Amanecí el lunes en cubierta con día soleado y curiosamente por estas latitudes apenas había nieve en las montañas. Tampoco había arboles y escasa vegetación, dando prueba de las bajas temperaturas que impiden el desarrollo de una flora exuberante, como habíamos tenido hasta allí. A Havoysund llegamos a las 8,45 en una mañana magnifica de sol, donde dispusimos de media hora para ver esta pequeña población tan aislada de todo. Aquí me llevé otra agradable sorpresa al ver "mi coche" aparcado en el puerto, mucho más al norte de Hornes, donde lo vi por primera vez.
Llegando a Havoysund
Cruzándonos con el Trollfjord de Hurtigruten
Ya a estas alturas estaba muy cerca de la meta que me había marcado, pues Honningsvag que era la siguiente parada, marcaba para mí el abandono del MS Lofoten, que tan grato y acogedor me había resultado desde que me embarqué en él.
Ultimo canal, antes de llegar y primera vista de Honningsvag.
Las bajas temperaturas que nos deparaba la cubierta del barco mientras navegábamos debido sobre todo al viento polar que recibíamos, se veían mitigadas cuando llegábamos a puerto, normalmente situados en lugares recogidos y al abrigo de los vientos nórdicos. Así ocurrió al llegar a Honningsvag, que aunque cambiante, la temperatura era más llevadera que navegando. Así ocurrió a las 11,15 de la mañana que fue el momento que pisé Honningssvag por primera vez. Del barco salían excursiones para cabo Norte y el Safari Birds, pero yo preferí hacer esos recorridos por mi cuenta con mayor tranquilidad ya que iba a estar hasta el miércoles allí.
Cuando llegué lo primero que hice fui dirigirme a la oficina de turismo, al lado mismo de donde atracamos, pues aunque Honningasvag es una localidad bastante extensa, lo que es el centro (los aledaños del puerto) es muy pequeño y está todo a mano. En la oficina de turismo saqué los billetes para el autobus, el 330, a Cabo Norte, y para el SafaryBirds en la pequeña localidad de Gesvaer.
No los había sacado por Internet, pero me dí cuenta que los precios eran los mismos, y de haberlos llevado ya, me hubiera evitado ese trámite en la oficina de turismo. De allí ya me dirigí al hostal Nordkapp Vendrerhjem, situado a las afueras, en el fondo de la bahía, a unos 2 Kms. del centro. Cogí este hostal, pues a pesar de estar un poco alejado del centro no me importaba ir caminando, observando y disfrutando del paseo, pues era lo que iba buscando. Además esta a mitad del camino entre el aeropuerto y el centro, lo cual el día de irme ya tenía hecho la mitad del recorrido. Otra razón es que era el más económico de los alojamientos allí. Una habitación individual, correcta. que era lo que buscaba. Y como había leído por Internet, en recepción una señora polaca muy amable.
Camino del hostal, al fondo a la derecha.
Secaderos de bacalao, camino del Hostal.
Nordkapp Vendrerhjem Hostel
Una vez que había tomado posesión de la habitación y me había liberado de la mochila y repuesto fuerzas, regresé al centro, tranquilamente, disfrutando del paseo, haciendo fotos por el camino y observándolo todo con curiosidad y admiración: las casas de madera de llamativos colores, la bahía y los montes circundantes, a ratos cubiertos de niebla. Un verdadero placer. Pensar que me hallaba en el paralelo 71, me producía una satisfacción enorme y todo lo veía con la avidez de saber que era algo probablemente irrepetible.
A las cuatro de la tarde tomé el bus 330 camino de cabo Norte. Una carretera ascendente, estrecha y sinuosa, salpìcada de pequeños lagos y regatos de agua procedentes de montoneras más o menos grandes de nieve, praderas donde los renos pacían tranquilamente.... Como en el autobús íbamos cuatro personas, al ir en primera fila era más fácil ver el recorrido. Dos eran dos chicas jóvenes que habían llegado en bicicleta y las habían metido en el portamaletas del bus, se ve que para evitar las difíciles subidas que le esperaban. En el momento de salir de Honningsvag, llegaba a puerto un gran crucero. Sin duda el turismo es el medio de vida de esta localidad. A medida que íbamos ascendiendo y la tarde iba avanzando, el cielo se fue encapotando y la temperatura bajando, por lo que al llegar arriba hacía un frío de cojones (como diría mi tío Augusto que.e.p.d.). Y ahí estaba la meta. No era el lugar más bello ni el más espectacular de los que había visitado durante el recorrido, pero sí el más mágico, el que daba sentido a todo lo que había soñado. Esa era la mística del viaje: pisar cabo Norte. No importaba el frío, ni la falta de sol, el ausente sol de media noche que no llegaría. Lo importante era pisar aquel pedregal baldío que ponía fin a Europa por el norte, mirar el mar y saber que más arriba ya no había nada. Las fotos bajo la esfera armilar eran imprescindibles, y en ese momento no hubo problemas para hacerlas, no ocurriría así más tarde con los autobuses que traían la invasión de los cientos de visitantes del crucero que había llegado por la tarde. Hasta ese momento pude disfrutar del complejo subterráneo, viendo la película que ponen sobre las cuatro estaciones en Cabo Norte, y viendo las diversas exposiciones y atractivos que hay en el complejo bajo tierra. Luego pasear y hacer fotos por los alrededores al borde de los acantilados y las esculturas del niño y la mujer y las medallas conmemorativas.. Todo ello antes de que fueran llegando las hordas del crucero, sobre las ocho de la tarde.
Diversas tomas de Cabo Norte
Así es que como el sol brillaba por su ausencia, el frío era considerable y la plaga de turistas del crucero seguían llegando, ya no esperé a coger el autobús de las 24,15, sino que me fui en el de las nueve y cuarto ( de la tarde-noche) y a las 10 ya estaba en el hostal, totalmente satisfecho, aún sin haber podido disfrutar del famoso sol de media noche. Pero allí es una lotería. Lo normal es que el cielo esté nublado, así es que ¡lo dejaré para la próxima vez!. Como información diré que el bus ida y vuelta y entrada al complejo Nordkapp, cuesta 590 Nok. (unos 75 euros.).