unos metros estaba Szimpla Kert, uno de los ‘bares ruinas’ más conocido y se lo tiene ganado a pulso. Muchos ambientes distintos, zonas decoradas de todas las formas imaginables y gente de todo tipo. Nos pedimos unas pintas de cerveza del propio local y nos dejamos envolver por este lugar tan único. No nos fuimos muy tarde porque todavía pesaba la noche anterior y al día siguiente madrugábamos mucho más de lo que nos gustaría.

