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Track de la etapa: GPS
El desayuno lo hicimos a las 7 mientras amanecía. Tras desayunar y dejar las cuentas en paz me arreglé la mochila y comencé la etapa.
La etapa comienza con una subida de unos 700 metros de desnivel en cuatro kilómetros. A mí me pareció una gozada esta subida ya que transcurre por una senda muy cómoda con unas vistas al norte amplísimas donde se ve el mar y un manto de nubes con un color al amanecer precioso. Se pasa primeramente por el refugio viejo, y se sube a los pies de varios picos imponentes: la Altiquera a la izquierda, el Cuetu Llagu a la derecha y de frente el Porru Bolu. Al llegar a los pies del Porru Bolu la senda lo bordea por la derecha subiendo hasta obtener unas vistas preciosas del Cuetu Llagu con el manto de nubes y el mar de fondo.
En la subida me encontré con tres Rebecos muy confiados que se dejaron fotografiar sin problema. La subida termina en un collado con el pico Requexon al frente en donde paré para un almuerzo único. En ese momento me encontré con otro montañero con el que intercambié unas palabras y que me acompañó en el almuerzo. Un hombre de 64 años que estaba más en forma que yo el tío. Asturiano y con experiencia que me dio una lección de todos los picos que se veían desde el collado, finalmente fuimos andando prácticamente juntos hasta Vega Huerta, punto en el que él se volvió
Desde el collado donde almorcé la ruta se convierte en un sube baja entre pedrizas y jous con la Aguja de Enol, la Torre Santa María y la Cebolleda a la izquierda y la panorámica siempre a la derecha que, como dijo el compañero con el que me encontré, "se te funden los fusibles".
La senda es relativamente sencilla hasta que se mete en el Jou de las Pozas. El Jou de las Pozas es un Jou increíble que se recorre por su parte izquierda. Esta dominado en frente por las tres Marías y la Torre del Torco y a la derecha por la Cabra Blanca. Se va bajando en una senda en la que hay que llevar especial cuidado pues tiene algunos pasos expuestos en los que hay que usar las manos. Una vez abajo se asciende para salir por la Horcada de las Pozas. Atravesar el jou es una de las partes más duras y con niebla no quiero ni imaginármelo.
Tras la Horcada la senda continua pasando bajo la Forcadona para descender entre piedras hasta el Refugio de Vega Huerta. En este descenso me torcí el tobillo y, gracias a las botas, no me hice un esguince de milagro. El terreno en picos por lo general es muy pedregoso y los tobillos sufren mucho. Se me quedó resentido pero me permitía andar, al final del día lo tenía hinchado, me tomé un antiinflamatorio y me aplique Voltaren en el tobillo. Afortunadamente, al día siguiente la inflamación bajo y pude continuar sin problemas.
Tras el susto de la torcedura, tras pararme un rato a recuperarme, avancé hasta el refugio de Vega Huerta donde paré a comer. El refugio es una cabaña pequeña con una litera con espacio para unas seis personas y una mesita. Al salir de la cabaña estaba rodeado por una decena de rebecos que, tras mirarme un rato y ver que me acercaba a ellos, echaron a correr en desbandada. En el Refugio había un pequeño río en el que aproveché para recargar agua, el río llevaba el agua justa por lo que no sería raro que se seque, lo que podría ser un problema porque no hay más fuentes cerca en largo tiempo.
Del refugio la senda asciende hasta el collado del burro con unas vistas de todo el macizo occidental vastísimas. El silencio era sepulcral, roto solo por algún pájaro ya que no había ni viento. El momento en el collado es de los que se te graban bien por la sensación de soledad que produce verse en medio de esas moles en silencio y sin nadie alrededor.
Del collado se desciende por la canal del perro, una canal muy vertical con vistas a los bosques de la zona de León. El descenso termina en el collado del Frade, desde ahí la senda se interna en un bosque de hayas y robles generando un fuerte contraste con la zona de alta montaña del macizo. El tramo hasta el refugio de Vegabaño es precioso entre árboles y arroyos pasando por el famoso roble milenario con su tronco de más de seis metros de diámetro. En este tramo hay zonas preciosas donde descansar y remojarse los pies en el río.
El refugio de Vegabaño se encuentra en un claro en medio del bosque. Para mí este fue el mejor refugio con diferencia de los que visité. El entorno es especial y todo está muy cuidado. El chico que allí había, creo que se llamaba Yago, conocía picos como la palma de su mano y estuvo aconsejándome sobre la ruta de manera excepcional y contándome los pormenores del refugio tranquilamente.
En el refugio solo estábamos un hombre de Burgos y yo, junto con los que llevaban el refugio. La cena fue muy buena y abundante y hasta había ducha que la pillé con mucho gusto tras tres días sin ducharme. Tras la cena, con la barriga llena y el tobillo resentido caí muerto.
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