Día de visita a esta ciudad, la segunda de la isla. Nada más empezar el día nos dirigimos al centro, pasamos por turismo y dimos una vuelta por la población, principalmente por la zona más clásica. Bien el paseo, pero tampoco es un municipio que llegara a decirnos mucha cosa.
Después pensamos en hacer la ronda de visitas en un orden “extraño”, porque primero bajaríamos a ver Cuatro Puertas, para volver a la playa de la Garita y desde allí ir bajando.
La visita a Cuatro Puertas la verdad es que nos encantó. Se ven 4 espacios en poco terreno y es recomendable ir con calzado no muy playero. Lo primero que s ve es la famosa imagen de la cueva con cuatro aberturas, que es lo que da nombre al yacimiento, pero lo que realmente me impresionó es el último punto a visitar, cómo estaban abiertas las cuevas en la roca, las habitaciones, las ventanas… Y cómo desde allí se domina todo el territorio de alrededor, que queda por debajo.
A la salida, como comentaba, fuimos a la Garita, para ver otro de esos espectáculos naturales que no podía perderme: El bufadero, para lo que andamos hasta la punta del Corral de la Yegua. Ahí nos quedamos otro buen rato dando vueltas y quedándonos sentados, viendo como el agua saltaba por las rocas, subía como un aspersor por una zona haciendo el característico sonido del bufido y bajaba de las rocas como una pequeña cascada. Merece la pena.
Ya se acercaba la hora de comer y bajamos a playa de Melenara, donde aparcamos muy cerca de la misma. Comimos allí enfrente en un local llamado Venecia, con buenos precios y buena comida, y tal cual acabamos, nos fuimos a echar un baño y a reposar la comida al sol, que ese día pegaba bastante y ya nos librábamos del viento. Una playa muy agradable, de arena negra y bastante tranquila.
Y ya queríamos acabar el día en el barranco de Guayadeque. Otro deleite para la vista, y más al ver que estaba medio nublado, y subiendo por la carretera no podíamos más que disfrutar de las montañas al frente y de todo el verde que nos rodeaba. Volvimos a bajar por la carretera y paramos en el Bar Guayadeque a echar una cerveza, un sitio muy agradable, sobretodo la terraza, y además, baratísimo, incluso nos entraron ganas de comer por segunda vez…
Y sobre la marcha, como aun no estábamos muy cansados, pensamos en volver al mirador de las dunas para disfrutar del atardecer, así que caminamos un poco, nos sentamos en una que nos gustó, hicimos las fotos de rigor y esperamos a que el sol se fuera, momento en que tocaba volver a cenar al buffet.