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Desde Colmar, por la autopista A35, tomamos la salida a Selestat para llegar hasta el castillo de Haut-Koenigsbourg. Antes de comenzar a subir por la carretera se pasa por Saint Hippolyte, un pueblo que tiene marcadas varias estrellas en la calificación de los pueblos más floridos de Francia y tiene una variedad de vino famosa. A partir de aquí todo es subir hasta los 750 m. de altitud en que se encuentra el castillo. A pesar de que era temprano y época no demasiado turística, (en abril abre a las 9,15 h.), tuvimos que aparcar en los laterales de la carretera. Pero no muy lejanos de la entrada y del lugar dónde se compran los tickets de entrada al castillo.
El precio es de 9€, con un folleto en español, y la audio guía 4,5€. La audio guía no me sirvió de mucho pues se detiene en explicar tanto detalle y tan lentamente, que al final te hartas de ella y acabas por no usarla. Si se piensa estar allí toda la mañana y enterarse de hasta el mínimo detalle e historia, pues entonces si es útil.
Por su altitud, en la cima del monte Stophanberch, el castillo domina el valle del Rhin. Es un castillo muy visitado, de hecho dicen que es el tercer monumento de Francia en recibir más visitantes, después de la Torre Eiffel y Mont Saint Michel.
Desde que Federico I de Hohenstaufen y su hermano Conrad compartieran cada uno una torre en el castillo inicial del siglo XII, el mismo ha pasado por varios dueños y diferentes vicisitudes. Hasta su destrucción por los suecos en la Guerra de los Treinta Años. El castillo estaba en ruinas cuando en 1899 la ciudad de Selestat lo ofreció al emperador Guillermo II de Hohenzollern. Alsacia estaba bajo la administración alemana desde 1871.
Este emperador no quería reconstruirlo para hacerlo residencia imperial, sino un museo de la Edad Media y con ello también hacer de él un símbolo del imperio y del pasado germánico de Alsacia. Para ello encargó al arquitecto Bodo Eberhardt su restauración, el cual dirigió la obra entre 1900 y 1908 después de haber hecho emprender una búsqueda arqueológica de todos los fragmentos de vidrio, de azulejos… encontrados en el terreno, así como el estudio de los castillos coetáneos, revisión de archivos…De todo ello resultó una fortaleza que, quizá, no tuviera mucha semejanza con la del siglo XV, pero que constituye un prototipo de fortaleza medieval con muchos elementos pedagógicos. Por el tratado de Versalles, 1919, Francia se convirtió en propietaria de los bienes de la corona alemana y consiguió la propiedad de este castillo. En 1993 fue declarado de interés artístico, y ya desde 1862 era considerado monumento histórico.
En el exterior la gran torre cuadrangular es la figura emblemática del lugar, dominando el conjunto del castillo. Está cubierta con un techo de cobre sobre el cual se yergue un gran águila con las alas desplegadas. Los bastiones redondeados le ayudan en su labor.
Después de comprar la entrada hay que pasar a través de una puerta con el escudo de los Tierstein, y enseguida podemos ver a nuestra izquierda el espolón rocoso sobre el que se asienta el edificio sur. Otra puerta más con el escudo de armas de los Hohenzollern, coronado por el escudo de Carlos V. Dan paso a un patio que tiene en el centro la reproducción de una fuente del siglo XV que se encuentra en Eguisheim. Desde el patio se accede a los edificios dónde se encuentra la cafetería, la tienda, la librería. También a las cuadras, la herrería, al molino. No perderse la cafetería, tiene un encanto especial y unas vistas privilegiadas de la torre principal, así como un café riquísimo.
El único acceso al edificio se realiza por una torre y una escalera protegida por troneras. Después del puente levadizo la puerta de los leones da acceso al castillo. Un pozo de una profundidad de 62 m. ha sido construido al lado del espolón rocoso sobre el cual está ubicada la casa señorial.
En la planta baja están ubicadas las cocinas y la bodega dónde está conservado uno de los más antiguos toneles de Alsacia. En los pisos se suceden las habitaciones de los caballeros, el cuarto de invitados, la capilla. El salón de actos o sala del Kaiser, ha sido decorado con frescos de Leo Schnug, sobre la bóveda, un águila despliega sus alas hacia la corona de los Hohenzollern. Sigue la habitación Lorenesa, debidamente amueblada, mediante donaciones, para recrear el ambiente de la época, con un dragón en el techo, procedente de la ciudad de Metz. La sala de Esgrima consta de impresionantes armaduras y armas blancas, sobre todo ballestas. En esta sala se puede admirar una estufa de loza muy semejante a un modelo conservado en el castillo de Salzburgo. No es la única estufa del castillo, alguna de ellas fue realizada con las cerámicas encontradas en las excavaciones.
La parte norte del edificio alberga en la primera planta los pisos de los mariscales y en la segunda los apartamentos de la futura emperatriz. Las habitaciones de la parte sur estaban destinadas a los condes de Tierstein. La capilla está ubicada al lado del dormitorio, calentado por una chimenea y el cual posee hasta letrinas. Detrás del dormitorio hay otra habitación desde la que se puede gozar de una vista magnífica. Lástima del día tan nublado.
Después, por otro puente levadizo, se pasa al jardín medieval que hay que atravesar para llegar al gran bastión y sus dos torres en ángulo en las que hay reunidas importantes piezas de artillería. Desde la torre sur hay unas vistas preciosas de los Vosgos y la llanura, así como de las partes bajas del edificio. Aunque el nublado sigue persistiendo y las vistas no son lo nítidas que nos gustaría. En esta parte alta del castillo hace un fuerte viento que entra por las aberturas, así que no estuvimos mucho tiempo porque hacía bastante frío.
Si la princesa del cuento se asomaba a estas ventanas oteando la llegada de su caballero, tuvo que coger más de un resfriado.
Ribeauville.
Este va a ser nuestro primer pueblo, dentro de los catalogados como pintorescos y principales.
En la carretera de acceso al pueblo se ve una gran infraestructura industrial correspondiente a una envasadora de agua llamada Carola. Es el mismo nombre que la fuente Carola, de dónde recogen el agua, conocida ya en la antigüedad.
Aparcamos el coche a la entrada del pueblo. Son 2€ por un total de 5 horas.
Al lado del parking, el Jardin de Ville, o viejo jardín de los señores de Ribeaupierre. Desde el mismo se distinguen los vestigios de los tres castillos que se elevan sobre el pueblo, San Ulrich, Girsberg y por encima de ellos, Ribeaupierre. Los señores de Ribeaupierre eran una de las familias más poderosas de Alsacia y tenían su sede en este pueblo.
Al inicio de la Grand Rue se encuentra la oficina de información turística, pero acaba de cerrar. Cierra de 12 a 2. Frente a la oficina, la Fontaine du Vigneron.
Comenzamos el recorrido de esta calle, pues parece la principal, no sólo por su nombre, sino por todos los edificios que flanquean su recorrido y la gran cantidad de comercios. La sucesión de casas con entramado y detalles preciosos apenas comienza. De igual forma ya estamos sumergidos en este particular decorado de cuento.
Una casa que nos llama especialmente la atención por un salidizo en el que se lee “Ave Maria Gratia Plena”, adornado con las figuras en madera de la Virgen María y el Arcángel Gabriel. Es la llamada casa “Pfifferhus” en memoria del gremio de los músicos callejeros de la Alta Alsacia. Se reunían cada año en Ribeauville el primer domingo de septiembre. La tradición se ha mantenido y aún hoy es una de las fiestas más populares de Alsacia.
Los señores de Riebaupierre eran los protectores de los flautistas, faranduleros y acróbatas, quienes les rendían homenaje cada año. Como recuerdo de ello hay en algunos edificios figuras de madera alusivas a dicho tema.
La Grand Rue pasa por la Place de la Mairie con varias cosas interesantes. Por un lado el Ayuntamiento, edificio del siglo XVIII que dicen que alberga una gran colección de copas de plata donadas por los Ribeaupierre. Por otro lado la iglesia del convento de los Agustinos con un pórtico gótico coronado por un pequeño rosetón. Nos la encontramos cerrada. Delante del ayuntamiento se alza una fuente renacentista que finaliza con la figura de un león portador del escudo de armas de la ciudad.
En la misma plaza, la Grand Rue pasa por debajo de los dos arcos apuntados de la Tour des Bouchers. Es como un campanario de asperón del siglo XIII, realzado en el siglo XVI y rodeado con algunos restos de la antigua muralla. Recibe este nombre, de los carniceros, porque en el barrio dominado por esta torre se hallaba el gremio de los carniceros. En la antigüedad había cuatro torres similares, dominando cada una un barrio distinto, es la única que queda de ellas.
Una vez se ha pasado por debajo de la torre la calle continúa hacia la Place de la Sinne. Una plaza con mucho encanto, rodeada de edificios con sabor alsaciano. Entre ellos se puede encontrar el Auberge du Solei, el Auberge du Mouton, antigua casa de correos y el Cour des Baillis, un centro cultural. En el centro de la plaza una fuente esculpida por un nativo de la ciudad, André Fiedrich, en 1862.
La Grand Rue continua hasta la Place de la Republique con su fuente renacentista que data de 1576. Desde esta plaza sale el sendero para subir a los tres castillos. Me hubiera encantado poder hacerlo y subir a los tres castillos. Las vistas tienen que ser inmejorables.
Volvemos por la misma calle y de nuevo en la Place de la Sinne, nos desviamos hasta la Iglesia católica de San Gregorio. Es de estilo gótico con influencias de la escuela renana y fue erigida desde 1282 a 1473. Posee un órgano clasificado como Monumento Histórico, de los más prestigiosos de Alsacia, diseñado allá por 1700.
Otro Monumento Histórico de la iglesia son las estatuas del Monte de los Olivos. Son estatuas esculpidas en piedra arenisca cuya situación inicial no es la que ahora tienen. En origen se encontraban en lo alto de una pequeña colina en el cementerio de los sacerdotes, en el exterior de la iglesia, dónde se encontraban expuestas a los avatares del clima y que fueron trasladadas precisamente para resguardarlas. Este cementerio tiene un toque especial, quizá sea porque se encuentra al amparo de una enorme sequoia de 1856
De vuelta a la Grand Rue y antes de volver a pasar por debajo de la Torre de los Carniceros, se puede observar una pequeña fuente adosada a la pared del Auberge et Fountain au Cerf. Representa el escudo de armas de Jean-Jacques, el último señor de la línea Ribeaupierre que vivió en esta casa y murió en 1673.
Pasada la plaza del Ayuntamiento nos topamos con la Capilla de Santa Catalina. Pequeña capilla con dos arcadas y una portada gótica y también una azarosa historia. En 1342 Jean IV de Riebeaupierre la erigió dedicándola a Saint Catherine. En años posteriores fue utilizada como sepultura de algunos miembros de esta familia. En 1542 fue añadida como capilla del viejo Hospital que se encuentra al lado. Durante la revolución francesa tuvo una finalidad errática y en 1812 fue comprada por la ciudad convirtiéndola en Halle aux Blés, (mercado de los trigos). En 1908 se restaura y se convierte en un museo histórico. Actualmente está desacralizada y tiene funciones como galería de exposiciones itinerantes.
Comimos en Chez Martinez, un buen magret de canard y dimos tiempo a que la oficina de turismo abriera. Recogimos folletos de este pueblo y del vecino Riquewhir y recabamos información sobre la Ruta de las Crestas que se puede iniciar desde este mismo pueblo.
Como en algunos otros pueblos, vimos los viñedos que rodean la ciudad, amparados también por la montaña con los tres castillos. Son buenos los caldos de Riebeauville, perteneciente también a la Ruta de los Vinos.
Al cercano pueblo de Riquewhir no tardamos casi nada en llegar. El mismo ticket del aparcamiento de Ribeauville nos sirve aquí también. Al parecer lo gestiona la misma empresa.
Apoyado en los ricos viñedos del Schoenenbourg y del Sporen, Riquevhir es uno de los pueblos más atractivos y visitados de Alsacia. Es una antigua propiedad de los príncipes de Wurtemberg-Montbéliard y conserva parte de sus murallas defensivas de la Edad Media.
Entramos a la ciudad por su parte inferior. Y nada menos que cruzando el edificio del Ayuntamiento. Es este un edificio neoclásico de 1809, construido en asperón rosado con algo de revoco amarillento. El edificio tiene un arco que constituye la entrada física a la antigua ciudad amurallada. En este lugar antiguamente se situaba la Puerta Baja y quizá por ello al nuevo edificio le han conservado esta entrada a la villa.
Nada más traspasar la puerta te encuentras ante un gran decorado de la Edad Media y del Renacimiento. Entras de lleno en la arteria principal de la villa, la Rue del General de Gaulle, flanqueada por las típicas casas alsacianas, coloristas, con entramado de madera, adornadas con flores…. Y algo más. Venimos de Ribeauville y notamos que el concepto general de la casa alsaciana puede ser similar,.. pero,… estas casas tienen otro toque especial. Más detalles de saledizos, patios, pozos, fuentes, ….. un mayor encanto.
La villa de Riquewhir tiene como unos 1200 habitantes, y en el mismo existen 5 museos. Todo un record para un pueblo tan pequeño.
El primero, el Museo de las Comunicaciones, situado en el castillo de los Wurtemberg – Montbeliard. Trata de 2000 años de historia de las comunicaciones, sobre todo en Alsacia. En el exterior una diligencia de tres compartimentos de 1830 que llama bastante la atención. En las antiguas caballerizas del castillo se encuentra otro museo, el Museo de las Carrozas.
A lo largo de esta calle principal, y de algunas otras calles adyacentes, se suceden hermosas mansiones de sillares o de entramado de los siglos XVI y XVII. Bellos y pintorescos letreros animan la calle. Algunos dibujados por el célebre ilustrador Jean Jacques Waltz, más conocido como Hansi, (1873-1951), el cual también tiene su propio museo en la casa conocida como “Au Nid de Cicognes”. Un ejemplo sería el de la casa Hugel (una prestigiosa bodega). El letrero representa a una familia yéndose a la vendimia, en la extremidad del pescante, se ven el caracol y la navaja jardinera, emblema de los viñadores. Otro ejemplo es el letrero de la Maison du Gourmet a L’Etoile. Casa edificada en 1686 en estilo barroco que tiene una de las más decoradas fachadas con motivos esculpidos en madera, que es una obra de arte. Su letrero representa a un burgués ventrudo con levita y pantalones a rayas, invitando a probar el vino de Alsacia. Y por supuesto, una estrella alusiva a su nombre. No dejo de admirarme de la vistosidad e ingenio de estos letreros. Aunque los puedes encontrar en otros pueblos, es en este pueblo, o al menos a mi me lo pareció, dónde alcanzan su mejor representación.
También observo en Riquewhir mayor profusión de patios. Patios que conforman a veces rincones preciosos y dan acceso a distintas viviendas, algunas muy vistosas. De las que me fijé y recuerdo estaría el Cour des Nobles de Berckeheim. La vivienda construida enteramente en piedra del final del patio marca la fecha de 1523. En su torreta hexagonal tiene un primoroso reloj de sol.
La Cour de Strasbourg, en la Rué de 1ere Armée, antigua sede de los obispos de Estrasburgo, en estilo renacentista. Cour de L’Abbaye de D’Autrey, hoy convertida en chambre d’hotes.
En la Cour des Juifs se encuentra un pozo alsaciano que, junto con las viviendas, forma un rincón encantador. En este patio es dónde se encuentra el Museo de Tortura y Casa Vignerón. El museo de Tortura ocupa la Torre de los Ladrones,Tour des Voleurs, parte de la fortificación de la ciudad, que fue utilizada como cárcel, sala de justicia y sala de tortura. Al lado, en la que fue vivienda del cuidador de la torre se ha recreado el ambiente de la casa de un viñador y de la forma de vida en una casa del siglo XVI, con muebles, cocina, bodega, herramientas de la vendimia …
Pero para llegar a este patio de los judíos antes hemos tenido que toparnos con la Torre Dolder. Torre defensiva y de vigilancia que formaba parte de la primera fortificación de la villa del siglo XIII. Esta torre cuadrada, de 25 m. de altura, tiene dos caras. Si hemos subido por la Rue General de Gaulle, nos encontramos con su cara más agradable, más acorde con las casas de entramado de madera que tiene a su alrededor. Muestra un reloj, ventanas y una campana. En su interior se encuentra el Museo Histórico.
Al lado, al inicio de la Rue des Juifs, se alza la fuente de la Sinne, coronada por un león que porta dos escudos de armas de las familias Wurttemberg y Horbourg.
La Torre Dolder tiene una puerta con arco de medio punto, en ambas caras de la torre, por la que hay que pasar si queremos ver la parte exterior de la torre que ofrece la cara más belicista y sobria. También desde aquí vemos la continuación de las fortificaciones y de frente la Puerta Alta u Obertor, la cual vista desde esta posición parece una casa más. Es de menor altura que la anterior y forma parte de la segunda fortificación de la villa, del siglo XVI. En su parte posterior, o exterior, se aprecian los sillares de piedra, un escudo de armas de la ciudad esculpido y un puente levadizo colgado.
Ya se sale fuera del reciento fortificado. La zona es conocida como la antigua Judería y es dónde normalmente se elaboraban los vinos. El área está muy cuidada, con plantas y flores ornamentales, así como una antigua prensadora de madera allí puesta para su contemplación.
Proseguimos un poco rodeando las fortificaciones por nuestra izquierda hasta llegar a la parte trasera de la Tour des Voleurs, otra torre de aspecto macizo, similar a la torre Dolder por su cara más rígida, pero sin puerta de paso bajo la misma. Son tramos de fortificación de 1291. A este tramo no se añadió la segunda fortificación de 1500.
Desde aquí, volvemos a acceder al interior de la villa por la Plaza de las Tres Iglesias. Que más parece una calle y en la que no se ven tres iglesias. En la antigüedad sí que las había. Hoy día permanece la iglesia protestante, antes iglesia Saint Marguerite, que fue edificada nuevamente sobre la anterior en el siglo XIX. Las otras dos situadas en los números 14 y 16 (Saint Erard y Notre-Dame), apenas si las distingues porque están mezcladas con notables viviendas.
Y seguimos callejeando, observando estas hermosas mansiones, convertidas en casas de vinos, hoteles, restaurantes, a alguna que otra le pongo nombre, la gran mayoría se me escapan. Muchas de ellas están catalogadas como “monumento histórico”. En la Rue de la Couronne y sus alrededores hay varias muestras. La Casa Dissler muestra una fachada de estilo renacentista – renano terminada en triángulo con pequeños obeliscos sobre salientes en espiral y tiene dos ventanales en mirador bastante decorados. La maison Zimmer, la maison Dieffenbach, en Rue General de Gaulle, pueden ser otros ejemplos.
El edificio de La Poste, del siglo XIX en la Place Fernand-Zeyer nos da el adiós de este pueblo que nos ha transmitido su particular encanto y nos ha dejado gratamente impresionados en nuestro recorrido por estos edificios de cuento.
Como a finales de abril los días son largos nos dio tiempo también a recorrer Kaiserberg.
Aquí ya no necesitamos pagar el aparcamiento,(Porte Basse), las horas fuertes de turismo ya habían pasado.
Monte del emperador, Kayserberg debe su nombre a la fortaleza cuyo torreón domina el pueblo. Federico II de Hohenstaufen la hizo construir. La población se extiende por el valle del río Weiss, en medio de un paisaje de hermosas y alomadas colinas y viñedos. El caldo Schlossberg es uno de los más famosos de Alsacia y estos viñedos en terraza dominan la localidad en unas 80 hectáreas.
Accedemos por la Rue General de Gaulle, también conocida con Grand Rue hasta la Place de la Mairie, dónde se puede contemplar su ayuntamiento renacentista – renano con una bonita fachada con su salidizo de dos plantas.
Detrás del ayuntamiento la Iglesia de la Santa Cruz y una plaza con una fuente del siglo XV coronada por la estatua del emperador romano Constantino portador de la cruz de Cristo.
La entrada principal de la iglesia es de estilo románico, pero en todos los años que duró su construcción dieron lugar a la incorporación paulatina del estilo gótico. La fachada principal es sobria, tan sólo destaca su arco de medio punto de la puerta de entrada con un tímpano muy bonito que representa la coronación de la Virgen.
Su interior es un verdadero museo de la escultura medieval. Nada más entrar podemos admirar, dominando toda la nave, un hermoso y colosal Cristo Crucificado con las figuras de la Virgen y San Juan, del siglo XV. Y enseguida la vista se nos va al coro dónde un maravilloso retablo de madera de 14 relieves policromados representa la vida de Cristo, desde su entrada en Jerusalén hasta su resurrección y esta coronado por estatuas de madera policromada de Santa Elena, San Cristóbal y Santa Margarita. Es una obra maestra de Hans Bongartz, 1518.
En la nave lateral un Santo Sepulcro, 1514, con estatuas de santas mujeres, otra obra maestra de Jacques Wirt. Otro conjunto escultórico notable es una Lamentación en donde los rostros de los representados expresan profundo dolor.
Al lado de la iglesia, la capilla Saint Michel y un antiguo cementerio.
Desde la Place Jean Ittel sale el Impasse Staub que lleva a una casa notable, la Maison Bohn de 1601 de bonito entramado y bonitos colores. Fue la primera escuela de la villa. Al final de esta calleja salía el acceso original al castillo.
En la misma plaza, en otro extremo, aparece la Casa Loewert de 1739. Expléndida mansión que presenta un salidizo en esquina y tiene pintada en un lateral una Virgen barroca. Por ello también se le conoce como la Casa de la Virgen.
Otras bonitas mansiones nos van saliendo al paso. En este pueblo están identificadas con una placa indicando su nombre y el año de su construcción así como un numerito debajo que se corresponde a los indicados en un plano al que le hemos echado una foto.
Y llegamos al rincón más entrañable y atractivo de todo el pueblo. Al menos así nos lo pareció a nosotros. Se trata del entorno del puente fortificado. Un puente cruza el río Weiss. A un lado y a otro las aguas de este río corren sin mucha prisa. Ya hay algunos pequeños diques con esa finalidad. La torre del castillo parece vigilar al pueblo y a los que por allí merodeamos. Para llegar al puente hemos tenido que pasar por delante del edificio de la antigua Boucherie, en la que destaca su fachada de piedra arenisca mientras que sus paredes laterales son de entramado de madera, la hostelería del Puente o vieja Casa de Baños y la mansión Herzer.
Hay por aquí muchas fotos guapas. Una de ellas es la que se obtiene desde el puente conteniendo las aguas del río y en su lateral izquierdo las casas de la Rue L’Oberhof con la capilla de Notre-Dame du Scapulaire, más conocida como capilla Oberhof, construída en 1391 y que supo resistir el vandalismo revolucionario.
Cruzando el puente y continuando hacia adelante se llega al final de la calle General de Gaulle. Allí se encuentra la casa natal y el museo de un ilustre personaje nativo de Kaiserberg. Se trata del doctor Albert Schweitzer que fue premio nobel de la paz en 1952.
Muy cerca nos encontramos con la torre de la Porte Haute, que forma parte de la doble muralla construida entre 1424 y 1432.
Dimos un pequeño paseo por las orillas del río contemplando las viviendas que se levantan en su ribera y comenzamos a volver por la misma calle General de Gaulle.
En el número 54 de esta calle, en el patio de esta vivienda, hay un pozo renacentista de 1618 en el cual se puede leer “si bebes mucho de mi agua, esta te helará el estómago, te aconsejo beber un buen vino y dejar mi agua”. Lo que dice bastante de la tradición vinícola de este pueblo, ya desde tiempos antiguos.
A la misma altura que la fuente de Constantino nos desviamos a la calle de la Commanderie y calle del Ancien Hopital. Por estas calles son de admirar la Maison Vollrath, renacentista, construida en 1594, la Maison Büchele, datada en 1458 analizando los anillos de la madera de su entramado y la Maisón Manoir Etienne de Baviera, del siglo XV. Esta casa albergó el hospital de la ciudad hasta el siglo XIX y se convirtió en la gendarmería en el siglo XX. Toda la casa es de piedra. En aquellos tiempo tan solo los nobles podían construir este tipo de viviendas.
Todas estas casas son “monumento histórico”.
Otro pueblo con aspecto de cuento que nos ha encantado. Al atractivo del pueblo hay que añadirle el aspecto romántico de las ruinas de su castillo elevándose por encima del mismo y el entorno del río y el puente fortificado. Y, en nuestro caso, que lo hemos visitado pasadas las 5 de la tarde, con poquísimos turistas y una gran tranquilidad.
Volvemos a Colmar. Antes siquiera de subir al apartamento nos dirigimos a echarle un vistazo a la zona de la Petite Venise aprovechando las últimas luces de la tarde. El día que comenzó nuboso se ha ido transformando en un hermoso día. Y, también, para seguir sumergidos en este mundo de cuento.
Por la Grand Rue y a través de la Rue Turenne alcanzamos los canales del río La Lauch entrando por el Quai de la Poissonnerie. El río La Lauch atraviesa la ciudad de Colmar, pero aparece y desaparece en su recorrido. Los últimos rayos de sol se reflejan en la arboleda y el agua por el canal se desplaza lentamente reflejando las bonitas casas de entramado de madera. Los canales y las casas que se alinean junto a ellos suelen estar bien adornados de plantas y flores. Así lo hemos visto en innumerables fotos. Pero nosotros nos encontramos este muelle de los pescadores y luego el de los curtidores bastante poco adornados. Quizá porque aún estamos en temporada baja de turismo.
Volvemos por la Rue des Tanneurs hasta la Plaza de la Antigua Aduana encontrándonos con el edificio que le da nombre y que también es conocido como Koïfhus.
Cenamos muy cerca, en una pizzería llamada La Romántica y de allí al apartamento que también estaba casi al lado. Este apartamento ha sido todo un acierto. Estamos a pocos pasos de casi todo.
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