Habíamos tenido cambios de itinerario casi cada día, así que apuramos bien las últimas horas en Budapest y retrasamos un poco la hora de salida hacia Viena. Por eso acordamos estar a las 8 en los Baños Szechenyi y nos encontramos que a esas horas y un lunes no había casi nadie, solo gente mayor jugando al ajedrez o en las piscinas interiores, pero lo que queríamos conocer eran sobre todo las exteriores. Habíamos visto fotos de los baños por la noche y el ambiente tiene que ser totalmente distinto, pero nosotras agradecimos poder disfrutar de las piscinas semi-vacías, dejarnos llevar por las corrientes de agua y probar las distintas temperaturas para relajarnos antes de lo que nos esperaba.


Al salir pasamos por la Plaza de los Héroes, pero le debíamos otra visita a la vuelta, así que no tardamos mucho en recoger todo e irnos a la estación para coger el tren a Viena. ¡Y qué odisea!
Habíamos leído que los billetes se podían comprar sin problema en la estación, pero llegando con unos 40 minutos de antelación nos encontramos con una sola taquilla abierta y una cola bastante grande. Nos dividimos para no ir cargando las maletas por toda la estación y el resultado fue que a 1 minuto (¡UN MINUTO!) de que saliese el tren apareció la otra mitad del grupo corriendo con los billetes en la mano y gracias a que les habían dejado pasar delante en la fila. Un húngaro muy simpático nos ayudó a subir las maletas al tren y en cuanto estuvimos todas dentro, se cerraron las puertas y salió rumbo a Viena, ¡con lo relajadas que íbamos de las termas!
Unas 3 horas más tarde llegamos a la capital de Austria y lo primero fue dejar las maletas en el hostal (Wombats City Hostel at Naschmarkt) y dejarnos aconsejar por el simpatiquísimo recepcionista. Comimos rápido y nos pusimos en marcha para conocer la ciudad, estando en apenas 10 minutos en el mismísimo centro frente a la Ópera.


Paseamos un rato, viendo los espectaculares edificios que se mezclan por la zona y decidimos, con nuestro ajustado presupuesto, que no queríamos irnos sin entrar a la Ópera. Compramos 4 ‘standing ticket’, que significa ver el espectáculo de pie, pero a pesar de lo incómodo de aguantar toda la función, la situación era buena, pues estábamos justo frente al escenario. Vimos ‘L’elisir d’amore’ y ¡nos encantó! A pesar del cansancio valió mucho la pena.

Salimos de allí y nos acercamos a la zona de Hofburg y seguimos andando hasta el Ayuntamiento, que se veía iluminado desde toda la ciudad. En la plaza había montada una pista-laberinto de patinaje sobre hielo y algunos puestos de comida típica, así que por parar a cenar cuanto antes nos sentamos allí, temblando por los precios que al final no fueron para tanto. Volvimos al hostal y descansamos durante 8 horas por primera vez en todo el viaje.

