Con el recuerdo de esta preciosa ciudad nos fuimos el día 13 hacia NY, previa parada en Nueva Jersey, en dos lugares, Freehold y Asbury Park. El primero es el pueblo (pequeñito) donde nació Bruce Springsteen. Fuimos a las casas en las que ha vivido, su cole, su instituto, y al parque de Bomberos donde se dice que donó dinero para adquirir un camión amarillo con la inscripción Born to run, aunque el camión amarillo no lo vimos. Eran todos rojos. También fuimos a una pizzería de las de verdad llamada Federici´s donde nos sirvieron una pizza exquisita (la mejor que he tomado jamás) y nos dijeron que el Boss había estado la semana anterior, pues va mucho por el local. Nos enseñaron las fotos que tiene con ellos en el local. Una señora mexicana, que estaba allí comiendo nos dijo que el Boss suele ir a cenar el último jueves de cada mes, sobre todo entre mayo y septiembre. Lo digo por si hay algún fan que quiera intentarlo, que conozca el dato. También nos dijo que medio México está en ese pueblo, y es verdad que hay una gran cantidad de hispanos. A unos 30 km está Asbury Park, pueblo en el que está la sala The Stone Pony, donde cantaba el Boss en sus orígenes y siguen cantando artistas de por allí. Hicimos fotos, robamos dos carteles de la sala, y vimos por primera vez la playa, pues esa sala está en plena playa, y qué playa…
Queríamos ir a Amityville a fotografiar la casa famosa, pero no nos daba tiempo, pues a las 17 horas debíamos devolver el coche en Manhattan. Una pena.
Llegamos a Manhattan el tiempo justo para devolver el coche y ducharnos y ponernos guapos, pues a las 8 empezaba el musical para el que teníamos entradas: Grease. Bueno, puedo decir que ví un Musical en Broadway, pero no nos enteramos de nada. Menos mal que nos sabemos la historia de pe a pa. Eso sí, los protas, nada que ver con Travolta y Olivia Newton John.

Y ya el día 14, nos levantamos, sacamos las maletas de la habitación, pagamos la habitación y nos fuimos a hacer las últimas compras y a comer a Central Park la comida que nos quedaba de lo que habíamos ido comprando y metiendo en las bolsas térmicas. Esa comida estuvo genial, en pleno césped, observando a las ardillas y a la gente que pasaba. Finalmente un taxi nos llevó al JFK, de ahí al avión, y tras 6 horas y 45 minutos, llegamos a Madrid.
Fin de esta preciosa historia. Sin duda la mayor y mejor aventura que jamás he vivido. Perdonad la extensión de la crónica, que soy muy pesada, y espero que os sirva para próximas visitas que hagáis a estas zonas.