El tren de vuelta salió sin problemas y sobre las 22h estábamos otra vez en nuestra ya querida Budapest. Aquí tuvimos un pequeño encontronazo con los taxistas de la estación, que nos intentaban cobrar casi 50 euros por un trayecto que, a la ida, habíamos hecho por 15. Jugando con el cambio de moneda y echándole mucha cara, nos iban intentando cobrar más del triple del precio real. Por eso, no creo que sea nada nuevo pero por si acaso, os recomiendo pactar de antemano el precio y haciendo el cálculo real de HUF-EURO, porque posiblemente si no hubiésemos estado antes en la ciudad y hecho el mismo trayecto, podríamos haber picado. Al final encontramos un taxista que nos dijo el equivalente a 20 euros (aprox) y como el taxímetro finalmente marcó 16€, eso fue lo que nos cobró.
Para esta última noche cambiamos de alojamiento aunque estaba a apenas unos metros del anterior. Esta vez era un hostal (Budapest River Hotel) que es de los dueños de un restaurante que está justo al lado. Cenamos lo que pudimos por la zona, que siendo las 23.30 no quedaba ni un alma por la calle y nos fuimos a dormir para aprovechar las últimas horas que nos quedaban de viaje.
La primera parada era el Mercado Central, que lo teníamos a unos metros del hostal y no nos había dado tiempo a visitarlo los días anteriores, así que nos dedicamos durante un rato a pasear entre sus puestos buscando desayuno, regalos y demás.

De allí fuimos en metro hacia la Plaza de los Héroes y el Parque de la Ciudad, que habíamos visto de pasada varias veces pero sin dedicarle su tiempo. Impresionantes las esculturas de los personajes históricos húngaros.

Nos acercamos al Castillo de Vajdahunyad, que en febrero estaba rodeado por una pista de patinaje sobre hielo, y nos perdimos un rato por los alrededores.


Ya sólo nos quedaba tiempo para recoger las maletas en Vaci Utca e irnos al aeropuerto para volver a Madrid, eso sí, llegando 45 minutos antes de lo programado por Wizz Air
