Salíamos un viernes a las 20:45 de Madrid y aterrizábamos a las 23:55 con Wizz Air, teniendo que asumir que "por nuestro bien" ahora cobran 15€ por una maleta tipo Ryanair. Facturamos una entre las 3 y en el mismo aeropuerto cambiamos un par de euros por si los necesitábamos de camino al apartamento. Teníamos contratado el transfer del aeropuerto a la ciudad que ofrece la compañía ya que el vuelo aterrizaba cerca de medianoche, el único fallo es que aún estando concertado por la compañía tienes que esperar unos 45 minutos a que aparezca. La furgoneta (aka transfer) nos recogió en el aparcamiento (un poco tétrico y solitario a esas horas) a nosotras, una pareja de españoles y otra chica extranjera. El conductor, que apenas hablaba inglés, nos llevó hasta Deák Ferenc tér y al llegar le preguntamos cómo podríamos llegar hasta nuestro apartamento. Hablando casi por signos acabó acercándonos lo máximo posible por una ligera propinilla.
Habíamos reservado el apartamento, de máximo 5 personas, teniendo en cuenta que otra amiga llegaría al día siguiente como parte de su Interrail. Y aún siendo 4, nos salía a 8€ la noche, por lo que nos esperábamos cualquier cosa. Y un poco sí nos lo encontramos. Los colchones muy viejos con los muelles dispuestos a rajarte media pierna y la sorpresa de la noche… ¡bar-karaoke justo debajo! Llegamos un viernes sobre la 1.30 de la noche y escuchamos húngaros y/o Erasmus emular a Bon Jovi y compañía como si estuviesen en la habitación hasta las 3. Eso sí, las dos noches siguientes ni un ruido.
