Al día siguiente llegó nuestra amiga, que se unía a nosotras durante su Interrail, y en cuanto estuvimos listas salimos a patearnos la ciudad. Lo primero era cambiar euros a florines, pues sólo habíamos cambiado en el aeropuerto lo mínimo por si lo necesitábamos para llegar al apartamento. Cambiamos en Fővám tér y durante todo el día vimos otras casas de cambio que eran más favorables, pero tampoco perdimos mucho. Empezamos el recorrido por el Liberty Bridge, cruzando a Buda bajo la atenta mirada de la estatua que corona el Monte Gellért. Seguimos por la orilla del Danubio hasta llegar al funicular.


Allí buscamos algo para desayunar mientras nos avasallaban los ‘cazaguiris’ para vendernos packs de autobuses turísticos. La verdad es que no hicimos mucho caso hasta que uno de ellos nos ofreció el pack Big Bus (48h de bus hop on & hop off + crucero por el Danubio + tour nocturno en autobús) por 14 euros/persona por ser ‘estudiantes’, cuando habíamos mirado los precios de los cruceros y sólo el paseo por el Danubio costaba algo así. Lo compramos y justo llegó el bus para subir al Castillo de Buda, así que nos vino perfecto. Estuvimos recorriendo la zona, hablando con una profesora de inglés oriunda que nos contó parte de la historia de Buda y recomendó lugares a los que ir, viendo un cambio de guardia, quedándonos impresionadas por el Castillo y la Catedral de San Matías.

Pero sobre todo disfrutando de las vistas y el encanto del Bastión de los Pescadores :hrt:. En ese primer vistazo llegué a entender a mi amiga y su pasión por ese sitio, pero cuando subimos de noche y lo vimos iluminado pensé en robarle la frase de ahí en adelante.



La verdad es que desde ahí arriba las vistas son impresionantes.

Después de pasar la mañana en Buda, cogimos nuestro autobús turístico y con cascos incluidos, nos permitimos una vuelta por gran parte de la ciudad conociendo así un poco de su historia y edificios más emblemáticos.

Llegamos hasta la Plaza de los Héroes y volvimos a retroceder para comer por el centro e intentar coger el último barco del día. Somos así, y la primera comida en Budapest fue… un chino. Por 5 euros comimos un menú que nos sació para todo el día, pero no todo iba a ser bonito este día. En el restaurante se nos echó la hora encima y a pesar de buscar rápidamente el embarcadero de la compañía, perdimos el barco que queríamos coger. Resignadas acabamos paseando y fotografiando el atardecer a orillas del Danubio, observando a los leones del gran Chain Bridge y llegando hasta el Parlamento, pero casi valió más la pena.


Uno de los sitios que más nos marcó de todo el viaje, por cierto, fue ahí mismo: Shoes on the Danube. Como ya iba anocheciendo, vimos cómo se iluminaba toda la ciudad, Parlamento incluido, y decidimos volver a casa pues teníamos planes más tarde.


Y esos planes, después de cenar y alargar la sobremesa a base de Pálinka, como recomendaba el audioguía al que nunca debimos hacer caso, eran probar la noche húngara. Nos habían recomendado varios locales y optamos por Instant. Varios ambientes con distinta música y gente hasta arriba. Un sábado en una ciudad universitaria… era de esperar y eso sí, encontramos mucho español, ¡cómo nos gusta una fiesta!